Barcaza de batalla Sometedora
El capitán de la cuarta compañía había ordenado la aproximación de la Sometedora
al enorme acorazado a la deriva para que el recorrido de los torpedos de
abordaje que transportaban al comandante Krago y sus hombres, fuera el más
corto y menos peligroso.
Mientras tanto, las baterías de babor acribillaban al Desolador que
también expulsaba tropas hacia el
imponente pecio. Los escudos de la Sometedora se veían ya en estado de
fuerte asimilación energética según los escáneres, aunque seguían manteniendo
una estoica resistencia.
Groa, no imaginaba qué clase de estratagema confabulaba el Caos con tal
movimiento, pero le divertía pensar en la cara del traidor que comandaba el
navío ante la sorpresa de ver emulada su estrategia.
No era nada habitual tan repentina respuesta del bando imperial, de
hecho, Groa soltó una sonora carcajada imaginando la confiada actitud que les
otorgaba a los renegados conocer los mandatos del primarca de Ultramar. Sin
duda no conocían a los Conquistadores de Mundos…
Los servidores hicieron caso omiso de la furiosa risa del nuevo
comandante de la Sometedora en su eterna tarea de registro. En el fondo,
debía de reconocer que en momentos como este estar al mando de la poderosa nave
de guerra era casi tan placentero como arrebatar una vida con sus propias
manos.
De pronto, un mensaje de intercepción de frecuencias lo sacó de su
extasiada tarea de mando. Parecía un mensaje cifrado emitido en una banda
bastante precaria. Un escalofrío recorrió su espalda cuando la fantasía de
poder conectar con las comunicaciones enemigas cruzó súbitamente su mente.
En rápidos gestos derivó el mensaje al sistema desencriptador
automático, el cual se esforzaba en rebuscar patrones de la base de datos que
los sabios hacedores de Marte habían implantado en la memoria artificial de la
nave. Los treinta y tres segundos le resultaron interminables, hasta que
finalmente la comunicación fue revelada, sin embargo no era un mensaje errado
por parte del enemigo, sino según el análisis, proveniente de un arcaico
sistema de cifrado. El contenido del mismo era tan impositivo y contundente,
que inspiró admiración en el recién ascendido capitán:
–
Al habla Lord Jargon Mihgo, Capitán de la Cuarta Compañía del Capítulo Gauargi del Adeptus Astartes, al mando de la Fuerza de
Combate Iluminación. Las órdenes han sido despachadas y no
toleraré ningún tipo de insubordinación. Si tras el combate salimos
victoriosos, y lo haremos, perseguiré a todos aquellos que hayan desacatado mis
órdenes como a los perros traidores contra los que nos enfrentamos. A partir de
este momento, asumo el mando operativo.
Groa mantuvo una dicotomía interna de unos
segundos. El mensaje venía acompañado de una situación cartográfica de la
emisión, una de las flotas cercanas al planeta Byrel Entego, otro más en
conflicto del sistema Lambda. Su mano derecha se dirigió al panel de
transmisión.
_ Recibido, Iluminación. La Sometedora
saluda_ respondió con los mismos protocolos de situación.
***
Krago se mantenía tan alterado internamente, como imperturbable aparentaba desde fuera. Un gran estruendo seguido de una fuerte perturbación se hizo notar. Los cinco hombres que lo acompañaban en ese cubículo tubular de no más de unas decenas de metros, se mostraban callados y tensos, síntomas claros de la poca asiduidad de los abordajes. Cárceles flotantes que sólo ofrecían la visión de la mochila del guerrero de enfrente.
La travesía en el vacío era relativamente
corta, aunque a ningún astartes podía engañársele sobre el riesgo de tales
maniobras. Un leve recalentamiento de la proa del transporte podía hacer que la
carga hiciera ignición demasiado pronto, lo que significaba una inexorable y tortuosa
muerte de inanición en el vacío, sin
embargo el riesgo más común era el desvío del objetivo, lo que los enviaría a
la merced de las fuerzas gravitatorias.
