Asirus estaba pletórico, se encontraba en medio de un combate que no parecía tener fin, vistiendo su antigua armadura táctica dreadnought y rodeado de hermanos de la Primera. Como capitán tenía pocas oportunidades como aquella, un pequeño grupo de ataque en una lucha a vida o muerte con multitud de enemigos, y encima xenos. Eso era lo mejor, odiaba a los alienígenas, desde mucho antes de entrar en el capítulo había tenido encuentros con seres no humanos. Mientras destrozaba genestealers con su puño de combate y les abría agujeros del tamaño de un fruto de Canamda con el bólter de asalto, se permitió recordar la primera vez que había visto un xenos.
Harían ya... ¡por Dorn! demasiado tiempo, ¿tres siglos? Posiblemente tuviera nueve o diez años, recordaba que había salido con su padre a recoger la última cosecha de la temporada, poco antes de que empezara el invierno de Nusci. En su modesta casa no había aparatos de teleholovisión ni de radio, por lo que no se habían enterado de que el Sistema entero estaba bajo ataque. Lo primero que vieron fue como el cielo se plagaba de objetos persiguiéndose entre sí, al instante uno de ellos cayó hasta estrellarse a un centenar de metros de donde su padre y él lo observaban atónitos. De los restos sólo salió un superviviente, un enorme monstruo verde que en cuanto los vio corrió hacia ellos. Su padre trató de detener a la bestia mientras le gritaba que se pusiera a salvo, pero no tenían nada que hacer...
Detuvo con un rugido las afiladas garras de un genestealer. Los recuerdos le enfurecieron, hundió el tórax del tiránido de un puñetazo derribándolo, luego le aplastó la cabeza de un pisotón. Cargó pesadamente contra un puñado de aquellos xenos utilizando su ira para lanzar golpes a diestro y siniestro. Dos, tres, hasta cuatro cayeron derribados bajo su alocado ataque, pero eran demasiados. La escuadra Caparazones de Tierra pronto estuvo a su alrededor, eran veteranos de la Primera, guerreros experimentados y resistentes. Había luchado junto a ellos en varias ocasiones, él mismo había pertenecido a la Primera antes de ser capitán, y ya entonces la escuadra tenía renombre. Habían decidido viajar con la Quinta cuando ésta regresó de su batalla en Colcheru, por lo que era seguro que estaban deseando de entrar en acción al no haber participado en aquél combate. No se había equivocado, había perdido ya la cuenta de los enemigos que habían abatido formando su guardia personal en aquella misión en la Pájaro Negro; sabía que era un líder impaciente y exigente, poco inclinado a pararse a reflexionar o planificar líneas de acción complejas, algo que Contoa desaprobaba siempre que podía, pero ellos habían estado a la altura, no se habían quejado de sus cargas en solitario, una y otra vez acababan acudiendo a su encuentro cuando lo empezaban a rodear los genestealers, comenzando entonces una metódica eliminación de los enemigos.
Harían ya... ¡por Dorn! demasiado tiempo, ¿tres siglos? Posiblemente tuviera nueve o diez años, recordaba que había salido con su padre a recoger la última cosecha de la temporada, poco antes de que empezara el invierno de Nusci. En su modesta casa no había aparatos de teleholovisión ni de radio, por lo que no se habían enterado de que el Sistema entero estaba bajo ataque. Lo primero que vieron fue como el cielo se plagaba de objetos persiguiéndose entre sí, al instante uno de ellos cayó hasta estrellarse a un centenar de metros de donde su padre y él lo observaban atónitos. De los restos sólo salió un superviviente, un enorme monstruo verde que en cuanto los vio corrió hacia ellos. Su padre trató de detener a la bestia mientras le gritaba que se pusiera a salvo, pero no tenían nada que hacer...
Detuvo con un rugido las afiladas garras de un genestealer. Los recuerdos le enfurecieron, hundió el tórax del tiránido de un puñetazo derribándolo, luego le aplastó la cabeza de un pisotón. Cargó pesadamente contra un puñado de aquellos xenos utilizando su ira para lanzar golpes a diestro y siniestro. Dos, tres, hasta cuatro cayeron derribados bajo su alocado ataque, pero eran demasiados. La escuadra Caparazones de Tierra pronto estuvo a su alrededor, eran veteranos de la Primera, guerreros experimentados y resistentes. Había luchado junto a ellos en varias ocasiones, él mismo había pertenecido a la Primera antes de ser capitán, y ya entonces la escuadra tenía renombre. Habían decidido viajar con la Quinta cuando ésta regresó de su batalla en Colcheru, por lo que era seguro que estaban deseando de entrar en acción al no haber participado en aquél combate. No se había equivocado, había perdido ya la cuenta de los enemigos que habían abatido formando su guardia personal en aquella misión en la Pájaro Negro; sabía que era un líder impaciente y exigente, poco inclinado a pararse a reflexionar o planificar líneas de acción complejas, algo que Contoa desaprobaba siempre que podía, pero ellos habían estado a la altura, no se habían quejado de sus cargas en solitario, una y otra vez acababan acudiendo a su encuentro cuando lo empezaban a rodear los genestealers, comenzando entonces una metódica eliminación de los enemigos.
