lunes, 17 de febrero de 2014

Custodios del Tridente XII: Cara a cara con la oscuridad 11 [Relato]

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD 11

Alcanzó al sargento Hachero en
un pasillo no presurizado. El cuerpo del astartes estaba derribado a un lado. Se acercó rápidamente y comprobó que simplemente estaba aturdido. Miró hacia delante escudriñando la semioscuridad. En el suelo, Tolomu gruñía tratando de despejar sus sentidos. Le agarró de un brazo.

- Tridente no... no me ha matado...

- Tiene prisa, hemos acertado, trata de escapar al espacio, pero por Dorn que no tengo ni idea de cómo se desplazará ahí.

- No lo necesita... hay muchas naves alrededor.

- Es cierto, no tiene más que dejarse llevar y...

- Vete, yo... te seguiré en un momento.

Ghuno lo dejó donde estaba y se apresuró a recorrer el resto del pasillo. Según la información que le transmitía el casco de su sargento era el mismo camino por el que ellos habían penetrado en el interior de la Pájaro Negro.

Le atacaron un par de seres oscuros pero se desembarazó de ellos con rapidez. Sus pasos resonaban con furia por los corredores cuando imprimió una mayor velocidad en su carrera. Por fin distinguió uno de los enormes tentáculos desapareciendo por una puerta. Cuando llegó hasta el lugar se sorprendió al salir directamente al amasijo de restos en que se había convertido toda aquella sección de la nave. Estaba justo donde sus compañeros y él habían descendido en su "vuelo". Miró hacia arriba y vio una vez más el pequeño agujero por el que podían verse las estrellas.

Mala idea. Notó un tremendo golpe en el costado, que le rompió varias costillas, y fue lanzado como un muñeco hacia un lado. Chocó aparatosamente con una amalgama de metal retorcido rebotando hacia el lado contrario. Apenas pudo enfocar su vista cuando recibió otro golpe que lo catapultó otra vez contra los muros formados por el material destrozado de la astronave. El rebote le hizo girar sin sentido, por lo que se desorientó con rapidez. En cualquier momento recibiría un nuevo ataque por lo que se esforzó por empuñar firmemente la espada corta y mantenerla en posición por si lograba rajar al monstruo.

Su movimiento empezó a ralentizarse y ahora sus giros no eran tan frenéticos por lo que pudo fijar su mirada. Se acercaba a una de las paredes metálicas pero no veía a la gran aberración. Antes de chocar consiguió agarrarse a una especie de tubo doblado que sobresalía, deteniéndose así ante el posible impacto. Desde su nueva posición volvió a rastrear los alrededores. Miró hacia abajo. Estaba ya bastante lejos del "suelo" o del hueco de salida de la parte no destrozada de la astronave en aquella sección, de hecho seguramente ya no podría llegar hasta allí de nuevo sin darse un buen golpe. De pronto descubrió como Tolomu salía de la puerta y miraba hacia arriba. Fue sorprendente ver lo pequeño que se veía el Hachero allí abajo. Parecía que le hacía señales. Giró la cabeza y miró hacia arriba, no tardó en descubrir a la aberración escalando hacia el agujero que la llevaría al espacio.

Apenas se paró a pensar, se acercó a la pared, activó el magnetismo de las botas para quedar pegado al metal y dobló las rodillas todo lo que pudo para coger impulso, se estiró rápidamente, desactivó el control magnético y saltó. Aceleró en muy poco tiempo y reprimió un grito de júbilo cuando se dio cuenta que podría alcanzar a su enemigo a pesar de que este avanzaba sin dificultad por los restos retorcidos gracias a sus múltiples tentáculos. Colocó delante suyo ambos brazos agarrando la espada corta con la punta dirigida al enorme ser oscuro.

El impacto fue brusco pero consiguió su objetivo, pues como a cámara lenta pudo ver como la hoja de su arma se enterraba profundamente en la espalda oscura y viscosa.. El monstruo se convulsionó tratando de quitárselo de encima, pero se mantuvo aferrado a la empuñadura tenazmente. Varios de los miembros del ser lo azotaron con violencia y su servoarmadura comenzó a emitir señales de malfuncionamiento crítico. Perdió la sensibilidad en la pierna izquierda y luego en el brazo del mismo lado, por lo que su agarre se debilitó y de pronto se vio flotando a varios metros de la aberración. Esta seguía revolviéndose de un lado a otro con furia en sus intentos por desclavarse la espada corta, pero cuando lo vio le lanzó un tremendo golpe de través que le hizo volar al otro lado. Chocó aparatosamente y notó cómo algo se clavaba profundamente en su costado. Debía ser algún tubo metálico de los restos de la astronave. Sus fuerzas empezaron a abandonarle, al dolor del costado se unió otro en el pecho, bajó la mirada y se topó con una profunda herida que se abría desde su pectoral derecho hasta la cadera. Una miríada de bolitas carmesí iba aumentando de número a su alrededor. Era su sangre. Su servoarmadura también se estaba despresurizando y supo que le quedaba poco tiempo.

Buscó con su mirada al enemigo. Con sus fuerzas mermadas y al borde de la inconsciencia rugió de rabia porque estaba demasiado lejos para intentar nada, si es que su cuerpo respondía, porque ahora era su visión la que empezaba a emborronarse. De pronto, un objeto rojizo impactó contra la aberración. Se esforzó por permanecer despierto y enfocar qué sucedía. Por un breve instante contempló cómo Tolomu, el bravo sargento Hachero, agarrado a uno de los tentáculos golpeaba una y otra vez al ser con su hacha sierra haciendo saltar enormes trozos viscosos.

