Lanza de Hierro. Nave de exploración del
Adeptus Mechanicus. Órbita del
planeta Sagkeion.
Una tras otra, las páginas del pequeño
catecismo que sujetaban las manos de Volog eran devoradas por sus ojos. Estaba
en una de las estancias de oficiales de la nave, de vez en cuando levantaba la
vista para recorrer con ella la habitación metálica someramente decorada con
algún ornamento. Él estaba sentado junto a la mesa central, sus brazos
descansaban sobre esta, a su lado una taza de cafeína aguada despedía vapor
poco a poco. A través de la puerta entreabierta pudo ver a Cinnamus junto a su
esposa Sitra, paseaban dados de la mano mientras charlaban sosegadamente. Tras
perderlos de vista pudo adivinar con quien se habían cruzado, el saludo del hirsuto
Gotar resonó por todo el pasillo. Pocos segundos después, pudo ver a este
cargando con varios montones de informes que ojeaba mientras andaba.
De vuelta al pequeño libro que leía, se permitió
reflexionar sobre él. Era una narración sobre varios Santos y Astartes
laureados de varias guerras tiránidas, tanto de sus gestas como de sus muertes.
Él los veía a todos ellos como adalides del Emperador, la clara muestra de la
superioridad del ser humano sobre la barbarie alienígena. Sin embargo hasta él
se daba cuenta de que el poder leer algo así era todo un privilegio, la mayoría
de la población del Imperio tenía vetado el acceso a semejantes temas. Ellos
los habían recibido gracias a su estatus de élite, su formación no podía compararse
con la de los Militatum Tempestus, pero les consentía ese pequeño lujo.
Volvió a intentar concentrarse en la lectura,
esta por lo menos era agradable, no era como los farragosos informes biológicos
y bélicos que habían tomado los demás. Rió al recordar la cara de Syrus cuando
vio las fotos de la vivisección de un termagante. En ese momento se dio cuenta
de qué el teniente estaba implicado con Zoroaster en la toma del destructor,
cerró el libro y lo guardó en uno de los bolsillos de su camisa. Acabó su taza
de un trago antes de salir de la sala. A estas alturas ya debían haber entrado
en la nave, fue a buscar un informe de la situación.
No pudo. Todas las alarmas comenzaron a
chillar, los comunicadores empezaron a bombardearlos con mensajes de alerta, la
propia nave se sacudió tras varios impactos
directos. Trastabilló, teniendo que apoyarse en la pared para no caerse,
respiró dos veces profundamente antes de salir corriendo hacia las salas de
reuniones. ¿Qué podía haber sido? ¿Acaso los herejes habían comenzado su
ofensiva? Era demasiado pronto, aún no tenían suficiente superioridad numérica
como para salir impunes y no quedar demasiado debilitados. Se cruzó con varios
soldados, con algunas honrosas excepciones todos mostraban cierto nerviosismo,
nadie sabían aún qué estaba pasando.
Se cruzó con Hulja, llevaba la coraza a medio
poner.
- ¿Qué ha ocurrido?
- No lo sé Mayor. Pero la nave ha sido
alcanzada por varios disparos. Los mandos de están congregando en la B1.
Una vez allí se encontraron con los capitanes
de las dos divisiones del regimiento, todos estaban de pie, presidian el centro
de la sala Arsacis, Seleuco, Warfet y Halls; Volog se acercó abriéndose paso
casi a codazos, Mitridates se apartó para hacerle un hueco junto a ellos.
Encima de la mesa había un montón de papeles, del centro surgían varios
hologramas que mostraban la situación de la batalla espacial que acababa de
comenzar. Sueleuco pidió silencio alzando los brazos, el pequeño revuelo que
formaban entre todos no tardó en desaparecer.
- Señores, el enemigo ha comenzado un ataque
en general sobre todo el frente. Numerosas naves han logrado sobrepasar el
perímetro defensivo.
- Nuestro flanco está seguro, la Lanza de
Hierro y el acorazado están abriendo fuego ahora mismo. -La puntualización de
Warfet interrumpió al Comisario, cosa que pareció no gustarle.
- Ya lo sabemos. Estamos de una pieza. ¿No? -La
nave volvió a estremecerse, otro disparo reflejado por los escudos.- Se ha
ordenado que todas las operaciones de recuperación de material arcaico se
retiren hacia nuestra posición.
