--Acorazado Imperial Alma de Belerin, Guardia Belerinita--
Asirus estaba enfadado, llevaba en aquel acorazado unas diez horas estandar, lo que no era mucho desde el punto de vista astartes, pero lo que le desesperaba era el retraso en el comienzo de la reunión del Alto Mando. Los Custodios del Tridente no habían sido los primeros en llegar, pero casi, y él había esperado que nada más pisar aquella aeronave lo llevaran directamente a la reunión y esta ya estuviera empezada, quería terminar con aquello cuanto antes. Pero no había sido así, su escolta y él habían sido invitados a esperar al resto de comandantes que iban a llegar o estaban llegando, mientras podían recorrer, si querían, la nave, o conferenciar con alguno de los comandantes que ya habían llegado, pero no con el Lord General Jarwe.
Cuando por fin le habían invitado al inicio de la reunión, había acudido presuroso. Pero, ¿para qué?, más esperas. Y aquella sala para la reunión estaba fuera de lugar. No es que le importara la excesiva ornamentación o el despliegue innecesario de tantos aparatos, pero precisamente ambas cosas le hacían saber que el Lord General Jarwe no era un militar al uso, aunque estaba seguro que iba a hacer lo posible por ganar aquella campaña. No había más que mirarle la cara, parecía extrañamente contento de todo aquello, posiblemente porque tenía ante sí la oportunidad perfecta para alcanzar la gloria. No pudo reprimir sentir cierta satisfacción por haberle negado a Contoa el asistir a aquella reunión, seguro que le hubiera encantado mirar no sólo a Jarwe, sino a todos aquellos comandantes que se habían reunido.
- Capitán, vamos a tener compañía.
- Los veo Furnsa.
Por los colores de las servoarmaduras y el característico simbolo en las hombreras el trío que se acercaba pertenecía al capítulo Hacheros. El enorme astartes de enmedio debía ostentar el rango de capitán. Se tropezó con una mirada dura enmarcada en un rostro barbudo. Cuando llegaron a su altura se saludaron con una simple inclinación de cabeza.
- Capitán Jarlerik, de la Segunda de los Hacheros.
- Capitán Asirus, de la Quinta Compañía de Batalla de los Custodios del Tridente.
- Mis guerreros me han dicho que es un buen luchador. Me gustaría comprobarlo personalmente.
Asirus levantó una ceja tratando de dilucidar si era una amenaza, una fanfarronada o simplemente era una invitación. Se decidió por lo último y sonrió.
- Estaré encantado de cruzar armas, hasta ahora todo ha sido bastante aburrido.
Jarlerik soltó una explosión de carcajadas que hicieron que varios de los comandantes cercanos los miraran con curiosidad, incluso alguno con irritación. Pero Asirus lo acompañó en su risa de buena gana, estaba bastante harto de representar el papel de rígido comandante.
- Tolomu no se ha equivocado, seguro que nuestras tribus pueden ser buenas compañeras de armas. Sin embargo, habéis venido casi todos aquí.
Asirus estaba enfadado, llevaba en aquel acorazado unas diez horas estandar, lo que no era mucho desde el punto de vista astartes, pero lo que le desesperaba era el retraso en el comienzo de la reunión del Alto Mando. Los Custodios del Tridente no habían sido los primeros en llegar, pero casi, y él había esperado que nada más pisar aquella aeronave lo llevaran directamente a la reunión y esta ya estuviera empezada, quería terminar con aquello cuanto antes. Pero no había sido así, su escolta y él habían sido invitados a esperar al resto de comandantes que iban a llegar o estaban llegando, mientras podían recorrer, si querían, la nave, o conferenciar con alguno de los comandantes que ya habían llegado, pero no con el Lord General Jarwe.