Intentó lanzar un grito de ánimo pero la boca se le llenó de sangre y comenzó a toser. Apenas notó cómo algo cambiaba. Una serie de explosiones a sus pies empezaron a hacer temblar toda la estructura de la nave. Una de las más violentas lo sacudió y sintió como era desclavado salvajemente y lanzado al espacio sin control. Luego perdió el conocimiento.

EPILOGO

--Exterior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

- Debemos alejarnos de aquí Capitán - le gritó el piloto.

- ¡No!, todavía no.

- Ya es demasiado tarde, la Pájaro Negro se está desintegrando.

Asirus se negaba a pensar que había perdido a dos más de sus hombres. La misión era peligrosa sí, pero debía haber salido bien, ¡tenía que haber salido bien por Dorn!.

- ¡Señor! detecto un par de señales.

- ¿Son los nuestros?

- No estoy seguro, las señales son débiles.

- Acércanos a ellas.

- Puede ser peligroso, los restos de la...

- ¡Acércanos!

- Sí, capitán.

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

Contoa penetró en el Apothecarium. Encontró a Asirus al lado del único cuerpo tendido en una de las camillas; repleto de cables y tubos unidos a las máquinas de respiración y medición presentaba un extraño aspecto. Los sonidos de succión y los pitidos intermitentes le trajeron recuerdos desagradables.

- Asirus, los Hacheros ya se han marchado.

El capitán le miró despacio. Su rostro estaba rígido, serio, pero sus ojos refulgían con determinación.

- ¿Cómo estaba Tolomu?

- Creo que bien, se marchó por su propio pie, aunque era evidente que estaba muy cansado. Sus heridas cicatrizarán sin problemas.

- Es fuerte.

Asirus volvió a centrar su atención en el Tridente echado en la camilla. Durante unos minutos Contoa permaneció en silencio observando a su capitán.

- Gran Puño, él también es fuerte - dijo el Bibliotecario levantando una mano en dirección al herido.

- Sí. Debemos estar orgullosos del hermano Ghuno. Pero sólo él puede vencer esta nueva batalla que se le presenta.

Un nuevo silencio entre ambos volvió a alargarse. Esta vez fue Asirus el que lo rompió.

- Lo encontramos flotando en medio de los restos. Llevaba el casco de Agufer.

- Al que siempre recordaremos por su valor.

- Indudablemente.

- Hemos destruido la mutación. Esa oscuridad ya no se propagará por la galaxia, pero no podemos permitirnos bajar la guardia. El universo está lleno de otras amenazas.

- Y los Tridentes estaremos preparados para enfrentarnos cara a cara con la oscuridad.

domingo, 9 de febrero de 2014

Sables Rotos: Capitulo V [Relato]


CAPITULO QUINTO

 

Niveles de control de la estación Jerguen, Sección Beta.

Tal como estaba previsto, una veintena de hombres pertenecientes a las tropas de asalto del 101º de Gran Belerin ataviados con sus oscuros uniformes, motivo por el que eran conocidos como los Sabatt Negros. Por eso, y por ser la guardia personal de la Comisaria Perséfone desde que esta fuera asignada a la Guardia Belerinita 5 años antes. A juzgar por los cadáveres de la FPD que recubrían los pasillos ya habían empezado las hostilidades.
La Jerguen poseía elevadores que conectaban cada una de las secciones operativas de la estación, con los niveles superiores donde se hallaban los departamentos de control y el puente de mando. Su antigüedad  impedía la instalación de teleportariums internos, por lo que de otro modo las distancias habrían sido insalvables. Aun así podía llevar varias horas recorrer la estructura circular de la gigantesca estación. El puente de mando se hallaba en la sección más elevada por lo que para acceder al mismo era necesario hacerlo desde un único punto de acceso, la comisaria no tenía dudas de que a estas alturas estaría bien custodiado.
-El teniente Barret la está esperando mi señora, hemos establecido el centro de mando en esa sala de servicio.- El miembro de los Sabatt  señaló a una puerta semiderruida en el fondo de la estancia, en el cuello de su negro uniforme resplandecía la daga plateada que lo identificaba como Sargento.
-Que nadie pase de este ascensor sin mi consentimiento- Perséfone hizo un gesto con la muñeca y su escolta se unió al puesto de defensa, mientras ella emprendía nuevamente la marcha. Mucho debía de haber bebido Solceyx si pensaba que unos cuantos de sus peleles iban a mantenerlo con vida.
El teniente y otros tantos hombres de hallaban reclinados sobre un improvisada mesa de mapas. La habitación parecía ser una caserna para la guardia que normalmente controlaba los accesos, Perséfone no puedo evitar pensar en los pobres desgraciados que yacían tendidos sobre el suelo del pasillo que acababa de abandonar.

