domingo, 18 de mayo de 2014

Custodios del Tridente XIII: Visión [Relato]

VISIÓN

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente. En órbita sobre el planeta Gurbin--



Ghuno volvió a rozar con sus dedos la cicatriz de su rostro. Los apotecarios le habían dicho que había tenido suerte, pues tal y como estaba la herida cuando lo trataron apenas habían podido unir ambos lados, incluso estuvieron a punto de echar mano de un injerto, sin embargo lo descartaron en aras de la velocidad. No era aquél feo tajo en su cara lo que lo había dejado a sólo un paso de reunirse con Dorn, no, aquel honor lo tenía la enorme herida que casi lo había abierto en canal. Pero él odiaba aquella cicatriz de su mejilla. Al principio no le había importado demasiado, el dolor por la pérdida de sus compañeros y, sobre todo, del sargento Agufer, le había llevado a encerrarse sólo en su cubículo en cuanto despertó del coma en el que se había sumergido. Ahora, apenas cuarenta días después, no podía evitar sentir cómo lo miraban sus hermanos. Sabía que todos lo hacían con reverencia, pues su cicatriz era el más fiel testimonio de su celo ante el enemigo, pero él se había acostumbrado a ser uno más, a pasar desapercibido, y aquella línea zigzagueante que recorría la parte izquierda de su rostro desde el pómulo hasta el labio superior, no ayudaba ahora en nada.

Suspiró y se dijo que estaba siendo un estúpido, no era la cicatriz lo que hacía que sus hermanos lo trataran de otra manera, era su forma de ser. Había cambiado, y por mucho que quisiera su antiguo yo no iba a regresar. Ahora notaba un peso sobre sus hombros que era incapaz de alejar, la responsabilidad. Ni siquiera sabía cómo había estado tan ciego antes, obedeciendo sin más, con la simple idea de realizar la misión que le asignaran y punto. Ahora lo veía todo desde otra perspectiva, no era tan sencillo, obedecer era necesario, pero también era importante tener visión, darse cuenta de que cada acción, cada movimiento, podía cambiarlo todo. Sabía que varios de sus hermanos eran capaces de eso, y todos eran líderes o estaban llamados a serlo. Visión tenía el Gran Puño, o el Bibliotecario Contoa, incluso Agufer la tenía. Pero, la mayoría de sus hermanos no pensaban en ello, simplemente eran marines espaciales, y eso era lo que importaba. La Quinta estaba acostumbrada a realizar misiones en equipos de combate autónomos, por lo que cualquier Tridente podía ponerse al mando en un momento determinado, él mismo había actuado como líder en un par de ocasiones desde que había dejado de ser neófito. Pero, tener visión no significaba necesariamente ser líder o convertirse en uno. No, uno podía liderar bajo la premisa de alcanzar los objetivos, y no ir más allá.

Pero tener visión..., tener visión significaba ser consciente de las posibilidades, las consecuencias y las decisiones no sólo de uno mismo y los suyos, sino del enemigo, de los aliados y... de lo que incluso no estaba ahí. No era sólo adaptarse a lo que apareciese, era adaptarse a esa misma adaptación, y adaptarse también a la adaptación a su vez del enemigo que se adaptara a su vez a... Era complicado, al fin y al cabo, y su mente ahora no podía trabajar de otra manera. Estando en coma había revivido multitud de combates pasados y no habia podido evitar formular nuevas salidas a las situaciones que ya habían pasado. Cuando por fin había "despertado" ya no era él mismo, o mejor decir que había evolucionado. Estos últimos cuarenta días había deseado más de una vez volver a ser el que era, no pensar, no decidir, no... Pero no era posible, las circunstancias lo habían superado.

Miró su casco sobre el arcón. No era el de Agufer, no lo hubiera aceptado, pero era casi idéntico a aquél. El color rojo sangre que lo marcaba como sargento destacaba sobre el sobrio metalizado de todo lo que había en el cubículo y de los colores del resto de piezas de su servoarmadura, el marrón y el amarillo. Por supuesto había tratado de rechazar semejante honor cuando tan sólo seis días antes el capitán en persona le había ido a buscar a su cubículo. Nunca se le había ocurrido pensar en que podría llegar a ser sargento, pero había sido una "votación justa" de su escuadra tras perder a Agufer. ¿Una votación justa?, sólo habían sobrevivido cuatro miembros de la Nubes de Humo y, tras la destrucción de la Pájaro Negro, sus tres hermanos habían sido asignados como apoyo a otra escuadra; cuando él se recuperó se unió a ellos en la misión que el Gran Puño había decretado para la Quinta, abordar naves Preherejía para saber si aquella mutación genética de seres oscuros se había desarrollado en otras naves. Cuarenta días había pasado realizando esa tarea hasta que llegó la transmisión que invitaba al capítulo a participar en una reunión de Alto Mando. Entonces las cosas debían cambiar. Su escuadra debía volver a ser independiente, debían buscarse nuevos miembros y, sobre todo, un nuevo sargento.

