Puente de mando. Punto Beta Secunda.
Acorzado.
Khur
miró rápidamente hacia los lados, algo acabada de dispararles, debía tomar una
decisión rápida, toda la compañía de Mitrídates estaba empezando a entrar
precipitadamente en la sala con el enemigo justo detrás, si allí había hostiles,
acababa de conducirlos a todos a una ratonera. De repente las balconadas de la
cristalera y los paneles cobraron vida, una miríada de rostros asustados se
asomó desde estas. Casi una treintena de armas apuntaban a la entrada, se
habían dispuesto cubriendo todo el terreno posible para evitar ser
sorprendidos. La mayoría presentaba heridas de diversa gravedad, el miedo se
reflejaba en sus ojos, habían visto mucho más de lo que se esperaban. Alguien
amonestó enérgicamente a otro por su gatillo rápido.
-
¿Quiénes sois? ¡Identificaos rápido! - El hombre que lo dijo era de alta
estatura, se cubría el rostro con una gorra y una máscara de gas pequeña;
estaba armado con una ametralladora pesada de cañón rotatorio triple y parecía
ser el que más rango tenía de todos ellos.
-
Soy Khur Frates, Coronel del 143 de los Savaranos de Catafractaria, hemos
venido para ayudar en la defensa del sistema y conquistar esta nave en nombre
de la Lanza de Hierro, nave exploradora del Adeptus Mechanicus. - Más hombres
entraban en la sala. - Toda una de mis divisiones va a guarnecerse en esta
sala, los xenos nos persiguen. Hacernos sitio.
El
soldado de Sagkeion hizo un gesto con el brazo para que los primeros pelotones
de los savaranos fueran entrando en la sala, sus hombres se apartaban de los
guardias imperiales foráneos, estaban demasiado cansados o heridos como para
molestarse en ayudarles. Muchos de ellos se permitieron relajarse, aunque no
era lo que se esperaban, por fin habían llegado refuerzos, no iban a morir allí
encerrados como el resto de sus compañeros. Mientras, Khur supervisaba la
entrada de los soldados, colocándolos en posiciones defensivas repartidas por
la sala junto a los diezmados Coraceros de Sagkeion. Los savaranos llegaban
apresuradamente, manchados de sangre y con las armas humeantes por hacer fuego
rápido constante, los heridos eran dejados en la parte delantera de la sala
junto a varias secciones encargadas de la asistencia médica. El coronel comenzó
a contar preocupado los pelotones que entraban, el cuarto y el quinto acaban de
llegar, con ellos tanto Halls como Arsacis. El comisario tenía la mitad del
cuerpo cubierta con restos de alienígena, los cuales se escurrían desde su puño
de energía. Mientras tanto, el mayor se había apoyado en un panel para
reajustarse dolorosamente el vendaje del brazo.
Khur
se acercó al pórtico, palmeaba la espalda de los soldados que pasaban a su
lado. Más pelotones entraron. Solo faltaba uno, el de retaguardia, los
chillidos de los xenos llegaban desde no muy lejos, los hombres al cargo de
Hulja eran los que se habían llevado la peor parte, no habían sido diezmados,
pero tampoco llegaban en el buen estado de los anteriores. Uno tras otro
entraban casi a trompicones por las prisas, un soldado se tropezó junto a Khur,
este le ayudó a levantar rápidamente, era Tirch, portador de un lanzallamas, lo
apartó a su lado, este no dijo nada. Hulja y los últimos savaranos entraron
caminando de espaldas mientras abrían fuego automático con sus armas, los
genestealers caían ante ellos lanzándose hacia la muerte en un intento suicida
por atraparlos. Cuando pasaron, Khur ordenó a Tirch cubrirles con su arma, al
mismo tiempo que lanzaba todo una ristra de granadas hacia los xenos. El fuego
y las explosiones hicieron retroceder a los aliens. Ambos hombres se retiraron
rápidamente junto al resto, sabían que los enemigos no tardarían en lanzar otro
ataque.
