Cabeza de puente Alfa Prima. Crucero.
El
soldado Jisum oteaba el fondo del pasillo con su rifle láser a través de una de
las troneras, de fondo podía oír los susurros de los demás soldados mientras
esperaban nerviosos noticias de la compañía de Cinnamus. Había podido escuchar
a un cercano vocooperador hablar con el capitán Zoroaster, al parecer habían
avistado numerosos xenos, pero los contactos eran mínimos. Algo se movió en una
esquina al fondo del corredor, pensaba que era un saliente de la pared, sin
embargo, se había desplazado, como si desde esa nueva posición pudiera ver
mejor la sala en la que estaban los guardias imperiales. Se quedó helado,
aquella cosa llevaba observándolos desde que los otros habían salido. Ahora
otras cuantas aparecían detrás de esta, eran figuras extrañamente borrosas y oscuras.
Apuntó con su arma, esperó unos instantes, justo cuando iba a avisar llegaron
gritos desde las otras dos barricadas.
-
¡Contacto! ¡Contacto! ¡Ataque alienígena!
El
teniente Syrus se encontraba junto a Zoroaster cuando vio como comenzaba el
ataque simultáneo a las tres entradas que defendían. Eran los otros xenos
detectados junto a los tiránidos; disponían de una estatura alta, y se movían
con una rapidez pasmosa, saltando de un lado a otro buscando cobertura ante el
fuego desplegado por los pelotones que hacían guardia en las puertas. Otros,
suponía que de la misma especie, se lanzaban hacia delante emitiendo chillidos
rasposos que ponían los pelos de la nuca de punta. Cuando eran abatidos caían
revolviéndose en el suelo como si estuvieran sufriendo de una forma atroz,
pasando después a disolverse llenando el aire de vapores corrosivos.
Uno
logró llegar a las posiciones de los guardias, cayó estrepitosamente sobre
cuatro hombres, matando a dos en el acto con sus garras, lanzando a otro varios
metros hacia atrás, enzarzándose con el último en un terrible cuerpo a cuerpo
en el que el guardia interponía su arma entre los rápidos zarpazos de la
bestia. El teniente y los soldados que estaban alrededor no se lo pensaron, se
abalanzaron sobre el alien son las bayonetas por delante. En un brutal choque
de acero contra carne empotraron al enemigo contra la barricada en la que el
resto de guardias seguía disparando desesperadamente a los que se acercaban. A
pesar de las cuchilladas que recibía una y otra vez el xeno se negaba a morir,
defendiéndose con sus ensangrentadas zarpas, hiriendo a otros dos soldados, uno
de los cuales cayó inconsciente al suelo con la cara destrozada.
Syrus
tenía a esa cosa delante, le había sacado las tripas solo con sus bayonetazos,
se temió por un instante que la bestia ganase suficiente tiempo para qué sus
compañeros pudieran llegar a sus posiciones y masacrarlos. Una figura escuálida
se escurrió por su derecha, era el capitán, el cual hizo rugir su espada sierra
mientras partía al monstruo en dos mitades con un corte recto desde lo que se
suponía que eran el hombro y la cadera del alien. Apartó una de las partes
hacia un lado mientras se disolvía; empujó a la otra hacia fuera de la
barricada con la puntera de la bota mientras se ponía tranquilamente la máscara
de gas. Muchos le imitaron.
-¡Señor,
se acerca otra oleada!
- Ya
habéis visto lo que hace una de esas cosas. - Zoroaster alzó la voz para que
todos pudieran oírle a través de los aparatos de comunicaciones.- Todos los
pelotones defender las entradas, fuego a discreción. ¡Nikka! ¡Saryu! A
retaguardia, preparar a vuestros hombres para una contracarga por si superan el
perímetro.
Pocas
veces levantaba la voz el capitán. Todos asintieron con un grito grave. Desde
lo lejos llegaron más aullidos alienígenas.
Corredores del Acorazado.
Khur
mató a otro genestealer decapitándolo de un golpe limpio, corría
apresuradamente junto a sus hombres, los mensajes de choques con el enemigo
llegaban alocadamente desde los trasmisores de comunicaciones. Se apartó para
esquivar un zarpazo de un nuevo alien que surgió desde un boquete en un lateral
del pasillo, apuntó con su pistola a la cara, pero en un odioso instante se dio
cuenta de que se le había acabado el cargador. Se giró para evitar un nuevo envite,
pero no hizo falta, la bocacha del arma del soldado Frezz apreció por encima
hundiendo su bayoneta en la garganta del genertealer, que cayó ahogándose con
su propia sangre.
