Espacio del Sistema Sagkeion Lambda.
Cerca
del planeta Sagkeion.
“Torbellino de acero” era una buena forma con
la que resumir lo que estaba ocurriendo en el espacio cercado a Sagkeion Lambda.
La flota de naves antiguas había hecho saltar todas las alarmas, pero antes de
que las naves de la Flota Imperial comenzasen a movilizarse habían llegado las
del caos, y eso había provocado que cundiera el desorden.
Las baterías de plasma y las torretas laser
de ambos bandos comenzaron a escupir muerte. Los escuadrones de cazas surgieron
de sus lanzaderas como furiosos enjambres. Las plataformas y las minas de
defensa orbital comenzaron a hacer su trabajo como no lo habían hecho en mucho
tiempo.
Las naves imperiales mantuvieron la posición
hasta que para responder mejor al fuego enemigo se habían lanzado hacia delante
en un asalto desordenado, mezclándose con las naves pre-herejía impactando
impetuosamente en las formaciones de las caóticas. Las bajas fueron fuertes,
aunque se pudo evitar que fueran catastróficas gracias a una esforzada maniobra
de repliegue contestada por los cruceros del caos que rápidamente comenzaron
una ofensiva en toda regla.
El Puñal Férreo, un crucero pesado de los
pocos que se habían conservado en la retaguardia, apoyaba al resto de naves con
sus cañones Nova de largo alcance. Delante de él se podía apreciar un sinfín de
explosiones y disparos cruzados. Aunque sus comunicaciones estaban igual de
saturadas que las de los demás, fue de los pocos que pudo permitirse el lujo de
leer el mensaje que llegaba desde la disformidad. Sorprendidos, sus astrópatas
se dispusieron a reenviarlo al resto de la flota.
“Aquí la Lanza de Hierro, nave de exploración
del Adeptus Mechanicus. Hemos recibido sus peticiones de ayuda y nos disponemos
a entrar en su espacio. Prepárense.”
Una
nueva abertura en el tejido del espacio anunció a los recién llegados. Con casi
once kilómetros de largo y tres en su parte más ancha, la Lanza de Hierro asombró
a todos aquellos que le vieron entrar en escena. Al mismo tiempo que activaba
sus escudos de energía, el gigantesco leviatán rojo del Mechanicus se encaró
lentamente a la batalla espacial que se daba cerca del planeta. Su llegada hizo
que el grueso de las fuerzas herejes cerrara filas en el flanco derecho de la
batalla, no les interesaba exponerse demasiado, seguían contando con la ventaja
del número, pero sabían el potencial de una nave de esa clase.
Aún
estaba algo lejos de la acción, pero con sus motores a plena potencia la Lanza
de Hierro se dirigió hacia el combate disparando sus lanzas dorsales, haciendo
explotar varios destructores enemigos.
Hangar de tropas E-15.
Un
revuelo de voces resonaba en el alto techo de la ciclópea sala en la que los
savaranos esperaban. Pelotones de soldados marchaban con su equipo hacia sus
puestos asignados, otros portaban cajas con material para abastecerse, el resto,
ya preparado, esperaba de pies configurando su orden de batalla. Grupos de
civiles se mezclaban con los soldados intentando no estorbar, pues estos eran
sus amigos y familiares.
Khur
Frates atravesaba la sala a paso ligero vadeando las formaciones de ajetreados
soldados que le saludaban de forma marcial. Faltaba poco para dejar atrás la
división del mayor Arsacis, pudo ver al capitán Mitrídates hablando
animadamente con sus hombres mientras acompaña al mayor en una última revista de las armas. El capitán Gotar se atusaba su
espesa barba mientras observaba como cada soldado de su compañía cogía munición
de un carrito de metal automático.