Mitrídates
supervisaba el orden de su compañía, habían sido muy afortunados, un tembloroso
soldado de Sagkeion le comunicó que ellos habían entrado con más de ochocientos
efectivos, y que eran lo único que había quedado. Entre el jaleo que hacían los
savaranos al tomar posiciones defensivas pudo ver cómo Khur y Enoch discutían
acaloradamente, un operario de comunicaciones les interrumpió para comunicarle
algo al coronel, tras la pausa, el visioingeniero se retiró pesadamente hacia
la parte delantera de la sala, donde se puso a trastear con varias terminales.
Fue hacia el coronel.
-
Señor. Nos preparamos ante el inminente ataque alienígena, al a parecer la
situación es similar al enfrentamiento que tuvimos en la entrada, estamos bien
pertrechados y el enemigo solo puede atacarnos por una dirección.
-
Bien, aparte varios pelotones de la línea frontal y forme una segunda línea
defensiva. Son genestealers, nunca se sabe que va a pasar con ellos.
-
Bien, así se hará. Señor. ¿Qué ha pasado con Enoch? - Khur suspiró.
- Ya
te lo puedes imaginar, estamos en el centro de mando de esta nave, no ha podido
aguantarse. Esperemos que haga algo que nos ayude, la división de Gotar está
siendo atacada en la cabeza de puente, les están conteniendo bien, pero no van
a llegarnos refuerzos.
Sala de máquinas. Punto Alfa Secunda.
Crucero.
Una
bala rebotó en las pequeñas placas de ceramita de la armadura de Seleuco, la
ignoró, siguió disparando al enemigo. La sala era gargantuesca, con gigantescos
motores a sus lados, los cuales habían sido apagados hacía eones; turbinas y
otros dispositivos fijos se repartían por su superficie. En el centro, rodeado
por el enemigo había lo que en otros tiempos era el motor principal, ahora
estaba recubierto por una grotesca construcción de carne corrompida que
supuraba pus por varias aperturas, de ella se extendían numerosos zarcillos que
se internaban en la estructura de la nave. Junto a ella varios astartes de los
Guerreros de Hierro se afanaban en despertarla, solo uno de ellos estaba
apartado, protegido por una antiquísima armadura de exterminador dirigía a los
numerosos Mechakirs que los rodeaban y protegían del doble ataque que sufrían.
El
comisario pudo ver como ellos seguían sin ser el principal foco de atención,
los herejes artificiales habían formado un cuadrado defensivo alrededor de sus
blindados amos, desde el cual repelían a la marea de xenos que se les echaba
encima. Pudo reconocer a los que llegaban desde los flancos, eran los tiránidos
que habían visto antes, los otros eran rápidas figuras oscuras que se dejaban
caer desde el techo y mataban a zarpazos tanto a las tropas del caos como a los
otros aliens. Los savaranos mantenían un fuego constante sobre los enemigos
causándoles numerosas bajas, sin embargo por muchos que cayeran no lograban
dispersar su apretado bloque.
Seleuco
siguió animando a los hombres, a su derecha estaban varios pelotones dirigidos
por Cinnamus, a su izquierda el resto con Volog a su cabeza; él estaba en la
posición central junto a todos los equipos de armas pesadas que había reunido
tras entrar en la sala y empezar a recibir un aluvión de disparos enemigos. Los
Mechakirs no eran grandes tiradores, pero su constancia empezaba a hacer mella
en sus fuerzas, las cuales tenían que cubrirse tras las pequeñas máquinas de
la sala. El exterminador enemigo ignoraba el fuego láser que desmontaba en
sanguinolentos pedazos a sus soldados, se centraba en destrozar a los xenos que
se acercaban demasiado con sus cuchillas relámpago. Las pocas veces que abrió
fuego con los bólters que estas llevaban acoplados encima fue sobre los
guardias imperiales, que si no se protegían tras cobertura, caían
descuartizados por los proyectiles explosivos.
Warfet
ardía de rabia en su interior, estaba al lado del teniente Parham, en la
formación del centro, disparando con su recalentada pistola infierno a
cualquier hereje que se le ponía a tiro. Los poderes de la ruina torturaban a
aquella reliquia del pasado, casi podía sentir el dolor de su Espíritu de la
Máquina, luchaba en una batalla perdida contra el ser de la disformidad que la
plagaba. Aquella aberración ya había ganado el poco terreno necesario para
hacer de aquella nave, algo tan herético como inservible, debía ser destruida,
una vez liberada de su agonía estaría en paz. Su mirada se cruzó en la lejanía
con la del marine caótico que dirigía a aquella chusma, el muy bastardo lo
reconoció como un siervo del Adeptus de Marte y emitió una carcajada que se
pudo oír por encima del estruendo. Le respondió enseñándole el dedo corazón. Ya
veríamos quien ríe el último…
Los
hombres caían, muchos morían, más eran heridos y apartados por sus compañeros.
