LA BÚSQEDA DE LAS ALMAS: PARTE 3
Nadie había acudido a ellos cuando habían abierto la puerta,
pero ahora, asomados desde un balcón a la enorme e iluminada sala que se
desplegaba a sus pies, a los eldars no les sorprendía. La estancia resonaba con
el ruido de cientos de máquinas que trabajaban a destajo, y algo más de 100
hruds correteaban alrededor de ellas entre los estrechos pasillos que dejaban y
transportaban cajas de un lugar a otro. Las máquinas, de manufactura hrud,
hacían reverberar el suelo y las paredes a raíz del trabajo que realizaban.
Pero el grupo ya no se fijaban en eso, sino, horrorizados, en el objetivo de sus
experimentos: joyas espirituales. Varias decenas de los recipientes de almas
eldars estaban engarzados en generadores en donde se extraía su energía
psíquica para hacer funcionar el complejo. Otros se llevaban a otra sala, a
donde transportaban también las carcasas de guardianes espectrales que había a
la vista. Keler, uno de los dragones llameantes, había intentado lanzarse inmediatamente
sobre los hrud, pero Loirar pudo refrenarlo a tiempo. No obstante, también
tenía claro que tenían que hacer algo. Esto era un insulto a la memoria eldar
como pocos había visto en su larga vida. Los hrud habían sido muchas veces
aliados de su raza, pero esto no tenía perdón; por lo que a él respectaba, no
eran más que otro tipo de mon-keigh.
Nainral, el exarca vengador implacable, planeó en seguida el
ataque: bajarían con los dragones llameantes y aguardarían a la entrada de la
sala; entonces, los guardianes les darían fuego de cobertura desde los balcones
y causarían una distracción lo suficiente para permitirles avanzar y buscar
cobertura. Pese a la insistencia del guerrero, Loirar insistió en acompañar a
los guerreros especialistas; tenía que estar cerca si quería protegerlos con
sus poderes. Una vez acordado todo, los guerreros y el vidente esperaron hasta
que las catapultas shuriken empezaron a tabletear desde diversos balcones sobre
los desprevenidos hrud.
-¡Iem dyan Ce!
-¡Iem rilli ash! –respondieron mientras entraban corriendo
en la sala.
La estancia seguía estando llena de ruidos, pero de otra
naturaleza. Los hrud correteaban de un lado para otro, confundidos por el fuego
que les llovía de encima, mientras la mayoría de máquinas seguían funcionando
solas. A los eldars no les fue difícil encontrar donde resguardarse antes de
que un impreciso fuego de plasma empezara a acosarles. Con sorpresa, Nainral se
dio cuenta de que aquellos eran obreros que no se esperaban para nada que nadie
pudiera atacarles, no había soldados ni nadie que los organizara. Eso, desde
luego, no hacía más que facilitarles las cosas. Los eldars se asomaban de vez
en cuando y disparaban precisas ráfagas que hacían caer siempre a más de un
hrud. Los saqueadores estaban cada vez más atrincherados en la maquinaria y
costaba más acertarles, pero eso no era ningún problema para los dragones
llameantes, que literalmente vaporizaban sus escondites y a quien estuviera en
ellos. Además, era imposible ocultarse a la vez de ellos y de los guardianes
que los acosaban desde las alturas. Poco a poco, los obreros fueron
retrocediendo ante los eldars, que todavía no habían sufrido una baja.
-Uel tann angaur. –Nainral desenvainó su espada implacable, un filo de energía que
tenía engarzada la joya espiritual de un antiguo guerrero, que chispeaba con
furia, deseando freír la mente de aquellos lo suficientemente estúpidos como
para dejarse morder por la espada.- Iem am furta suithauel.
POM
El exarca volvió la vista hacia donde había sonado el ruido:
una puerta a 15 metros
de ellos, que comunicaba con la otra sala a donde los hrud se llevaban los
guardianes espectrales, se había abierto, y de ella salía pesadamente una
robusta figura. Decir que era una copia de guardia espectral sería desacertado,
era más bien un chiste de guardia espectral: más bajo, grueso, sin gracia y con
movimientos mucho más lentos; pero eso no quitaba que su robustez, el cañón de
plasma que tenía por brazo izquierdo y el enorme guantelete en que terminaba el
derecho fueran temibles. Pero lo peor, más aún que el hecho de que estuviera
hecho con hueso espectral deformado y torturado por inexpertos, era la piedra
espiritual que tenía engarzada en la cabeza. No brillaba con la chispa de un
alma eldar, no, su brillo era más oscuro, más apagado, de igual manera que las
almas de otras razas brillan menos que las eldars.
-Ce… -murmuró Loirar.- Ascuratheaeramfurto ammure.
-¡Amkaran acarrecenad! –los
vengadores dirigieron su fuego contra la amenaza mientras los dragones
llameantes mantenían a raya a los hrud, pero el gólem seguía avanzando
impasible ante el fuego. Otras tres figuras seguían a la primera, produciendo
ruidos sordos con sus pisadas. Los colosos hrud alzaron sus cañones de plasma y
apuntaron a los eldars, que seguían disparando con desesperada furia.
-¡Amashageir!