Tras
saludar con la mano al teniente Hulja y al sargento Kilin, llegó a las
formaciones de la segunda división de su regimiento. El mayor Volog estaba a la
cabeza de esta, pudo verle asistiendo a un sacerdote que estaba bendiciendo a
todos los soldados con los que se cruzaba. El capitán Cinnamus hablaba
tranquilamente con varios civiles entre los que se encontraba su esposa Sitra.
El sargento primero Vardad se ejercitaba con su vieja espada sierra para
deleite de los hombres de su sección. El sargento Zuleika, una de las pocas
mujeres de Catafractaria que los acompañaba y no era civil, hacía que el
visioingeniero Luther revisara su rifle laser por enésima vez.
Le
llevó un buen rato llegar al final de la sala, allí había una escalera que conducía a una pequeña plataforma en la que le esperaban Enoch y Seleuco. En el
centro de esta una mesa mostraba un enorme holograma con la disposición de la
batalla hacia la que se dirigía la Lanza de Hierro. A sabiendas de que cientos
de ojos observaban como subía aquellos pequeños escalones de metal, levantó su
brazo derecho con la mano extendida, pasando a cerrar el puño con fuerza. Esa
era la señal, todos los civiles salieron rápidamente de la sala tras despedirse
de sus seres queridos y todos los soldados del regimiento se dispusieron a
formar, listos para recibir órdenes. Mientras se hacía el silencio, el coronel
se encaró a los dos individuos que le acompañaban. Se dirigió a Enoch.
-
¿Qué órdenes hay de arriba?
-
Los Magos han decretado que vamos a tomar la iniciativa de la batalla, nuestra
nave apoyará a la flota imperial en el flanco izquierdo, desde ahí haremos
retroceder a la flota de herejes, es la parte en la que están haciendo menos
presión.
- ¿Y
eso no tiene nada que ver con esas enormes naves? - Khur señaló en el holograma
la parte dónde intervendría el Lanza de Hierro, en ella se podía ver cómo las
naves imperiales y las caóticas luchaban alrededor de varias naves pre-herejía
de gran tamaño.
-
Ahí es dónde entran ustedes, tomarán las dos naves principales de la
agrupación, por suerte, nuestra nave se dispondrá entre ambas durante la lucha
y mantendrá allí la posición mientras nuestros aliados retoman la
iniciativa.
Con
un gesto de una de sus manos mecánicas, el visioingeniero jefe hizo salir de sus dedos unos apéndices
alargados que tocaron varios botones de la mesa, modificando el holograma para
que las dos naves citadas se apartaran del mapa y se pudieran ver en grande, al
mismo tiempo de estos surgían pequeños hilos en los que aparecían notas con la
poca información que habían obtenido a primera vista. La primera parecía un
acorazado, de gran tamaño, aunque era más esbelto que los tipos conocidos, como
los Apocalipsis o los Victoria, y su decoración no era del todo imperial, lo
que denotaba una antigüedad tremenda. La segunda era mucho más pequeña que la
anterior, probablemente un gran crucero de tiempos de la Gran Cruzada,
diferenciándose de todas las demás por el monumental cañón que tenía incrustado
en un lateral de su estructura, el cual debía ser del Mechanicus, aunque de
una manufactura extraña y antigua.
-
Nuestros hombres no están aquí para ocupar naves mohosas y llenas de trastos. -
Después de decir esto el gran comisario se apartó el cigarrillo de la boca,
esperando una respuesta.
- No
estarán solos ahí, las fuerzas de la guardia imperial locales han lanzado
varios asaltos a la grande, y han sido repelidos brutalmente por una plaga
xeno, posiblemente genestealers.
- Mierda…
¿Y la otra?
- Al
parecer está siendo ocupada por los herejes. Deben querer apoderarse de ella
por su considerable armamento. ¿Sugerencias?
