jueves, 1 de octubre de 2015

Savaranos de Catafractaria. "El deber cumplido".



Zona suroccidental. Ciudad-colmena Alkia. Planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lambda.

Las explosiones y el polvo abarrotaban los sentidos del mayor Arsacis, tuvo que lanzarse hacia un lado cuando una granada-hacha pasó por encima de su cabeza para clavarse en la columna de un desafortunado soldado. Todos lo imitaron, la explosión consiguiente los machó de vísceras. Rápidamente ocupó su lugar en la pared y comenzó a disparar hacia la masa de barbaros xenos que se lanzaban al asalto contra ellos. Sus descargas láser derribaban a decenas de brutales orkos, estos caían acribillados sobre los cuerpos de los que los habían precedido en anteriores asaltos. 

El vidrio derecho de sus sempiternas gafas se había rajado durante la acción en forma de ípsilon. Era algo muy molesto, al rato se había cansado de levantar la broncínea montura para disparar mejor. Su vista no tardó en ignorar aquella tara, no le faltaban cosas a las que estar atento. 

Había ido a reforzar a Mitrídates en la fachada principal, ya que en ella se estaban dando los peores ataques del enemigo. El traqueteo de las armas pesadas retumbaba desde los pisos superiores, las ametralladoras destrozaban los pesados cuerpos de los xenos, mientras, los cañones automáticos daban cuenta de los destartalados vehículos que sobrevivían a las descargas de fusión o plasma. Los gritos pidiendo munición comenzaban a repetirse con excesiva frecuencia. Hacía ya varias horas que habían repelido el primer ataque, el segundo apenas les había dado respiro, el tercero trajo consigo una miríada de bestias propulsadas con retrorreactores, el cuarto… ¿Qué habían traído los orkos en el cuarto? Daba igual, ya había perdido la cuenta. 

Le dolía el índice de tanto darle al gatillo de su rifle láser, tomó cobertura una vez más cuando varias ráfagas se acercaron peligrosamente a su posición, en el instante en el que las balas dejaron de maltratar el lienzo de pared tras el que se refugiaba, volvió a asomarse, esta vez pudo apreciar cómo sus hombres mantenían a raya a los orkos a base de disciplinadas salvas de láser. Incluso sus temibles nobles eran derribados cuando centraban sobre ellos la suficiente cantidad de fuego. 

Pero seguían llegando y castigando el edificio tras el que se resguardaban. Las paredes se asemejaban a un colosal e informe panal de abejarrones. En varios puntos habían llegado al cuerpo a cuerpo, los savaranos morían descuartizados por las pesadas armas de los pielesverdes, las cuales, unidas a su incapacidad de sentir el dolor, les daban un aspecto aterrador. Las intervenciones de Halls hacían retroceder a los xenos el tiempo suficiente como para retomar el control de la situación. El comisario estaba en constante movimiento, enardecía a los hombres dando ánimos o machacando orkos con su puño de combate. La última vez que el mayor le había visto cojeaba de su pierna derecha, aunque eso no le impidió reventar la cabeza de un noble orko que había tratado de partir en dos al teniente Hulja con una chirriante garra motora. 

No llegaban señales de Warfet. Si no arreglaba las comunicaciones a tiempo nadie vendría a por ellos y serian aplastados. El edificio estaba rodeado completamente por una marea verde que estrellaba olas cada vez más fuertes contra sus fortificaciones. Se apartó para dejar sitio a un soldado armado con un lanzagranadas y se puso de pie rápidamente ignorando el bajón de tensión que le atenazó las entrañas. Dio órdenes a los hombres que le acompañaban de mantener al posición, se dirigió hacia la estancia en la que se suponía que tenía que estar el visioingeniero.  

Arsacis tosió fuertemente mientras buscaba la frecuencia correcta de su voco-proyector para pedir un informe de la situación. Los capitanes comenzaron a dar informes que no le gustaron nada.

