Zona suroccidental. Ciudad-colmena Alkia. Planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion
Lambda.
Las
explosiones y el polvo abarrotaban los sentidos del mayor Arsacis, tuvo que
lanzarse hacia un lado cuando una granada-hacha pasó por encima de su cabeza
para clavarse en la columna de un desafortunado soldado. Todos lo imitaron, la
explosión consiguiente los machó de vísceras. Rápidamente ocupó su
lugar en la pared y comenzó a disparar hacia la masa de barbaros xenos que se
lanzaban al asalto contra ellos. Sus descargas láser derribaban a decenas de brutales orkos, estos caían acribillados sobre
los cuerpos de los que los habían precedido en anteriores asaltos.
El vidrio
derecho de sus sempiternas gafas se había rajado durante la acción en forma de
ípsilon. Era algo muy molesto, al rato se había cansado de levantar la
broncínea montura para disparar mejor. Su vista no tardó en ignorar aquella
tara, no le faltaban cosas a las que estar atento.
Había
ido a reforzar a Mitrídates en la fachada principal, ya que en ella se estaban
dando los peores ataques del enemigo. El traqueteo de las armas pesadas
retumbaba desde los pisos superiores, las ametralladoras destrozaban los
pesados cuerpos de los xenos, mientras, los cañones automáticos daban cuenta de
los destartalados vehículos que sobrevivían a las descargas de fusión o plasma.
Los gritos pidiendo munición comenzaban a repetirse con excesiva frecuencia.
Hacía ya varias horas que habían repelido el primer ataque, el segundo apenas
les había dado respiro, el tercero trajo consigo una miríada de bestias
propulsadas con retrorreactores, el cuarto… ¿Qué habían traído los orkos en el
cuarto? Daba igual, ya había perdido la cuenta.
Le
dolía el índice de tanto darle al gatillo de su rifle láser, tomó cobertura una
vez más cuando varias ráfagas se acercaron peligrosamente a su posición, en el
instante en el que las balas dejaron de maltratar el lienzo de pared tras el
que se refugiaba, volvió a asomarse, esta vez pudo apreciar cómo sus hombres
mantenían a raya a los orkos a base de disciplinadas salvas de láser. Incluso
sus temibles nobles eran derribados cuando centraban sobre ellos la suficiente
cantidad de fuego.
Pero
seguían llegando y castigando el edificio tras el que se resguardaban. Las
paredes se asemejaban a un colosal e informe panal de abejarrones. En varios
puntos habían llegado al cuerpo a cuerpo, los savaranos morían descuartizados
por las pesadas armas de los pielesverdes, las cuales, unidas a su incapacidad
de sentir el dolor, les daban un aspecto aterrador. Las intervenciones de Halls
hacían retroceder a los xenos el tiempo suficiente como para retomar el control
de la situación. El comisario estaba en constante movimiento, enardecía a los
hombres dando ánimos o machacando orkos con su puño de combate. La última vez
que el mayor le había visto cojeaba de su pierna derecha, aunque eso no le
impidió reventar la cabeza de un noble orko que había tratado de partir en dos
al teniente Hulja con una chirriante garra motora.
No
llegaban señales de Warfet. Si no arreglaba las comunicaciones a tiempo nadie
vendría a por ellos y serian aplastados. El edificio estaba rodeado
completamente por una marea verde que estrellaba olas cada vez más fuertes
contra sus fortificaciones. Se apartó para dejar sitio a un soldado armado con
un lanzagranadas y se puso de pie rápidamente ignorando el bajón de tensión que
le atenazó las entrañas. Dio órdenes a los hombres que le acompañaban de
mantener al posición, se dirigió hacia la estancia en la que se suponía que
tenía que estar el visioingeniero.
Arsacis
tosió fuertemente mientras buscaba la frecuencia correcta de su voco-proyector
para pedir un informe de la situación. Los capitanes comenzaron a dar informes
que no le gustaron nada.
La compañía de Gotar, que defendía el muro trasero, se mantenía enfrascada en un tiroteo sin fin como el que acababa de dejar atrás, Sumu había perdido los pisos inferiores de la torre en la que estaba emplazado, ahora trataba de expulsar a los pielesverdes para evitar ser encerrado. Iluma resistía a duras penas en el muro oriental el potente fuego de varias baterías de pesada artillería retropropulsada que poco a poco se acercaban a sus posiciones. Samsu había abandonado la torre sur-occidental al ser esta incendiada con bombas de napalm.