- Orientaremos
una división a cada nave. - El coronel intervino con decisión en la
conversación.- Comisario, usted y el mayor Volog asaltarán el crucero con
varias compañías, avise al Mayor sobre la importancia de la nave, no queremos
que se le valla la mano cuando se ponga a exterminar a esos traidores; Enoch,
varias divisiones bajo el mando del Mayor Arsacis y yo asaltaremos el
acorazado. - Miró al visioingeniero.- No quiero perder hombres a lo tonto, acabaremos con todos los enemigos que nos encontremos, pero después tus
juguetes harán una limpieza exhausta. Nada de sorpresas.
-
Entendido coronel, la Legio Cibernética acabará con cualquier cosa que
sobreviva a sus guardias imperiales.
-
Bien. Seleuco, comunica las órdenes a los hombres y que se hagan todos los
preparativos. Que el resto de compañías se mantengan alerta y en la reserva.
-
Así se hará.
Espacio del Sistema Sagkeion Lambda. Batalla espacial en torno al planeta Sagkeion.
La Lanza de Hierro atravesaba las formaciones
enemigas abatiéndolas con sus lanzas delanteras y sus baterías de estribor,
dejando un rastro de naves destruidas que explotaban en el frío vacio espacial.
Sus escudos aguantaban bien, descargas de plasma y láser se estrellaban contra
ellos dando origen a fuertes relámpagos de energía refulgente. Las naves de la
flota imperial se alineaban junto al gigante rojo del Mechanicus, aportando su
fuego a la batalla, algunas caían varadas en el espacio ardiendo en su interior,
soltando una infinidad de cápsulas de salvamento, otras se enfrascaban en
crudos abordajes contra las tropas del enemigo.
Las naves del caos retrocedían ante esta
nueva ofensiva, aún así se negaban a ceder el terreno con facilidad, muchas de
ellas abrían un severo fuego de supresión que impedía a las fuerzas imperiales
maximizar los daños a sus enemigos. Una combinación de varias lanzas de energía
corrompida logró atravesar los escudos de la colosal nave del Mechanicus,
impactando de lleno en el morro, haciendo que buena parte de la estructura de
la nave temblara. Como respuesta, el Lanza de Hierro concentró su fuego sobre
su ofensora, una monstruosidad verde que llena de tentáculos con los que tenía
agarradas a varias naves imperiales a las que se disponía a destruir con sus
baterías laterales. Los proyectiles saturaron sus escudos, haciendo que
explotara de dentro hacia fuera, liberando a los aliados imperiales, obligando
a las naves enemigas a retroceder más aún.
Poco a poco iban recuperando el terreno. Ya
internada en plena batalla, el Lanza de Hierro se posicionó entre las dos naves
deseadas, barriendo con sus armas delanteras la formación de destructores
herejes que estaba abordando el crucero que los Magos deseaban tomar.
Rápidamente se enviaron mensajes a las naves imperiales circundantes.
“Lanza de Hierro al habla, el flanco
izquierdo está casi asegurado, que todas las naves avancen hacia el centro de
la batalla y hagan presión sobre el enemigo. Nosotros les apoyaremos desde esta
posición.”
Un sinfín de respuestas y quejas de todo tipo
llegaron a los astrópatas de la Lanza de Hierro. La mayoría de las naves
hicieron caso de la orden, las comunicaciones con el alto mando estaban
saturadas, y estas eran las primeras instrucciones que recibían de forma clara.
Además, el poderío demostrado minutos antes había hecho que ganasen confianza. El
resto, mantuvieron la posición para realizar reparaciones de emergencia o
retrocedieron para rematar a las naves enemigas que quedaban flotando detrás de
ellos.
Una vez estabilizada, la Lanza de Hierro
comenzó a abrir fuego de largo alcance para cumplir su promesa con la flota
imperial que se lanzaba al combate de nuevo. Por otro lado, en su interior
cientos de servidores y adeptos preparaban naves de asalto con las que entrar
en el acorazado y el crucero pre-herejía. Los escáneres realizaban un barrido
tras otro, profundizando todo lo posible en sus objetivos. El acorazado tenía
clavadas en su casco numerosas cápsulas de abordaje, todas ellas eran
imperiales, al parecer algún almirante de la flota había intentado tomar la
nave, sin embargo los informes desvelaban que las tropas imperiales habían
entrado profundamente en la estructura, pero habían sido aniquiladas por sus
ocupantes xenos. Quedaban algunos focos de resistencia atrincherados en las
salas superiores, aunque estaban siendo sometidos a un fuerte ataque enemigo.