 

-¿Y bien que tenemos?- Los hombres se sobresaltaron al percatarse de la presencia de la comisaria, inmediatamente se hicieron a un lado para dejarle paso hasta la mesa, donde el teniente Barret permanecía con su inseparable puro entre los labios. –Nada bueno me temo- dijo mientras señalaba un punto sobre el mapa que se extendía sobre una de las mesas.
-¿Sabemos algo de Solceyx?- inquirió Perséfone
–El general parece que sabe lo que hace, con la explosión han conseguido que la estación entre en estado de emergencia, por lo que la mayor parte de secciones se hayan en aislamiento y con cuarentena decretada. Eso retrasará cualquier movilización-
-¿Y el alto mando?- la comisaria no parecía impresionada.
-Nada, los oficiales a bordo de la estación aún deben estar regresando a sus puestos, y la mayor parte de los efectivos son fragmentos de fuerzas dispersas camino de su destino y a la espera de sus transportes.- El teniente hizo una pausa para mirar directamente a los ojos de Perséfone, era uno de los pocos hombres en la estación capaz de hacerlo sostenidamente. –Con todos los respetos mi señora ahí fuera hay un follón de tres pares de cojones-.
-Patear cojones es mi especialidad Teniente, prepare a sus hombres, vamos a tomar el puente.- Perséfone chascó los dedos en dirección a uno de los hombres que acababan de entrar en la habitación con ella.
-¿Solos?, con todos los respetos mi señora eso es un suicidio, una compañía entera…- El teniente Barret señalaba los documentos que se hallaban desperdigados sobre la mesa pero no puedo acabar de pronunciar sus palabras. El soldado al que la comisaria acababa de interpelar colocó un enorme cacharro metálico sobre todos aquellos planos, tras pulsar un interruptor el aparato empezó a emitir un zumbido sordo.
-No estamos solos- Inquirió Perséfone, con una media sonrisa dibujándose en la comisura de sus labios.

 
Puente de mando del Orgullo de Kratia

El capitán Pritzer acababa de iniciar la maniobra de aproximación tal como el Rictor había ordenado, los enormes motores del Orgullo de Kratia tronaron luchando por encarar la nave en un ángulo de cuarenta y cinco grados en la vertical de la estación, tras los mamparos blindados del puente se dibujaba lentamente la silueta de la estación a medida que el crucero de los Mirmdiones aumentaba el escorado hacia su proa. Desde su nueva posición, podía apreciarse claramente como uno de los apéndices que sobresalían de la macroestructura había sufrido algún tipo de explosión interna, con las características lenguas de fuego que delataban los lugares donde el oxígeno incandescente de las deflagraciones se perdía hacia el vacío. En el extremo del apéndice dañado, una nave que doblaba sobradamente el tonelaje del Orgullo permanecía atracada sobre la maltrecha estructura.
-Doce grados de través a babor- Los ojos de Furio escrutaban la escena desde el puesto de mando. –Contramaestre Inclinación doce grados sobre el través de babor- ratificó Pritzer.
El enorme crucero apenas había empezado a escorarse cuando un destello azul inundó todo el puente, seguido por un terrible estruendo y los estremecedores crujidos de la supraestructura de la nave. Un segundo después, la iluminación de emergencia había sumido la estancia en un inquietante tono carmesí.
-¿De dónde demonios ha salido eso?- Furio permanecía en el puesto de mando, con los ojos clavados en los paneles que parpadeaban frenéticamente ante el – Informe de daños,  inicien maniobras de evasión, toquen a zafarrancho- Añadió al tiempo que tecleaba una secuencia sobre los mandos.
-Avante toda  cuarenta y cinco grados a estribor.- El capitán Pritzer había regresado a su puesto junto al contramaestre, cuya metálica voz resonaba por toda la nave “Zafarrancho de combate, Todo el mundo a sus puestos, Zafarrancho de Combate, no es un simulacro
-No ha sido la estación- el capellán Klávicus no había variado un ápice su posición frente a los ventanales de proa que se abrían en el frontal del puente de mando.
-Y qué cojo…- El Rictor interrumpió las palabras a medida que tras los mamparos aparecía la figura de al menos tres fragatas cuyas líneas delataban claramente su factura Imperial. A pesar de que el Orgullo de Kratia poseía todas las balizas e identificadores operativos, la flotilla había dibujado claramente una línea de batalla a estribor de su posición.  –Alguien pagará por esto- Furio puedo fijarse en los pabellones que identificaban a las naves como miembros de la flota de defensa planetaria de Gran Belerin lo que a todas luces carecía de sentido, aunque las consecuencias podían ser desatrosas, si toda la fuerza de defensa planetaria se había amotinado entonces habían subestimado la magnitud del problema que tenían entre manos.

En aquel momento  unos diminutos destellos surgieron del casco de las naves, -¡Preparaos para el impacto!- sin tiempo para reaccionar el Rictor apenas pudo terminar de pronunciar las palabras cuando una nueva andanada hizo estremecerse el anciano casco del Orgullo de Kratia. El crucero de los Mirmidones había iniciado la virada a estribor por lo que gran parte de los disparos no hicieron blanco, sin embargo Furio sabía perfectamente que no podrían soportar aquel castigo durante mucho más tiempo. -Cuarto de timón a estribor, ¡avante toda!-
-Pero señor  nos dirigimos hacia la línea enemiga- El contramaestre parecía contrariado.
-¡Obedezca soldado!, ¡cuarenta y cinco grados a estribor, avante toda!- El capitán Pritzer había comprendido perfectamente la situación.
 -Izad el espolón de proa- El Rictor había vuelto a reclinarse sobre su sillón. – A mi orden toda la potencia auxiliar a las baterías de estribor. - Solo tenían una oportunidad para salir vivos de allí, y la iban aprovechar.

 

Pecio no categorizado, sección de carga Delta6.