La compañía de Gotar, que defendía el muro trasero, se mantenía enfrascada en un tiroteo sin fin como el que acababa de dejar atrás, Sumu había perdido los pisos inferiores de la torre en la que estaba emplazado, ahora trataba de expulsar a los pielesverdes para evitar ser encerrado. Iluma resistía a duras penas en el muro oriental el potente fuego de varias baterías de pesada artillería retropropulsada que poco a poco se acercaban a sus posiciones. Samsu había abandonado la torre sur-occidental al ser esta incendiada con bombas de napalm.
Gandash, en el muro occidental, se mantenía enfrascado en un brutal cuerpo a cuerpo en el que se combatía a muerte por cada sala del edificio. Las últimas noticias de Burma eran que se había visto obligado a demoler la torre nororiental porque los pielesverdes la estaban infestando con termix y ántrax. Karaindash, con apoyo de Halls afianzaba la torre suroriental tras repeler un asalto acorazado. 

Armas Orkas.

Nada pintaba bien, los pasillos se estaban llenando de heridos que agonizaban al no recibir el tratamiento necesario, los soldados con instrucción médica no daban a basto. Hacía ya varias horas que corrían por el edificio improvisando vendas con lo primero que pillaban. Arsacis casi se da de bruces con un soldado que estaba sentado en la escalinata esperando la muerte sobre un charco de su propia sangre. Se paró un instante, cruzó su mirada, le puso una mano en el hombro y asintió. El repentino sonido de un generador al encenderse, seguido de un familiar clamor de triunfo le hizo subir los escalones de dos en dos hasta llegar a la sala de comunicaciones. 

En su interior Warfet se encontraba de rodillas con todo su cuerpo envuelto en cables que desprendan humo al entrar en las supurantes tomas de energía que recubrían el saturado cuerpo del visioingeniero. Hilos de sangre le caían de los lacrimales, los oídos, la nariz y las comisuras de la boca. De esta última salía un constante murmullo que se repetía una y otra vez. Era binario. Arsacis entró en la sala apuntando con su arma por delante, la oscuridad, apenas espantada por las luces de emergencia bailaba con las cascadas de chispas que la forzada maquinaria excretaba sin control. 

Cuando ya podía ver los alocados ojos del visioingeniero tratando de salirse de sus orbitas, Arsacis casi le da un vuelco al corazón y lo acribilla a tiros, ya que con una última convulsión, Warfet se giró hacia él sacudiendo todo su cuerpo. Tras unos instantes en los que el mayor se arrepintió varias veces de no haber abierto fuego contra el siervo del Mechanicus, su dilatada voz llenó la sala. 

- Ya están aquí… 

Justo después, y bajo la incrédula contemplación de Arsacis, salió de la sala arrancando la furibunda yedra de cables que le envolvía. Atravesó varias salas de forma automática, su servobrazo chocó con todo lo que se atrevió a interponerse en su camino. El mayor lo seguía con el arma a la altura del pecho, llegaron a una habitación que daba al muro principal, en varios de sus maltratados muros había secciones de savaranos abriendo fuego con rifles de francotirador o sus armas de cerrojo. Los casquillos se entremezclaban con los cargadores láser en igual medida. 

Warfert se apoyo en una ventana, Arsasis casi lo agarra ya que pensó que se iba a caer. Al igual que el visioingeniero, miró hacia el grisáceo cielo, al principio no veía nada, justo cuando se disponía a preguntar qué estaban esperando los vio, una serie de puntos obscuros que brillaban al atravesar la atmósfera a toda velocidad.  Abrió los ojos de par en par al reconocer lo que estaba por llegar. Aunque sus doloridas piernas se quejaron como nunca lo habían hecho, casi se abalanzó sobre el primer operario de comunicaciones al que vio.

- Al habla el Mayor Arsacis. ¡Maniobra evasiva! Repito. ¡Maniobra evasiva! ¡Usad granadas, explosivos o lo que sea! ¡Adentraos todos en el edificio!

- ¡Señor! -La voz de Mitrídates- El cuerpo a cuerpo es generalizado. ¡Si nos retiramos van a entrar en tropel!

- ¡No discutáis maldita sea! ¡Enoch ha enviado a sus juguetes como refuerzo!

Justo cuando el resto de capitanes habían comenzado a protestar una serie de impactos hizo temblar todo, imponiéndose momentáneamente sobre el chaparrón artillero que castigaba el edificio.  

