viernes, 24 de enero de 2014

Custodios del Tridente XI: Cara a cara con la oscuridad 10 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 10

--Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

Habían logrado llegar a uno de los núcleos de energía tras abrirse paso a golpes y sangre. Ni siquiera remataban a los seres oscuros que caían, pues el tiempo era vital, siendo sólo cuatro si se quedaban quietos en un mismo sitio serían superados con facilidad, así que habían sido salvajes y habían avanzado sin descanso entre tantos enemigos que Ghuno estaba empezando a perder la cuenta, y eso que era evidente que en cada ocasión los atacaban menos seres. Llegar por fin a su destino no les había hecho recuperar el resuello, pues parecía que el calor que desprendía el reactor había servido para crear una especie de... no sabía ni cómo llamarlo, ¿criadero?, sí, quizá fuera eso. La sala estaba repleta de mucosidad y de estructuras ovoides desde el suelo hasta el techo, y vaharadas de gas negruzco eran expulsadas aquí y allá a cada paso que daban. Lo primero que había visto al entrar en aquél lugar había sido cómo una de aquellas "crías" salía de su cascarón retorciéndose y luchando con la masa viscosa que la rodeaba como una mortaja, cuando la membrana empezó a sisear se hizo evidente que aquellos monstruos nacían ya con su "toque" ácido y no pudo evitar espachurrar al ser de un golpe seco.

Ahora sus botas y las de sus compañeros pisaban "aquello" mientras avanzaban con un asqueroso ruido de succión y chapoteo que plagaba el lugar de unos ecos desagradables, acompañados de fondo por el zumbido sordo del núcleo de energía. La iluminación era muy pobre, ni siquiera sus sentidos aumentados podían penetrar las zonas de niebla oscura que se formaban a su alrededor, sólo el reactor lanzaba algún tipo de iluminación estable. Agufer había decidido que debían atarse de nuevo entre sí para no separarse, ya que de cada huevo, bolsa de oscuridad y mezcla mucosa parecía salir una pequeña criatura oscura. No había seres "adultos", o al menos no se los habían encontrado desde su último ataque antes de penetrar en aquella sala, pero las diminutas aberraciones se agarraban a los astartes a cada paso, y su simple contacto empezaba a "fundir" la servoarmadura lentamente, haciendo que los avisos de ésta no dejaran de destellar y sonar. Ghuno había conseguido que su casco volviera a otorgarle cierta audición, o más bien un golpe fortuito había devuelto a la vida los sensores, sin embargo, ahora, con todos los pitidos y símbolos en rojo plagando su visor, pensó seriamente deshacerse del casco mientras daba manotazos para quitarse de encima a los monstruítos pegados a su servoarmadura. Pero se suponía que debían volver a salir, y sólo había un camino, el espacio, aunque no tenía idea de cómo lograrían regresar al boquete que habían abierto en el casco con la suficiente rapidez. Sin contar con que ahora tenía nuevos arañazos y podría haber alguna zona fundida en su servoarmadura. Decidió pensar en ello más tarde, ahora estaban ya cerca del reactor.

Acabaron de colocar las cargas y sólo quedaba poner en marcha el tiempo que tardarían en detonar cuando una enorme aberración los atacó. A pesar de que no tenían buena visibilidad pudieron entrever que tendría el tamaño de un dreadnought, su apariencia era similar a la de los seres oscuros que ya estaban acostumbrados a ver pero, mientras que éstos contaban con tan sólo un par de brazos gelatinosos con aspecto tentacular, aquella cosa tenía gran cantidad de miembros. A Ghuno le vinieron a la mente serpientes negras enredadas entre sí o látigos de múltiples "colas", sobre todo cuando el monstruo comenzó a hacerlos restallar sobre ellos. Los cuatro cayeron desordenadamente y si no hubiera sido por la cuerda que los conectaba más de uno hubiera salido despedido. Tolomu se levantó con un rugido agarrando con fuerza su hacha sierra y comenzó a dar potentes golpes a derecha e izquierda tratando de acertar a los tentáculos viscosos. Gandeh se le unió con su propia hacha, mientras Agufer y Ghuno protegían como podían las cargas explosivas. Era evidente que si el ácido corrosivo del ser oscuro rozaba algún explosivo no iban a salir de allí con vida. Pero los "látigos" eran demasiados y Ghuno empezó a desesperarse al no poder desviarlos con su espada corta. A su lado, Agufer no tenía mejor suerte.

- No podemos quedarnos aquí, llegará un momento en que las cargas estallarán, la niebla... - Agufer calló un momento pensativo, luego exclamó con una nueva expresión de resolución - todo va a explotar al fin y al cabo.

Ghuno sólo pudo afirmar con la cabeza. En realidad estaba seguro que el sargento pensaba como él. No importaba morir en aquella nave, eran astartes y una vez que habían visto hasta dónde podía llegar a desarrollarse aquella mutación xenos su misión de destruir la astronave estaba por encima de su propia supervivencia. Echó una ojeada a los dos Hacheros que luchaban con salvaje determinación a tan sólo unos metros, también debían pensar como ellos así que... ¿para qué esperar? Agufer le leyó el pensamiento.

- Sumémonos a ellos, esto... - El sargento señaló con un gesto las cargas - no tiene importancia.

Ghuno se quitó de un tirón el casco y lo tiró lejos, luego sonrió.

- ¡Estoy de acuerdo, ellos se están divirtiendo y nosotros...! - gritó lanzando un tajo a la sierpe oscura que trataba de enrollarse en su pierna.

- ¡Nos estamos aburriendo! -  rugió Agufer.

Ambos Tridentes se lanzaron hacia adelante golpeando a izquierda y derecha. La aberración no parecía tener problemas en centrarse en cuatro atacantes a la vez, a pesar de su tamaño seguía siendo veloz y lograba mantener a la defensiva a los astartes, sin embargo, la determinación de éstos parecía dar sus frutos, unos cuantos tentáculos cayeron cercenados y el monstruo comenzó a retroceder. Gandeh también se quitó el casco y sus carcajadas, que antes sonaban amortiguadas, fueron llenándolo todo. Ghuno participó de su euforia y lo mismo hicieron los dos sargentos.

- ¡Soltad el hacha! ¡Soltad el hacha! - aullaron Tolomu y Gandeh.

