lunes, 23 de septiembre de 2013

Custodios del Tridente IX: Cara a cara con la oscuridad 08 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 08

La Nubes de Humo y la Invierno Negro se encontraron con un enconado combate cuando se reunieron con el Capitán Asirus y la Caparazones de Tierra. Ambas escuadras no dudaron en unirse a la lucha. Los seres oscuros acabaron siendo abatidos, aunque uno de los Hacheros cayó, pero para Ghuno era obvio que habían logrado aprender como derrotar a tan peligroso enemigo, lo que subió la moral de su escuadra.

El problema era qué hacer a continuación. Aquella aberración genética xenos era un peligro que no debía salir de aquella nave, pero la Pájaro Negro era algo salido de la época de la Gran Cruzada, en cualquier rincón del Imperio de la Humanidad una astronave como esa sería estudiada e incluso reverenciada. El Capitán Asirus era muy consciente de ello, sin embargo, pensaba que ya era demasiado tarde para tratar de recuperar cualquier conocimiento u objeto, la nave estaba infestada de genestealers y aquellos monstruos mutados, pero, sobre todo, parecía haber sido alterada. Agufer le había informado de los relieves limados, obviamente la niebla, el humo, o lo que fuera que emanaba de los seres oscuros corroía poco a poco cada plancha de metal, cada mamparo, etc. Cada rincón de la Pájaro Negro podría haber sufrido aquél desgaste tras los milenios pasados, por lo que cualquier hallazgo probablemente estuviera alterado o modificado.

La decisión, no obstante, no era nada fácil. Tolomu sólo dijo que su capítulo era el encargado de defender el Sistema Dolnúdaca y que no estaba dispuesto a que algo así pudiera quedar libre en él, pero dejó claro que debía ser Asirus el que decidiera. A Ghuno no le gustó aquello, el sargento de los Hacheros parecía poco dispuesto a aceptar cualquier tipo de responsabilidad, y eso que, como había señalado, aquél Sistema era su casa. Agufer era de la opinión de tratar de encontrar una manera de exterminar a los enemigos sin destruir lo que quedara de los valiosos conocimientos del pasado, y el resto de la Nubes de Humo estaba de acuerdo. Los Exterminadores fueron los más concisos, para ellos lo importante era el coste, si para evitar que el mal se extendiera debía destruirse una nave, que así fuera.

Asirus no estaba seguro de qué hacer, por primera vez desde hacía años echaba de menos los consejos de Contoa. El Bibliotecario siempre opinaba sobre este tipo de cosas, y se había convertido en un consejero eficaz, pues aunque muchas veces desechara sus opiniones, era capaz de que en su mente las ideas se aclararan. Y ahora necesitaba aquello para decidir la acción a seguir. Se había traído una gran cantidad de explosivos por si era necesario finalmente destruir aquella astronave, pero ¿y si había alguna reliquia de los tiempos antiguos?, no quería ni pensar en que algún artefacto que pudiera estar a bordo hubiera sido utilizado por algún primarca o incluso el propio Emperador y fuera realmente importante. Pero tampoco tenía tiempo para limpiar de enemigos aquella enorme estructura y explorarla de manera concienzuda en busca de... ¿de qué? ¿de un objeto olvidado miles de años atrás?

No, debía destruir la Pájaro Negro, si en el proceso desaparecía algo valioso no tenía importancia, el Imperio de la Humanidad había sobrevivido miles de años sin "eso". ¡Por Dorn! si ni siquiera era seguro que hubiera algo que salvar, es más, había muestras de herejía y aquella mutación no podía existir. La decisión estaba tomada, la astronave sería destruida.

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

- ¿Y dice que su capitán lleva ahí dentro cerca de dos horas estándar?

El delgado oficial de la Guardia Imperial tocó un momento con la yema de los dedos el mamparo de vidrio ultrarreforzado y luego se volvió hacia Contoa. Desde que había subido a bordo no había parado de observar y estudiar todo lo que lo rodeaba. Al Bibliotecario aquello le resultaba en cierto modo gracioso, pues el soldado trataba de disimular su enorme interés por cada pequeño aparato que podía alcanzar su vista sin conseguirlo, mientras infería en sus movimientos un exagerado porte militar. Afortunadamente no parecía darse cuenta de que había arrancado varias sonrisas de algunos de los pilotos de la barcaza. Pero su acompañante, un sargento de tez oscura y fuerte constitución, sí echaba ojeadas asesinas a cualquiera que tratara de mantener su mirada.