-
¡Ya falta poco! – Tras gritar esto miró a Enoch que le contestó un sí que
parecía más un gruñido que una palabra.
El
coronel siguió corriendo, dejó atrás esa sección, no le hizo falta girarse para
saber que un soldado había metido una granada en el agujero matando a los xenos
que iban a salir por este. La onda explosiva provocó un efecto vacio, haciendo
salir fuego y entrañas alienígenas como si se tratase de un sumidero atascado.
Los chillidos hostiles se mezclaban con los gritos de los hombres que luchaban
disparando a quemarropa para abrirse paso.
Halls
apartó de un empujón al soldado Urak de una muerte segura a manos de un inmundo
xeno; el genestealer se volvió hacia él lleno de rabia, enseñando sus afilados
dientes con una sonrisa amenazadora. El comisario no lo dudó ni un instante,
cerró su puño de combate e incrustó la cabeza del alien en su pecho de un
potente golpe. Ya era del quinto enemigo que aplastaba, le estaba empezando a
doler el hombro. Continuó avanzando con su pistola laser por delante, animando
a los hombres, disparando a todo tiránido que se le ponía por delante. Estaba
orgulloso de los soldados, se mantenían estoicos ante el horror que les echaba
encima. Todos luchaban a muerte, no solo por sus vidas, sino por eliminar la
presencia enemiga de aquella reliquia del pasado.
Genestealer. |
Sintió
que algo se chocaba en uno de sus hombros, se preparó para golpear
violentamente a la nueva amenaza, pero se frenó en el último instante, era
Arsacis, tenía un brazo ensangrentado colgando de un cabestrillo mal
improvisado, aún así se las apañaba para disparar su rifle desde la cadera en
fuego semiautomático. Se pararon un instante en medio del pasillo junto a la
cobertura de un par de soldados equipados con un bólter pesado. Apenas tuvieron
tiempo de montar el arma, debiendo abrir fuego con ella; los casquillos de
bólter se mezclaron rápidamente con la viciada sangre alienígena.
-
Halls, debemos buscar a los supervivientes de las fuerza locales.
-
¡No podemos! Mira a tu alrededor, si nosotros lo estamos pasando mal, imagínate
lo que les habrá pasado a los soldados de este sistema. - Justo cuando decía
esto dos savaranos ayudaban a un compañero llevándolo en volandas en una
camilla improvisada con sus fusiles, un xeno casi le había arrancado un pie de
un mordisco.
El
mayor asintió con gravedad, miró hacia el frente y siguió corriendo junto a los
demás. Halls se quedó unos instantes más machacando con su puño de energía a un genestealer que
trataba de acabar con los operadores del bólter pesado mientras estos recogían
su arma.
Pasillos del Crucero.
El
capitán Cinnamus miraba con preocupación el auxpex que sujetaba con una de sus
manos, en la otra llevaba una de sus dos pistolas automáticas. No quedaba mucho
para llegar a la sala de motores de la nave y aún no se habían encontrado con
ninguna resistencia. Llegaban sonidos de batalla no muy lejos, no podía
determinar de qué eran exactamente, pero al igual que todos, podía intuir que
las fuerzas del caos se estaban enfrentando a los tiránidos. El retumbar de las
explosiones se mezclaba con aullidos xenos. Los tiránidos estaban empeñados en
expulsar al archienemigo, tanto, que los estaban ignorando a ellos. Los
corredores comenzaban a ensancharse para dejar espacio a aparatosos carriles
llenos de polvorientas carretillas, algunas de ellas se habían salido de su
camino y tenían que ser saltadas por los soldados. La compañía comenzó a
aminorar la marcha, un hedor a podredumbre y muerte llegó hacia ellos de golpe.
El
suelo empezó a estar repleto de cuerpos de genestealers recién muertos,
mezclados con ellos estaban sus asesinos. Vistos en la penumbra de la nave,
parecían simples herejes armados con subfusiles de munición sólida, sin embargo
eran algo mucho más nauseabundo. Warfet agarró un cadáver con uno de sus brazos
vendados y lo levantó para que todos pudieran verlo.
- Lo
que nos faltaba, Mechakirs… -Susurró; lanzó el cuerpo con desprecio a los pies
de Volog y Seleuco.