- ¡Por Dorn! ¡Por el Tridente! - Corearon Agufer y Ghuno.

- ¡¡Hacha y Tridente!!

En un abrir y cerrar de ojos la sala se llenó de seres oscuros y el gigante monstruoso comenzó a retroceder hacia la puerta por la que habían llegado. Los cuatro se esforzaron por alcanzarlo pero las mutaciones los rodearon y pronto la enorme aberración desapareció de su vista.

- Va a la salida. - dijo Ghuno.

- ¿Para qué? por ahí sólo hay pasillos cerrados conteniendo la despresurización.

- ¿Y si lo que quiere es huir por el espacio? ¿necesitará aire para sobrevivir?

Los guerreros se miraron. Destruir la Pájaro Negro no serviría de nada si aquella cosa era la que ponía los huevos. Sin decir nada, Tolomu cortó de un tajo la cuerda que lo unía al resto y se lanzó en persecución de la criatura apartando de su camino cuantos seres oscuros trataban de detenerlo. Gandeh levantó su hacha con intención de hacer lo mismo, pero fue derribado por un par de aberraciones; Ghuno miró a su sargento, Agufer cortó el segmento de cuerda que los unía y le lanzó su casco mientras trataba de desenganchar su pierna del abrazo de una de aquellas mutaciones.

- ¡Hermano, ve!

Ghuno "cazó" el casco color sangre de su sargento al vuelo y dudó tan sólo un instante, luego se lo puso y cargó con todo su cuerpo para derribar los seres que se encontraban entre él y el astartes de rojo y negro que se perdía ya entre la oscuridad. Esperaba que Tolomu viera mejor que él hacia dónde se dirigían.


miércoles, 15 de enero de 2014

Sables Rotos: Capitulo IV [Relato]


CAPITULO CUARTO

 
 
 
 
Escuadra Penitent, Pecio no categorizado, sección de carga Delta-6
 
Todo cuanto se oía era el  profundo y harmónico repiqueteo de las servoarmaduras avanzando a paso ligero por los angostos pasillos de la nave. Tal como el propio Ríctor había indicado se trataba de una misión de búsqueda y destrucción así que no había tiempo para contemplaciones. La Penitent se había limitado a avanzar a marchas forzadas desde el punto de incursión, con las armas en ristre dispuestas para solventar expeditivamente cualquier contratiempo. El sargento Perseo abría la formación, con el Auspex anclado en el soporte de la muñeca mientras en la pantalla de dispositivo aparecían incesantemente las lecturas sobre la composición del aire. Habían corrido ininterrumpidamente durante cerca de dos horas, sin hallar más resistencia que la de los escombros acumulados en algunas estancias y algún que otro mamparo semiderruido en los pasillos, cualquier oposición había cedido con estruendo tras someterlo al castigo del bólter.
 

Estaban atravesando otro más de los infinitos y pasillos de aquel laberinto cuando el áuspex emitió un frenético pitido. Casi simultáneamente, el sargento Perseo había alzado su brazo y un segundo más tarde toda la escuadra había tomado una posición defensiva sobre los muros que los reodeaban, sumiendo la estancia en el silencio, roto por el siseante murmullo del quemador del lanzallamas el hermano Meduceo sostenía entre sus brazos desde el centro de la formación.
-Meduceo, Vulcix estableced un perímetro- Los dos Mirmidones retrocedieron unos pasos para custodiar los dos accesos que habían dejado tras de sí unos segundos antes. El sargento se había incorporado y avanzaba sobre lo que parecían ser los restos desmembrados de algún pobre desgraciado, desparramados sobre el frio y sucio suelo de la nave. Con una rápida mirada al áuspex Perseo confirmó sus sospechas. –Tenemos un rastro.- añadió mientras se acuclillaba para observar con más detenimiento los despojos. –Sin duda son de la FDP, aunque hay varios trazos de feromonas no identificados.- La voz del Sargento había recuperado su  habitual deje de curiosidad. –En marcha- Con un rápido gesto el sargento recalibró nuevamente el dispositivo y la Penitent remprendió la ruta ahora guiada por los secuenciales pitidos del áuspex.
 
Orgullo de Kratia, Gran Belerin, en órbita estacionaria junto a la Fortaleza Jerguen.
La enorme estación espacial permanecía inmóvil y en suspensión en el frio vacío espacial con la colorida la silueta de Gran Belerin como telón de fondo. El orgullo de Kratia había iniciado la aproximación estándar, pero mantenía una distancia prudencial mientras el trasiego de cargueros espaciales iba y venía desde los puertos de atraque de la Jerguen en dirección al planeta. El crucero ligero de los Mirmidones había solicitado una aproximación con motivo de un supuesto avituallamiento rutinario, pero al parecer el cebo no había surtido el efecto deseado, había transcurrido casi una hora y seguían sin recibir la autorización para el atraque.
 -Milord, hemos recibido un nuevo informe desde la estación.- La monótona voz del servidor apenas si se distinguía de los constantes chirridos y pitidos que inundaban el puente de mando. –Siguen a la espera de formalizar nuestra petición-.
El Rictor de la VII centuria permanecía en el puente acomodado sobre la butaca de su puesto de mando con actitud distraída. -Adoro presentarme en las fiestas a las que no me han invitado, ¿Qué opinas Klávicus?-
-Sería prudente informar de esto al Prius, no disponemos de los suficientes efectivos si la cosa se nos va de las manos- El hermano Klávicus era miembro de la Sacramentia Capitular tal como indicaba el marmóreo cráneo tallado sobre la hombrera derecha de su servoarmadura, y a juego con el de su casco, que reposaba sobre uno de los rincones de la mesa de proyecciones. El mentón era todo lo que sobresalía de la sombra que una ajada capucha proyectaba sobre su rostro, aunque era suficiente para aventurar que había servido como capellán y consejero adjunto a la VII Centuria desde antes de que Furio fuera nombrado su Ríctor. Sus largos años de servicio le habían otorgado fama de extraordinario estratega. Sin embargo entre sus hermanos no era tenido por el más dicharachero de los Mirmidones.
-La cosa se podría poner muy fea para cuando dispongamos de los efectivos suficientes hermano-Furio permanecía con aparente indiferencia sentado en el puesto de mando.
–Y por supuesto queda descartado poner sobre alerta a cualquiera de las fuerzas que operan en Gran Belerin, no hasta que averigüemos cuan podrido está el árbol.- El Sargento Rodius había dado un paso al frente desde su posición en segundo plano – Señor, si me permite desplegar a la Gladius sobre Delta6 y establecer un perímetro junto a la Penitent, le garantizo que ganaremos éste tiempo.-
-No lo dudo Rodius, sin embargo me temo que ya sea demasiado tarde.- El Rictor había centrado su atención sobre el sargento, saliendo de sus ensoñaciones. –El enemigo nos ha tomado una gran ventaja si ha logrado bloquearnos aquí y mantener esta normalidad aparente- Furio lanzó una bucólica mirada en dirección al trasiego de naves que seguía atracando y partiendo en la estación, ante la imponente e estática silueta del orgullo de Kratia.
-Yo no descartaría a todos los candidatos Milord- El Capellán Klávicus seguía clavado sobre la butaca del puesto de proyecciones, con sus inescrutables ojos clavados sobre el mapa holográfico de la fantasmal figura de Gran Belerin levitando en el centro de la estancia.-Al parecer hay un contingente de lo Crótalos de Icnia desplegado sobre el planeta, los registros sugieren que poseen intereses en el sistema, así que pueden servirnos de ayuda.-
-Me temo que nuestra mejor baza sigue siendo nuestro enlace, contacta con la Penitent y ya sabes lo que hay que hacer Rodius. Y recuerda hermano, como siempre la sorpresa es nuestra mejor baza- Sentenció el Rictor, que se había tornado nuevamente hacia la mesa de proyecciones mientras el sargento abandonaba la estancia con diligencia.-Háblame sobre esos Crótalos Klávicus.-.
 
 

Escuadra Penitent, Pecio no categorizado, sección de carga Delta-6
El rastro de cadáveres, por llamarlos de algún modo, parecía confirmar la trayectoria que se dibujaba sobre la inquieta pantalla del áuxpex,  que se agitaba con cada movimiento de la muñeca de Perseo sobre al que iba anclada. Hasta el momento debían haber encontrado una treintena de “cadáveres”, aunque en algunas ocasiones era difícil distinguir qué eran los restos de uno de aquellos pobres desgraciados, y qué era solo parte de ellos. Y seguían sin hallar ningún tipo de resistencia. No era la primera vez que Perseo se veía envuelto en un combate en el interior de una nave, para ninguno de los hermanos de la VII Centuria lo era, aunque debía reconocer que jamás había estado en el interior de una tan grande como aquella. Sin embargo, no importa cuán grande sea la nave, sabía bien que en aquel tipo de enfrentamientos el enemigo nunca tiene dónde huir.
Aquel pensamiento lo hizo apremiar el ritmo, la Penitent respondió como un reloj manteniendo el paso sin romper la formación mientras avanzaban a través de aquel pasillo plagado de despojos humanos. Transcurridos un centenar de metros el camino terminaba abruptamente en un pequeño vestíbulo, frente a un enorme mamparo blindado que bloqueaba el conducto de servicio, al contrario que todos los que habían encontrado aquel estaba bastante más bien conservado.
Los cinco integrantes de la escuadra se habían detenido al llegar frente al mamparo, ocupando posiciones defensivas,  el sargento se detuvo para observar minuciosamente la escena mientras acariciaba con los dedos el grueso blindaje. El rastro de feromonas del ásupex también seguía a través del enorme mamparo, y tampoco había “cadáveres” más allá del vestíbulo, lo que parecía confirmar que el bloqueo debían de haberlo activado los supervivientes en su huida. Dos estrechos pasadizos se abrían paso a cada lado, perdiéndose nuevamente en una maraña de diminutos viales laberínticos.
-Bien, ya tenemos lo que veníamos a buscar.- El sargento no puedo amagar el deje de frustración en sus palabras mientras se acuclillaba frente a un manojo sanguinolento que apenas si recordaba la figura de un ser humano. Descansaba grotescamente reclinado sobre una de las paredes con enormes salpicones de sangre aun frescos esparcidos sobre esta.
-Tengo suficientes fuegos artificiales como para atravesar éste monstruo de popa a proa hermano.- Vulcix se había llevado la mano al cinto con visible entusiasmo.
-No será necesario, hay `poco que buscar aquí.  Tomaremos las muestras y nos largamos- Perseo acababa de cerrar el ultimo frasco, en el que acababa de introducir los tejidos, y se disponía a emprender la marcha nuevamente cuando un súbito estruendo hizo estremecerse toda la anciana estructura de la nave.
-¿Qué demonios ha sido eso?- Inquirió el hermano Regio, con el rifle de plasma crepitando y dispuesto.
- Nada bueno- El sargento no tenía la más remota idea de lo que estaba sucediendo, pero si sabía una cosa, nadie iba a preocuparse por aquellos que se suponía no debían estar allí.- ¡En marcha!-.
 
Oficina de Asignaciones, centro de mando temporal del Comisariado a bordo de la estación Jerguen.
 
La estancia BZ-022 era normalmente una habitación inundada por los documentos que se acumulaban sobre los escritorios sin el menor orden aparente. Ahora sin embargo era un galimatías aún peor, con una infinidad de hojas desparramadas por doquier. Algo había sacudido gran parte de la estación provocando que las infinitas columnas de pergamino cedieran e inundaran toda la estancia como lo haría una riada. La Comisaria Perséfone no obstante, se hallaba sobre una de las desgastadas sillas de la oficina, sin que la menor preocupación se hubiera dibujado sobre sus delicadas facciones, parcialmente cubiertas por el mechón de pelo que juguetonamente se deslizaba entre sus dedos.

