jueves, 31 de julio de 2014

Custodios del Tridente XVI: Dolor y duda 03 [Relato]

DOLOR Y DUDA 03

 --Fragata Tinea Polaris, Custodios del Tridente--

Entró en el strategium algo más rígido de lo que se había propuesto. Aún no se había acostumbrado a formar parte de los pocos que podían tomar decisiones importantes. Cerró las manos formando un puño apretado y se forzó a relajarse, a su espalda sabía que lo seguía su escudera, cuyo nerviosismo debía ser más que evidente para los de la sala. Requiel se encontraba hablando con dos militares humanos vestidos de verde y amarillo, algo más alejados otros dos soldados se mantenían en silencio bajo la atenta mirada del sargento Bilko. Al verlo le saludó con un casi imperceptible gesto de la cabeza, a lo que él respondió de igual modo. Aunque había luchado junto a su escuadra de Asalto en un gran número de ocasines, la verdad era que posiblemente fuera de los pocos hermanos de la Quinta con los que apenas había tenido tratos fuera del campo de batalla.

El Capellán lo vio y la conversación con los humanos se detuvo hasta que Ghuno llegó junto al trío.

- Sargento Ghuno, le presento al capitán Bonnad y al teniente Lenden de los Fusileros Dolnudacitas.

- Sargento - saludó el oficial superior mientras su compañero hacia una leve inclinación de cabeza.

- Hermano Capellán, oficiales. Lamento la tardanza.

- No tiene importancia hermano, hemos estado discutiendo sobre una posible colaboración con los Fusileros Dolnudacitas.

- Precisamos su ayuda, ya le he comentado al Capellán que nuestras fuerzas están demasiado dispersas y ahora solo nos faltaba que aparecieran los orkos.

- ¿Orkos?

- Así es, hermano, ¡podemos tener una nueva oportunidad de destruir la aberración pielverde!

Requiel era, posiblemente, el miembro de la Quinta cuyos sentimientos contra los Orkos eran más exacerbados, por lo que Ghuno no se sorprendió de la intensidad de sus palabras. Los militares humanos, sin embargo, reaccionaron con cierta sorpresa.

- A pesar de todo, me temo que la petición de estos hombres nos llevará lejos de esos monstruos - Comentó Requiel algo más sereno.

Ghuno no preguntó, solo mantuvo su mirada fija en el casco con forma de calavera del Capellán. El teniente de los Fusileros carraspeó y su superior hizo un gesto con la mano para que hablara.

- Sargento... ¿Ghuno?, poseemos un buen número de efectivos, y ya se han organizado varias fuerzas para detener la nueva amenaza. Sin embargo, no podemos estar en todos lados, y el Sistema Dolnúdaca tiene una población próspera y... peculiar. No todos nuestros mundos tienen una organización centralizada, de hecho abundan las poblaciones diseminadas, y los dolnudacitas estamos orgullosos de ser bastante independientes y autosuficientes, lo que es...

- Un problema, un grave problema. - El capitán interrumpió a su subordinado con gesto contrariado - Las naves antiguas han estado cayendo a tierra desde hace un mes. Como supondrá, hemos tratado de controlar los restos y expulsar a los herejes que aterrizaban tras ellas, y todo ello intentando además que nuestros conciudadanos abandonaran sus tierras. Está siendo un trabajo duro, pero podemos con ello... hasta ahora, la nueva amenaza pielverde ha hecho que una parte de nuestras fuerzas hayan sido reasignadas. Nos vendría muy bien que ustedes se hicieran visibles ahí abajo.

- ¿Visibles?

El teniente Lenden carraspeó de nuevo. Su superior movió el brazo derecho con rapidez animándolo a que volviera a tomar la palabra.

- Verá, ahora la defensa de los planetas está a cargo de una mezcla entre los Fusileros Dolnudacitas y las FDP planetarias que, si se me permite decirlo, no están equipadas como deberían. El capítulo de los Hacheros realiza una labor de apoyo siempre que puede pero tienen sus propias misiones... - el teniente se interrumpió cuando su superior resopló con disgusto - Ejem... bueno, la situación es que el control de la población no es tal, y quizá la presencia de los Custodios del Tridente pueda reforzar nuestra autoridad.

- ¿Pretenden que solo nos hagamos ver entre la población mientras paseamos de arriba a abajo?

- Oh no, no, sería desperdiciar a tan buenos guerreros. - dijo el oficial acariciando su perilla.

Ghuno frunció el entrecejo, no estaba seguro de si las palabras del teniente tenían o no un tinte de ironía. Se quedó mirándolo con intensidad hasta que este perdió algo de su seguridad y desvió la mirada. La voz grave de Requiel irrumpió en el silencio que empezaba a alargarse en el tiempo.

- Tranquilo hermano, los Fusileros Dolnudacitas solo están pidiéndonos ayuda, ¿cómo van a estar diciéndonos lo que vamos a hacer?

La sala volvió a quedar en completo silencio. El capitán Bonnad abrió la boca con intención de decir algo, pero quizá la visión del Capellán, vistiendo su servoarmadura completa, con el casco en forma de cráneo y el amenazador Crozius Arcanum descansando enganchado en la cadera, le hizo reconsiderar su postura. El sargento Bilko, vistiendo también su servoarmadura, se acercó lentamente apoyando intencionadamente su mano sobre el mango de su espada de energía, tras él los dos restantes militares humanos lo seguían algo nerviosos.

- ¿Protector? - Preguntó el sargento de asalto cuando se les unió.



Ghuno decidió que no tenía sentido aquella tensa situación. Bilko, líder de la escuadra Espadas Negras, no ayudaría con su carácter agresivo, y menos habiendo llamado a Requiel por su título de batalla.

- Un momento. - Dijo alzando la voz más de lo que pretendía.

Todos se inmovilizaron y lo miraron. Era consciente que llevaba puesta una simple túnica, pero también sabía que Bilko no pasaría por alto su autoridad aunque llevara ejerciendo de sargento varios siglos, al fin y al cabo siempre prefería ceder el mando y centrarse solo en la misión que se le encomendara. En cuanto a Requiel... él lo había elegido ¿no?

- Capitán Bonnad, Teniente Lenden. Los Custodios del Tridente les prestarán su apoyo siempre y cuando entiendan que allí abajo nosotros tomaremos nuestras propias decisiones y realizaremos las misiones que creamos oportunas.

Miró un momento a Requiel por si le hacía un gesto de negación, pero se mantuvo en silencio.

- Pero, así no nos serán... - empezó a decir Bonnad.

Su rostro se contrajo en un gesto agresivo en contra de su voluntad. El capitán fusilero tragó saliva, sus ojos parecieron recorrer la cicatriz de su rostro y se calló.

- Esta es mí opinión, si el hermano Capellán no está de acuerdo me plegaré a su decisión.

- Eso depende de nuestros invitados, si quieren nuestra ayuda será bajo las premisas que ha expuesto el sargento Ghuno.

          *          *          *

- ¿Qué coño te crees?, ¿me desprecias solo porque has sido elegida?

- No te desprecio por eso. Estoy harta de que me acoses, así que esto acaba aquí y ahora.

- Vaya, así que doña importante decide sacar las uñas. Pues bien que te has contoneado como una auténtica puta.

- ¡Cerdo asqueroso!

Mishka desenfundó su cuchillo táctico en un movimiento fluído e, inmediatamente, se colocó en postura de combate. Torso arqueado, piernas semiflexionadas, brazos doblados, codos pegados a los costados y los puños protegiéndole el rostro. En la mano izquierda mantenía firmemente empuñado el cuchillo, con la hoja hacia abajo. Jurdo, aquel imbécil que no la dejaba en paz y que solo quería tirársela, se pasó la lengua por los dientes superiores, se encogió de hombros y sacó a su vez su cuchillo de forma indolente. No estaba segura de que aquello fuera buena idea, pero se había cansado ya de las insinuaciones y los continuos toqueteos, y ahora ya no era una tritona normal, así que no temía demasiado al posible castigo. El problema se reducía a que comparada con su enemigo ella parecía desnutrida mientras que él le sacaba una cabeza y tenía una buena masa muscular.

Alrededor de ambos contendientes comenzaron a arremolinarse suficientes curiosos como para que expulsara de su mente cualquier duda.

- Bien ricura, ¿cómo lo hacemos? - dijo Jurdo fingiendo limpiarse los dientes con su pesado cuchillo de combate.

- ¿A primera sangre?

- No, no, eres rápida. ¿Qué tal hasta que el otro se rinda?

Tragó saliva. No pensaba rendirse, pero ahora tenía unos deberes que cumplir y un combate como aquél podía dejarla lesionada por mucho tiempo. Entre los Tritones era raro que estallaran disputas, pero si aquello sucedía lo habitual era que acabaran con un combate rápido a primera sangre, pero a veces las cosas iban mucho más allá. Jurdo tenía mala fama en ese sentido, incluso sus combates a primera sangre solían acabar con una herida grave. La Tinea Polaris tenía una buena sección médica, pero ¿podía arriesgarse?

- ¿Y bien?, si quieres lo dejamos. Pero eso sí, tendrás que compersarme- - Le dijo él con una sonrisa lasciva.

- No. Acepto las condiciones, vamos.

El hombre se encogió de hombros y tomó una postura de combate similar a la de ella, aunque con los codos algo más separados. Quizá pudiera usar eso. De pronto él atacó, de una zancada se acercó lo justo para lanzarle un izquierdazo, ella se agachó esquivando con facilidad y siguió moviéndose pues sabía que inmediatamente trataría de cazarla con un derechazo. Oyó una breve risa despectiva que la enfureció y decidió tratar de darle un rodillazo en las costillas. Jurdo encajó el golpe bloqueando con el brazo izquierdo. Algo tarde se dio cuenta que había caído en la trampa al dejarse llevar por la ira, pero consiguió recular y el cuchillo enemigo tan sólo le produjo una herida superficial en la mandíbula izquierda. Se oyó un rumor quedo entre los espectadores.

Ambos contendientes se alejaron y se miraron. Mishka llevó su mano al corte en su piel contrariada.

- ¿Qué?, ¿crees que puedes llamarme cerdo sin más? Te voy a hacer una cara nueva.

¿Sería una simple bravata? Lo miró de nuevo con ira, pero esta vez se obligó a serenarse. Luego recordó que aquel imbécil solo podría aspirar a ser un estibador de segunda toda su vida y dejó que una sonrisa aflorara a su rostro. Él levantó una ceja interrogativa. Ahora fue ella la que se encogió de hombros y tomó la iniciativa. Se acercó con agilidad y se aprovechó de su velocidad para lanzar varios golpes en distintos puntos de su enemigo, este los esquivó o bloqueó a duras penas, pero no pudo evitar que le abriera cuatro o cinco heridas alargadas en los brazos. Volvieron a separarse. El cuchicheo de los curiosos subió de tono.

- ¿Sabes Jurdo? me alegro que hayamos elegido no luchar a primera sangre.

- Hija de...

No lo dejó acabar, se apresuró a lanzarle varios ataques más sin dejarle espacio para recular, esquivó un par de golpes que podrían haberla dejado en muy mal estado y le abrió un profundo surco en el musculoso pecho.

- Demasiado lento - le espetó divertida.

Jurdo aulló frustrado y con la cara deformada en un gesto cruel le lanzó el pesado cuchillo de combate mientras arremetía con fuerza hacia ella. No le costó esquivar el proyectil y se dejó caer para deslizarse bajo las piernas del hombre. El tipo chocó vilentamente contra la pared del pasillo y se dio la vuelta, más enfadado que antes, pero, de nuevo, no le dejó pensar y de un salto felino le golpeó con la rodilla la sien derecha. Él cayó pesadamente mientras los tripulantes de alrededor enmudecían. Jurdo estaba atontado y trataba de levantarse, por muy duro que le hubiera pegado era difícil que lo dejara inconsciente, pero también había contado con eso. Se agachó a su lado y cuando la miró aún atontado le cercenó el dedo meñique de la mano derecha con el cuchillo táctico, luego se apartó. Él gritó de dolor mirando estúpidamente el trozo desprendido de su falange.

- Vamos Jurdo, levántate, aún tienes nueve más ¿no?

Alrededor se produjo un pequeño alboroto, parecía que algún oficial llegaba y todos tenían prisa por desaparecer de allí. Ambos contendientes se miraron.

- De acuerdo, me rindo. - dijo lentamente Jurdo.

- ¿En serio?

- Pero esto no quedará así.

- Lo suponía.

Ahora estaban ellos dos solos en el ancho pasillo. Mishka ni siquiera se sentía cansada, pero él resollaba mientras se levantaba del suelo. Las heridas de brazos y pecho habían sangrado relativamente poco, pero lo habían pintado ligeramente de rojo. Ambos oyeron los pasos apresurados de varias personas y pronto vieron de lo que se trataba, un suboficial acompañado de dos infantes armados.

- ¿Qué ha pasado aquí?, explíquense.

domingo, 13 de julio de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Encuentros".



Transporte Espacial. Navegando por la disformidad. Rumbo al Sistema Belerin. 

Las paredes de la bodega número cuatro eran de un viejo metal teñido de granate, como gran parte de la nave. Cada diez metros varios dispositivos de luz se esforzaban inútilmente por espantar a las sombras que reinaban entre las cajas de latón y los materiales plastificados. Algunos droides de seguridad paseaban entre sus estrechos pasillos, escudriñándolo todo con sus dispositivos de visión. El olor del polvo depositado se mezclaba con el de cerrado, generando una sensación de aislamiento para cualquiera que entrase. 

Las puertas automáticas se abrieron con un sonido maquinal, los robots se giraron rápidamente, analizando con sus sensores al intruso. No tardaron mucho en volver a sus funciones de patrulla, el recién llegado no era un peligro para nada, es más, como re-descubridor de su diseño, para muchas de aquellas máquinas podría haber sido su padre. Entró rompiendo el tenue sonido ambiental con las asonancias propias de su poderoso cuerpo, los pasos de sus botas de acero y el repiquetear de su bastón de combate.

Era Enoch. Se dirigió directamente hacia la pared que tenía delante, justo al fondo de la bodega. No miró hacia los lados, ni se interesó en ninguno de los montones de materiales perfectamente apilados por los servidores. Una vez allí puso la mano derecha sobre un anónimo aplique con forma de calavera, tras varios segundos una serie de pitidos precedieron a la repentina iluminación de las cuencas oculares del adorno. Cuando estas se apagaron el visioingeniero se apartó dos pasos y esperó.

Toda una sección del muro se deslizó silenciosamente hacia un lateral, metiéndose dentro de la pared. Hacía demasiado tiempo de que Enoch había dejado de sentir nada que no fuera necesario, pero de haber podido apreciar algo más, el orgullo habría recorrido todas y cada una de las fibras de su cuerpo, fuesen naturales o artificiales. La pieza de arcanotecnología que tenía delante se presentaba ante él como uno de los viejos colosos del pasado, pero no de esos que fueron asesinados por los héroes de las leyendas, sino de los que luchaban junto a estos, codo con codo en epopeyas bañadas en alambre de espino.    

Las formas redondeadas del blindado cuerpo del gigante habían sido reparadas con todo el cuidado del mundo, incluso gran parte de su barroca ornamentación había sido restaurada con suficiente calidad como para provocar los celos de todos y cada uno de los artistas de Catafractaria. Sus poderosos brazos, ensamblados en el cuerpo principal, mostraban las armas con las que había rendido mundos enteros en nombre del Emperador. En el brazo izquierdo el imponente puño de combate, de un diseño ya perdido, hacía pareja con los dos cañones automáticos que remataban la otra extremidad.