El
cuerpo, en otros tiempos había sido humano, ahora había sido tan modificado que
parecía una macabra marioneta rota. Los brazos y piernas habían sido reemplazados
por extremidades artificiales simples, hechas de cables conglomerados con
varillas metálicas. En lugar del torso había un amasijo de conductos plásticos
y herrumbrosos engranajes cobrizos, manchados de aceite mezclada con sangre
fermentada. El cuello y la cabeza era de la misma mixtura que las otras
extremidades. Carecían de rostro, en su lugar tenían una placa que metal liso
con los ranuras para los ojos, carentes de vida incluso cuando estaban activos.
Las máscaras estaban pintarrajeadas con dibujos escabrosos que hacían daño a la
vista. Sin embargo todas ellas portaban un distintivo en el lugar dónde debía
estar la boca, una pequeña calavera de color gris mate. El símbolo de los Guerreros
de Hierro.
Eran
una de las muchas fuerzas auxiliares de las que se ayudaba esta legión
traidora, sin embargo esta era “fabricada” en varios mundos en los que los
Astartes perjuros tenían presencia. A partir del cuerpo de un hereje, mediante
un proceso horriblemente abyecto, se manufacturaba un soldado prácticamente artificial,
totalmente leal, casi carente de cualquier sentimiento y que cumplirá a raja
tabla cualquier orden que se le dé. Los informes que se tienen de este tipo de
enemigo han demostrado sus éxitos arrasando varios mundos imperiales como una
nutrida fuerza de asalto.
-
¿Es muy grave? – La pregunta de Seleuco rompió el nerviosismo del momento.
-
No. No mucho. –Warfet parecía enfurecer por momentos.- Pero no son como
cualquier tropa hereje, es prácticamente imposible desmoralizarles, nunca
retroceden.
- ¿Debilidades?
- No
tienen ninguna preocupación por sus vidas, son prácticamente autómatas. Por lo
que se sabe, avanzan contra el enemigo de forma impasible, no buscan cobertura…
¡Sacrílegos! - El visioingeniero se limpió asqueado la mano con la túnica- ¡El
Deus Mechanicus no perdonará esto! Mancillan al mismo tiempo carne y máquina.
-
Bien. - El comisario miró a Volog.- Mayor, vamos a llegar a la zona en la que
el enemigo combate entre sí, prepare a sus hombres para el fregado.
Acorazado. Nido. Centro neurálgico.
Nuevo
enemigo. Más presas humanas detectadas. Peligrosidad probada. Primera ola
perdida. Armadura normal, fácil de romper. Armas peligrosas, más daño que los
otros. Posible contacto con los que quedan por asimilar. Movilizar más genestealers.
Interceptar camino. Fuerte cohesión. Más emboscadas. Preparando nuevas aglomeraciones.
Más peso. Más fuerza. Más rapidez.
Peligrosidad
aumentando. Enemigo conoce puntos débiles. Avanza por el coto. Movilizar más
genestealers. Enemigo débil cuerpo a cuerpo. Número por comprobar. Necesidad de
acorralar.
Pérdida
de demasiada materia. Evidenciar con enemigos recientes. Líderes fuertes.
Potencial cuerpo a cuerpo detectado. Ligeramente inferior al de enemigos
oscuros. Despertar al Líder. Solucionar problema de nuevo. Eliminación de
líderes. Pérdida de moral enemiga. Asolar enemigo que huye. Devorar restos.
Cerca del puente de mando. Punto Beta
Secunda. Acorazado.
Mitrídates lanzó un juramento en alto mientras
destripaba a otro alien. Los intestinos de su enemigo le cayeron sobre los
antebrazos y las manos. Pudo sentir el calor de la viscosa sangre del monstruo.
Levantó la espada sierra para hacerles una señal a los soldados que estaban con
él en la cabeza de la columna, Khur y Enoch, se pegaron a las paredes
instintivamente. Todos vaciaron sus cargadores sobre la horda que se abalanzaba
sobre ellos. Muchos cayeron acribillados. Cuando los primeros agotaron su
munición se movieron marcialmente siendo sustituidos por otra línea de
tiradores que acabó con los que quedaban. Miró al visioingeniero.
-
¡Falta poco! ¡Unos pasillos más!
Asintió.
Estaban perdiendo hombres, no muchos, pero todos eran valiosos. Podían llegar,
pero los genetealer estaban empezando a aparecer en cantidades mayores, como lanzasen
ahora una oleada como la que repelieron al entrar, los iban a aplastar. Corrió
hacia delante con el Coronel y los demás no sin acribillar con su pistola láser
la cara un enemigo agónico que levantaba una de sus garras para intentar
inútilmente alcanzar a alguno de ellos.