- Así es, teniente Lenden. Como le he explicado anteriormente no podemos comunicarnos con él, la "Pajaro Negro" parece tener algún tipo de campo estático que actúa contra las ondas de comunicación.

- Perdone pero, ¿Pájaro Negro? - Lenden cruzó los brazos sobre el pecho y luego levantó la mano izquierda para acariciarse la fina perilla que le crecía bajo el labio inferior.

- Es el nombre que le hemos asignado a la nave Preherejía.

- Interesante... ¿Sabe?, no soy más que un simple oficial de los Fusileros Dolnudacitas, y nosotros tenemos fama de ser algo brutos y analfabetos. - a su lado el sargento carraspeo - ¿Es o no es cierto sargento Helldan?, no importa, lo somos y punto. Sin embargo, Bibliotecario Contoa, incluso yo sé que esa nave de ahí es importante. Antes de... antes de que las naves del Caos nos atacaran ya habíamos recibido órdenes de no estropear ninguna de las otras, las... naves Preherejía, y le aseguro que había un interés muy marcado por ello, yo diría incluso que las órdenes venían de demasiado arriba, ¿me entiende?

- Sí, entiendo la importancia de investigar conocimientos de los tiempos antiguos.

- Pero su Capitán ha bajado ahí abajo - dio varios golpecitos con un dedo en la mampara señalando la Pájaro Negro - cargado de explosivos.

- Así es. Le aseguro que a mí tampoco me agrada eso.

- No, no, si a mí ni me va ni me viene. Soy un simple teniente, ya sabe. Pero a mi el tema me huele mal, si los de arriba quieren que esas naves no sufran daños es que tienen algo planeado y... bueno digamos que no estoy seguro de que haya llegado información alguna a ningún poder más allá del subsector, es más, me atrevería a decir que ni siquiera el Lord Gobernador de Guthor tiene idea de lo que tenemos aquí.

- Lo que podría considerarse traición. A nosotros desde luego sólo nos llegó una petición de ayuda algo escueta.

- Sí, bueno, usted lo ve así, yo lo veo más bien como una demostración de intereses por parte de... bueno, permítame decir simplemente los poderosos de "por aquí". Lo que quiero decir es que si ese "pájaro" muere ustedes podrían tener algunos problemas.

Contoa miró al oficial dolnudacita serio al principio, pero luego sonrió levemente.

- Teniente entenderá que somos astartes, así que si me dice esto es porque...

- Yo sólo señalo un posible problema. Obviamente son guerreros del Emperador y no tienen mucho que temer, sólo le recomiendo que tengan cuidado con sus aliados.

Tras su enigmática frase el teniente Lenden cambió de conversación y empezó a hablar de otras cosas. Contoa decidió que le había dado ya suficiente en qué pensar sobre aquello y se alegró de tratar temas más triviales. Sólo deseó que la decisión de su capitán fuera la acertada.

 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Entre los Adeptus Astartes

A ver si os mola a los que lleváis ME en la Campaña:



Me he tomado la libertad de poner el nombre de vuestros capítulos en inglés, para que no desentonen con el resto. Ya diréis si os parece bien o mal.

¡Hasta otra!

(la imagen es una alteración de otra sacada de descansodelescriba.blogspot.com.es)

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La búsqueda de las almas: parte III [Relato]

LA BÚSQEDA DE LAS ALMAS: PARTE 3 


Nadie había acudido a ellos cuando habían abierto la puerta, pero ahora, asomados desde un balcón a la enorme e iluminada sala que se desplegaba a sus pies, a los eldars no les sorprendía. La estancia resonaba con el ruido de cientos de máquinas que trabajaban a destajo, y algo más de 100 hruds correteaban alrededor de ellas entre los estrechos pasillos que dejaban y transportaban cajas de un lugar a otro. Las máquinas, de manufactura hrud, hacían reverberar el suelo y las paredes a raíz del trabajo que realizaban. Pero el grupo ya no se fijaban en eso, sino, horrorizados, en el objetivo de sus experimentos: joyas espirituales. Varias decenas de los recipientes de almas eldars estaban engarzados en generadores en donde se extraía su energía psíquica para hacer funcionar el complejo. Otros se llevaban a otra sala, a donde transportaban también las carcasas de guardianes espectrales que había a la vista. Keler, uno de los dragones llameantes, había intentado lanzarse inmediatamente sobre los hrud, pero Loirar pudo refrenarlo a tiempo. No obstante, también tenía claro que tenían que hacer algo. Esto era un insulto a la memoria eldar como pocos había visto en su larga vida. Los hrud habían sido muchas veces aliados de su raza, pero esto no tenía perdón; por lo que a él respectaba, no eran más que otro tipo de mon-keigh.
Nainral, el exarca vengador implacable, planeó en seguida el ataque: bajarían con los dragones llameantes y aguardarían a la entrada de la sala; entonces, los guardianes les darían fuego de cobertura desde los balcones y causarían una distracción lo suficiente para permitirles avanzar y buscar cobertura. Pese a la insistencia del guerrero, Loirar insistió en acompañar a los guerreros especialistas; tenía que estar cerca si quería protegerlos con sus poderes. Una vez acordado todo, los guerreros y el vidente esperaron hasta que las catapultas shuriken empezaron a tabletear desde diversos balcones sobre los desprevenidos hrud.