Enoch se acercó con reverencia, sin apartar la vista de las ranuras de visión que el titán tenía en el casco que hacía de cabeza, pensando que su espíritu de la máquina lo miraba directamente, como si le exigiera que le pusiera en marcha de nuevo. El visioingeniero alargó uno de sus brazos para tirar de una tarjeta que se encontraba incrustada en una centralita de la que surgía una maraña de cables, la cual se extendía por todo el corpachón de aquel semidiós como si de las ramas de una frondosa hiedra se tratara. Al retirar el pequeño dispositivo la cableada maleza comenzó a retirarse lentamente. Sacó de entre sus túnicas un mecanismo cuadrado en el que introdujo la tarjeta con un leve chasquido. 

Dio un par de pasos hacia atrás mientras ordenaba que la compuerta del compartimento secreto se cerrara. Volvió a observar la preciosa estructura que tenía delante, la precaria iluminación de la sala le daba un tono anaranjado a la pintura leonada que en algunas partes presentaba una antigüedad de decenas de miles de años. Era una desgracia para el Omnissiah que aquella tecnología no pudiera replicarse, pero Enoch, como siervo del Dios Máquina, sí que podía hacer una cosa, y esa era hacer que funcionara de nuevo. 

Si hacer marchar a tan reverenciada pieza implicaba tener que cederla a los jóvenes hermanos de su anterior ocupante, así sería. Tan solo hacía falta que un nuevo usuario ocupase el sarcófago desde el que aquella máquina de guerra sería dirigida. Mientras salía de aquella bodega repasó de nuevo el torrente de información de todos los que acudirían a la reunión. Las estadísticas volvieron a señalar a los mismos individuos como los que mayores posibilidades tendrían de darle buen uso a aquel regalo, aunque claro, fuera de cualquier cálculo, sabía de sobra que su generosidad no caería en saco roto. No podía ser de otra manera. 

Sistema Sagkeion Lamba. Nave de abordaje de la Lanza de Hierro. Trayectoria: Destructor abandonado. 

Critio notó de repente una sequedad de garganta de lo más molesta. Maldijo en bajo antes de desear haber colado alguna lata de refresco más, se levantó de su asiento y fue hacia un pequeño depósito de agua que estaba a escasos metros de él. Mientras llenaba un vaso de latón con el que satisfacer su sed se fijó en cómo el teniente Syrus hacía que los soldados de su pelotón revisasen sus rifles láser tipo Kontos. Aunque ya lo habían hecho varias veces, obedecieron sin dudarlo, actuando con una rigidez en sus formas fruto de unos entrenamientos físicos y mentales en los que cualquier negligencia se pagaba con severos escarmientos. Puede que fuera de servicio la camaradería estuviera al orden del día, pero esa inflexibilidad tan natural para ellos era lo que hacía que los regimientos de savaranos se hubieran conformado como una unidad de elite dentro de los estándares de la Guardia Imperial. 

El comisario recordó algunas de las contiendas en las que los hombres del 143 habían participado, sobre todo aquellas antes de que se les ordenase escoltar a la expedición de la Lanza de Hierro. Cinco mil hombres por regimiento eran muy pocos en comparación con la mayoría de los ejércitos que conformaban el Astra Militarum. Sin embargo, lo que parecía ser su gran debilidad era uno de sus puntos fuertes, ya que al formar parte de un grupo tan compacto como el suyo, golpeaban al enemigo con una contundencia que no se esperaba para nada. Aplastándolo allí donde menos se lo esperaba, decantando el enfrentamiento del lado correcto. 