Tres votos contra uno lo habían señalado como nuevo líder de escuadra. Sus tres hermanos no lo habían dudado. No podía reprochárselo incluso aunque él no creyera ser merecedor del puesto. Sin darse cuenta, ya reestablecido, había liderado a sus hermanos como algo natural, y ellos lo habían aceptado así sin problemas, era evidente que él había cambiado, ahora era un líder. En sus seis días de sargento había buscado nuevos miembros entre los hermanos que aún pertenecían a compañías de reserva pero que solían acompañar a la Quinta precisamente por las altas pérdidas de ésta, incluso había decidido que uno de los exploradores formara parte como Tridente ya de pleno derecho de la Nubes de Humo. Ahora volvían a ser diez y tenían un sargento.

Se levantó del camastro y cogió la espada de energía que estaba apoyada en la pared. Había pertenecido a Agufer, no había podido rechazarla, demasiado valiosa para la escuadra como para hacerlo. También se había quedado con la pistola bólter, aunque se sentía extraño sin su bólter en las manos. Su espada corta era lo único de su antiguo equipo que echaría realmente en falta, la había reemplazado por otra de buena factura que le habían dado en la armería, pero no era lo mismo, aunque sonara extraño estaba demasiado bien equilibrada, y él estaba acostumbrado a compensar el pequeño defecto en el peso de su antigua arma.

Sacó un paño aceitado y una piedra de amolar e inició el rítmico proceso de afilar y lustrar la espada de energía. Poco después unos suaves golpes en la puerta detuvieron su concentración.

- Pase.

El capellán Requiel, con su servoarmadura color carbón y su casco en forma de calavera de blanco níveo, penetró en la estancia sin apenas hacer ruido. Se situó a dos pasos de Ghuno y lo miró.

- Hermano.

Ghuno dejó lo que estaba haciendo y se puso en pie. Llevaba puesta la sencilla túnica de hilo de los momentos de asueto y se sintió algo inseguro bajo la severa mirada del capellán.

- Hermano, ¿qué puedo hacer por ti?

          *          *         *


- ¿Estas seguro?

- Sí, debemos participar en esa reunión amigo mío.

- No me refiero a eso Gran Puño.

- Entonces ¿a qué te refieres Bibliotecario? - Asirus dijo la última palabra con cierto rintintín.

- Dividir nuestra flota ¿es buena idea?

- La Nudus Pugio debe hacer acto de presencia en el Sistema Belerin, nuestros aliados deben ser conscientes de nuestro compromiso.

- Pero, ¿por qué no llevar todas las naves?

- ¿Y dejar atrás al Sistema Dolnúdaca?

- No he dicho eso, volveremos.

- Eso no podemos saberlo con certeza Contoa.

- De acuerdo, pero la flota es pequeña.

- Relativamente pequeña, sabes que es suficiente, además, serán sólo tres naves las que permanezcan aquí.

- Y una de ellas es el Crucero Ligero.

- Por supuesto, es veloz y podrá realizar funciones diversas.

- Si quieres mi consejo...

- Sabes que sí, habla.

- No dejes aquí el Audax Fucus, elige a una de las fragatas.

- ¿Por qué?

- Llámalo intuición si quieres, pero el Audax Fucus será determinante en otro lugar, pero no aquí.

- Necesitarán su potencia de fuego en este sistema.

- Si no volvemos.

- Si no volvemos, sí.

- Creo que las flotas aliadas podrán enfrentarse a lo que tengan delante.

- De acuerdo, pongamos que dejamos aquí sólo una fragata y dos destructores, ¿qué pueden hacer?

- No son las naves las que podrán hacer algo aquí, serán los guerreros.

Asirus suspiró, Contoa no era el único que le había recomendado no dejar el crucero ligero lejos del grueso de la Quinta. Durante un momento pensó seguir con la discusión, pero sabía que sería inútil, para él el tema de las naves seguía siendo un tema del que prefería no ocuparse demasiado, lo suyo era el campo de batalla, preferiblemente con tierra bajo los pies.

- Está bien, serán una fragata y dos destructores. En cuanto todo esté dispuesto nos dirigiremos al Sistema Belerin.

- No estoy muy seguro de la reunión.

Asirus se sentó en el asiento de su cubículo lentamente. La reunión era el tema que realmente quería tratar con el Bibliotecario.

- Yo tampoco, sabes que nuestro capítulo no ha tenido apenas contacto con este subsector. Y, sin embargo, hay rumores que no me agradan.

- La relajación es un mal que campa a sus anchas por todo el Imperio de la Humanidad.

- Si te escuchara Requiel se enfadaría, Contoa.

- Pero es cierto. Se ha tardado demasiado en que las comunicaciones sean estables, y por lo poco que he hablado con el teniente Lenden la situación de poder es como poco laxa.

- ¿Laxa?, más bien yo hablaría de renegados, traidores.

- Lo descubriremos en la reunión.

- Eso espero, al menos se pondrán las cartas sobre la mesa.

- No todas serán reveladas.

- ¿Crees que no lo sé?, pero no importa, sólo quiero ver la cara de nuestros "aliados".

- Yo podría serte útil en ese aspecto.

- No, tú no asistirás, no buscamos diplomacia, aún no.

- Puede ser un error.

- Lo asumiré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario