miércoles, 18 de junio de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Descanso".



Lanza de Hierro. Nave de exploración del Adeptus Mechanicus. 

Orbitando en las cercanías del planeta Sagkeion. Sistema Sagkeion Lambda.

Barracón 1 G. 

Era pronto, Volog paseaba tranquilamente, dejando atrás filas y filas de literas recién hechas, cerca de algunas estaban sus ocupantes, sentados, hablando entre ellos o haciendo tareas rutinarias. El soldado Osdip revisaba una a una las pequeñas placas que conformaban su larga coraza de combate. En uno de los huecos, agrandado al apartar ligeramente los catres, el soldado Korst practicaba combate libre con el nervudo Chilc, que trataba inútilmente de librarse de un movimiento que provocaba una dolorosa luxación en el hombro derecho; a su alrededor varios savaranos observaban la lucha comentando el pugilato junto a algunos civiles. Familiares, novias y amistades, normalmente las zonas propias de los soldados no eran transitadas por estos, pero podían estar junto a ellos en los días de descanso de los que habían podido disfrutar tras el combate pasado. 

Al igual que en los otros barracones por los que había pasado, no pudo evitar darse cuenta de que había algunos camastros sin dueño, cada uno con un juego de sábanas y una manta verde encima, dobladas perfectamente, esperando a que llegase un nuevo ocupante. Eran de los hombres que se habían perdido en la batalla por el crucero. Sus cosas habían sido retiradas por sus conocidos o enviadas a reciclar por algún miembro del servicio interno. Todos y cada uno de los huecos vacios contaban con su propia historia, no solo la de sus últimos ocupantes, sino de los cuantiosos que los habían precedido, y casi de los que les predecerían en su servicio como soldados del Emperador. Risas, penas, dolores, alegrías… Tragedias para la mayoría, pero no para Volog. Era un honor morir por la Sagrada Terra; servir en los ejércitos del Imperio era algo grande, solo superado por la muerte en la batalla, con ella se evocaba a los grandes Santos del pasado…

- ¡Cuidado Mayor! 

Apenas se sobresaltó, delante de sus botas cayó una pelota de cuero teñido. Botó sin fuerza hasta que chocó suavemente con uno de sus pies.  No se había dado cuenta de que estaba saliendo de la sala, en frente, junto a la salida, unos cuantos soldados estaban practicando algo de deporte, utilizando el quicio como parte del juego. Sonrió brevemente, se agachó para recoger la pelota y lanzársela para que siguieran divirtiéndose. Sus costillas se quejaron debajo del vendaje que recubría su pecho, de no ser por los cuidados médicos recibidos, no se habría recuperado tan rápidamente del rodillazo que recibió en el crucero. El hecho de que hubiese tenido que reemplazar buena parte de las pequeñas piezas de ceramita de su armadura lo atestiguaba.  

Interrumpió el juego un instante para pasar al siguiente barracón. Justo al lado había un nutrido grupo de savaranos sentados en los bordes de las literas o en sillas improvisadas con trastos de lo más variado. No solo había hombres de su división, también los había de la de Arsacis, pudo reconocer a algunos, eran de las compañías de Mitrídates y Samsu. Hablaban sobre sus experiencias combatiendo a los aliens con los que habían luchado. Saludó con una inclinación de cabeza, dos soldados le hicieron hueco, se apoyó en la pared para formar parte de aquel corrillo. Quieye, un soldado vestido con una camisa gris y unos pantalones militares a juego, tenía un largo corte cosido en uno de sus antebrazos; mostraba con demasiado orgullo los puntos que cerraban la herida. Actuaba tratando de monopolizar la conversación, con una prepotencia que molestaba a la mayoría de los presentes. Vociferaba como si fuera un experto en xenología, era de los hombres de Mitrídates, claramente estaba avergonzando al resto de sus compañeros con su palabrería, si el Capitán estuviera presente le habría reprendido sin dudarlo. 

Continuó con los comentarios perspicaces, interrumpiendo a los demás tratando de demostrar que era el que más sabía del tema. Volog escuchaba atentamente aquella sarta de tonterías, sin saber si se había dado cuenta de que él estaba presente. Su siguiente comentario le demostró que no le había visto. Se puso a hablar de los Xruxil. 

- Los de Nybde son unos cobardes. Tienen a una especie xeno a tiro y no se atreven a exterminarlos. 

Muchos si habían visto al Mayor. Intercambiaron miradas nerviosas, por poco divertidas. Volog se limitó a escuchar tranquilamente. Quieye continuó con su atrevida verborrea. 

- ¿Alguno os acordáis de la destrucción de la prospección I-551? La gente de Nybde no ayudó en su defensa. Dejaron que esos xenos se comieran su estructura. Pues sí, pues sí, pues sí. ¿Y sabéis por qué? -Nadie contestó.- Yo os lo diré. Porque les interesaba que nadie de fuera de su pedrusco comenzara a explotar unas minas nuevas. A mí me da que se llevan excesivamente bien con…

Un cuchillo se clavó en el suelo de metal, justo en el hueco que había debajo de las piernas del soldado. El silencio se adueñó de la escena. Era un arma larga, con un mango hecho en hueso laboriosamente tallado y un filo de apariencia delicada realizado en un material similar al diamante. Era el cuchillo de combate de Volog. El Mayor avanzó hasta ponerse en frente del soldado, desclavó el arma del duro suelo y la guardó en su funda. Quieye estaba más callado que un muerto. No lo vio venir, aunque de todas formas no lo habría esquivado aunque lo hubiese intentado. Volog lo agarró por los cuellos de la camisa para levantarlo bruscamente. 

- Lo… Lo siento señor. No sabía que estaba presente. 

- Pues si lo estaba, aquí, y en Nybde también. -El soldado se puso más pálido aún.- Yo formé parte de las milicias que participaron en el rescate. -Con un rápido movimiento desenvainó su arma y la puso muy cerca de uno de los ojos del asustado soldado-  ¿Ves este cuchillo? Está tomado de allí mismo, pertenecía a uno de esos xenos. A uno de los pocos que pudimos matar antes de huyeran en desbandada. 

- Pero… La base explotó. No sobrevivió nadie. -Su voz sonaba cada vez más aguda.- ¡Se dijo en todos los noticiarios del sistema!

- Pues no fue así. Eso te lo aseguro yo. Ni era una explotación minera. Fue un Inquisidor que se pasó de listo, quiso destruir en vez de estudiar, como sus amigos Radicales. Esos aliens siempre nos evitan, rara vez se acercan a los humanos. Pero aquel pobre diablo se pasó de la raya. Y los Xruxil se lo hicieron pagar con creces. Aquel día añadieron algo más a su dieta, no solo se comieron los metales de de la base. 
 Especie Xeno indentificada como Xruxil.
Nativa del planeta Nybde. Sistema Catafractaria.
Segmentum Ultima.

Quieye sonrió nerviosamente, como si esperase que todo aquello fuese una broma de mal gusto. Fue puesto en su asiento de un empujón. Los fríos ojos del Mayor lo hicieron enmudecer del todo. Se quedó con la mirada fija en el suelo, intentado asimilarlo. 

Volog continuó su paseo tras enfundar de nuevo su arma, la conversación siguió a sus espaldas. Al irse se paró un momento para hablar con un sargento de la compañía de Samsu. 

- Dile a Arsacis que no quería excederme con uno de sus hombres. 

- No se preocupe Mayor. -Hizo un saludo militar.- Estoy seguro de que el mayor Arsacis no sentirá molestado por lo ocurrido. 

- Bien, continúen descansando, no creo que pase mucho tiempo hasta que se nos movilice de nuevo. 

Pasillo auxiliar. Puente de Mando. 

Apoyado en la repisa de la ornamentada pared, Khur observaba el espacio exterior a través del mamparo blindado que tenía delante.  Suspendido en la ingravidez, junto a la Lanza de Hierro estaba el imponente acorzado que habían capturado. La mayoría de sus ventanales estaban iluminados ahora que centenares de tecnosacerdotes pululaban por su interior, investigándolo y poniéndolo al día. Había rumores de que incluso algunos de los Magos habían pasado de la Lanza de Hierro para dirigir los sondeos en persona. Por cómo se había puesto Enoch al conectarse a sus terminales pudo ver el valor de la nave. Así esperaba que fuese, habían perdido a muy buenos hombres en su captura. Los genestealers siempre fueron un enemigo muy duro. Aún podía recordar la mirada del Líder de Progenie. Era difícil olvidar el rostro de una máquina de matar biológicamente perfecta. 

Alguien lo abrazó por detrás, no le hizo falta volverse, su almizcle le era inconfundible. Era Dijnia. Echó la cabeza hacia atrás para darla un beso. El hombro en el que había sido herido se quejó, pero no le importó, ni siquiera llevaba puesto el cabestrillo que le aconsejó el doctor. Disfrutó durante un momento del contacto de sus suaves mejillas en su cara. Siempre que él había vuelto gravemente herido de una misión ella se ponía más cariñosa de lo normal, algo raro teniendo en cuenta su fuerte temperamento, fruto de haberse criado en un planeta en el que el peligro acechaba en cada esquina. 

- ¿Qué tal estas?

- Bien. 

- No te he oído levantarte. 

- No quería despertarte. He estado releyendo los informes que me ha enviado Enoch sobre el acorazado. Entre sus robots y los refuerzos que enviamos, ha quedado limpio. 

- ¿Lo pasaron muy mal Iluma, Samsu y Sumu?

- No, lo peor nos lo llevamos nosotros. -Apretó los puños, Dijinia lo estrechó entre sus brazos al notarlo.

- Hicisteis lo que pudisteis. Además, tú mataste a su jefe. 

- Ya. 

Un flash azulado los recubrió durante un segundo. Los escudos del acorazado acababan de repeler un disparo a larga distancia proveniente de la flota del caos. Ante el empuje de los leales, y la llegada de la Lanza de Hierro, la flota hereje se había replegado hasta una distancia segura desde la que de forma esporádica intercambiaban salvas de disparos con la flota imperial, la cual había retrocedido hasta formar un anillo defensivo alrededor del planeta. Era una calma momentánea, todos sabían que no tardaría en darse un avance por uno de los dos bandos. 

Las naves caóticas actuaban con la digresión de siempre. Habían dejado desprotegido un flanco entero, en el cual habían dejado miles de minas espaciales a la deriva, como si esperasen que los imperiales fuesen tan estúpidos como para lanzar su ofensiva desde allí. De vez en cuando un crucero y algunas fragatas se lanzaban hacia delante, siendo repelidas con la misma contundencia que cuando lo hacían las leales. Dos días antes casi provocan el ataque total por parte de la flota imperial. Varios Cruceros clase Styx vomitaron una marabunta de pequeños cazas auto-tripulados que acosaron duramente a las naves imperiales antes de que estas y sus propios cazas los destruyeran. Sin embargo, no avanzaron, se dedicaron a observar, como si estuvieran midiendo las fuerzas defensoras a la espera de algo.

Khur y Djinia observaron como el acorazado devolvía el disparo con sus extrañas armas principales. Al parecer los tecnosacerdotes hacían grandes progresos. Uno de los raros cañones de la nave lanzó un zigzagueante haz de energía hacia la flota enemiga, el disparo no acertó a ningún enemigo, pero sí abrasó un destructor de los que flotaban a la deriva junto al resto de naves abandonadas que la disformidad había dejado allí. Había que calibrar de nuevo los sistemas de puntería. Djinia volvió a romper el silencio. 

-  ¿Quiénes vais a ir a la reunión?

- Enoch y yo. Dejaré a Arsacis, Volog y  Seleuco al mando del regimiento en nuestra ausencia. Tenemos órdenes de abordar alguna nave más y de responder contundentemente si la situación lo necesita. 

- ¿No puede ir uno de los Magos? Si tan interesados están en mantener buenas relaciones mientras saquean todos estos desperdicios, que vayan ellos. 

- Están demasiado ocupados investigando el acorazado y preparándose para defender la Lanza de Hierro. Además, nosotros nos entenderemos mejor con esa gente que ellos. 