Cuando por fin le habían invitado al inicio de la reunión, había acudido presuroso. Pero, ¿para qué?, más esperas. Y aquella sala para la reunión estaba fuera de lugar. No es que le importara la excesiva ornamentación o el despliegue innecesario de tantos aparatos, pero precisamente ambas cosas le hacían saber que el Lord General Jarwe no era un militar al uso, aunque estaba seguro que iba a hacer lo posible por ganar aquella campaña. No había más que mirarle la cara, parecía extrañamente contento de todo aquello, posiblemente porque tenía ante sí la oportunidad perfecta para alcanzar la gloria. No pudo reprimir sentir cierta satisfacción por haberle negado a Contoa el asistir a aquella reunión, seguro que le hubiera encantado mirar no sólo a Jarwe, sino a todos aquellos comandantes que se habían reunido.
- Capitán, vamos a tener compañía.
- Los veo Furnsa.
Por los colores de las servoarmaduras y el característico simbolo en las hombreras el trío que se acercaba pertenecía al capítulo Hacheros. El enorme astartes de enmedio debía ostentar el rango de capitán. Se tropezó con una mirada dura enmarcada en un rostro barbudo. Cuando llegaron a su altura se saludaron con una simple inclinación de cabeza.
- Capitán Jarlerik, de la Segunda de los Hacheros.
- Capitán Asirus, de la Quinta Compañía de Batalla de los Custodios del Tridente.
- Mis guerreros me han dicho que es un buen luchador. Me gustaría comprobarlo personalmente.
Asirus levantó una ceja tratando de dilucidar si era una amenaza, una fanfarronada o simplemente era una invitación. Se decidió por lo último y sonrió.
- Estaré encantado de cruzar armas, hasta ahora todo ha sido bastante aburrido.
Jarlerik soltó una explosión de carcajadas que hicieron que varios de los comandantes cercanos los miraran con curiosidad, incluso alguno con irritación. Pero Asirus lo acompañó en su risa de buena gana, estaba bastante harto de representar el papel de rígido comandante.
- Tolomu no se ha equivocado, seguro que nuestras tribus pueden ser buenas compañeras de armas. Sin embargo, habéis venido casi todos aquí.
-La Flota de los Custodios del Tridente en el Sistema Belerin- |
El capitán Hachero había vuelto a poner su expresión seria y enfadada. Asirus había esperado aquella pregunta y, aunque esperaba que el tema no saliera a la luz, hubiera preferido tratarlo al menos tras la reunión.
- Vosotros también estáis aquí. - Furnsa lo dijo lentamente.
Asirus agradeció la intervención de su hermano, pero los gestos de los acompañantes del capitán de negro y rojo se volvieron agresivos.
- El hermano Furnsa no pretende ofender a nadie, pero estaremos de acuerdo en que hay temas que sería mejor tratar más tarde. - Intermedió Asirus.
Jarlerik levantó levemente la enorme hacha tribal que mantenía agarrada logrando que sus guerreros volvieran a tranquilizarse con aquél simple gesto. Luego fijó su mirada en Furnsa.
- Entiendo que todos querríamos estar en batalla, por lo que no me tomaré a mal tu osadía Tridente, pero soy un señor de la guerra por derecho propio, en otras circunstancias exigiría ver el color de tu sangre.
Asirus posó una mano sobre el pecho del campeón de su compañía antes de que respondiera al capitán Hachero.
- Capitán Jarlerik, aquí somos aliados, guerreros aliados, nuestros agravios podrán solventarse en el campo de batalla, sugiero que tras la campaña nos reunamos para contar las cabezas de nuestros enemigos abatidos.
El Hachero lo pensó un momento, luego asintió antes de que su voz volviera a reverberar.
- Es una buena idea, y me doy cuenta que también tú te sientes agraviado, ¿cuál es la razón?
- Eres señor de la guerra entre tu gente, ¿cierto?
- Así es. Soy Señor del Trueno en la Montaña, soy el Atronador, soy Tordnende.
- A mi puedes llamarme Gran Puño - Asirus levantó teatralmente su puño de energía - También yo soy señor de la guerra entre mi gente, y su sangre es la mía.
- Ahora nos entendemos. No exigiré la sangre de ninguno de tus guerreros aunque mi orgullo me obligue a ello.
- Debes entender que nuestras tradiciones son diferentes.
- Lo acepto. Pero de igual modo mis preguntas no deberían quedar sin respuesta si nuestras sangres serán derramadas por nuestros enemigos comunes.