Arsacis
metió otro cargador en su rifle al mismo tiempo que Halls y otro soldado le
cubrían. Tenía los guantes resbaladizos por su propia sangre. El zarpazo que
había desviado con el brazo que llevaba inutilizado contra el pecho había sido
más profundo de lo que se esperaba, pudo ver como la venda goteaba. Normal. Con
tanto traqueteo la herida no tenía tiempo de cerrarse. El soldado que estaba
junto al comisario fue lanzado contra la pared por un genestealaer que parecía
cambiar de perfil constantemente. Alzó el rifle, no tuvo tiempo de disparar,
Halls arrancó la cabeza del xeno con un fuerte tirón de su puño de combate,
pudo oírle gruñir, aunque supuso que era más de rabia que de dolor. Un sargento
al que no pudo identificar recogió al soldado inconsciente tras realizarle una
apresurada maniobra cárdiorespiratoria, después comenzó a llevárselo a cuestas.
Pudo
ver como Halls persuadía a los hombres de ir más rápido. La formación no podía
romperse. Recibió una trasmisión desde la cabeza de la columna.
-
Estamos llegando. Acelerar el paso. Repito. Acelerar el paso. Prepararos para
el combate.
Khur
entró a la carrera en el corredor de la entrada al puente de mando. El suelo
estaba lleno de cadáveres de aliens acribillados a disparos, la sangre fluía
lentamente formando charcos lóbregos en el suelo, sin embargo no estaban solos.
Un buen número de cadáveres humanos les hacía macabra compañía, eran los restos
de las tropas que habían intentado entrar en la nave. Yacían muertos en posturas
que solo la muerte podía forzar en el cuerpo humano, doblados, destripados y
desmembrados, habían muerto en una loca retirada hacia delante mientras cientos
de genestealers hacían lo que querían con ellos. Eran hombres y mujeres muy
variados, con constituciones muy dispares, pero con rostros curtidos fruto de
una vida que ya era dura antes del servicio militar.
Su
equipo era el estándar de la guardia, con ropa militar oscura, un chaleco
anti-fragmentación y el casco estándar de estilo cadiano. Aunque hasta ahí iban
las similitudes, pues cada uno había personalizado su equipo como le había
venido en gana, hombreras con pinchos, faldones de escamas, brazales blindados,
mirillas especializadas, gafas de todos los tipos, rifles laser modificados,
armas de munición sólida locales e importadas, de todo, ni siquiera había dos
bayonetas iguales. Incluso los que parecían oficiales se saltaban las reglas
mínimas de cohesión, uno que debía ser un miembro de una escuadra de veteranos
reposaba muerto en el suelo bajo un genestealer partido por la mitad con el
último disparo de su arma, una tosca escopeta recortada de dos cañones. El
coronel aparcó durante unos instantes la pena que sentía por aquellos soldados
caídos, su mentalidad de soldado le sorprendió con un pensamiento demasiado
racional para la aquella situación: menuda falta de disciplina.
Entró
junto a Enoch y los primeros soldados en el puente de mando. La sala era
enorme, casi igual de grande que la que habían utilizado como cabeza de puente,
una gigantesca cristalera blindada, surcada por balconadas ligeras, cubría el
techo, el frente y los laterales. El espacio que los rodeaba seguía iluminado
con las explosiones de la batalla espacial que se daba mientras ellos estaban
ahí. Innumerables paneles formaban pasillos hasta llegar a una altura coronada
por un colosal trono que miraba hacia delante. El piso estaba igual que el
pasillo, pero los cuerpos dejaban de aparecer hacia la mitad de la sala.
Llegaron
varias ráfagas de disparos desde el frente, Khur frenó en seco junto a sus
soldados, lanzó un alarido de cólera pura. Apuntó hacia delante con su pistola
bólter.
Sala de máquinas. Punto Alfa Secunda.
Crucero.
Volog
se preparaba para el ataque con poco más de quinientos pares de botas esperando
a su espalda. La mirada fija al frente, con las imágenes de los ojos vacios de
las creaciones del caos retumbando en su mente; merecían morir, todos y cada
uno de ellos. Estaba al frente de la columna, con Cinnamus, Seleuco y Warfet,
todos tenían sus armas preparadas para el combate. Tan solo había que esperar
unos minutos más, unos eternos instantes en los que la sección de la sargento
Zuleika volviera de explorar y les entregase un informe sobre las posiciones
del enemigo. No estaban muy lejos de la sala de máquinas, podía oír la lucha
que se daba en ella.