Tras largo rato avanzando a marchas forzadas, los cinco integrantes de la Penitent acababan de sobrepasar el punto de extracción por el que habían accedido a la colosal nave unas horas antes. No habían detectado indicios de actividad hostil o amiga desde que abandonaran los maltrechos restos de la expedición que habían venido a rescatar, con una diferencia fundamental, las paredes estaban completamente cubiertas por el hollín propio de una deflagración.
Sin duda aquella era la causa del temblor que habían sentido en toda la estructura de la nave, y a pesar de que el origen de la misma seguía siendo un misterio los signos de los combates eran cada vez más evidentes a medida que avanzaban a lo largo de los laberínticos pasillos. Poco antes había logrado establecer una breve comunicación con el Orgullo de Kratia, aunque había sido escueta y poco esclarecedora, el sargento primero Rodius había limitado cualquier explicación a “Avanzar hacia punto Randez-vous balizado, a cualquier coste”. Aquello solo había logrado aumentar la impaciencia de Perseo, ¿a qué demonios se refería con cualquier coste?, conocía perfectamente las implicaciones de aquella orden, pero era un protocolo poco habitual para una operación encubierta, después de todo estaban en territorio amigo, y abrirse paso a tiros no iba proporcionarles precisamente una cuartada creíble ni un salvoconducto para aquel desaguisado.
Las ensoñaciones del sargento se vieron súbitamente interrumpidas cuando una sección entera de la planta superior de la nave se desprendió a escasos metros de donde se hallaban, al chirrido de la tensión del plastoacero doblegándose le siguió el de la succión del vacío espacial, desgarrando aún más el boquete que acababa de abrirse, sin embargo su servoarmadura  reaccionando a la caída de la presión activó inmediatamente las presas magnéticas de sus botas.
A través de las brechas que se acababan de abrir en el casco Perseo pudo contemplar como tenía lugar una escena sobrecogedora. El orgullo de Kratia avanzaba renqueante y con evidentes daños en su casco directo hacia una línea de batalla formada por tres fragatas imperiales, mientras estas no cesaban de castigar su avance con fuego racheado. El estrecho perfil frontal del crucero de los Mirmidones dificultaba el blanco, por lo que muchos de los proyectiles de plasma incandescente erraban su blanco perdiéndose en el frio vacío espacial, algunos de ellos con trayectorias peligrosamente próximas a la estación. A pesar de ello el sargento podía distinguir claramente las detonaciones que el  crepitante plasma formaba en forma de fogonazos azul eléctrico, indicando el lugar donde el casco era alcanzado.
Perseo supuso que aquellos disparos perdidos eran la causa de al menos la segunda de las explosiones, los motivos de la primera seguían siendo una incógnita, aquel pensamiento reavivó su espíritu. Po lo que ordenó a la Penintent retomar la marcha. Los cinco integrantes de la escuadra siguieron abriéndose camino a través de aquella estancia donde los daños eran catastróficos,  tras una rápida ojeada al áuspex decidieron desviarse siguiendo un diminuto pasillo de servicio auxiliar que había soportado mejor la explosión y aún conservaba una compuerta blindada de accionamiento manual intacta, por lo que era de esperar que al otro lado de la misma la presión fuera estable.
El conducto era un pasadizo auxiliar colindante al muelle de carga, pos sus paredes discurrían los cables energéticos mediante los que se accionaban las colosales presas magnéticas que mantenían anclado y estable el enorme pecio junto a la Jerguen. Tan pronto como habían superado la última esclusa de seguridad y la presurización se completó, la reverberación del sonido reveló el inconfundible sonido de los disparos de láser acompañados de alguna detonación menor en la lejanía. Casi instintivamente los cinco integrantes de la Penitent clavaron la espada contra la pared más próxima, con las armas dispuestas. Con un gesto seco de muñeca el sargento puso en marcha a la escuadra, esta vez sin avanzaban con la tensión del combate dibujándose en cada centímetro de sus imponentes servorarmaduras. No había tiempo para contemplaciones tácticas, tras largos años de formación en contraespionaje y operaciones encubiertas con la séptima centuria Perseo había aprendido que cuando todo se va a la mierda, la mejor baza era moverse rápido y actuar expeditivamente.

 
El vestíbulo principal mostraba signos de haber sufrido un combate intenso, pero juzgar por el sonido el grueso de las hostilidades parecía haberse adentrado en la estación. El suelo estaba poblado de despojos humanos, similares a los que habían visto horas antes en el interior del pecio, sin embargo esta vez intercalados entre los bulbos sanguinolentos aparecían esporádicamente cuerpos que aun conservaban su apariencia humana. Sin detenerse en los detalles Perseo contabilizó no menos de media docena de uniformes distintos, por lo que dedujo que la situación debió de ser caótica, sin embargo no lograba identificar ningún patrón que delatara el desarrollo de los acontecimientos, aquellos hombres parecían haber empezado literalmente a disparar los unos contra los otros sin razón aparente.

sábado, 1 de febrero de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Presas".



Consola principal. Punto Beta Secunda. Acorzado.

Enoch comenzó a trastear con la consola principal. El ansia por aumentar su comprensión surgía desde su cerebro recorriendo todas tus conexiones nerviosas, tanto las naturales como las artificiales, por fin había llegado, sus dudas serian resueltas, ayudaría a aumentar la grandeza del Omnissíah una vez más. Una gruesa capa de polvo cubría el antiquísimo panel que tenía delante, algunas pequeñas luces auxiliares brillaban a duras penas, eso era una buena señal. No podía reconocer ningún símbolo, estaban escritos en el idioma de los creadores de la nave, su vista recorría filas de pequeños interruptores, se extrañó, eran muy pocos para una nave de ese tamaño. Rápidamente salió de dudas, varias líneas de energéticas surcaban los laterales de la consola, probablemente sería algún sistema avanzado de hologramas táctiles. Un punto gris resaltaba en una de las esquinas, pasó la mano para limpiarlo y verlo mejor, no pudo evitar sorprenderse, una pequeña consola de manufactura imperial había sido conectada sobre el panel. Esta tenía un Aquila plateado, bajo este podía en gótico alto: Auxiliari.