Habían soportado ya tres oleadas tiránidas, y el ataque de un puñado de seres oscuros que, sorprendentemente, hacían retroceder a los genestealers. Asirus no era un especialista en xenos, pero sospechaba que aquellas cosas eran mutaciones genéticas que debían alterar de algún modo a los tiránidos, quizás a raíz de algún enlace sináptico que los enfermara o les resultara insoportable. Tal vez debería haber dejado venir al Bibliotecario, para que estudiara todo aquello, sin embargo estaban en medio de una guerra multisistema, no pensaba dejar a la Quinta estática, pegada a una nave Preherejía mientras perecían miles de seres humanos. Esperaba que Tolomu y los suyos hubieran dado con la Nubes de Humo, deberían salir de allí cuanto antes, por mucho que él siguiera con tantas ganas de continuar una lucha indefinida.
De pronto todos los genestealers empezaron a retroceder y abandonar la sala donde habían emboscado momentos antes al Capitán y los Exterminadores. Asirus ordenó mantener la posición, estaba claro que debían ser seres oscuros los que se acercaban, colocó el último cargador en el bólter de asalto y se deshizo con un brusco gesto de la mayor parte de los fluidos viscosos que bañaban su puño de combate. Sus hermanos también se prepararon, Funlo amartilló con un chasquido el cañón de asalto, apretando el gatillo en cuanto varios monstruos veloces se abalanzaron sobre la formación. El exterminador realizó un movimiento en abanico que acribilló a tres o cuatro de aquellas cosas antes de que los demás descargaran sus bólteres de asalto sobre las demás.
El sargento Guelhio atravesó con su espada de energía el vientre del primer ser que logró acercarse lo suficiente, mientras Asirus le destrozaba la cabeza a balazos. En poco tiempo cada Tridente estaba sumido en un combate personal con uno o más de aquellos veloces monstruos viscosos. Las armaduras tácticas dreadnught eran resistentes por lo que hasta el momento ninguno de los exterminadores había sufrido una herida grave, sin embargo, aquella protección extra hacía que los astartes fueran más lentos, y ante un enemigo tan rápido cada guerrero se mostraba ofuscado por no poder acabar con las bestias velozmente.
Uno de los seres se quedó abrazado a Asirus, tratando de atacar su casco lanzando dentelladas. El Capitán simplemente lo agarró de la cabeza con el puño de combate y apretó. El monstruo era gelatinoso, pero llegó un momento en que su estructura cedió, creándose una nube viscosa con la explosión de la cabeza. Inmediatamente golpeó salvajemente a otro con el cañón del arma que trataba de alcanzarle en la pierna derecha. El golpe lanzó al ser hacia la pared, y antes de que se recuperara le disparó una ráfaga de proyectiles bólter.
Se tomó un momento para localizar a sus hermanos. Seguían todos en pie, luchando contra varios enemigos a la vez. Era posible que fueran saturados en algún momento, pues eran pocos los seres oscuros que caían. Eran demasiado veloces, pero somos Tridentes, se dijo, acabarán cayendo. Un par de monstruos lo atacaron en aquél momento y Asirus volvió con un grito de júbilo al combate.
De pronto todos los genestealers empezaron a retroceder y abandonar la sala donde habían emboscado momentos antes al Capitán y los Exterminadores. Asirus ordenó mantener la posición, estaba claro que debían ser seres oscuros los que se acercaban, colocó el último cargador en el bólter de asalto y se deshizo con un brusco gesto de la mayor parte de los fluidos viscosos que bañaban su puño de combate. Sus hermanos también se prepararon, Funlo amartilló con un chasquido el cañón de asalto, apretando el gatillo en cuanto varios monstruos veloces se abalanzaron sobre la formación. El exterminador realizó un movimiento en abanico que acribilló a tres o cuatro de aquellas cosas antes de que los demás descargaran sus bólteres de asalto sobre las demás.
El sargento Guelhio atravesó con su espada de energía el vientre del primer ser que logró acercarse lo suficiente, mientras Asirus le destrozaba la cabeza a balazos. En poco tiempo cada Tridente estaba sumido en un combate personal con uno o más de aquellos veloces monstruos viscosos. Las armaduras tácticas dreadnught eran resistentes por lo que hasta el momento ninguno de los exterminadores había sufrido una herida grave, sin embargo, aquella protección extra hacía que los astartes fueran más lentos, y ante un enemigo tan rápido cada guerrero se mostraba ofuscado por no poder acabar con las bestias velozmente.
Uno de los seres se quedó abrazado a Asirus, tratando de atacar su casco lanzando dentelladas. El Capitán simplemente lo agarró de la cabeza con el puño de combate y apretó. El monstruo era gelatinoso, pero llegó un momento en que su estructura cedió, creándose una nube viscosa con la explosión de la cabeza. Inmediatamente golpeó salvajemente a otro con el cañón del arma que trataba de alcanzarle en la pierna derecha. El golpe lanzó al ser hacia la pared, y antes de que se recuperara le disparó una ráfaga de proyectiles bólter.
Se tomó un momento para localizar a sus hermanos. Seguían todos en pie, luchando contra varios enemigos a la vez. Era posible que fueran saturados en algún momento, pues eran pocos los seres oscuros que caían. Eran demasiado veloces, pero somos Tridentes, se dijo, acabarán cayendo. Un par de monstruos lo atacaron en aquél momento y Asirus volvió con un grito de júbilo al combate.
(Las imágenes son alteraciones y re-coloreados de imágenes obtenidas a partir de la web bolterandchainsword.com)
¡Oh, Dios mío! ¡Una actualización! :OOOOOO
ResponderEliminarTengo que ponerme yo a trabajar también. xD