 
-¡Mi señora!- La voz entrecortada del teniente Barret surgió a borbotones terminal de comunicación de tosco diseño que reposaba sobre el escritorio, enterrado bajo aquellos infinitos pergaminos.
-Lo he notado… ¿qué ha sucedido?- Con suma gracilidad Perséfone había deslizado la mano entre los papeles y ahora sostenía el intercomunicador entre sus manos. Del intercomunicador brotó nuevamente la voz de Barret. -Lo desconozco mi señora, pero la detonación procede de los muelles de Delta6, de eso no hay duda, acaba de activarse el protocolo de aislamiento en toda la sección de carga.-
-Entonces tenemos poco tiempo, reúne al equipo.- La comisaria se había incorporado enérgicamente de su escritorio, derribando otro puñado de documentos al paso del revoloteo de su gabardina, solo deteniéndose para recoger el cinto con las armas que reposaba en uno de los escasos estantes auxiliares que no se encontraba completamente cubierto por un manto de papeles.
 Un chasquido de sus dedos bastó para que los dos guardias de asalto que custodiaban la entrada se unieran a la escolta  a través de los pasillos de la estación. Los aledaños a la central de asignaciones estaban desiertos como era habitual desde que el comisariado estableciera allí su centro de mando, sin embargo, a medida que la comitiva avanzaba a través de la sección Beta la actividad era creciente, aunque nada fuera de lo habitual. Se habían movilizado a la FDP para asumir el control instrumental de las secciones tal como predisponía el plan de emergencia. El resto de unidades, la mayoría de paso hacia su destino, permanecían desmovilizadas.
Aquello era sin duda mala señal, por lo que la comisaria apremió el paso entre los grupos de jóvenes soldados, los más distraídos de ellos parecían contemplar la escena con curiosidad, hasta que fijaban su atención en el cráneo que lucía en sus hombreras, a lo que seguía un respingo y una perorata de saludos. En cualquier otra ocasión Perséfone hubiera castigado severamente aquella insolencia pero no había tiempo que perder ahora. La comitiva siguió avanzando por las entrañas d ela estación, pero no en dirección a Delta6, su marcha los condujo hasta la sala de distribución de la sección Beta, sobre la que infinitas puertas de elevadores poblaban sus paredes semicirculares.
 Las  delicadas manos de Perséfone teclearon un código sobre el dispositivo de control y las enormes puertas se abrieron con el profundo quejido de los oxidados engranajes. Sin perder un segundo la comitiva desapareció tras el rótulo desgastado que indicaba el camino hacia el puente de mando de la estación.


martes, 14 de enero de 2014

Custodios del Tridente X: Cara a cara con la oscuridad 09 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 09

--Exterior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

¡Por Dorn!, no esperaba que las cosas salieran de ese modo. Ghuno no estaba totalmente de acuerdo con destruir la enorme nave, pero el capitán había tomado su decisión así que ninguno había protestado. Se habían reunido todos en la nave que había servido para transportar al Gran Puño y los suyos a abordar la Pájaro Negro. Y allí habían decidido cómo destruir la astronave. Hubiera sido una pérdida de tiempo y efectivos tratar de llegar al centro energético nuclear por los interminables pasillos y salas plagados de enemigos, así que lo harían "por fuera". Buscarían la zona del casco que pudiera llevarles directamente a alguno de los reactores nucleares avanzando lo menos posible, harían un enorme boquete en el casco con las armas de la nave de transbordo y utilizarían las servoarmaduras bien presurizadas para "saltar" al espacio e introducirse en la Pájaro Negro para colocar las cargas de explosivos. Era... audaz, por no decir temerario, pero al capitán Asirus le había parecido una solución rápida y eficaz. Así era el Gran Puño.

Por supuesto, contaban con utilizar la despresurización de la vetusta nave para que fuera ralentizando su "caída" al interior, de manera que el aire liberado los frenase conforme se acercasen, pero eso dejaría poco margen para maniobrar y era muy posible que el grupo de voluntarios acabara con la servoarmadura llena de abollones y arañazos, poniendo en peligro la presurización hermética, y eso con suerte. Aunque el capitán parecía deseoso de ir él mismo a aquella misión, su armadura táctica dreadnought no era lo ideal para aquello, por lo que tanto él como los exterminadores estaban descartados. Sólo Agufer y Ghuno tenían las servoarmaduras completas, y los cortes y arañazos que éstas presentaban habían podido ser sellados con facilidad, así que se habían presentado voluntarios para la misión, los acompañarían dos Hacheros, el tal Tolomu y Gandeh, un guerrero que no dejaba de soltar salvajes risotadas mientras se ataba el hacha a la muñeca. Cada uno llevaría una serie de cargas explosivas, además se habían pertrechado con un lanzamisiles para, teóricamente, ayudarse de la onda expansiva de la explosión de un misil para frenar aún más su caída si las cosas no iban del todo bien.

Y ahí estaban, acababan de volar parte del casco de aquella sección y tanto Ghuno como Agufer y sus aliados, habían saltado al vacio cuando un buen pedazo metálico de casco retorcido se había alejado lo suficiente tras saltar por los aires.

Desde el principio su cuerpo había empezado a girar sin demasiado control, mientras se tensaba la cuerda que lo conectaba por la cintura al resto. Ghuno apretó los dientes y de pronto notó como algo ejercía un empuje suave desde la aeronave por lo que su salto empezó a ralentizarse. Aquello debía ser la despresurización, como estaba planeado, o eso esperaba. Pero no sintió alivio, pues su giro siguió siendo algo errático y era incapaz de centrar su visión. Tampoco le llegaba ningún tipo de sonido, a excepción de su propia respiración, quizá su casco sí que había sufrido más problemas de los que esperaba, aunque era tarde para una revisión completa. De improviso, su cuerpo chocó violentamente con algo que lo agarró. Era Tolomu, y se sintió agradecido de poder dejar de girar, aunque no podía comunicarse con el gigante de rojo y negro. Cuando el sargento Hachero lo soltó pudo ver como a su alrededor la estructura retorcida de metal, cables y gases pasaba junto a él a cada vez menos velocidad, aunque intuía que no estaban frenando lo suficiente. Miró hacia arriba, al hueco por el que habían penetrado en la Pájaro Negro, y pudo ver la negrura espacial salpicada aquí y allá de estrellas. Sabía que el agujero que habían abierto en el casco era bastante grande por lo que ver aquél pequeño boquete sólo podía significar que estaban ya bastante dentro de la aeronave.