- Si. Y si la cosa se pone fea siempre podrás contar con el sentido del humor de Enoch. 

Ambos rieron. 

- Ten cuidado. Que Enoch se encargue de la diplomacia. Tu no solo vas a defender las vidas de tus hombres, también la tuya. 

- Lo tendré.

Estancias de entrenamiento. 

Arsacis avanzaba a paso ligero a escasos cinco metros de la pared de la estancia en la que se ejercitaba. A su lado iban manteniendo el paso Gotar y el Teniente Sinu. Detrás de ellos toda la segunda compañía, siendo esta seguida por la sexta, con Gandash a su cabeza, y la octava, con Marduk capitaneándola. Todos corrían al mismo paso, siguiendo el recorrido marcado en el suelo alrededor de la colosal habitación en la que estaban. Correr. Era uno de los ejercicios marciales que habían acompañado al hombre a lo largo de toda su existencia, una larga historia marcada por la guerra. 

No iban a un ritmo muy rápido, el Mayor no quería exigirles mucho, tampoco había que cansar a los hombres a lo tonto. No se habían puesto las corazas de combate, todos vestían igual, con camisetas blancas de tirantes, pantalones de arpillera verde caqui y las botas reglamentarias. Ya llevaban unas cuantas vueltas. Arsacis sabía que ya no era el joven que había sido antes, la edad hacía mella a la hora de tolerar el dolor del ejercicio físico. ¡Tampoco era un viejo! Debía dar ejemplo, unos mil quinientos hombres estaban haciendo el mismo ejercicio que él. El dolor de las piernas empezaba a ser un poco más que molesto, la respiración se hacía cada vez más costosa y sus características gafas de cristales redondos le incordiaban al resbalarse con el sudor que le corría por la frente. 

Trató de distraerse. En el centro de la sala otras compañías realizaban ejercicios acompañadas de algunos grupos de heridos que los observaban para entretenerse. Se acordó de la información que le había pasado el Coronel, a él y a todos los miembros del estado mayor del regimiento. No había ningún problema en que el bruto de Seleuco se quedara sin el freno que suponía Khur, siempre y cuando, él y Volog fuesen capaces de relajar la inflexibilidad de sus criterios. 

Esperaba que el Coronel y Enoch fuesen capaces de dejarlos en una buena posición, no era bueno que se quedaran solos ante lo que se avecinaba, cuando uno se enfrentaba a las fuerzas del archienemigo sabía que la situación podía empeorar gravemente en simples instantes. Las fuerzas de defensa locales no lo hacían mal, pero se recuperaban a duras penas del impacto causado por las primeras acometidas del caos o los xenos. Sabía que era difícil, llevaba demasiados años en el Astra Militarum como para no esperarse lo peor de egoístas comandantes regionales y de  guarniciones que llevaban años sin confrontar un combate real.
Sacudió la cabeza. Se dio cuenta de que Sinu estaba a punto de adelantarle. Resopló un par de veces y aceleró el paso. 

- ¡Venga savaranos! ¡No llevamos ni la mitad!

- ¡Señor! ¡Sí! ¡Señor!

domingo, 8 de junio de 2014

Líderes del 143 de los Savaranos de Catafractaria.




Líderes del 143 de los Savaranos de Catafractaria. 

Normalmente el rango al mando del regimiento lo tiene un General, Jerio Durkus, aunque ha muerto en un enfrentamiento anterior a la Campaña de Aves Muertas, siendo el Coronel Khur Frates el siguiente en el escalafón, quien tutela el Regimiento. 

El Regimiento enviará dos representantes a la reunión, el Coronel y el Visioingeniero Jefe. El Gran Comisario se queda en la Lanza de Hierro, pero también le he puesto, por la importancia de su rango. 



Nombre: Khur Frates. 