La marea de pielesverdes que avanzaba hacia ellos fue sacudida por la onda expansiva que varias docenas de impactos orbitales realizaron rodeando la estructura que los savaranos defendían. Los que no fueron aplastados o se habían caído, pararon en seco al ver los extraños cilindros que habían osado interrumpir su diversión. Poco tardaron en comenzar a acribillarlos con sus arcaicas armas, un par de ellos explotaron, formando chirriantes columnas de fuego que abrasaban todo a su alrededor. 

Al unísono, sus planas estructuras se dividieron en cuatro secciones verticales que sisearon al  dejar escapar olas de líquido refrigerador a presión. De nuevo los xenos se frenaron durante un instante, intrigados ante todo aquello. Entonces, lentamente, pero con paso firme, las cohortes de la Legio Cybernética salieron de las oscuras cáscaras que las envolvían y comenzaron la matanza. 

Pudo identificar a algunos de los extraños modelos que sus aliados habían desplegado, casi más por su forma de matar que por el diseño, rápidas partidas de Cruzados aniquilaban con ráfagas láser o cuerpo a cuerpo con estilizadas armas de energía a cualquier pielverde que trataba de flanquear a las formaciones de Castellax que sembraban muerte y destrucción tanto entre la infantería como en los blindados orkos. Las sierras mecánicas chirriaban al salpicar toda la plaza derramando ríos de oscura sangre alienígena, cabezas, torsos u otras partes de la anatomía orkoide eran espachurrados sin piedad por poderosos puños de combate. Escuadrones enteros de xenos eran desintegrados por sus armas de fuego, plasma y fusión. Incluso juraría haber visto un Thanatar desintegrando un Leman Rus saqueado con el extraño cañón que portaba sobre el hombro. 

El resto de cyborgs de combate le eran desconocidos, grandes y pequeños realizaban su trabajo igual que bien sus hermanos. Equipados con bólters, cañones lineales, cortadoras de plasma, balistas fásicas, rayos de gravitones, y otras armas estrafalarias,  sembraron el terror entre los pielesverdes. Esto, unido al fuego de cobertura que lanzaron los savaranos desde sus posiciones, acabó de romper la moral de sus enemigos. 

Con los últimos orkos siendo aplastados por los inmisericordes robots del Mechanicus, el silencio comenzó a llegar a plaza en la que se había desarrollado la batalla. Acompañado de un ensangrentado Halls, Arsacis subió lentamente las últimas escaleras que le llevaban a la azotea. Allí se encontró un centro de mando móvil sobre el que Enoch, junto a una docena de maestros de la Legio Cybernética, hacía balance de su intervención y las bajas sufridas durante el exterminio de los pielesverdes. Se acercó casi realizando una reverencia al Visioingeniero Jefe. 

Pictocaptura del frente.

Nótese el armamento y distintivos arcaicos de las FDP presentes.  
- ¿Cómo nos habéis encontrado? -Se apoyó sobre su rifle láser, aunque estaba a punto de derrumbarse, ayudó al comisario a mantenerse en pie, la sangre seguía corriendo por su pierna. 

- Warfet. Logró poner en marcha el sistema de comunicaciones, pero tuvo que sobrecargarlo para que funcionara, espero que no haya sufrido daños. 

- No… No creo. Mis hombres me han dicho que se ha puesto a tomar muestras de los xenos muertos. -Por un instante pensó que eso le había parecido divertido a Enoch. Se giró un momento para ver llegar a varias formaciones de helicópteros de rotores en tándem aterrizando cerca de ellos, ayuda médica local.- Habéis llegado justo a tiempo. ¿Cómo les ha ido a los demás?

- Sus misiones han sido favorables. Han logrado sus objetivos y se están replegando a la Lanza de Hierro. Khur me ha dado órdenes para ti, una vez aseguremos este sector, también tenemos que volver a la nave.
- ¿Y eso? ¿No nos movemos con los cuerpos de ejército locales? 

- Negativo. Les hemos ayudado suficiente por ahora. Descanse Mayor, no creo que el regimiento tarde en ser movilizado de nuevo, esta guerra no ha acabado. 

Tasca Fuego de los Santos. Lanza de Hierro. Órbita del planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lambda.