Dirigió los ojos hacia abajo justo a tiempo para esquivar con torpeza una pieza de plastoacero que, estaba seguro, podía haberle cortado limpiamente por la mitad. No tuvo tiempo de suspirar de alivio pues en tan sólo unos segundos iban a chocar contra una enorme pared de metal. Habían llegado al fondo del "agujero". Agufer disparó el lanzamisiles que llevaban y la onda expansiva de la explosión logró que redujeran su velocidad lo suficiente como para que el impacto fuera soportable para sus cuerpos mejorados. Esa era la teoría, y parecía estar saliendo bien, a Jefuro le hubiera encantado participar de todo aquello, de hecho Ghuno estaba seguro que su hermano caído hubiera aportado ideas mucho mejores que aquella, pero...

!CLONC¡ El impacto contra el muro metálico lo dejó un poco aturdido. Se levantó como pudo y activó el campo magnético de sus botas para no salir despedido mientras buscaban una entrada y seguir penetrando en la astronave. Sacudió la cabeza con la esperanza de que su visión dejara de ser borrosa. Gandeh, unos cuantos pasos más allá, comenzó a hacer gestos señalando un hueco que parecía dar a un pasillo sin ningún tipo de relieve. Mala señal, se dijo.

Como si le hubieran leído el pensamiento, del hueco saltó uno de los seres oscuros y se aferró al guerrero Hachero antes que éste pudiera usar su hacha. Agufer era el que estaba más cerca y logró atravesar lo que debía ser la cabeza de aquella cosa con la espada sierra. Tolomu activó su hacha sierra y se lanzó al hueco en cuanto un objeto serpentino viscoso asomó por allí. Ghuno decidió que no iba a quedarse quieto, sacó su espada corta y cargó junto al sargento Hachero.

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

- Mala idea, mala idea - el teniente Lenden no dejaba de negar con la cabeza mientras seguía observando por el enorme mamparo.

- Al Gran Puño es difícil hacerle cambiar de opinión. - Contoa se abstuvo de realizar el mismo gesto que el oficial guardia imperial, pero estaba de acuerdo en que aquella quizá no fuera la mejor solución.

- "Gran Puño". Supongo que se refiere a su Capitán, desde luego debe ser un guerrero que prefiere utilizar los puños siempre que puede. - dijo el dolnudacita golpeando suavemente con el dedo el vidrio reforzado.

A sus espaldas se oyó como el filo de una espada salía velozmente de su funda. Contoa se giró con rapidez y logró detener el movimiento de Furnsa. Luego hizo una leve señal a Wernoh para que se relajara. Carraspeó para llamar la atención de Lenden.

El teniente humano se giró con una media sonrisa pintada en el rostro, no pareció sorprendido cuando vio la escena que se desarrollaba a sólo unos pasos. El Bibliotecario agarraba la muñeca de un compañero Custodio del Tridente con la espada de energía medio desenfundada y la cara contraída en un gesto de ira. A su lado, otro Tridente apuntaba con su pistola bólter al sargento Helldan, que apretaba la maníbula agarrando con fuerza el mango de su cuchillo de combate, no había logrado desenfundarlo.

- Teniente, le rogaría un poco de... inteligencia. Le presento a Furnsa, Campeón de la Quinta Compañía, y a Wernoh, uno de nuestros veteranos más destacados.

- ¿Cómo se atreve a hablar así del Gran Puño? - el Tridente de la espada dejó finalmente que ésta volviera a su funda con un sonoro chasquido, pero sus cejas seguían mostrando su cólera.

- Furnsa...

- No, Bibliotecario, exijo una disculpa.

- Exigimos una disculpa - añadió con tono grave Wernoh, enganchando de nuevo su arma a la cadera.

- Por supuesto, por supuesto. Guerreros, pido disculpas por mi estúpidez, no conozco a su capitán y estoy seguro de que es un gran líder. - mientras hablaba el teniente Lenden se mesaba la perilla, acabando con una ligera reverencia.

Ninguno de los agraviados pareció convencido de aquella disculpa, pero Contoa supo que no volverían a tener intención de agredir y se volvió a los dolnudacitas.

- Es una lástima que nos dejen tan pronto teniente. - dijo lentamente.

- ¿Los dejo? - el teniente se pasó la lengua por el labio inferior.

- Sí, usted y sus hombres volverán a su nave, dígale a sus superiores que mantendremos el contacto.

- Siento de verás mis erróneas palabras de hace un momento...

- Y nosotros las aceptamos, pero no hay nada más que podamos tratar.

- Ya... - Lenden giró un momento su vista justo cuando se produjo una explosión en un pequeño punto del casco de la astronave preherejía llamada Pájaro Negro. Movió de nuevo la cabeza con gesto negativo, era evidente que la misión de la que que el Capitán Asirus les había informado por radio había dado comienzo. - Una lástima.


domingo, 12 de enero de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Arrinconados".



Puente de mando. Punto Beta Secunda. Acorzado. 

Khur miró rápidamente hacia los lados, algo acabada de dispararles, debía tomar una decisión rápida, toda la compañía de Mitrídates estaba empezando a entrar precipitadamente en la sala con el enemigo justo detrás, si allí había hostiles, acababa de conducirlos a todos a una ratonera. De repente las balconadas de la cristalera y los paneles cobraron vida, una miríada de rostros asustados se asomó desde estas. Casi una treintena de armas apuntaban a la entrada, se habían dispuesto cubriendo todo el terreno posible para evitar ser sorprendidos. La mayoría presentaba heridas de diversa gravedad, el miedo se reflejaba en sus ojos, habían visto mucho más de lo que se esperaban. Alguien amonestó enérgicamente a otro por su gatillo rápido. 

- ¿Quiénes sois? ¡Identificaos rápido! - El hombre que lo dijo era de alta estatura, se cubría el rostro con una gorra y una máscara de gas pequeña; estaba armado con una ametralladora pesada de cañón rotatorio triple y parecía ser el que más rango tenía de todos ellos.   

- Soy Khur Frates, Coronel del 143 de los Savaranos de Catafractaria, hemos venido para ayudar en la defensa del sistema y conquistar esta nave en nombre de la Lanza de Hierro, nave exploradora del Adeptus Mechanicus. - Más hombres entraban en la sala. - Toda una de mis divisiones va a guarnecerse en esta sala, los xenos nos persiguen. Hacernos sitio. 