Seleuco había dado orden de no disparar hasta que todos los equipos de armas
pesadas estuvieran listos, lo cual no era fácil durante el intercambio de
fuego. Varios hombres arrastraban pesadas placas de chapa arrancadas
directamente de las máquinas de la sala para proporcionar con ellas cobijo a
los operarios de estas armas. Había hecho venir a todos los operarios posibles,
debía acumular suficiente potencia de fuego como para lanzar un ataque que
sobrecargase el motor central, que empezaba a acumular energía con la que
despertar al demonio que le poseía. Esperaba que la cortina de fuego desplegada
por Volog y Cinnamus no permitiese al enemigo darse cuenta de lo que planeaban,
un contraataque sería catastrófico en ese momento.
Parham
se acercó al comisario, abriendo fuego con su rifle hacia el enemigo mientras
este metía otro cargador en su pistola, no podían mantener eternamente esa
posición, si seguían así los iban a diezmar poco a poco, o peor, la el demonio
despertaría y estarían perdidos. Tras disparar unas ráfagas más, hizo un gesto
señalando que todas las dotaciones estaban listas para disparar. Seleuco
asintió serio, envió mensajes de aviso al mayor y al capitán. Volog se apresuró
a dar órdenes por la radio.
-
Cinnamus, comienza a retirarte con tus hombres ahora mismo. Seleuco, dispara
cuando hayan partido y retírate también.
- ¿Y
vosotros?
-
Nosotros os cubriremos y formaremos la retaguardia. ¡Vamos! - Todos asintieron.
-
Mayor. No haga ninguna tontería, tiene muchos hombres a su cargo. -Hubo unos
instantes de silencio de radio.
- No
se preocupe Comisario, con que esos herejes se quemen vivos aquí dentro me
conformo.
Seleuco
asintió para sí, el mayor se estaba conteniendo, eso era bueno. Los pelotones
de Cinnamus salieron de la sala tras crear una pantalla protectora con granadas
de humo.
El
exterminador del caos se paró en seco mientras estrangulaba a un genestealer
con una de las enormes botas de su armadura. Gracias a la tecnología de su
casco pudo ignorar el humo y ver como los guardias imperiales se retiraban de
forma escalonada, los de un lado mantenían la posición y los del centro
comenzaron a moverse, cuando se dio cuenta de lo que escondían estos últimos
levantó sus dos brazos abriendo fuego con todo lo que tenía. Un comisario se
alzó estoicamente entre los proyectiles de bólter y las balas que silbaban a su
alrededor, apuntó con su pistola hacia ellos gritando algo que no le gustó
nada.
-
¡Disparar una salva!
Los
cañones automáticos rugieron, los bólters pesados gruñeron, los cañones láser pitaron,
y todos ellos fueron coreados por el silbido de los lanzamisiles, el ruido de
vacío de los lanzagranadas, y los siseos de las armas de plasma o de fusión.
Toda aquella descarga de potencial bélico que podía haber derribado con
facilidad un gran rascacielos de un mundo en desarrollo, impactó sobre el motor
principal, arrancando de cuajo la carne demoniaca que lo recubría. Trozos de
metal incandescente saltaron por los aires junto a masas de metal fundido
causando una verdadera escabechina entre herejes y xenos. El propio demonio,
casi despierto por una cuchillada de dolor lacerante gritó a través de una
docena de dentudas bocas que surgieron de su deforme cuerpo. La energía pasó de
acumularse a desparramarse causando varias explosiones secundarias que
esparcían aún más la hecatombe que habían provocado.
Los
operarios de las armas pesadas agarraron sus equipos como pudieron y comenzaron a
correr hacia la salida mientras Seleuco y Parham les metían prisa. Antes de
acompañarlos, Warfet se subió sobre un montón de chatarra para agitar su hacha
sobre la cabeza al mismo tiempo que entonaba una letanía de purificación.