Ejército: Savaranos de Catafractaria.
Tipo: Guardia Imperial, (Astra Militarum).
Rango: Coronel.
Armamento: Pistola Bólter y Espada de Energía. Al igual que muchos de sus soldados, cuando no está fuera de servicio, lleva siempre puesta la armadura de caparazón típica del regimiento, lo que ha hecho que se acostumbre a su considerable peso y se mueva con soltura.
Temperamento: Es un estratega nato, formado en las mejores academias de una sociedad altamente militarizada, dispone de un carácter fuerte, aunque sabe cuándo ser pragmático y los límites de su propia paciencia. Odia a los xenos profundamente, ya que de joven participó en campañas para repeler varios ataques esclavistas sobre su sistema natal y fue un testigo directo de sus atrocidades.
Curiosidades: Aunque sus métodos hacia sus hombres son terriblemente duros, valora las vidas de todos y cada uno de ellos; esto se debe a que los regimientos de Savaranos solo están formados por población de Catafractaria, lo que hace que para reponer las bajas haya que esperar a volver a pasar por su sistema originario o depender de la población civil que los acompaña en sus viajes. Esto hace que más de una vez llegue a enfrentarse a autoridades superiores si los planes de batalla son demasiado descabellados o considera que van a hacer carne de cañón con sus soldados. 



Nombre: Seleuco. 

Ejército: Savaranos de Catafractaria.
Tipo: Guardia Imperial, (Astra Militarum).
Rango: Gran Comisario.
Armamento: Pistola bólter, espada corta artesanal y arma de energía Sollex Aegis, (espada de un filo). Lo único que le diferencia del resto de savaranos es su gorra de comisario, que aunque está realizada en una manufactura similar al resto del equipo para que no desentone, tiene bien visible el símbolo en forma de calavera, tradicional del comisariado.
Temperamento: Aunque a veces le cuesta, esconde tras una máscara de seriedad, un carácter macabro, salpicado por dosis de una mezcla de sadismo y fanatismo que han hecho que se gane tanto el respeto como el miedo de los hombres. Sabe que las ejecuciones disgustan al Coronel, por lo que trata de evitarlas siempre que puede, aún así no durará en castigar con la pena máxima a cualquiera que incumpla las órdenes o deshonre al regimiento.
Curiosidades: Aunque está en la plenitud de su vida, su pelo es blanco como la nieve, y lo lleva cortado siempre a cepillo. Su rostro es difícil de olvidar ya que tiene una cicatriz en la frente, fruto de una batalla pasada. Es un fumador compulsivo, siendo raro el momento que no tiene un pitillo encendido; entre los soldados del regimiento corre el rumor de que fuma incluso cuando está dormido. 



Nombre: Enoch Zylphia.

Ejército: Savaranos de Catafractaria.
Tipo: Guardia Imperial, (Astra Militarum).
Rango: Visioingeniero Jefe.
Armamento: Dos servobrazos y un rifle combinado, (bólter pesado con pistola de fusión). Su cuerpo está altamente modificado, lo que le otorga una resistencia considerable al daño recibido en combate.
Temperamento: La curiosa personalidad que tenía antes de entrar a formar parte del culto al Omnissiah se mantiene tras décadas de fiel servicio, lo que hace que en campaña llegue a cometer actos considerados irracionales por los demás para poder realizar nuevos descubrimientos. Fue rápidamente elegido como enlace principal entre el regimiento de Savaranos y los Adeptos de Cuprus por sus buenas dotes para comunicarse con humanos no pertenecientes a las instituciones del Mechanicus. Aún así, esto no evita que sus rígidos modales de tecnosacerdote incomoden a más de uno.
Curiosidades: El tener que lidiar mano a mano con los problemas que se puedan dar entre las autoridades militares y las del Mechanicus de Catafractaria, ha hecho de se comporte de una forma curiosa, actuando con una buenas dotes diplomáticas que chocan con la mecanizada imagen de su cuerpo. Su gran pasión son sus investigaciones en la Legio Cibernética, con unos diseños muy desarrollados en su mundo forja natal, y que gusta de poner a prueba cuando se da la ocasión, cosa que suele satisfacer a los Magos, pero no siempre agrada a los savaranos. 


Rought Rider de Catafractaria, nótese la flexibilidad y la artesanía con la que está confeccionada la armadura caparazón. En este caso, aunque se han reforzado las protecciones de los brazos, carece de gran parte del equipo estándar para aligerar el peso que tiene que soportar la montura.


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