El soldado de Sagkeion hizo un gesto con el brazo para que los primeros pelotones de los savaranos fueran entrando en la sala, sus hombres se apartaban de los guardias imperiales foráneos, estaban demasiado cansados o heridos como para molestarse en ayudarles. Muchos de ellos se permitieron relajarse, aunque no era lo que se esperaban, por fin habían llegado refuerzos, no iban a morir allí encerrados como el resto de sus compañeros. Mientras, Khur supervisaba la entrada de los soldados, colocándolos en posiciones defensivas repartidas por la sala junto a los diezmados Coraceros de Sagkeion. Los savaranos llegaban apresuradamente, manchados de sangre y con las armas humeantes por hacer fuego rápido constante, los heridos eran dejados en la parte delantera de la sala junto a varias secciones encargadas de la asistencia médica. El coronel comenzó a contar preocupado los pelotones que entraban, el cuarto y el quinto acaban de llegar, con ellos tanto Halls como Arsacis. El comisario tenía la mitad del cuerpo cubierta con restos de alienígena, los cuales se escurrían desde su puño de energía. Mientras tanto, el mayor se había apoyado en un panel para reajustarse dolorosamente el vendaje del brazo. 

Khur se acercó al pórtico, palmeaba la espalda de los soldados que pasaban a su lado. Más pelotones entraron. Solo faltaba uno, el de retaguardia, los chillidos de los xenos llegaban desde no muy lejos, los hombres al cargo de Hulja eran los que se habían llevado la peor parte, no habían sido diezmados, pero tampoco llegaban en el buen estado de los anteriores. Uno tras otro entraban casi a trompicones por las prisas, un soldado se tropezó junto a Khur, este le ayudó a levantar rápidamente, era Tirch, portador de un lanzallamas, lo apartó a su lado, este no dijo nada. Hulja y los últimos savaranos entraron caminando de espaldas mientras abrían fuego automático con sus armas, los genestealers caían ante ellos lanzándose hacia la muerte en un intento suicida por atraparlos. Cuando pasaron, Khur ordenó a Tirch cubrirles con su arma, al mismo tiempo que lanzaba todo una ristra de granadas hacia los xenos. El fuego y las explosiones hicieron retroceder a los aliens. Ambos hombres se retiraron rápidamente junto al resto, sabían que los enemigos no tardarían en lanzar otro ataque. 

Mitrídates supervisaba el orden de su compañía, habían sido muy afortunados, un tembloroso soldado de Sagkeion le comunicó que ellos habían entrado con más de ochocientos efectivos, y que eran lo único que había quedado. Entre el jaleo que hacían los savaranos al tomar posiciones defensivas pudo ver cómo Khur y Enoch discutían acaloradamente, un operario de comunicaciones les interrumpió para comunicarle algo al coronel, tras la pausa, el visioingeniero se retiró pesadamente hacia la parte delantera de la sala, donde se puso a trastear con varias terminales. Fue hacia el coronel. 

- Señor. Nos preparamos ante el inminente ataque alienígena, al a parecer la situación es similar al enfrentamiento que tuvimos en la entrada, estamos bien pertrechados y el enemigo solo puede atacarnos por una dirección.

- Bien, aparte varios pelotones de la línea frontal y forme una segunda línea defensiva. Son genestealers, nunca se sabe que va a pasar con ellos. 

- Bien, así se hará. Señor. ¿Qué ha pasado con Enoch? - Khur suspiró.

- Ya te lo puedes imaginar, estamos en el centro de mando de esta nave, no ha podido aguantarse. Esperemos que haga algo que nos ayude, la división de Gotar está siendo atacada en la cabeza de puente, les están conteniendo bien, pero no van a llegarnos refuerzos.

Sala de máquinas. Punto Alfa Secunda. Crucero. 

Una bala rebotó en las pequeñas placas de ceramita de la armadura de Seleuco, la ignoró, siguió disparando al enemigo. La sala era gargantuesca, con gigantescos motores a sus lados, los cuales habían sido apagados hacía eones; turbinas y otros dispositivos fijos se repartían por su superficie. En el centro, rodeado por el enemigo había lo que en otros tiempos era el motor principal, ahora estaba recubierto por una grotesca construcción de carne corrompida que supuraba pus por varias aperturas, de ella se extendían numerosos zarcillos que se internaban en la estructura de la nave. Junto a ella varios astartes de los Guerreros de Hierro se afanaban en despertarla, solo uno de ellos estaba apartado, protegido por una antiquísima armadura de exterminador dirigía a los numerosos Mechakirs que los rodeaban y protegían del doble ataque que sufrían. 

El comisario pudo ver como ellos seguían sin ser el principal foco de atención, los herejes artificiales habían formado un cuadrado defensivo alrededor de sus blindados amos, desde el cual repelían a la marea de xenos que se les echaba encima. Pudo reconocer a los que llegaban desde los flancos, eran los tiránidos que habían visto antes, los otros eran rápidas figuras oscuras que se dejaban caer desde el techo y mataban a zarpazos tanto a las tropas del caos como a los otros aliens. Los savaranos mantenían un fuego constante sobre los enemigos causándoles numerosas bajas, sin embargo por muchos que cayeran no lograban dispersar su apretado bloque. 

Seleuco siguió animando a los hombres, a su derecha estaban varios pelotones dirigidos por Cinnamus, a su izquierda el resto con Volog a su cabeza; él estaba en la posición central junto a todos los equipos de armas pesadas que había reunido tras entrar en la sala y empezar a recibir un aluvión de disparos enemigos. Los Mechakirs no eran grandes tiradores, pero su constancia empezaba a hacer mella en sus fuerzas, las cuales tenían que cubrirse tras las pequeñas máquinas de la sala. El exterminador enemigo ignoraba el fuego láser que desmontaba en sanguinolentos pedazos a sus soldados, se centraba en destrozar a los xenos que se acercaban demasiado con sus cuchillas relámpago. Las pocas veces que abrió fuego con los bólters que estas llevaban acoplados encima fue sobre los guardias imperiales, que si no se protegían tras cobertura, caían descuartizados por los proyectiles explosivos. 