Modificó en un instante la punta de varios dedos para que se pudieran acoplar a los enchufes de de aquel pequeño panel. Estos entraron con un ligero rechinamiento. Al principio no pasó nada, se sintió terriblemente desilusionado, justo cuando iba a separarse un sinfín de pequeños pitidos encendió varias docenas de luces. Un flash blanco restalló en su rostro, surgiendo varias mamparas holográficas a la altura de sus implantes oculares, constantes textos de bienvenida inundaron sus canales de información, no pudo evitar sentir que a su vez estaba siendo escaneado por aquel avanzado sistema. Todo se paró, el holograma se plagó de ventanas de información que pedían distintos permisos. Enoch despachó todo aquello como mejor pudo, buscó un menú de información rápida, por intentarlo no perdía nada; le costó un poco, hacía mucho que no leía en gótico alto. El sistema le pidió una confirmación de voz, el visioingeniero pronunció en alto las palabras Pax Imperialis, el sistema le contestó con un mensaje de congratulación. 

Casi tuvo que agarrarse a la consola por los innumerables fogonazos de datos históricos que recibió en un instante. 

Comunidades humanas altamente desarrolladas. Avanzan, llegan al espacio, se extienden por varios sistemas estelares. Contactos con alienígenas, gobiernos conjuntos. Comercio interestelar. Grandes tecnologías. Paz. Grandes descubrimientos. Pérfidos xenos llenos de envidia. Traiciones raciales. Humanos y xenos luchando juntos contra otros aliens mucho más numerosos. Rupturas, aliados que huyen; la humanidad se queda sola una vez más. Batallones de soldados vestidos de blanco que logran la victoria en el último momento. Celebraciones, fiestas. Reconstrucción. Cultos prohibidos. Infestación demoniaca. Derrota tras derrota; montañas de armaduras claras de las que mana sangre. Peticiones de auxilio desoídas por los dominios alienígenas. Llegan noticas del establecimiento de un todopoderoso imperio humano, no están lejos de sus fronteras. Gritos de socorro atendidos. Paladines de hierro y acero que traen la salvación. Restauración de sus antiguos señoríos, ahora solo de humanos. Amistad perpetua. Demasiado lejos para la anexión, demasiado cerca para ser ignorados. Ayuda. Intercambios. Aceptación de la Verdad Imperial. Tributos pagados entregando armadas y soldados…



Una repentina algarabía le hizo parar, los micropensadores de su cerebro casi se lo agradecieron. Los genestealers atacaban de nuevo a los soldados de Khur. Un mensaje de la Lanza de Hierro le alertó de la llegada inminente de una gran oleada de enemigos.  Se zambulló de nuevo en aquel mundo cibernético, debía hacer algo. 

Ruta de escape. Crucero. 

Otro cargador rebotó en el metal del vibrante suelo del pasillo, el genestealer que Cinnamus tenía delante cayó al suelo con la cabeza llena de balas, el capitán guardó su pistola automática, agarrando el mango de su espada con ambas manos, atravesando con ella el cuerpo de otro xeno que mordía con saña el rifle láser del savarano con el que forcejeaba. Todos corrían tan rápido como su armadura les permitía, los pelotones apenas mantenían la formación en una retirada en la que los sargentos mantenían las formas a grito pelado. Podía sentir como la estructura temblaba con cada explosión, no paraba de pensar en que la siguiente que oiría sería la que se los llevaría a todos por delante. Se agachó para esquivar un flagelo punzante de una criatura oscura que surgió de un conducto lateral, paró el siguiente con su arma. El extraño alien no tuvo tiempo de volver a atacar, dos soldados lo destrozaron  disparándole a quemarropa en uno de sus costados.
 
Les hizo un gesto de agradecimiento, continuaron avanzando juntos. La basura alienígena debía haberse dado cuenta de lo que estaba pasando, atacando en masa a todo ser vivo que se encontraban. Daba igual si eran humanos, herejes o xenos de otra especie, aquello era un caos total. Cinnamus miró su auspex, ya casi habían llegado a la cabeza de puente, había avisado a Zoroaster de que llegaban, este se preparó para recibirlos e informó de que sus posiciones habían sido atacadas por una raza alien desconocida, logrando repelerla con serias dificultades. Esta vez no habían tenido cuidado alguno al atravesar el camino de la ruta de huida, habían tenido que volar más de una puerta para poder acortar el recorrido, el olor a termita se imponía en varias secciones sobre el de la sangre o el ozono del fuego láser. 

Volog continuó animando a sus hombres, iba en el primero de los pelotones de la retaguardia, durante todo el camino los cuerpos de xenos muertos se amontonaban a los lados junto a los de los soldados que habían logrado abatir. Sus hombres recogían a los heridos que las tropas que marchaban abriendo camino dejaban atrás durante su frenética lucha, en algunos casos tuvieron que rematar a los más graves, era mejor que caer en las manos de los herejes que les pisaban los talones. Disparó a un genestealer que se revolvió al pasar a su lado, miró hacia atrás e hizo un aspaviento con un brazo para animar a los savaranos a que siguieran luchando por sobrevivir. Los que le vieron le contestaron con una afirmación de sus cabezas, los que no estaban demasiado ocupados en no perder el ritmo de los demás. 