El resto de la nave estaba en un silencio sepulcral.
La situación en el crucero era algo más
complicada, los destructores herejes habían desembarcado nutridas tropas
enemigas, las cuales estaban luchando a muerte contra otra infestación xeno.
Ahora que el Lanza de Hierro había arrasado las naves en las que habían
llegado, solo podían escapar de una manera, reactivando la nave. Eso los hacía
más peligrosos, puede que estuvieran locos, pero no eran tontos, si el arma que
portaba ese crucero se ponía en funcionamiento de nuevo, la batalla daría un
vuelco de lo más inesperado.
Naves de abordaje de la Lanza de Hierro.
Dos naves de asalto grandes surgieron de los
hangares de la Lanza de Hierro, con una escolta de cazas pesados, cada una fue
en una dirección distinta.
El mayor Volog estaba sentado en su sitio
mientras ignoraba los murmullos de los soldados y rezaba un salmo al Dios
Emperador, entre sus manos sujetaba su rifle láser, podía sentir como los
arneses que le sujetaban al asiento comprimían su pecho debajo de su coraza.
Era de los pocos que ya llevaba puesta la máscara antigás, no le molestaba
mucho, se había acostumbrado desde su adolescencia, cuando tenía que llevar una
todo el día como guardia de seguridad en una de las explotaciones mineras de
Nybde. Como líder de la segunda división del 143 de Savaranos debía cumplir las
órdenes al pie de la letra, manteniendo la disciplina y la moral de la que
hacían gala los regimientos de su sistema. Le entusiasmaba la idea de atacar a
tropas herejes, estos no eran inhumanos xenos, ni rebeldes con ideas estúpidas,
eran aquellos que habían traicionado a la verdadera Fe de forma voluntaria, no
debía haber piedad con ellos, solo después de muertos podían ser juzgados por Él.
La palabra “cruzada” resonaba en la mente del
mayor haciendo que aumentasen sus ganas de llegar al combate, puede que por eso
Khur le hubiera asignado a Seleuco como oficial político, era bien sabido que
el gran comisario sabía controlar a todo tipo de soldados, fuese por las buenas
o por las malas. Intentaría controlarse, por lo menos a la hora de disponer las
tropas para el combate, eso sí, los infieles no iban a tener tanta suerte.
Arsacis se mantenía de pies sujetándose a una
barra de seguridad con las manos, observaba como los soldados se iban sentando
en sus asientos con todo el equipo preparado. El chasquido de los arneses al
accionarse se mezclaba con del de los cargadores al entrar en las armas. Todos estaban
algo nerviosos, el asalto a una nave tan grande y antigua era algo complicado,
sobre todo si tenían que enfrentarse a genestealers, esos malditos aliens eran
expertos en realizar emboscadas.
La presencia de Enoch era al mismo tiempo tan
tranquilizadora como perturbadora, ya que aunque el visiongeniero era un
combatiente formidable, sus ansias de tomar ese gargantuesco acorazado eran más
que patentes. De momento fortificarían la zona de entrada y realizarían una
entrada para comenzar a tomar la nave, contaban con el resto de compañías en la
reserva, además su equipo era mucho mejor que el de los guardias locales que ya
habían intentado asaltar la nave. Justo en el momento en que pensaba en el
macabro destino de aquellos pobres desgraciados pudo ver al comisario Halls
animando a las tropas, llevaba la misma armadura que el resto de todos ellos,
aunque, entre otros detalles, la gorra con la calavera alada sustituyendo al
casco lo diferenciaba de los demás.