Warfet ardía de rabia en su interior, estaba al lado del teniente Parham, en la formación del centro, disparando con su recalentada pistola infierno a cualquier hereje que se le ponía a tiro. Los poderes de la ruina torturaban a aquella reliquia del pasado, casi podía sentir el dolor de su Espíritu de la Máquina, luchaba en una batalla perdida contra el ser de la disformidad que la plagaba. Aquella aberración ya había ganado el poco terreno necesario para hacer de aquella nave, algo tan herético como inservible, debía ser destruida, una vez liberada de su agonía estaría en paz. Su mirada se cruzó en la lejanía con la del marine caótico que dirigía a aquella chusma, el muy bastardo lo reconoció como un siervo del Adeptus de Marte y emitió una carcajada que se pudo oír por encima del estruendo. Le respondió enseñándole el dedo corazón. Ya veríamos quien ríe el último…

Los hombres caían, muchos morían, más eran heridos y apartados por sus compañeros. Seleuco había dado orden de no disparar hasta que todos los equipos de armas pesadas estuvieran listos, lo cual no era fácil durante el intercambio de fuego. Varios hombres arrastraban pesadas placas de chapa arrancadas directamente de las máquinas de la sala para proporcionar con ellas cobijo a los operarios de estas armas. Había hecho venir a todos los operarios posibles, debía acumular suficiente potencia de fuego como para lanzar un ataque que sobrecargase el motor central, que empezaba a acumular energía con la que despertar al demonio que le poseía. Esperaba que la cortina de fuego desplegada por Volog y Cinnamus no permitiese al enemigo darse cuenta de lo que planeaban, un contraataque sería catastrófico en ese momento.

Parham se acercó al comisario, abriendo fuego con su rifle hacia el enemigo mientras este metía otro cargador en su pistola, no podían mantener eternamente esa posición, si seguían así los iban a diezmar poco a poco, o peor, la el demonio despertaría y estarían perdidos. Tras disparar unas ráfagas más, hizo un gesto señalando que todas las dotaciones estaban listas para disparar. Seleuco asintió serio, envió mensajes de aviso al mayor y al capitán. Volog se apresuró a dar órdenes por la radio.

- Cinnamus, comienza a retirarte con tus hombres ahora mismo. Seleuco, dispara cuando hayan partido y retírate también.

- ¿Y vosotros? 

- Nosotros os cubriremos y formaremos la retaguardia. ¡Vamos! - Todos asintieron. 

- Mayor. No haga ninguna tontería, tiene muchos hombres a su cargo. -Hubo unos instantes de silencio de radio.

- No se preocupe Comisario, con que esos herejes se quemen vivos aquí dentro me conformo. 

Seleuco asintió para sí, el mayor se estaba conteniendo, eso era bueno. Los pelotones de Cinnamus salieron de la sala tras crear una pantalla protectora con granadas de humo. 

El exterminador del caos se paró en seco mientras estrangulaba a un genestealer con una de las enormes botas de su armadura. Gracias a la tecnología de su casco pudo ignorar el humo y ver como los guardias imperiales se retiraban de forma escalonada, los de un lado mantenían la posición y los del centro comenzaron a moverse, cuando se dio cuenta de lo que escondían estos últimos levantó sus dos brazos abriendo fuego con todo lo que tenía. Un comisario se alzó estoicamente entre los proyectiles de bólter y las balas que silbaban a su alrededor, apuntó con su pistola hacia ellos gritando algo que no le gustó nada. 

- ¡Disparar una salva!

Los cañones automáticos rugieron, los bólters pesados gruñeron, los cañones láser pitaron, y todos ellos fueron coreados por el silbido de los lanzamisiles, el ruido de vacío de los lanzagranadas, y los siseos de las armas de plasma o de fusión. Toda aquella descarga de potencial bélico que podía haber derribado con facilidad un gran rascacielos de un mundo en desarrollo, impactó sobre el motor principal, arrancando de cuajo la carne demoniaca que lo recubría. Trozos de metal incandescente saltaron por los aires junto a masas de metal fundido causando una verdadera escabechina entre herejes y xenos. El propio demonio, casi despierto por una cuchillada de dolor lacerante gritó a través de una docena de dentudas bocas que surgieron de su deforme cuerpo. La energía pasó de acumularse a desparramarse causando varias explosiones secundarias que esparcían aún más la hecatombe que habían provocado. 

Los operarios de las armas pesadas agarraron sus equipos como pudieron y comenzaron a correr hacia la salida mientras Seleuco y Parham les metían prisa. Antes de acompañarlos, Warfet se subió sobre un montón de chatarra para agitar su hacha sobre la cabeza al mismo tiempo que entonaba una letanía de purificación. Apenas pudo acabarla antes de retirarse, las aún ampliamente numerosas tropas del caos comenzaron a dirigirse hacia ellos con los marines de los Guerreros de Hierro en el fondo. El fuego que empezó a llegar hasta sus posiciones casi competía en estruendo con las detonaciones de la estructura y los bramidos de agonía del habitante de la disformidad. 

Volog posicionó a sus hombres en las mal preparadas protecciones que acababan de dejar atrás los soldados que iban con Seleuco. Un soldado que disparaba a su lado cayó de forma laxa cuando una bala le entró por un ojo, otro aulló de dolor al perder media mano por la explosión de un proyectil de bólter. Si tuviera más hombres saldría a su encuentro con la bayoneta calada, derribarían con su peso a aquellos titanes acorazados y desmembrarían a sus asquerosas marionetas pieza a pieza. Pero no podía. Apretó los dientes de pura rabia. Algunos hombres ya no tenían munición laser y  habían recurrido a los Sariss, era el momento de escapar de allí. Dio órdenes de que los que pudieran dejasen algún explosivo, esperó unos odiosos instantes más, dio la disposición de retirada. 

Puente de mando. Punto Beta Secunda. Acorazado.
 
Arsacis apretó el último nudo de su cabestrillo mientras hacía una mueca de dolor, las heridas parecían haber dejado de sangrar, aunque no se sabía, aguantó la respiración mientras se quitaba la máscara de gas un momento para tomar un puñado de calmantes y coagulantes. Las dos líneas de combate ya habían sido conformadas, Khur le había destinado a la segunda, no era una deshonra, ya que no le costó nada cederle el honor de estar en primera línea a Mitrídates. Se subió a un monitor con la esperanza de que Enoch no le viera, apoyó su fusil Sariss sobre un saliente, levantó el mecanismo de cerrojo para ver si la bala estaba en su sitio, lo bajó con su característico chasquido y esperó a que el enemigo se decidiera a aparecer de nuevo.