Apenas pudo acabarla antes de retirarse, las aún ampliamente numerosas tropas
del caos comenzaron a dirigirse hacia ellos con los marines de los Guerreros de
Hierro en el fondo. El fuego que empezó a llegar hasta sus posiciones casi
competía en estruendo con las detonaciones de la estructura y los bramidos de
agonía del habitante de la disformidad.
Volog
posicionó a sus hombres en las mal preparadas protecciones que acababan de
dejar atrás los soldados que iban con Seleuco. Un soldado que disparaba a su
lado cayó de forma laxa cuando una bala le entró por un ojo, otro aulló de
dolor al perder media mano por la explosión de un proyectil de bólter. Si
tuviera más hombres saldría a su encuentro con la bayoneta calada, derribarían
con su peso a aquellos titanes acorazados y desmembrarían a sus asquerosas
marionetas pieza a pieza. Pero no podía. Apretó los dientes de pura rabia.
Algunos hombres ya no tenían munición laser y
habían recurrido a los Sariss, era el momento de escapar de allí. Dio
órdenes de que los que pudieran dejasen algún explosivo, esperó unos odiosos instantes
más, dio la disposición de retirada.
Puente de mando. Punto Beta Secunda.
Acorazado.
Arsacis
apretó el último nudo de su cabestrillo mientras hacía una mueca de dolor, las
heridas parecían haber dejado de sangrar, aunque no se sabía, aguantó la
respiración mientras se quitaba la máscara de gas un momento para tomar un
puñado de calmantes y coagulantes. Las dos líneas de combate ya habían sido
conformadas, Khur le había destinado a la segunda, no era una deshonra, ya que
no le costó nada cederle el honor de estar en primera línea a Mitrídates. Se
subió a un monitor con la esperanza de que Enoch no le viera, apoyó su fusil
Sariss sobre un saliente, levantó el mecanismo de cerrojo para ver si la bala
estaba en su sitio, lo bajó con su característico chasquido y esperó a que el
enemigo se decidiera a aparecer de nuevo.
Los
soldados aguardaban impacientes con las bayonetas caladas formando una delgada
línea flanqueada por las dotaciones de armas pesadas. Los pocos Coraceros que
no se habían retirado a la zona de los heridos se posicionaron en dos de las
balconadas que recorrían la enorme cristalera que tenían sobre sus cabezas, sus
variopintos uniformes y sus armas modificadas contrastaban mucho si se las
comparaba con la rígida parafernalia de los savaranos. La noticia de que las
posiciones de Gotar estaban siendo asediadas había dejado un mal gusto de boca
general, sabían que era muy difícil que cayeran, además de verse apurados
podían pedir refuerzos a la Lanza de Hierro, pero eso significaba que había más
genestealers de los que habían imaginado.
Khur
estaba junto a Halls y a Mitrídates en la primera línea, justo delante del
pórtico por el que habían entrado, el comisario arengaba a las tropas mientras
que el capitán preguntaba a los hombres cercanos el estado de sus pelotones.
Mientras esperaban, el coronel se permitió mirar por la cristalera la batalla
espacial que se daba fuera de la nave. Desde la lejanía, los cruceros
imperiales habían recuperado lentamente la iniciativa, forzando a la flota del
Caos a cerrar filas, intercambiando constante salvas de disparos. Por un
instante pudo ver como varios cruceros imperiales retrocedían ante un ataque de
numerosas fragatas herejes apoyadas por una horrorosa nave demoniaca de grandes
dimensiones. Entonces fue cuando actuó lo que había extrañado mientras
observaba los combates. La Lanza de Hierro Abrió fuego con sus armas de largo
alcance, abrasando al feo apoyo de las fragatas, las cuales tuvieron que
realizar una maniobra evasiva desesperada para evadir la venganza de los
cruceros.
Sacudió
la cabeza ligeramente para salir de su ensimismamiento, sopesó sus armas e hizo
un par de aspavientos con su espada, la energía crepitó al cortar el aire.