- ¿La compañía de Zoroaster? -Seleuco volvió
a ser interrumpido de nuevo, esta vez por Volog, se apoyó sobre la mesa
para contestarle, mirando a todos lentamente mientras hablaba.
- Damiq y Saduga ya han vuelto. Hemos perdido
las comunicaciones con Zoroaster, lo último que nos llegó era que el enemigo
había comenzado a tomar el destructor. Estaban empezando a replegarse, no
sabemos nada más. Ahora mismo están en territorio hostil.
Hizo un gesto a Warfet, este asintió,
manipuló las imágenes que tenían delante para que pudiesen ver mejor las
posiciones cercanas al destructor. Una miríada de naves destartaladas pasaban a
su lado abriendo fuego con todas sus armas. Se dirigían al planeta. Todas
pasaban de largo salvo una, la cual había incrustado su morro en el lateral del
destructor. De fondo podían verse múltiples explosiones.
- Están entrado por la zona minada por la
flota del Caos. -Arsacis señaló con una mano enguantada.- También están pasando
de largo de los herejes. Esas naves y esa temeridad, no hay duda, son Orkos.
- ¿Qué vamos a hacer? -Volog parecía
furioso.- Tenemos hombres ahí afuera.
- De momento no podemos hacer nada por
Zoroaster y sus hombres, no hay grades probabilidades de que puedan abordarnos,
movilizaremos al regimiento para actuar en el planeta y ayudar a las FDP en lo
que podamos. Ya lo están pasando mal con el desembarco de tropas del Caos, la
llegada de los pielesverdes los superará. Hay que dar la talla hasta que vuelva
el Coronel.
- Pero…
- Ni peros, ni nada. -Volog miró a Arsacis
buscando ayuda, pero sabía que esta vez el Mayor estaba de lado del Comisario.-
Los magos no van a lanzar nuestras naves al corazón de una flota orka por una compañía.
Tienen que volver por ellos mismos. Ahora mismo están en las manos del
Emperador.
Transporte espacial. Navegando por la
disformidad. Rumbo al Sistema Sagkeion
Lambda.
Khur
divagaba mientras hacía flexiones en su camarote. La reunión no había ido mal
del todo. Más o menos contaba con haberle causado una buena impresión a varios
comandantes, entre ellos los de Sagkeion Lambda. Podría contar con una buena
colaboración de los Dragones Dorados y los Granaderos de Acero; los Coraceros
de Sagkeion eran otra cosa, el encontronazo con su jactancioso líder le daría
problemas en el futuro, no había sido una buena maniobra, ahora estaban
ayudando a la defensa de su planeta. Le sería muy fácil vengarse, para un
hombre como aquel, las ofensas en público no se perdonaban. Debía tener
cuidado. Dejó las flexiones para pasar a hacer dominadas.
Los
Cimeras Negras se habían mostrado bastante distantes, por lo menos hasta que se
enteraron del regalo que había hecho Enoch a otro capítulo de marines
espaciales. Después de varias tomas de contacto todo se había quedado en
promesas de sustento mutuo. Esos tribales astartes estarían muy ocupados
luchando contras los enemigos del Imperio como para mostrar interés en una
fuerza extranjera, pero por lo menos se habían dado a conocer ante ellos, lo
cual nunca estaba de más.
Con
las Hijas de Tramiha tan solo había intercambiando unos saludos cordiales. Le
divirtió la idea de haber traído a Volog con él, dada la religiosidad del mayor
las habría tratado a todas y cada una de ellas como a santas en vida. Paró un
momento para secarse el sudor del cuerpo con una toalla que era áspera hasta
para él. Continuó con la gimnasia. Al comenzar de nuevo se acordó de Dijnia,
esperaba que estuviera bien. La Lanza de Hierro podía rechazar un abordaje
enemigo, y no había que olvidar el acorazado que habían conquistado, su
avanzado armamento estaba casi al cien por ciento. En una de sus charlas con
Enoch se había enterado de que los progresos de los Magos en sus
investigaciones habían avanzado mucho.
Los
anteriores inquilinos de la nave habían llevado consigo todo lo suficiente como
mantener su tecnología de forma autónoma, al parecer sabían que nunca iban a
volver a su planeta de origen. Su hallazgo no era tan importante como el de una
PCE, pero poco le tenía que envidiar. Los restos de tecnología imperial en la
propia nave mostraban una estrecha colaboración con el Mechanicus, lo que
facilitaría las cosas a la hora de enviar a Marte el sinfín de datos que se
obtendrían de su investigación. Y ya de paso, replicarla. Era el precio mínimo
que pedirían los dirigentes de Cuprus. Catafractaia se enriquecería aún más,
pudiendo engrosar sus ya de por sí potentes rutas comerciales.