La compañía de Gotar, que defendía el muro trasero, se mantenía enfrascada en un tiroteo sin fin como el que acababa de dejar atrás, Sumu había perdido los pisos inferiores de la torre en la que estaba emplazado, ahora trataba de expulsar a los pielesverdes para evitar ser encerrado. Iluma resistía a duras penas en el muro oriental el potente fuego de varias baterías de pesada artillería retropropulsada que poco a poco se acercaban a sus posiciones. Samsu había abandonado la torre sur-occidental al ser esta incendiada con bombas de napalm.
Gandash,
en el muro occidental, se mantenía enfrascado en un brutal cuerpo a cuerpo en
el que se combatía a muerte por cada sala del edificio. Las últimas noticias de
Burma eran que se había visto obligado a demoler la torre nororiental porque
los pielesverdes la estaban infestando con termix y ántrax. Karaindash, con
apoyo de Halls afianzaba la torre suroriental tras repeler un asalto acorazado.
Armas Orkas. |
Nada
pintaba bien, los pasillos se estaban llenando de heridos que agonizaban al no
recibir el tratamiento necesario, los soldados con instrucción médica no daban
a basto. Hacía ya varias horas que corrían por el edificio improvisando vendas
con lo primero que pillaban. Arsacis casi se da de bruces con un soldado que
estaba sentado en la escalinata esperando la muerte sobre un charco de su
propia sangre. Se paró un instante, cruzó su mirada, le puso una mano en el
hombro y asintió. El repentino sonido de un generador al encenderse, seguido de
un familiar clamor de triunfo le hizo subir los escalones de dos en dos hasta
llegar a la sala de comunicaciones.
En
su interior Warfet se encontraba de rodillas con todo su cuerpo envuelto en
cables que desprendan humo al entrar en las supurantes tomas de energía que
recubrían el saturado cuerpo del visioingeniero. Hilos de sangre le caían de
los lacrimales, los oídos, la nariz y las comisuras de la boca. De esta última
salía un constante murmullo que se repetía una y otra vez. Era binario. Arsacis
entró en la sala apuntando con su arma por delante, la oscuridad, apenas
espantada por las luces de emergencia bailaba con las cascadas de chispas que
la forzada maquinaria excretaba sin control.
Cuando
ya podía ver los alocados ojos del visioingeniero tratando de salirse de sus
orbitas, Arsacis casi le da un vuelco al corazón y lo acribilla a tiros, ya que
con una última convulsión, Warfet se giró hacia él sacudiendo todo su cuerpo.
Tras unos instantes en los que el mayor se arrepintió varias veces de no haber
abierto fuego contra el siervo del Mechanicus, su dilatada voz llenó la sala.
- Ya
están aquí…
Justo
después, y bajo la incrédula contemplación de Arsacis, salió de la sala
arrancando la furibunda yedra de cables que le envolvía. Atravesó varias salas
de forma automática, su servobrazo chocó con todo lo que se atrevió a
interponerse en su camino. El mayor lo seguía con el arma a la altura del
pecho, llegaron a una habitación que daba al muro principal, en varios de sus
maltratados muros había secciones de savaranos abriendo fuego con rifles de
francotirador o sus armas de cerrojo. Los casquillos se entremezclaban con los
cargadores láser en igual medida.
Warfert
se apoyo en una ventana, Arsasis casi lo agarra ya que pensó que se iba a caer.
Al igual que el visioingeniero, miró hacia el grisáceo cielo, al principio no
veía nada, justo cuando se disponía a preguntar qué estaban esperando los vio,
una serie de puntos obscuros que brillaban al atravesar la atmósfera a toda
velocidad. Abrió los ojos de par en par
al reconocer lo que estaba por llegar. Aunque sus doloridas piernas se quejaron
como nunca lo habían hecho, casi se abalanzó sobre el primer operario de
comunicaciones al que vio.
- Al
habla el Mayor Arsacis. ¡Maniobra evasiva! Repito. ¡Maniobra evasiva! ¡Usad
granadas, explosivos o lo que sea! ¡Adentraos todos en el edificio!
-
¡Señor! -La voz de Mitrídates- El cuerpo a cuerpo es generalizado. ¡Si nos retiramos
van a entrar en tropel!
-
¡No discutáis maldita sea! ¡Enoch ha enviado a sus juguetes como refuerzo!