Asirus suspiró.
- Así sea.
* * *
--Fragata Tinea Polaris, Custodios del Tridente--
- Mishka, señor.
- No me llames señor, llámame simplemente Ghuno.
- Eso no es... no creo que sea correcto, señor.
La muchacha era muy delgada y pequeña. En cierto modo tenía una apariencia frágil, aunque era evidente que estaba en forma y sus gestos y expresiones delataban cierto matiz de orgullo mal disimulado. Obviamente todo ello estaba por debajo de su actitud entre sumisa y nerviosa, pero eso era normal, Ghuno estaba acostumbrado a que los humanos lo trataran de esa manera, sobre todo la Guardia Naval, al menos no parecía tener temor alguno. Eso lo hubiera exasperado más de lo que hubiera podido admitir.
- Bien, haz lo que creas conveniente.
El silencio que flotó en el cubículo no le pasó desapercibido. Había sido demasiado brusco, se volvió hacia la muchacha. Esta lo miraba directamente a los ojos manteniendo la barbilla alta, pero sus manos tironeaban nerviosamente de su traje monopieza de color arena. Ghuno trató de sonreir, la tirantez de su cicatriz le recordó que más bien lo que iba a lograr era una mueca desagradable. La muchacha tragó saliva y los sentidos aumentados de Ghuno captaron cómo se aceleraba su corazón. Se preguntó si debía suavizar la situación o si...
- Señor, me siento honrada de la tarea que se me ha encomendado, pero quiero dejar claro que no ha sido cosa mía, el Capellán...
- Ya, ya, mira lo lamento. Estoy seguro que harás una buena labor a mi servicio, pero yo no he pedido una sierva.
- Disculpe mi atrevimiento, pero yo tampoco he pediso serlo... señor.
Probablemente ella vio la sorpresa en su rostro, porque por primera vez desbió la mirada tratando de parecer interesada en algún punto de la pared de metal. En realidad nunca antes se había enfrentado a una situación en la que los siervos del capítulo fueran tan directos en sus sentimientos, sobre todo si estos eran negativos en cuanto a su función para con los Tridentes. Sonrió.
- Me alegra saberlo, y te agradezco que seas sincera conmigo. No te preocupes que no te daré mucho trabajo.
Tras decir aquello se volvió, cogió una túnica limpia y se deshizo de la que estaba empapada en sudor tras el entrenamiento. A su espalda escuchó primero un exabrupto muy poco decoroso y un movimiento rápido de arrastrar de pies. Luego lo sorprendió el tono irritado de la muchacha.
- No. Debéis darme trabajo, debéis hacerlo, si no ¿qué hago aquí?, estaba muy a gusto en mi puesto, ¿sabéis?, me había acostumbrado a los horarios de entrenamiento, a las pruebas sorpresa y había logrado por fin adelantar algo en mis habilidades como armera. Si no me queréis...
Ghuno se volvió con rapidez e hizo un gesto seco con el brazo. Su intención era que la muchacha se callará de inmediato, pero fue futil porque ella estaba de espaldas. Sin embargo, el simple ruido que su enorme cuerpo hizo al girarse con brusquedad la silenció.
- ¿Eres armera?, ¿cómo...?, ¿por qué estas de espaldas?
- Porque mi señor se ha desnudado. Y, no, no soy armera, al menos de manera oficial, es solo que...
- ¿Qué?
- Digo que mi...
- Déjalo, no importa, no tengo tiempo. Luego hablaremos extensamente. Pero ahora, ¿quién ha venido?
- ¿Señor?
- Alguien ha venido a la nave, hay una reunión, ¿recuerdas?
- Sí, señor. Lo siento, señor. Una delegación de los Fusileros Dolnudacitas está reunida con el Capellán Requiel.
- De acuerdo, acudiremos ahora mismo.
- ¿Señor?
- Eres mi escudera ¿no?, quiero que me acompañes.
- No tengo los permisos para...
- Ahora eres parte de mí, y yo no necesito permiso para acudir a esa reunión.
(La imagen que aquí aparece son alteraciones de imágenes creadas por The First Magelord)
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