Desde uno de los bancos de metal que enmarcaban la entrada de su tugurio favorito, Khur se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano, apenas acababa de hacer ese gesto tuvo que saludar a varios oficiales que entraban para tomar algo. Se sintió ligeramente ridículo al hacerlo, chistó a la nada y se estiró sobre el asiento. Aquello no era lo peor que le había pasado, es más, todavía le dolía la clavícula derecha del culatazo que un mechakir le había propinado en las trincheras. Movió el brazo por enésima vez para darse cuenta de que seguía con molestias. 

Pasarse todo el día de reuniones le había dejado exhausto, necesitaba descansar. Volvió la cabeza al sentir cómo se abría la puerta, Dijnia acababa de pedir unos amasecs, de cereal para él, de frutas para ella. Ya no llevaba su espada. Se sentó a su lado, él la rodeó con el brazo que le quedaba libre y  disfrutaron de las bebidas en silencio mientras veían pictoanimaciones en un proyector sonoro que colgaba del techo.  

Los pensamientos sobre los últimos sucesos de la campaña asaltaron la mente del Coronel. Las dos intervenciones en tierra firme habían ayudado a salvar una cuidad-colmena de considerables dimensiones. Aún así el precio en bajas fue demasiado alto. Las reservas de civiles estaban casi agotadas, y aún así no se habían repuesto todas las plazas libres. Más de un tercio del regimiento convalecía herido o esperaba un implante con el que sustituir una o varias extremidades perdidas. 

La discusión con Volog por su imprudente intervención en los campos de trincheras no había sido pequeña, el fervor del mayor rayaba el fanatismo cuando se enfrentaba a las tropas del Archienemigo, solo la defensa que hizo Seleuco a su favor impidió una destitución. No le importaba que sus mandos demostraran su fe en el campo de batalla, incluso con el pensamiento extremista de Volog, pero poner en peligro a toda una división había sido demasiado. Por lo menos la brecha en el frente fue cerrada, dando suficiente tiempo a los locales a lanzar una contraofensiva sobre las tropas del Caos la fuerza necesaria como para volver a la guerra de desgaste que no pueden mantener. 

En enfrentamiento con los mechakirs le preocupaba más que las turbas de herejes, si esas atrocidades andantes estaban en el planeta significaba que sus sobrehumanos amos estaban en el teatro de operaciones, y eso no le daba buena espina. Nada en lo que hubiese Astartes traidores lo hacía. 

El rescate de Arsacis por parte de Enoch también fue duro para todos, los orkos eran un rival muy a tener en cuenta. Aunque su ataque en masa había sido desbaratado hasta el más tonto sabía que volverían a lanzarse en tropel. Mucho más enfervorecidos y furiosos que antes. ¿Qué buscaban en aquel planeta? Seguramente no era solo el placer de la batalla… El mayor, y Halls, que aún descansaba en uno de los hospitales de la nave, habían hablado de un armamento muy  variado en esas etapas de la invasión. Puede que alguien se le estuviese proporcionando, y no tenían por qué ser las tropas del Caos.

El líder de aquellas bestias debía ser suficientemente inteligente como para coordinar un número de tropas tan grande. Los servicios de inteligencia habían informado de que el oportuno alejamiento entre las bases de los herejes o los pielesverdes no evitaban las luchas entre ellos. Tendría que aprovechar eso. 

Le quedaba Zoroaster. El valor demostrado a la hora de conquistar el destructor honraba al taciturno capitán. Los propios magos de la Lanza de Hierro se habían interesado en persona sobre esa operación. Como no. Con la nave pacificada y en proceso de puesta en marcha, aumentarían su fuerza naval considerablemente. 

Dijnia se estaba quedado dormida, acabó su copa de amasec y la ayudó a levantarse, irían a descansar a sus aposentos. 

Suspiró, ya vería cuál sería su próximo movimiento. 

¿Seguirían interviniendo en los combates en tierra; ayudarían a la flota en sus asalto a las naves enemigas; o simplemente recogerían sus cosas, se marcharían de allí con el deber cumplido y un buen botín con el que engrandecer Catafractaria?

Solo el Emperador lo sabía.