-¡Iem dyan Ce!

-¡Iem rilli ash! –respondieron mientras entraban corriendo en la sala.

La estancia seguía estando llena de ruidos, pero de otra naturaleza. Los hrud correteaban de un lado para otro, confundidos por el fuego que les llovía de encima, mientras la mayoría de máquinas seguían funcionando solas. A los eldars no les fue difícil encontrar donde resguardarse antes de que un impreciso fuego de plasma empezara a acosarles. Con sorpresa, Nainral se dio cuenta de que aquellos eran obreros que no se esperaban para nada que nadie pudiera atacarles, no había soldados ni nadie que los organizara. Eso, desde luego, no hacía más que facilitarles las cosas. Los eldars se asomaban de vez en cuando y disparaban precisas ráfagas que hacían caer siempre a más de un hrud. Los saqueadores estaban cada vez más atrincherados en la maquinaria y costaba más acertarles, pero eso no era ningún problema para los dragones llameantes, que literalmente vaporizaban sus escondites y a quien estuviera en ellos. Además, era imposible ocultarse a la vez de ellos y de los guardianes que los acosaban desde las alturas. Poco a poco, los obreros fueron retrocediendo ante los eldars, que todavía no habían sufrido una baja.



-Uel tann angaur. –Nainral desenvainó su espada implacable, un filo de energía que tenía engarzada la joya espiritual de un antiguo guerrero, que chispeaba con furia, deseando freír la mente de aquellos lo suficientemente estúpidos como para dejarse morder por la espada.- Iem am furta suithauel. 
  

POM

El exarca volvió la vista hacia donde había sonado el ruido: una puerta a 15 metros de ellos, que comunicaba con la otra sala a donde los hrud se llevaban los guardianes espectrales, se había abierto, y de ella salía pesadamente una robusta figura. Decir que era una copia de guardia espectral sería desacertado, era más bien un chiste de guardia espectral: más bajo, grueso, sin gracia y con movimientos mucho más lentos; pero eso no quitaba que su robustez, el cañón de plasma que tenía por brazo izquierdo y el enorme guantelete en que terminaba el derecho fueran temibles. Pero lo peor, más aún que el hecho de que estuviera hecho con hueso espectral deformado y torturado por inexpertos, era la piedra espiritual que tenía engarzada en la cabeza. No brillaba con la chispa de un alma eldar, no, su brillo era más oscuro, más apagado, de igual manera que las almas de otras razas brillan menos que las eldars.

-Ce… -murmuró Loirar.-  Ascuratheaeramfurto ammure.

-¡Amkaran acarrecenad! –los vengadores dirigieron su fuego contra la amenaza mientras los dragones llameantes mantenían a raya a los hrud, pero el gólem seguía avanzando impasible ante el fuego. Otras tres figuras seguían a la primera, produciendo ruidos sordos con sus pisadas. Los colosos hrud alzaron sus cañones de plasma y apuntaron a los eldars, que seguían disparando con desesperada furia.


-¡Amashageir!

ZZZZZZZZZZZZZOOOOOOOOOOOOOOOMMMMMMMMMMMM



Nainral no podía ver ni oír nada. Tan sólo notaba negrura y un pitido en los oídos. El vengador implacable se palpó el cuerpo: no notaba ninguna herida ni un rasguño en su armadura. Estiró la mano y dio con su espada, mientras el shock pasaba. Temblando, se puso en pie y se quedó sin habla. Lo que hasta entonces les había servido de barricada  había desaparecido. Literalmente. Quedaba apenas la sombra del metal contra el suelo y pegotes fundidos. Excepto en un círculo, todo había ardido; y en aquel círculo se encontraban los guerreros especialistas, sanos y salvos aunque todos en estado de conmoción. Y en ese momento lo vio, Loirar Ahnvar estaba de pie justo enfrente de los gólems. Su túnica revoloteaba con furia por la energía verde que su cuerpo emanaba, sujetaba su báculo con una mano y con la otra apuntaba directamente a las criaturas hrud.