Justo antes de la eyección, Krago había
denegado el embarque de los veteranos, pues a pesar de sus impetuosas quejas,
no podía asumir bajas de tan alto coste en una situación tan azarosa. Solamente
el leal Knut y su escuadra Yogefar, tenían
asientos asegurados. Durante décadas, Knut había sido un guerrero honorable y
de intachable carrera en el capítulo como guardia personal del capitán de la
Sexta, y comandaba su propia escuadra como sargento, un cargo explícitamente
solicitado.
Un enorme astartes de perilla rubia y mirada
decidida se dispuso a invadir uno de los torpedos sin previo consentimiento,
seguido de otros quince guerreros que le imitaban. Krago no puso objeción al
gesto de los Cráneos Duros del
sargento Ajax para la misión, como solía ser habitual.
En unos minutos casi inacabables, el misil de
transporte topó con la estructura externa del coloso metálico. Un sonido
mecánico liberó la mecha que hizo estallar en grandes pedazos el grueso
blindaje de forma ruidosa, autosellándose automáticamente con compuertas de
refuerzo mediante un mecanismo hidráulico. La estructura fue atravesada por
nueve proyectiles de igual carga en lo que podía reconocerse como uno de los
hangares de aeronaves Stormbird.
Krago empujó la compuerta de desembarque con la implementada fuerza que le
otorgaba la ayuda de la articulación del desproporcionado guantalete de energía.
Tres decenas y media de astartes formaban un
grupo alrededor de cada transporte. Krago echó un viztazo al cascarón del que había emergido, gran parte de la
cubierta trasera literalmente derretida, posiblemente por el paso cercano de un
disparo proveniente del fuego cruzado. Además corroboró visualmente la ausencia
de uno de los ocho habitáculos asignados originalmente, una pérdida inevitable
pero lamentada.
Con gran rebumbio y desazón, los astartes
hacían resonar sus hachas y espadas-sierra, barriendo el perímetro a la
búsqueda de posibles objetivos.
El visor reflejaba el resultado del escáner
viral, lo que delataba una atmósfera interna de presión asumible. Sin embargo
no existía campo gravitatorio, por lo que las suelas magnéticas hacían el
trabajo artificialmente. Los astartes retiraron desasosegadamente los yelmos de
sus rostros, aspirando profundamente el viciado aire. Sólo Krago, Ajax y Knut mantuvieron la comunicación que los yelmos posibilitaban.
El estado del interior del pecio era
lamentable, abandonado y deteriorado, con multitud de objetos flotando en la ingravidez que los soldados debían apartar. El sitio permanecía a oscuras, pero los visores
hacían de la oscuridad luz. Krago, ordenó por el canal interno a los dos sargentos, avanzar hacia el objetivo primario, en una dispersión en abanico por
los corredores.
Los astartes se lanzaron casi a la carrera.
Krago trotaba, inundando los pasillos con el eco estruendoso de las sierras de
su escuadra hasta casi no ser capaz de oír a las otras dos.
Groa había dado instrucciones precisas de llegar a los
núcleos energéticos con la esperanza de reavivar a la nave para ser usada en la
contienda espacial. Sin embargo, el enemigo había partido antes que ellos, así
que el encuentro sería inminente.
Nada interrumpió el paso de los Conquistadores
hasta la sala trasera del acorazado muerto, salvo un anecdótico reporte de
Ajax, el campeón, y su escuadra de Cráneos
Duros. Habían topado con unas criaturas amorfas y oscuras. Cobraron la vida
de uno de los paladines. Seguramente alguna alimaña traída de la no existencia
por esos pervertidos.
El
primero cayó con nuestros disparos, el segundo lo aplasté contra la pared, recordaba de
su transmisión. Krago disfrutaba del negro humor del sargento.
Un tono tan jovial habría sido totalmente recriminado a cualquier sargento. Sin
embargo, el trato a los Cráneos Duros
era totalmente elitista, pues así habían demostrado ser merecedores.
En pocos instantes la gran sala de mecanismos
trasera fue alcanzada. Un ovalado recinto repleto de maquinaria de buen tamaño,
capaz de arrancar de la incercia a aquel vasto navío. La escuadra de Krago estaba a una decena de
metros del suelo, en uno de los pasillos circulares que envolvían la estancia.