Varias
linternas se encendieron en la oscuridad, precedidas de una petición de permiso
por radio para acercarse. Era Zuleika. No habían tardado mucho, llegaban
corriendo, eso no era bueno. La sargento dejó atrás a sus hombres, que se
apoyaban en las rodillas para tomar aire o se sentaban en el suelo
directamente, se dirigió directamente hacia los mandos, tenía la respiración
entrecortada. Seleuco se adelantó.
-
¿Qué ha visto sargento? - La soldado respiró un par de veces más antes de
empezar a hablar. - ¿Zuleika?
- La
sala de máquinas está tomada, el enemigo lucha por tomarla. Hemos diferenciado
al menos dos tipos de xenos enemigos entre sí atacando a un nutrido contingente
de tropas herejes dirigido por varios marines traidores…
- ¿De
qué Legión? - La pregunta de Warfet sobresaltó a todos.
- No
estoy segura, creo que los mismos que han creado esas abominaciones, eran muy
pocos, pero llevaban el mismo símbolo. - El visioingeniero asintió apretando
los puños.- Pero eso no es lo peor, hay algo asqueroso pegado a los motores y
los reactores, está lleno de simbología caótica. No parece vivo, pero es lo
suficiente importante para que los astartes oscuros le presten toda su atención
mientras sus muñecos mantienen la posición.
-
Santo Emperador… - Todos se volvieron hacia Warfet, este tras ver como Seleuco
asentía con la cabeza dijo lo que todos se temían- Un demonio… Una posesión
demoniaca; por eso han venido ellos hasta aquí, van a despertar a la bestia de
la disformidad para que maneje esta sagrada huella del pasado por ellos. Como
pueda disparar su arma principal van a barrer nuestra flota.
- ¿Qué
hacemos? Ya no se puede recuperar ni limpiar. - Durante unos segundos reinó el
silencio. La voz de Warfet lo quebró.
-
Debemos destruirla. Algo así no puede caer en sus manos. Hay que acabar con la
agonía con que esos monstruos someten a su Espíritu de la Máquina… - En otras
circunstancias la sorpresa habría sido generalizada, pero era la única
solución. El mayor fue el siguiente en hablar.
-
Entraremos en la estancia, abriremos fuego con nuestras armas pesadas contra
los motores de disformidad, deberíamos provocar una reacción en cadena que haga
explotar todo. Cinnamus, prepara una ruta de escape aprovechando el camino que
hemos recorrido. Seleuco, mantén a los hombres en su sitio el tiempo suficiente
para que cubran a los operarios de las armas pesadas, ya sabes, recuérdales que
es mejor morir por el Emperador aquí que ante un pelotón de fusilamiento.
Todos
recibieron las órdenes, Volog comenzó a avanzar a paso ligero seguido por todos
los demás. Al final del pasillo les esperaba el enemigo. Seleuco encendió un
cigarrillo nuevo, Warfet masculló una letanía de disculpa y redención al
Omnissiah. Un grito del mayor resonó por encima de todo el ruido.
-
¡Savaranos! ¡Ya sabéis lo que se puede esperar de esos impíos! ¡El Imperio es
la Fe! ¡El Imperio es la fuerza! ¡El Imperio es la humanidad! ¡Y aquí, en el
frío metal de una reliquia mancillada! ¿Qué somos?
Todos
contestaron lo mismo:
-
¡EL IMPERIO!
¡¡¡Savaranos!!! ¡¡¡¡¡¡Auh Auh Auh!!!!!! XDD El ultimo parágrafo es simplemente sublime!
ResponderEliminar¡¡Muchas gracias!! Me alegro de que esa parte te gustase, jejeje.
EliminarTodos mis respetos a los savaranos, será todo un honor luchar codo con cod junto a ellos en el futuro (si sobreviven...).
ResponderEliminarMe ha encantado el relato, te está quedando una saga muy buena y eso de relatar dos puntos de vista simultáneos en ambas naves le da dinamismo. Espero impaciente la siguiente entrega.
Igualmente, será un placer combatir junto a los guerreros santos del Imperio.
EliminarSe agradecen los comentarios. Espero que el próximo capítulo te cause la misma impresión.
Ánimo a todos.