Los soldados aguardaban impacientes con las bayonetas caladas formando una delgada línea flanqueada por las dotaciones de armas pesadas. Los pocos Coraceros que no se habían retirado a la zona de los heridos se posicionaron en dos de las balconadas que recorrían la enorme cristalera que tenían sobre sus cabezas, sus variopintos uniformes y sus armas modificadas contrastaban mucho si se las comparaba con la rígida parafernalia de los savaranos. La noticia de que las posiciones de Gotar estaban siendo asediadas había dejado un mal gusto de boca general, sabían que era muy difícil que cayeran, además de verse apurados podían pedir refuerzos a la Lanza de Hierro, pero eso significaba que había más genestealers de los que habían imaginado. 

Khur estaba junto a Halls y a Mitrídates en la primera línea, justo delante del pórtico por el que habían entrado, el comisario arengaba a las tropas mientras que el capitán preguntaba a los hombres cercanos el estado de sus pelotones. Mientras esperaban, el coronel se permitió mirar por la cristalera la batalla espacial que se daba fuera de la nave. Desde la lejanía, los cruceros imperiales habían recuperado lentamente la iniciativa, forzando a la flota del Caos a cerrar filas, intercambiando constante salvas de disparos. Por un instante pudo ver como varios cruceros imperiales retrocedían ante un ataque de numerosas fragatas herejes apoyadas por una horrorosa nave demoniaca de grandes dimensiones. Entonces fue cuando actuó lo que había extrañado mientras observaba los combates. La Lanza de Hierro Abrió fuego con sus armas de largo alcance, abrasando al feo apoyo de las fragatas, las cuales tuvieron que realizar una maniobra evasiva desesperada para evadir la venganza de los cruceros. 

Sacudió la cabeza ligeramente para salir de su ensimismamiento, sopesó sus armas e hizo un par de aspavientos con su espada, la energía crepitó al cortar el aire. Todos estaban en su puestos, nadie hacía ningún ruido, solo los quejidos de los heridos del fondo rompían esa calma tensa. Aquello era una señal que no le gustaba a nadie, comenzaron a escuchar rugidos, cada vez más numerosos, los tiránidos venían, y en gran número.

Ya llegan...

Los primeros que entraron por la puerta tenían la boca llena de flagelos, emitían un extraño zumbido mientras sus cuerpos cambiaban para generar apéndices llenos de ganchudas garras o largas cuchillas con las que matar a los guardias. Rápidamente los soldados respondieron abriendo fuego. Los disparos láser agujereaban los cuerpos de los xenos que caían al suelo desangrándose entre bufidos de rabia, los proyectiles bólter habían su trabajo reventando torsos y extremidades, las descargas de fusión y plasma fundían caparazones con sus dueños dentro. Estos genestealers, más rápidos que los normales, llegaron pronto a las líneas de los soldados de la guardia, los que sobrevivieron a las descargas de los lanzallamas se abalanzaron sobre los savaranos, entrando en un brutal cuerpo a cuerpo en el que los humanos derribaban a esas abominaciones cambiantes a base de cuantiosos bayonetazos y disparos a quemarropa, tanto de láser como de armas cortas. 

Varios hombres morían con brazos cercenados o torsos apuñalados antes de que solo uno de esos monstruos cayese cuerpo a cuerpo. Khur disparaba sin cesar, rematando a los xenos con su espada cuando estos se acercaban mucho, a su lado Halls hacía lo propio con su ensangrentado puño de combate, y Mitrítates gastaba un cargador tras otro de su rifle láser. El coronel se dio cuenta de que la línea comenzaba a flaquear, detrás de estos extraños tiránidos a los que apenas mantenían a raya llegaban oleadas constantes de genestealers como los que habían visto antes, dio orden de retroceder poco a poco mientras se cubrían unos a otros. Era una maniobra desesperada, pero si se llevaba con orden podían entroncar sus fuerzas con la segunda línea. Un soldado situado más delante de lo que debía, vio como un alien se le echaba encima, en vez de dispararle tiró su arma hacia un lado y corrió en dirección contraria, algunos hombres comenzaron a mirar a los lados desconcertados, como si temiesen que el resto fuese a imitar a su compañero. Sus pretensiones no llegaron muy dejos, Halls se interpuso entre el savarano y la línea, frenando al soldado en seco dándole un tiro en la frente, después lanzó al genestealer más cercano varios metros atrás de un contundente puñetazo.

- ¡Mantener la línea! ¡Morir sirviendo al Emperador!

Los soldados se conservaron firmes ante aquella muestra brutal de disciplina, a Khur no le gustaban ese tipo de castigos, pero debía de hacerse, había reconocido al soldado cuando se dio la vuelta para huir, era uno de los nuevos reclutas, su muerte como un cobarde aleccionaría a los demás. Halls se reunió con él en el centro de la formación, retrocedían con los xenos muriendo demasiado cerca de ellos. 

La distancia que separaba ambas líneas de defensa se hizo eterna para Khur, una vez llegaron el avance genestealer fue frenado por la segunda línea, que se pudo delante de la primera para que se recuperara. Rápidamente, al igual que Halls y Mitrídates, se posicionó junto a Arsacis, al frente de la segunda línea defensiva. El coronel dio la orden de avanzar de nuevo, poco a poco los savaranos comenzaron a andar hacia delante muy juntos los unos a los otros, disparando con sus armas a la masa alienígena que se abalanzaba contra ellos dejando en el suelo lleno de sus aberrantes cadáveres. Desde arriba llegaban constantes salvas de los coraceros, para ser tan desordenados sabían bien lo que hacían.

Iban bien, habían tenido que retroceder ente el empuje enemigo, habían evitado el cuerpo a cuerpo a gran escala y los estaban conteniendo, el número de xenos comenzaba a menguar, en algunos puntos los genestealers tenían que escalar montículos de cadáveres de los de su propia especie, podían conseguirlo. Un chillido de lo más inhumano inundó la sala, entonces apareció al fondo, mucho más voluminoso que los otros xenos, casi tan alto como un Leman Russ. Un Líder de Progenie.