- Comisario, acérquese un momento. - Con un
asentimiento de cabeza Halls se acercó con paso rápido, haciendo que sus botas
resonaran sobre el suelo metálico.
- ¿Qué desea Mayor?
- Me gustaría que antes de ir al puente de
mando de la nave, pasásemos por las zonas superiores en las que entraron las
tropas locales. Si hubiera algún superviviente podríamos recogerlo, no me
gustaría estar en su situación.
- Por lo que tengo entendido eso no supondría
alejarnos mucho de nuestros objetivos. Sin embargo recuerde que nuestra misión es
tomar la nave, no rescatar a nadie. Probablemente estén todos muertos, este
enemigo no suele hacer prisioneros…
- Esperemos que si hay supervivientes puedan
resistir lo suficiente hasta que lleguemos, sería una buena ventaja para las
relaciones con el gobierno del lugar.
- Me parece correcto Mayor, le comunicaré sus
deseos al Coronel y al Visioingeniero Jefe.
Tras esto el Comisario giró en redondo sobre
sus talones y se machó a realizar sus ocupaciones. Arsacis se sentó e hizo
llamar al técnico de comunicaciones más cercano, apresuradamente le ordenó que
se pusiera a buscar trasmisiones dentro de la nave que iban a abordar.
Cada vez se acercaba más y más. La estructura
del crucero y los adornos imperiales en relieve que tenía por toda su
superficie eran de color gris mate, sin embargo, la del enorme cañón a la que
estaba pegada, era de color rojo, con multitudinarias inscripciones
relacionadas con cánticos al Omnissiah.
A lo largo de la superficie carmesí del arma había incrustadas media docena de
lo que parecían titánicos generadores de energía, los cuales estaban
recubiertos de un grueso cristal azul. Por encima de toda la nave flotaban los
restos de las naves enemigas destruidas por la Lanza de Hierro.
El acorzado
revelaba detalles a cada momento que se acercaban. Su superficie era de color
blanco, con gruesas líneas doradas robusteciendo las partes más prominentes de
su larga estructura elíptica. Sus armas
eran extrañas, fruto de una tecnología perdida decenas de miles de años antes,
alrededor de estas, reforzando sus puntos débiles, había torretas laser junto a
cañones de plasma de manufactura imperial. Junto a estos añadidos, había que
destacar el gran Aquila Imperialis de plata añadida en la parte central de su
lateral, alrededor de esta había dos frases paralelas, una en gótico alto, la
otra en una idioma cuyos caracteres eran imposibles de leer para todos los que
se molestaron en mirarla.
Las naves comenzaron a acercarse a los flancos
de sus objetivos, frenando bruscamente en el último momento antes de chocar. Se
alinearon ofreciendo el costado a la superficie de estas. Los escudos estaban
al máximo, mientras los servidores de las torretas automáticas se mantenían
alerta ante cualquier movimiento. Ambas se habían situado en el exterior que
daba a dos grandes salas interiores en sus respectivas naves, esta era otra
ventaja ofrecida por los informes de los escáneres de la Lanza de Hierro, desde
estos lugares podrían establecer una cabeza de puente desde la que hacerse
fuertes y recibir refuerzos para la invasión.
Dos divisiones por nave se prepararon para el
combate. El transporte en el que iban las tropas de la división del mayor
Arsacis se acopló a una entrada secundaria del acorazado que abrió con dos
grandes palancas automáticas. El que trasladaba a los soldados del mayor Volog
abrió la superficie del crucero con mucho menos cuidado, utilizó varias cargas
de fusión. Los savaranos calaron bayoneta y entraron con las armas por delante,
aunque las salas a las que entraron eran muy distintas una de la otra, el grito
que se escuchó en ambas fue el mismo.
- ¡Aplastadlos! ¡Por el Emperador!
Interesante... Xenos y traidores, buena variedad de enemigos del Emperador. :P
ResponderEliminarEsperemos que mis Savaranos den la talla, jejeje.
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