Una puerta lateral reventó al ser atravesada por un furioso genestealer que derribó a Seleuco contra el suelo, el comisario giró sobre sí mismo para apartarse de la babosa bestia que trataba de desgarrarle el cuello a mordiscos. No pudo apartarse de este ya que el xeno lo agarraba con fuerza en uno de sus antebrazos, instintivamente puso su pistola cerca de la extremidad de la bestia, volando su muñeca de un tiro. Antes de que contraatacase le dio otros cuantos en el pecho. La sargento Zuleika lo remató aplastando su bulbosa cabeza con la culata de su arma, después ayudó a al comisario a levantarse, corriendo juntos hacia delante. Llegaron a la cabeza de puente, pudieron ver cómo Cinnamus y Zoroaster esperaban en un lateral mientras la mayoría de los hombres salía de allí embarcando junto a los heridos en la nave que los había traído. 

Puente de Mando. Punto Beta Secunda. Acorazado.
 
La línea formada por los soldados había sido parada en seco por la avalancha de genestealers que se lanzaba hacia delante tratando de aplastarlos con el peso de su número. El fuego de las armas era constante, vaciando baterías y cargadores a un ritmo pasmoso, las dos líneas que habían formado en un principio se habían mezclado formando una en la que los hombres de las primeras filas disparaban o acuchillaban a todos los aliens que se les ponían por delante. Por cada cinco minutos de combate, a la orden a todo volumen de los vocooperadores los lanzallamas lanzaban una descarga por todo el frente, momento aprovechado por los hombres de las líneas posteriores para reemplazar a los que estaban en la vanguardia. Esa estricta estrategia mantenía el orden conteniendo a las oleadas de enemigos, pero estos no paraban de llegar, haciendo retroceder a los hombres en algunas secciones, recuperando estos el terreno recurriendo a granadas o armas pesadas. No podían seguir así por mucho tiempo, si no los superaban por la fuerza  se les acabaría la munición. 

Otro soldado cayó destripado de un zarpazo, el siguiente fue partido en dos como si fuera una ramita. El líder de progenie había llegado con muchos más genestealers, atacando el centro de la formación, justo en el que estaban los mandos de los savaranos. Los soldados abatían sin dudar a los aliens que iban detrás de este, pero eran asesinados sin misericordia por su líder. Khur se lanzó hacia aquel engendro infernal sin dudarlo, su quitinoso caparazón ignoraba cualquier disparo que recibía, estaba decorado con innumerables restos resecos de lo que parecían los otros aliens que se habían enfrentado a los genestealers por la posesión de la nave. Ya sabían que había pasado con ellos. Sus miradas se cruzaron, el coronel sintió como una malicia e inteligencia atrozmente inhumanas, se dirigían hacia él. Con un rugido aquella mole asesina corrió hacia su encuentro, no dudó ni un instante, desvió el colosal zarpazo que la bestia dirigió hacia su cabeza con su arma de energía. Un chorretón de sangre oscura surgió de la herida que el monstruo había recibido en la mano, no pareció que le hubiese dolido, pues siguió lanzando rápidos ataques que hicieron retroceder a Khur, que lo único que podía hacer era defenderse a duras penas con su arma.

Líder de Progenie.

La línea se mantenía, pero si aquel ser la rompía todos ellos morirían. Khur se agachó por debajo de uno de los brazos de su contrincante, cuando este trató de doblarlo para estrujarlo un certero disparo reventó uno de sus ojos, retrasándole lo justo para que pudiera salvarse. Al coronel no le hizo falta saber de quién había sido, aquella bala había sido disparada por el certero fusil de Arsacis. Aprovechó la distracción para lanzar un ataque punzante con su espada, la punta entró rápidamente por una ranura de las placas pectorales del monstruo, pero no pudo seguir empujando, una de sus extremidades agarró su mano y extrajo lentamente la hoja. 

Khur trató de liberarse dando un fuerte tirón, pero la tenaza a la que era sometido era demasiado fuerte. El líder de progenie lo levantó fácilmente mientras la cantidad de disparos que recibía se reducía por miedo a dar al coronel. Este se revolvió todo lo que pudo, evitando ser agarrado por más sitios, con un rápido impulso, el brazo por el que era sostenido fue mordido brutalmente en el hombro por el xeno. Sintió como las placas de armadura eran inútiles ante los afilados dientes del enemigo, que no tardaron en llegar a la carne, donde se alojaron profundamente. Khur gritó de dolor, sintió como sus huesos eran sometidos a una fuerza bajo la que cederían rápidamente. Vació el cargador de su pistola bólter en la cara del monstruo, que pareció no inmutarse, cuando se dio cuenta de que no podía seguir disparando comenzó a aporrear inútilmente la boca de su contrincante. El dolor era insoportable, no faltaba mucho para que le arrancase el brazo. 

Mitrídates encabezó una pequeña carga junto a varios soldados, todos retrocedieron ante un golpe circular de una de las patas traseras de la bestia, un par de hombres se derrumbaron con extremidades cortadas por las largas cuchillas que el alien tenía en los pies. Aquel monstruo se negaba a soltar a su presa. El capitán gruñó de pura rabia, rodando hacia delante entre los savaranos que daban pasos hacia atrás disparando a aquel horroroso enemigo. Su espada sierra bramó al hacer contacto con las protecciones quitinosas del líder de progenie, este,  con Khur colgando de su boca alzó una de sus zarpas para aplastar inmediatamente a aquella molestia. Mitrídates lo vio y no se apartó, siguió haciendo presión sobre el enemigo, usando su cuerpo para hacer más peso, hundiendo aún más su arma en las defensas del xeno. Por un instante se preguntó si aquel ser le estaría tomando por tonto.