Todos estaban en su puestos, nadie hacía ningún ruido, solo los quejidos de los
heridos del fondo rompían esa calma tensa. Aquello era una señal que no le
gustaba a nadie, comenzaron a escuchar rugidos, cada vez más numerosos, los
tiránidos venían, y en gran número.
Ya llegan... |
Los
primeros que entraron por la puerta tenían la boca llena de flagelos, emitían
un extraño zumbido mientras sus cuerpos cambiaban para generar apéndices llenos
de ganchudas garras o largas cuchillas con las que matar a los guardias.
Rápidamente los soldados respondieron abriendo fuego. Los disparos láser
agujereaban los cuerpos de los xenos que caían al suelo desangrándose entre
bufidos de rabia, los proyectiles bólter habían su trabajo reventando torsos y
extremidades, las descargas de fusión y plasma fundían caparazones con sus
dueños dentro. Estos genestealers, más rápidos que los normales, llegaron
pronto a las líneas de los soldados de la guardia, los que sobrevivieron a las
descargas de los lanzallamas se abalanzaron sobre los savaranos, entrando en un
brutal cuerpo a cuerpo en el que los humanos derribaban a esas abominaciones
cambiantes a base de cuantiosos bayonetazos y disparos a quemarropa, tanto de
láser como de armas cortas.
Varios
hombres morían con brazos cercenados o torsos apuñalados antes de que solo uno
de esos monstruos cayese cuerpo a cuerpo. Khur disparaba sin cesar, rematando a
los xenos con su espada cuando estos se acercaban mucho, a su lado Halls hacía
lo propio con su ensangrentado puño de combate, y Mitrítates gastaba un
cargador tras otro de su rifle láser. El coronel se dio cuenta de que la línea
comenzaba a flaquear, detrás de estos extraños tiránidos a los que apenas
mantenían a raya llegaban oleadas constantes de genestealers como los que
habían visto antes, dio orden de retroceder poco a poco mientras se cubrían
unos a otros. Era una maniobra desesperada, pero si se llevaba con orden podían
entroncar sus fuerzas con la segunda línea. Un soldado situado más delante de
lo que debía, vio como un alien se le echaba encima, en vez de dispararle tiró
su arma hacia un lado y corrió en dirección contraria, algunos hombres comenzaron
a mirar a los lados desconcertados, como si temiesen que el resto fuese a
imitar a su compañero. Sus pretensiones no llegaron muy dejos, Halls se
interpuso entre el savarano y la línea, frenando al soldado en seco dándole un
tiro en la frente, después lanzó al genestealer más cercano varios metros atrás
de un contundente puñetazo.
-
¡Mantener la línea! ¡Morir sirviendo al Emperador!
Los
soldados se conservaron firmes ante aquella muestra brutal de disciplina, a
Khur no le gustaban ese tipo de castigos, pero debía de hacerse, había
reconocido al soldado cuando se dio la vuelta para huir, era uno de los nuevos
reclutas, su muerte como un cobarde aleccionaría a los demás. Halls se reunió
con él en el centro de la formación, retrocedían con los xenos muriendo
demasiado cerca de ellos.
La
distancia que separaba ambas líneas de defensa se hizo eterna para Khur, una
vez llegaron el avance genestealer fue frenado por la segunda línea, que se
pudo delante de la primera para que se recuperara. Rápidamente, al igual que
Halls y Mitrídates, se posicionó junto a Arsacis, al frente de la segunda línea
defensiva. El coronel dio la orden de avanzar de nuevo, poco a poco los
savaranos comenzaron a andar hacia delante muy juntos los unos a los otros,
disparando con sus armas a la masa alienígena que se abalanzaba contra ellos
dejando en el suelo lleno de sus aberrantes cadáveres. Desde arriba llegaban
constantes salvas de los coraceros, para ser tan desordenados sabían bien lo
que hacían.
Iban
bien, habían tenido que retroceder ente el empuje enemigo, habían evitado el
cuerpo a cuerpo a gran escala y los estaban conteniendo, el número de xenos
comenzaba a menguar, en algunos puntos los genestealers tenían que escalar
montículos de cadáveres de los de su propia especie, podían conseguirlo. Un chillido de lo más inhumano inundó la sala, entonces apareció al fondo, mucho más
voluminoso que los otros xenos, casi tan alto como un Leman Russ. Un Líder de
Progenie.
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