Dejó
de conjeturar, eso eran planes de futuro en los que él poco tenía que decidir. El
era un soldado, no un gobernante. Se pasaría su vida entera combatiendo en los
ejércitos imperiales. Dejó de hacer dominadas y pasó a hacer series de
abdominales. Esperaba que la nave no se retrasara mucho, tenía ganas de llegar
a Sagkeion Lamba para ver cómo estaba la situación. Había dejado órdenes de
reaccionar ante cualquier envite de las fuerzas del caos, la batalla estaba en
un punto demasiado delicado como para esperarse que todo estuviera como lo
había dejado.
Acabó
la serie de ejercicios, fue a asearse. El problema no era cómo había dejado las
cosas, sino cómo estarían a su vuelta.
Sistema Sagkeion Lamba. Grupo de Asalto. Destructor
abandonado.
Zoroaster
esquivó a duras penas el enorme machete con el que el orko había intentado
partirlo en dos. La herrumbrosa hoja se incrustó en la pared del pasillo en el
que combatían a muerte. Como réplica introdujo la punta de su espada sierra en
el desprotegido hueco del cuello entre la barbilla y el pecho. Un chorretón de
sangre acompañado por trozos de lo que parecía una tráquea salpicó el techo al
desplomarse el enorme corpachón del pielverde. El capitán se lanzó hacia atrás
sin mirar si su enemigo había muerto del todo, cayó al suelo sobre el cuerpo de
un enemigo muerto tras tropezarse con la enorme pistola que este aún sujetaba
con una de sus manos. Aunque el golpe le
dolió, lo acabó agradeciendo, pues los soldados que estaban detrás de él
abrieron fuego sobre otros dos orkos que corrían hacia ellos. Ambos fueron
derribados por sus ráfagas de láser.
Luther
le ayudó a levantarse. Mientras lo hacía, pudo oír ruidos de lucha, disparos,
gritos y bramidos. Sonaban por toda la nave. Orkos. Lo que faltaba. Ya llevaban
casi una hora de combates frenéticos. Se acercó a Farhad, operario de
comunicaciones, este miraba hacia el final del pasillo mientras apuntaba con su
pistola láser, tomó de su equipo un transmisor, sintonizó a Syrus. El ruido de
estática lo interrumpía tanto que casi tenía que gritar, lo cual chocaba con su
temperamento frío.
-
¡Syrus! Aquí el Capitán. ¿Cómo va el perímetro?
-
¿Señor? Los pielesverdes lo han sobrepasado en vario puntos. ¡Están tomando la
nave! -De fondo se escuchaba el constante silbar del láser.
-
¡Contenerlos! Nosotros seguimos avanzando.
-
Pero señor… ¡Delshad! ¡Vuélale la cabeza a ese bastardo! -Un inhumano grito de
dolor llenó el fondo de la transmisión.- No es un ataque aislado. Están
entrando en tropel. ¡Debemos retirarnos!
-
No, me niego, no volveremos a decepcionar al Mayor. Vamos a conquistar esta
nave. Reducirlos, nos dividiremos y nos atrincheraremos.
-
Siento interrumpir. -Luther había entrado en la conversación con su monótona
voz.- Pero me han comunicado que toda una horda orka está entrando en el
sistema. Aquí han entrado una mínima parte de sus fuerzas.
-Podremos
con ellos.
-
Divididos no. Hay que volver a las posiciones del Teniente. -Este comentario
fue acompañado por el inicio de un tiroteo en varios pasillos cercanos.
Zoroaster se mantuvo en silencio durante varios segundos eternos.
-
Bien. Que así sea. Pero por el Emperador que nos vamos a llevar esta nave.
Farhad, retransmite a todos los hombres que se replieguen hacia el perímetro
defensivo de Syrus.