Justo
cuando el resto de capitanes habían comenzado a protestar una serie de impactos
hizo temblar todo, imponiéndose momentáneamente sobre el chaparrón artillero
que castigaba el edificio.
La
marea de pielesverdes que avanzaba hacia ellos fue sacudida por la onda expansiva
que varias docenas de impactos orbitales realizaron rodeando la estructura que
los savaranos defendían. Los que no fueron aplastados o se habían caído,
pararon en seco al ver los extraños cilindros que habían osado interrumpir su
diversión. Poco tardaron en comenzar a acribillarlos con sus arcaicas armas, un
par de ellos explotaron, formando chirriantes columnas de fuego que abrasaban
todo a su alrededor.
Al
unísono, sus planas estructuras se dividieron en cuatro secciones verticales
que sisearon al dejar escapar olas de
líquido refrigerador a presión. De nuevo los xenos se frenaron durante un
instante, intrigados ante todo aquello. Entonces, lentamente, pero con paso
firme, las cohortes de la Legio Cybernética salieron de las oscuras cáscaras
que las envolvían y comenzaron la matanza.
Pudo
identificar a algunos de los extraños modelos que sus aliados habían
desplegado, casi más por su forma de matar que por el diseño, rápidas partidas
de Cruzados aniquilaban con ráfagas láser o cuerpo a cuerpo con estilizadas
armas de energía a cualquier pielverde que trataba de flanquear a las
formaciones de Castellax que sembraban muerte y destrucción tanto entre la
infantería como en los blindados orkos. Las sierras mecánicas chirriaban al
salpicar toda la plaza derramando ríos de oscura sangre alienígena, cabezas,
torsos u otras partes de la anatomía orkoide eran espachurrados sin piedad por
poderosos puños de combate. Escuadrones enteros de xenos eran desintegrados por
sus armas de fuego, plasma y fusión. Incluso juraría haber visto un Thanatar
desintegrando un Leman Rus saqueado con el extraño cañón que portaba sobre el
hombro.
El
resto de cyborgs de combate le eran desconocidos, grandes y pequeños realizaban
su trabajo igual que bien sus hermanos. Equipados con bólters, cañones lineales,
cortadoras de plasma, balistas fásicas, rayos de gravitones, y otras armas
estrafalarias, sembraron el terror entre
los pielesverdes. Esto, unido al fuego de cobertura que lanzaron los savaranos
desde sus posiciones, acabó de romper la moral de sus enemigos.
Con
los últimos orkos siendo aplastados por los inmisericordes robots del
Mechanicus, el silencio comenzó a llegar a plaza en la que se había
desarrollado la batalla. Acompañado de un ensangrentado Halls, Arsacis subió
lentamente las últimas escaleras que le llevaban a la azotea. Allí se encontró
un centro de mando móvil sobre el que Enoch, junto a una docena de maestros de
la Legio Cybernética, hacía balance de su intervención y las bajas sufridas
durante el exterminio de los pielesverdes. Se acercó casi realizando una
reverencia al Visioingeniero Jefe.
Pictocaptura del frente.
Nótese el armamento y distintivos arcaicos de las FDP
presentes.
|
-
¿Cómo nos habéis encontrado? -Se apoyó sobre su rifle láser, aunque estaba a
punto de derrumbarse, ayudó al comisario a mantenerse en pie, la sangre seguía
corriendo por su pierna.
- Warfet.
Logró poner en marcha el sistema de comunicaciones, pero tuvo que sobrecargarlo
para que funcionara, espero que no haya sufrido daños.
-
No… No creo. Mis hombres me han dicho que se ha puesto a tomar muestras de los
xenos muertos. -Por un instante pensó que eso le había parecido divertido a
Enoch. Se giró un momento para ver llegar a varias formaciones de helicópteros
de rotores en tándem aterrizando cerca de ellos, ayuda médica local.- Habéis
llegado justo a tiempo. ¿Cómo les ha ido a los demás?
-
Sus misiones han sido favorables. Han logrado sus objetivos y se están
replegando a la Lanza de Hierro. Khur me ha dado órdenes para ti, una vez
aseguremos este sector, también tenemos que volver a la nave.
- ¿Y
eso? ¿No nos movemos con los cuerpos de ejército locales?
-
Negativo. Les hemos ayudado suficiente por ahora. Descanse Mayor, no creo que
el regimiento tarde en ser movilizado de nuevo, esta guerra no ha acabado.