Justo antes de que el capitán fuese despachado, una figura empapada en sangre de genestealer impactó como una bala de cañón en la cintura del líder de progenie. Era Halls, con un grito alabando la gloria del Emperador saltó con su puño de energía por delante sobre el alien, el cual se dobló por el golpe que resquebrajó sus protecciones pectorales. Khur cayó a los pies del comisario, que junto al capitán, comenzaron a arrastrarle hacia la línea. El gigantesco genestealer había retrocedido trastabillando, tapándose el magullado pecho con sus zarpas. Bufó al ver como sus presas retrocedían de una forma tan penosa, se alzó rápidamente, saltando hacia los tres humanos que le habían herido. 

Khur, advirtió la rápida recuperación del xeno, levantándose a duras penas ayudado por Halls y Mitrídates, en segundos caería sobre ellos. La mano del brazo que había sido mordido aún sujetaba la espada, se forzó a soltarla, provocándose un dolor espantoso,  agarrándola con la otra. El líder de progenie estaba sobre ellos, con un repentino golpe de los dorsos de sus zarpas, apartó al comisario y al capitán, su objetivo era él, abalanzándose con las fauces abiertas como uno de los depredadores oceánicos de Catafractaria Quinta. El Coronel no lo dudó ni un instante, sus hombres ya le habían allanado el camino lo suficiente, dejó resbalar al suelo a su cansado cuerpo, pasando bajo la cabeza de su enemigo, incrustando con toda la saña que pudo su arma en el pecho del monstruo, rodando para no ser aplastado por su cuerpo mientras abría en canal al alien. 

Con un aullido psiónico el líder de progenie murió delante de los savaranos, chillando los genestealer llevándose las garras a la cabeza, quedando indefensos ante unos vengativos humanos que siguieron matándolos por centenas. Justo en ese momento regresó buena parte de la iluminación de la nave, apareciendo del suelo varias torretas automáticas que ayudaron a los savaranos a limpiar la sala y los pasillos cercanos. 

Khur estaba sentado mientras un médico del pelotón de Hulja le realizaba una sutura de emergencia en su hombro. Muchos soldados descansaban extenuados tras el combate, otros establecían un perímetro defensivo. Los coraceros hacían tiempo en un lateral antes de ser evacuados. Una figura vestida de rojo se acercó lentamente, era Enoch.

- ¿Está bien Coronel?

- Mejor. -Dirigió una mirada furiosa hacia el médico cuando este extraía de un tirón un trozo de diente de su hombro. - Aunque no gracias a ti. ¿Cómo va la situación?

- Bien, bien. He activado los sistemas básicos y las defensas internas. Sus hombres han luchado bien, la Lanza de Hierro va a enviar unas cuantas cohortes de la Legio Cybernética para afianzar nuestra posición, con su permiso, el mayor Arsacis ha pedido que las divisiones de los capitales Sumu, Iluma y Samsu las ayuden en las tareas de limpieza. -Khur asintió de forma despreocupada.- Como puede ver Coronel, la infestación xeno va a ser erradicada, y todo, gracias a sus hombres.

Cabeza de Puente. Punto Alfa Prima. Crucero. 

Los últimos hombres entraron en la sala, Seleuco los supervisaba mientras entraban en la nave de abordaje, muchos llevaban heridos con ellos. A su lado se posicionaron Volog y Warfet, el mayor estaba en silencio, quizás demasiado, estaba claro que no le había hecho mucha gracia tener que retirarse del combate, su respiración era lenta, pero al mismo tiempo no podía ocultar su furia, sujetaba su rifle láser con fuerza; el comisario pudo imaginarse sus nudillos blancos debajo de los guantes. El visioingeniero no dejaba de mascullar, maldiciendo su mala suerte por no haber podido recuperar aquella reliquia. Cinnamus se les unió poco después comunicando que los heridos estaban recibiendo atención inmediata en el transporte. Las tropas del caos habían encontrado serias dificultades para seguirlos, siendo muy retrasados por los ataques de los xenos, los cuales parecían haberse despertado en masa por toda la nave. Antes de retirarse, la compañía de Zoroaster había minado los tres pasillos de acceso a la cabeza de puente, eso les daba tiempo de sobra para poder evacuar a todos antes de que la nave se desintegrara por las explosiones. 

Ya solo quedaban un par de pelotones, algunos xenos trataron de llegar hasta ellos por las arcadas, no llegaron muy lejos. El comisario sintió un escalofrío, recorrió la sala con la mirada, en el centro comenzaron a surgir chispas, seguidas de un recalcitrante olor a metal fundido, justo antes de darse cuenta de lo que era, una estampido ensordecedor anunció a todos las llegada del enemigo. Y no era un enemigo cualquiera, justo donde antes no había nada, ahora se podía ver una colosal figura acorzada recubierta de una neblina ardiente, el exterminador de los Guerreros de Hierro acababa de teleportarse, demasiado cerca de ellos. 

Cinnamus observó como el marine traidor realizaba su primer movimiento, abriendo fuego contra la masa de hombres que tenía delante, en un instante más de una docena de hombres fueron masacrados por la cruel munición bólter. Saltó hacia un lado para buscar cobertura, materializa en una vieja caja metálica, todos iban a ser eliminados, aquella mole los acribillaría a todos, justo cuando el enemigo empezaba la siguiente ráfaga de disparos algo tronó a su espalda, era la tarántula que había sido instalada a principios de la operación. El dispositivo comenzó a derramar munición sobre el enemigo, obligándolo a dejar de disparar y retroceder varios pasos. Casi dio un grito de júbilo, aquella maldita máquina había ganado el tiempo suficiente para que el resto de savaranos entrasen en la nave, él mismo comenzó a correr hacia la entrada, ya que era el último en salir de ese infierno. Entró de un salto, pero al girarse para ver como se sellaba la entrada, tuvo que arrastrarse tan rápido como pudo hacia un lateral, la compuerta de la nave se había cerrado, pero unas cuchillas relámpago la atravesaron como si fuese de papel. Segundos después el marine entró con un bramido triunfante. Un soldado perdió los nervios.