Comenzaron
a retroceder el camino andado. Tuvieron que dejar atrás a los muertos, los
heridos fueron trasladados hacia el centro de la dispersa formación. Algunos
moribundos decidieron quedarse atrás, dieron a sus compañeros sus rifles láser
y la munición. Se quedaron solo con los Mk Sariss, era una buena arma con la
que morir luchando. Zoroaster, junto con Critio y Luther no tardó en ponerse a
la cabeza de sus hombres. Había sido fácil llegar hasta allí cuando lo más
peligroso eran los restos mohosos de corsarios espaciales, pero ahora los orkos
surgían desde todas las direcciones vociferando y repartiendo muerte. Sus
hombres fueron ocupando varios corredores laterales al que ellos seguían. Así
formaban un perímetro de seguridad. La estrategia no tardó en hacer efecto. En
el momento que uno de los grupos de soldados quedaba atascado al encontrarse
con los pieslesverdes, el resto se redirigía para ayudarle flanqueando al
enemigo.
Los
hombres gastaban un cargador detrás de otro para agujerear a aquellos
monstruos. El armamento orko era destartalado, pero eso no impedía que fuese
útil. Las balas pequeñas podían ser dolorosamente repelidas por las armaduras
de caparazón, pero las de mayor calibre lograban atravesar las capas de placas
de ceramita, y después de la armadura iban tanto la carne como el hueso. Lo
peor eran las melés. Las brutales armas de cuerpo a cuerpo de los orkos les
daban una ventaja atroz. Los hombres eran desmembrados con enormes hachas de
hierro que apenas estaban afiladas. Los lanzallamas hacían bien su trabajo,
pero no solo eran usados por los hombres de Zoroaster, algunos pasillos se
convirtieron en verdaderos infiernos de acero fundido.
Critio
luchaba con valentía poniéndose el primero a la hora de cargar contra las
posiciones orkas. Su espada sierra le había salpicado entero de la oscura
sangre de sus enemigos, al igual que Zoroaser tenía que apartarse el pegajoso
líquido de los cristales de la máscara. Ahora sí que tenía un semblante
terrorífico de verdad. Se movía con tanta precisión como coraje, combinando
potentes mandobles de su espada con precisos tiros a quemarropa. Luther tenía
que agitar de vez en cuando el recalentado cañón de su pistola infierno; usaba
su hacha dentada tanto para romper cráneos orkos como para abrir puertas con
las que atajar camino. Los otros grupos de soldados se veían obligados a dejar
esa tarea a los hombres que llevaban rifles o granadas de fusión.
No
faltaba mucho para enlazar con Syrus, el suelo estaba recubierto de cadáveres.
Los grupos de los pasillos laterales comenzaron a reunirse con el principal,
engrosándolo a la vez que lo ayudaban a defender sus propios flancos. El
corredor estaba lleno de pielesverdes que se empujaban con nerviosismo unos a
otros, delante de ellos un enorme meganoble avanzaba lentamente hacia las
posiciones de los savaranos. Sus enormes ametralladoras saturaban el espacio
haciendo que los soldados tuvieran que buscar cobertura sin poder casi
responder al fuego. Zoroaster no dudó ni
un instante, se apretujó entre sus hombres, los cuales formaron un compactado
muro y se lanzaron hacia delante con las bayonetas caladas.
Los
orkos no se dieron cuenta de lo que se los echaba encima hasta que recibieron
las primeras descargas de rayos láser. Estas destriparon a los xenos, partieron
espinazos y abrasaron extremidades. Esa era la furia de la Guardia Imperial.
Muy pocos pudieron contraatacar, menos causar bajas a los savaranos. El
meganoble se volvió apuntando con sus armas, recibiendo impávido la tormenta de
fuego desplegada por los humanos. No tuvo mucho tiempo para disparar, los hombres desplegaron una línea de rifles de
plasma que licuó vivo al orko dentro de su invencible armadura.
Poco
a poco fueron entrando, los soldados de la retaguardia disparando a discreción
desde la cadera a los grupos de brutos que les perseguían rebanadora en mano.
Zoroaster no tardó en encontrarse con Syrus, estaba dirigiendo su maltrecho
perímetro defensivo. Tenía parte de la máscara rota de un golpe, la había
soldado a duras penas con un espray de resina sintética. Los cristales estaban
ensangrentados desde dentro.
-
¡Señor! Los contenemos, pero cada vez llegan más. ¿Qué vamos a hacer? -Justo
cuando hacía esta pregunta Critio se acercaba dando ánimos a los hombres.
-
Huiremos… -Muchos se giraron asombrados.- Pero hacia
delante.
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