-Amascurathea, mon-keigh.

El coloso descargó su guantelete sobre el vidente, pero el mismo campo que los había salvado antes lo paró. Loirar cayó de rodillas y su energía empezó a temblar.  El gólem volvió a arremeter con su mano blindada y los dedos abiertos; no obstante, algo se interpuso. Nainral gritó por el esfuerzo de parar esa masa con su delgada espada, pero logró hacerla retroceder. Sin embargo, el monstruo, sin dignarse siquiera a mirarle, le golpeó con el cañón de plasma y lo lanzó varios metros por los aires. De nuevo la garra del ser cayó imparable y esta vez se hundió… en una armadura naranja.
Keler miraba al engendro con ojos vidriosos mientras su vida se escurría; la sangre le salía por las cinco heridas que tenía en el pecho. El hrud lanzó una mirada sin alma al eldar y se lo sacudió de su mano. El dragón llameante cayó al suelo; Nainral le leyó los labios mientras éste alzaba su rifle de fusión, tembloroso.

- Iam dyan Ce…

El gólem se dilató un instante y estalló en pedazos diminutos, que llovieron sobre los eldars. Pero a Nainral no le importó, volvía a sentir la ira de Khaine recorriendo sus venas; el ansia de batalla, de venganza y de muerte que lo había hecho perderse hace tanto en la senda del guerrero volvía a tomar control de su existencia. El exarca alzó su espada y se lanzó con un grito sobre el segundo de los colosos, que ya volvían a avanzar.

-¡¡¡Iem rilli ash!!!

El vengador implacable esquivó el golpe que le lanzaron y clavó profundamente la espada implacable en el cuerpo de su enemigo, atravesando la gruesa armadura de la criatura. El eldar empujó hasta la empuñadora y se pegó al monstruo para que no pudiera golpearle con sus gordos brazos. Un metro encima de él, la piedra espiritual contaminada brillaba, oscura, pero resistiendo el envite de la descarga psíquica de la espada. Nainral se dispuso a desenfundar su pistola shuriken, pero, con un chasquido, el hrud giró su torso 360 grados, golpeando al eldar y tirándolo al suelo. El vengador implacable consiguió ahora sí desenfundar  su pistola shuriken y disparar a la joya espiritual. Ésta empezó a agrietarse, pero seguía sin ceder. Las piernas de Nainral no respondían, y el puño del hrud se alzaba ominoso sobre él. Tal vez si conseguía lanzarse sobre su espada clavada antes de que el puño descendiese…
Pero la espada ya no estaba allí. De hecho, medio torso del gólem había desaparecido. La criatura cayó de rodillas y entonces su cabeza desapareció con un ruido de succión en una fracción de segundo. “Armas disformes”, pensó. Nainral miró hacia atrás y vio una figura tan alta como la creación hrud ante él: un guardián espectral. La estatua de hueso espectral se inclinó elegantemente y le tendió una mano. En la otra portaba un cañón espectral.



-Amabaharr, dann. Imure ambennan. –le dijo con voz profunda.

Tras levantarlo, el autómata siguió adelante disparando, seguido de cinco guardianes espectrales más. Los obreros hrud huían en masa por unas puertas mientras la última de sus creaciones caía abatida y los guerreros eldar los perseguían sin descanso. El exarca miró de nuevo hacia atrás y vio a Afrayel, el guardián de almas, apoyado con sus dos manos en su espada bruja.

-Kel dras aiam, iam surta eramfurto ual furto aillestera dinn.




TRADUCCIONES

-¡Iem dyan Ce!: "¡Defendemos a la Diosa!"

-¡Iem rilli ash!: "¡Limpiamos la tierra!"

-Uel tann angaur. Iem am furta suithauel.: "Su moral está cayendo. Es hora de cargar."

-Ce… Ascuratheaeramfurto ammure.: "Dioses... esa abominación debe ser destruida."

-¡Amkaran acarrecenad!: "¡Apuntad a las joyas espirituales!"

-¡Amashageir!: "¡Al suelo!"

-Amascurathea, mon-keigh.: "Aléjate, mon-keigh."

- Iam dyan Ce… "Defiendo a la Diosa..."

-Amabaharr, dann. Imure ambennan.: "Levanta, guerrero. Hay muerte que repartir."

-Kel dras aiam, iam surta eramfurto ual furto aillestera dinn .: "No sé por qué, pero tenía el presentimiento de que necesitabais ayuda."