ZZZZZZZZZZZZZOOOOOOOOOOOOOOOMMMMMMMMMMMM
Nainral no podía ver ni oír nada. Tan sólo notaba negrura y
un pitido en los oídos. El vengador implacable se palpó el cuerpo: no notaba
ninguna herida ni un rasguño en su armadura. Estiró la mano y dio con su
espada, mientras el shock pasaba. Temblando, se puso en pie y se quedó sin
habla. Lo que hasta entonces les había servido de barricada había desaparecido. Literalmente. Quedaba
apenas la sombra del metal contra el suelo y pegotes fundidos. Excepto en un
círculo, todo había ardido; y en aquel círculo se encontraban los guerreros
especialistas, sanos y salvos aunque todos en estado de conmoción. Y en ese
momento lo vio, Loirar Ahnvar estaba de pie justo enfrente de los gólems. Su
túnica revoloteaba con furia por la energía verde que su cuerpo emanaba, sujetaba
su báculo con una mano y con la otra apuntaba directamente a las criaturas
hrud.
-Amascurathea, mon-keigh.
El coloso descargó su guantelete sobre el vidente, pero el
mismo campo que los había salvado antes lo paró. Loirar cayó de rodillas y su
energía empezó a temblar. El gólem
volvió a arremeter con su mano blindada y los dedos abiertos; no obstante, algo
se interpuso. Nainral gritó por el esfuerzo de parar esa masa con su delgada
espada, pero logró hacerla retroceder. Sin embargo, el monstruo, sin dignarse siquiera a
mirarle, le golpeó con el cañón de plasma y lo lanzó varios metros por los
aires. De nuevo la garra del ser cayó imparable y esta vez se hundió… en una
armadura naranja.
Keler miraba al engendro con ojos vidriosos mientras su vida
se escurría; la sangre le salía por las cinco heridas que tenía en el pecho. El
hrud lanzó una mirada sin alma al eldar y se lo sacudió de su mano. El dragón
llameante cayó al suelo; Nainral le leyó los labios mientras éste alzaba su
rifle de fusión, tembloroso.
- Iam dyan Ce…
El gólem se dilató un instante y estalló en pedazos
diminutos, que llovieron sobre los eldars. Pero a Nainral no le importó, volvía
a sentir la ira de Khaine recorriendo sus venas; el ansia de batalla, de
venganza y de muerte que lo había hecho perderse hace tanto en la senda del
guerrero volvía a tomar control de su existencia. El exarca alzó su espada y se
lanzó con un grito sobre el segundo de los colosos, que ya volvían a avanzar.
-¡¡¡Iem rilli ash!!!
El vengador implacable esquivó el golpe que le lanzaron y
clavó profundamente la espada implacable en el cuerpo de su enemigo,
atravesando la gruesa armadura de la criatura. El eldar empujó hasta la
empuñadora y se pegó al monstruo para que no pudiera golpearle con sus gordos
brazos. Un metro encima de él, la piedra espiritual contaminada brillaba,
oscura, pero resistiendo el envite de la descarga psíquica de la espada. Nainral
se dispuso a desenfundar su pistola shuriken, pero, con un chasquido, el hrud
giró su torso 360 grados, golpeando al eldar y tirándolo al suelo. El vengador
implacable consiguió ahora sí desenfundar
su pistola shuriken y disparar a la joya espiritual. Ésta empezó a
agrietarse, pero seguía sin ceder. Las piernas de Nainral no respondían, y el puño del
hrud se alzaba ominoso sobre él. Tal vez si conseguía lanzarse sobre su espada
clavada antes de que el puño descendiese…
Pero la espada ya no estaba allí. De hecho, medio torso del
gólem había desaparecido. La criatura cayó de rodillas y entonces su cabeza
desapareció con un ruido de succión en una fracción de segundo. “Armas disformes”,
pensó. Nainral miró hacia atrás y vio una figura tan alta como la creación hrud
ante él: un guardián espectral. La estatua de hueso espectral se inclinó
elegantemente y le tendió una mano. En la otra portaba un cañón espectral.
-Amabaharr, dann. Imure ambennan. –le dijo con voz profunda.
Tras levantarlo, el autómata siguió adelante disparando,
seguido de cinco guardianes espectrales más. Los obreros hrud huían en masa por
unas puertas mientras la última de sus creaciones caía abatida y los guerreros
eldar los perseguían sin descanso. El exarca miró de nuevo hacia atrás y vio a Afrayel,
el guardián de almas, apoyado con sus dos manos en su espada bruja.
-Kel dras aiam, iam surta eramfurto ual furto
aillestera dinn.
TRADUCCIONES
-¡Iem dyan Ce!: "¡Defendemos a la Diosa!"
-¡Iem rilli ash!: "¡Limpiamos la tierra!"
-Uel tann angaur. Iem am furta suithauel.: "Su moral está cayendo. Es hora de cargar."
-Ce… Ascuratheaeramfurto ammure.: "Dioses... esa abominación debe ser destruida."
-¡Amkaran acarrecenad!: "¡Apuntad a las joyas espirituales!"
-¡Amashageir!: "¡Al suelo!"
-Amascurathea, mon-keigh.: "Aléjate, mon-keigh."
- Iam dyan Ce… "Defiendo a la Diosa..."
-Amabaharr, dann. Imure ambennan.: "Levanta, guerrero. Hay muerte que repartir."
-Kel dras aiam, iam surta eramfurto ual furto aillestera dinn .: "No sé por qué, pero tenía el presentimiento de que necesitabais ayuda."
Buen relato.
ResponderEliminarNo se si me equivoco, pero, aparte de la mención anterior, juraría que es el primer relato que leo en el que aparecen los Hrud.
Les ha estado bien el castigo recibido, jeje.
Yo, desde luego, nunca he leído un relato en el que aparezcan. :)
EliminarTodo castigo es poco cuando se ultrajan las almas de los caídos y el orgullo de los eldar. :P
No obstante, esto no ha acabado todavía... jejejeje