Tasca
Fuego de los Santos. Lanza de Hierro. Órbita del planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lambda.
Desde uno de los bancos de metal que
enmarcaban la entrada de su tugurio favorito, Khur se secó el sudor de la
frente con el dorso de la mano, apenas acababa de hacer ese gesto tuvo que
saludar a varios oficiales que entraban para tomar algo. Se sintió ligeramente ridículo
al hacerlo, chistó a la nada y se estiró sobre el asiento. Aquello no era lo
peor que le había pasado, es más, todavía le dolía la clavícula derecha del
culatazo que un mechakir le había propinado en las trincheras. Movió el brazo
por enésima vez para darse cuenta de que seguía con molestias.
Pasarse todo el día de reuniones le había
dejado exhausto, necesitaba descansar. Volvió la cabeza al sentir cómo se abría
la puerta, Dijnia acababa de pedir unos amasecs, de cereal para él, de frutas
para ella. Ya no llevaba su espada. Se sentó a su lado, él la rodeó con el
brazo que le quedaba libre y disfrutaron
de las bebidas en silencio mientras veían pictoanimaciones en un proyector
sonoro que colgaba del techo.
Los pensamientos sobre los últimos sucesos de
la campaña asaltaron la mente del Coronel. Las dos intervenciones en tierra firme
habían ayudado a salvar una cuidad-colmena de considerables dimensiones. Aún
así el precio en bajas fue demasiado alto. Las reservas de civiles estaban casi
agotadas, y aún así no se habían repuesto todas las plazas libres. Más de un
tercio del regimiento convalecía herido o esperaba un implante con el que
sustituir una o varias extremidades perdidas.
La discusión con Volog por su imprudente
intervención en los campos de trincheras no había sido pequeña, el fervor del
mayor rayaba el fanatismo cuando se enfrentaba a las tropas del Archienemigo, solo
la defensa que hizo Seleuco a su favor impidió una destitución. No le importaba
que sus mandos demostraran su fe en el campo de batalla, incluso con el
pensamiento extremista de Volog, pero poner en peligro a toda una división
había sido demasiado. Por lo menos la brecha en el frente fue cerrada, dando
suficiente tiempo a los locales a lanzar una contraofensiva sobre las tropas
del Caos la fuerza necesaria como para volver a la guerra de desgaste que no
pueden mantener.
En enfrentamiento con los mechakirs le
preocupaba más que las turbas de herejes, si esas atrocidades andantes estaban
en el planeta significaba que sus sobrehumanos amos estaban en el teatro de
operaciones, y eso no le daba buena espina. Nada en lo que hubiese Astartes
traidores lo hacía.
El rescate de Arsacis por parte de Enoch
también fue duro para todos, los orkos eran un rival muy a tener en cuenta.
Aunque su ataque en masa había sido desbaratado hasta el más tonto sabía que
volverían a lanzarse en tropel. Mucho más enfervorecidos y furiosos que antes.
¿Qué buscaban en aquel planeta? Seguramente no era solo el placer de la
batalla… El mayor, y Halls, que aún descansaba en uno de los hospitales de la
nave, habían hablado de un armamento muy
variado en esas etapas de la invasión. Puede que alguien se le estuviese
proporcionando, y no tenían por qué ser las tropas del Caos.
El líder de aquellas bestias debía ser
suficientemente inteligente como para coordinar un número de tropas tan grande.
Los servicios de inteligencia habían informado de que el oportuno alejamiento
entre las bases de los herejes o los pielesverdes no evitaban las luchas entre
ellos. Tendría que aprovechar eso.
Le quedaba Zoroaster. El valor demostrado a
la hora de conquistar el destructor honraba al taciturno capitán. Los propios
magos de la Lanza de Hierro se habían interesado en persona sobre esa
operación. Como no. Con la nave pacificada y en proceso de puesta en marcha,
aumentarían su fuerza naval considerablemente.
Dijnia se estaba quedado dormida, acabó su
copa de amasec y la ayudó a levantarse, irían a descansar a sus aposentos.
Suspiró, ya vería cuál sería su próximo
movimiento.
¿Seguirían interviniendo en los combates en
tierra; ayudarían a la flota en sus asalto a las naves enemigas; o simplemente
recogerían sus cosas, se marcharían de allí con el deber cumplido y un buen
botín con el que engrandecer Catafractaria?
Solo el Emperador lo sabía.