- ¡Esto va a ser una carnicería!

Volog ya corría hacia el enemigo seguido por Seleuco y cuantiosos soldados.

- ¡Sí! ¡Pero nosotros seremos los matarifes!

El exterminador echo los brazos hacia atrás mostrando sus cuchillas aceptando aquel nimio desafío. El choque fue como el de una ola sobre un acantilado, decenas de guardias atacaban sin parar al enemigo, los cargadores se agotaban en instantes, las bayonetas se partían, las armas cuerpo a cuerpo mellaban sus filos. El marine estaría protegido ante cualquier ataque, pero la marabunta de savaranos que le acosaba le impedía moverse, obligándole a luchar por su vida, algo que probablemente hacía siglos que no ocurría. Volog se posicionó delante, agarrando el rifle como si fuese un bate, reventando la culata en la pierna de su enemigo al mismo tiempo que gritaba una alabanza a Ollanius Pius. Este dio un rodillazo en su dirección, lanzándolo varios metros hacia atrás, chocando con una columna. La subida de adrenalina impidió que se desmayara, el bruto debió ofenderse con lo que había dicho, pues fue hacia él con las cuchillas por delante, se incorporó como pudo, sacando su cuchillo de combate a modo de un último desafío. No podía moverse, pero si iba a morir, sería con su mejor arma en sus manos. 

Faltaban pocos segundos para que aquel enorme hereje lo troceara con sus chispeantes armas, a pocos metros los soldados lo acribillaban a disparos sin conseguir nada; los que se pusieron en medio fueron aplastados sin contemplaciones. Seleuco estaba de rodillas sacando algo que estaba entre sus ropajes, daba igual no había tiempo. Una enorme figura saltó sobre la espalda del exterminador, frenando su carga, agarrándolo por los hombros haciendo que colisionase al lado del mayor. Era Warfet, o por lo menos lo había sido al entrar en la nave, ahora parecía un ogrete, las vendas que recubrían un cuerpo se habían estirado dejando ver debajo de ellas un conglomerado de músculos artificiales tan hinchados que parecían estar a punto de reventar. Su túnica roja estaba ajustada al tremendo físico del visioingeniero como su fuera un corpiño. Gruñía improperios en una de las lenguas del Mechanicus, comenzando a propinar potentes puñetazos al marine cuando este se volvió para contraatacar con sus armas. 

El visioingeniero esquivó un golpe que trataba de destriparlo, antes de que frenase su inercia, aprovechó para aprisionar el brazo y colocarse a su espalda, haciendo toda la fuerza que podía para sujetar a su enemigo desde atrás, agarrándole de las hombreras. Su potencia no bastaba, el marine traidor comenzó a dar sacudidas hacia los lados haciendo que Warfet levantase los pies del suelo en varias ocasiones. Volog lanzó su preciado cuchillo clavándolo en una de las ranuras del casco del exterminador, este lo ignoró, estaba demasiado ocupado tratando de matar al visioingeniero. De nuevo los guardias imperiales cargaron con las bayonetas por delante, haciendo que el enemigo aullara de impotencia, a su cabeza estaba Seleuco, asía con ambas manos algo similar a una barra de metal plateado, cuando estaba a dos metros, giró sus manos hacia dentro, accionando aquella nueva arma tan aparentemente inofensiva. Un destellante filo de plasma surgió de la guarnición superior. El exterminador dejó de forcejear por un instante. 

- ¿Pero qué?

- ¡Sollex Aegis! ¡Hijo de puta! 

El comisario hundió la rugiente hoja en el estómago del marine, girando sobre sí mismo para hacer fuerza hacia arriba, abriendo una gran hendidura por la que se desparramaron gran parte de los órganos internos, llenado el suelo de fluidos repugnantes, matándolo al instante. El coloso cayó de bruces con un estruendo, seguido de un silencio roto al instante por las sacudidas de las explosiones del crucero. 

Las compuertas auxiliares se cerraron, separándose rápidamente su nave del leviatán que había venido a tomar. Seleuco apuñaló el cuerpo del renegado varias veces más con su arma antes de apagarla y guardarla de nuevo. Pidió un informe a gritos. Vio como Warfet se recuperaba de su transformación asegurado por varios adeptos menores, los tanques que rodeaban su cuerpo se llenaban poco a poco de las hormonas que el visioingeniero había utilizado para agrandar las partes artificiales de su cuerpo. Se acercó a Volog, esperaba apoyado contra la pared, le devolvió el cuchillo que este había lanzado antes. 

- Gracias. -Escupió hacia un lado.- ¿Desde cuándo tienes esa cosa?

- Me la regalo Enoch hace un tiempo, ya sabes, cuando le salvé la vida aquella vez. -Señaló la cicatriz de su frente.

- Ah. No me acordaba. La nave se mueve, volvemos a la Lanza de Hierro. ¿No?

- Si. El crucero se ha desintegrado. Al otro grupo de asalto no le ha ido tan mal, al parecer han tomado la nave y han logrado ponerla en marcha. -Ayudó al mayor a levantarse.- Vamos a la enfermería, todos nos merecemos un buen descanso.

- Cierto, Jerio estaría orgulloso de nosotros.