No había indicios de actividad, por lo que Krago saltó la barandilla, imitado
por sus hombres. Un aire caliente, aún más viciado que el que llevaban respirando
hasta ahora, se hacía asquerosamente palpable.
El panel matriz de energía estaba repleto de
clavijas, botones y palancas. La suerte de poder entablar contacto con el
puente de mando, hacía que Krago no tuviera que preocuparse de cuestiones
técnicas.
_ ¿Qué hago?_ dijo severamente.
Groa se hizo audible en el sistema interno de
la servoarmadura del capitán.
_ +Comprueba que no hayan sido dañados los
circuitos que van a las células gastadas. Luego reemplázalas por las nuevas.
Cierro canal, moléstame si me necesitas, como suele ser la norma+_ fueron las
ásperas palabras del comandante. Por ellas cualquiera diría que hubiera sido
desconcentrado de su tarea.
Los diez astartes permanecían expectantes a
cualquier intrusión en la gran habitación. Krago abrió la caja de cables, un
pequeño símbolo en un aparato incrustado de luz parpadeante parecía revelar
claramente una desvinculación de los circuitos naturales. La sorpresiva explosión
en el blindado rostro del inocente astartes, hizo cerrar fuertemente a Krago su
gran puño-sierra. Los traidores habían estado allí antes…
Los disparos volvieron real la tardía
premonición. El capitán fue despegado del suelo a pesar de la fuerza magnética
de sus botas, y siendo despedido hacia atrás unos escasos metros para acabar
inmóvil. Su vista estaba nublada, y el casco había bloqueado el impacto de
sonido sobre sus oídos, aunque un leve zumbido aún hacía mella.
Astartes de armadura oscura comenzaron a salir
de los corredores que habían recorrido los Conquistadores en su llegada.
Parecía algo premeditado y terriblemente desventajoso, unos minutos de
antelación en el atraque de los torpedos de abordaje podían suponer un
asentamiento fuertemente deliberado.
Una lluvia de proyectiles bólter de gran
calibre comenzó a verterse sobre los diez hermanos, que intentaban encontrar
cobertura que fuera capaz de frenar los bólter pesados.
_ +Escuadra Yofegar. Oímos disparos ¿Se
encuentra bien capitán? Vamos para allá+
Krago no podía ponerse en pie, y un gemido
ahogado en sangre salió de su garganta
con la esperanza de responder por el canal interno. El sargento Knut, oportuno y fiel como un perro
mal tratado pero alimentado. Krago esperaba la respuesta de Ajax y sus paladines,
pero no llegó. ¿Habrían sido emboscados los Cráneos Duros como animales también
ellos?
Tres hombres cayeron acribillados en pocos
instantes de frenética metralla mientras los Conquistadores enfundaban las
espadas para liberar la furia de los bólteres en modo autómatico. Sus graves
gañidos se unían a los disparos en respuesta, maldiciendo a los cobardes pusilánimes.
El número de acosadores era imposible de
determinar visualmente, pero ello no era impedimento mayor para reconocer el
número de puntos focales de los que surgían las atronadoras explosiones. Krago
supuso que unas tres armas pesadas acompañadas de al menos dos docenas de
bólters ligeros.
Ahora, con la mirada perdida en el techo, posiblemente
le habrían dado por muerto, y no sabía si en breves momentos fuera una
realidad. Un sentimiento de ira recorrió su espalda ante la escena tan
lamentable en la que había alcanzado la muerte. Siempre había fantaseado con
caer en el frente, rodeado de enemigos, pero nunca solo, y siempre ante un
guerrero al que pudiera mostrar su grandeza en combate singular, con el que
poder caer en paz sabiendo que su cráneo sería colocado en la base del Gran Trono
de hueso. Se negaba a aceptar una marcha anónima, cubierta de fracaso y timidez,
sin embargo…
Un último resquicio de voluntad sobresaltó a
Krago de sus ensoñaciones.
_ ¡Ahoguemos sus gritos!
El coro de voces le pareció un silbido casi
indescifrable. Arriba, unas figuras tan oscuras como las primeras caían desde
los niveles superiores, acompañados de pequeñas y ruidosas explosiones acuñables
quizá, al estruendo de las granadas de perforación. La negrura se cernió en su mundo.
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