Justo cuando se volvía para dejar el vaso en el montón, los viejos altavoces de la nave de asalto avisaron de que en pocos minutos comenzarían a aproximarse al destructor. Resistió la tentación de tomar un último trago antes de que empezase la entrada. Se dirigió junto a todos hacia las escotillas de abordaje por las que entrarían, se colocó su máscara respiratoria antes de empuñar sus armas. Atravesó rápidamente la masa de soldados que calaban sus bayonetas con decisión, muchos le saludaban de forma marcial. Llegó junto a Zoroaster, que esperaba delante de la principal entrada de asalto, empuñaba con ambas manos su espada sierra, la cual ronroneaba débilmente. Pudo ver las marcadas ojeras del pálido capitán a través de los cristales de su máscara. No pudo evitar pensar en lo que tendría que hacer si la preocupación que este le había confesado hacía mella durante la acción. 

Acorazado Alma de Belerin. 

Khur disimulaba como podía las furtivas miradas que lanzaba hacia todo y todos los presentes en aquella barroca sala de reuniones. Como la mayoría de los savaranos, sus gustos estaban regidos por una austeridad muy marcada, sin embargo aquella decoración no lo molestaba por ofender a sus preferencias personales, sino por el hecho de que era una muestra de ostentación excesiva y totalmente innecesaria por parte del Lord General que los había convocado. La reunión ya había tenido varios encuentros primarios, ahora estaban en un intermedio, en este aprovechó para pulular por la monumental sala, junto a él caminaba una escolta de seis savaranos. Enoch, seguido de un par de sus robots, no andaba muy lejos, parecía buscar a alguien, o por lo menos daba esa impresión. 



Se fijó en una de las ornamentadas paredes, sobre ella había un cuadro al oleo de grandes dimensiones en el que aparecían representados un grupo de oficiales sobre el cadáver de lo que parecía una monstruosidad eldar. El autor había logrado representar con gran detalle los gallardos rostros de los hombres que festejaban la victoria, sus caras sonreían alegres, alzaban los brazos poniendo sus fusiles por encima de la cabeza. Todos ellos enmarcaban a sus líderes. El pintor no había olvidado dejar un pequeño detalle con el que nadie dejase en el tintero lo que había pasado allí. Todo estaba salpicado de sangre, y no solo era de origen alienígena, las armas, las sonrisas, los uniformes, la hierba… 

Debajo de la obra de arte había un par de de comandantes de la Guardia Imperial. Sabía quiénes eran. El primero, junto a dos soldados con unos uniformes decorados de manera que cada cual pareciera más dispar que el otro, era Guilan Ampillo, comandante en jefe de los Coraceros de Sagkeion, su puño de combate tenía el mecanismo de suspensión disimulado con los caros materiales que confeccionaban su cara vestimenta, con la mano que le quedaba libre sujetaba una cara copa de cristal con la que degustaba un licor rojizo. Manifestaba una actitud desenfadada y altanera. El segundo no tomaba nada, era Zeleo Vin Hurios, comandante de los Dragones Dorados, estaba con otros dos soldados de escolta, llevaba una indumentaria que casi se asemejaba en estilo al de los guerreros que aparecían en el cuadro que enmarcaba su conversación. 

Khur se quedó solo con dos de los soldados que le custodiaban, dejó que el resto se relajaran. Se acercó para hablar con ambos comandantes, había que mejorar las relaciones con ellos por obligación, la colaboración con las fuerzas locales del Sistema Sagkeion les vendría muy bien en el futuro. Al verle llegar ambos le saludaron, Guilan con una risilla bastante quimérica, Zeleo con una estricta reverencia militar. 

- Saludos Comandantes. -Tomó con una mano enguantada una copa en la que se sirvió un espeso brebaje violáceo, se dirigió directamente a Guilan.- Ahora que estamos un poco más libres quería darle mis condolencias por los soldados que ha perdido en el acorzado que tomaron mis hombres. 

- Eso le honra Coronel. -La voz de Zeleo estaba muy marcada por sus marcados modales, Khur le respondió al alago asintiendo con la cabeza. 

- ¡Je! Se agradece el gesto Savarano. -El tono de Guilan sonaba tan socarrón como cuando se presentó.- Pero creo que a vosotros os vino muy bien que mis muchachos fueran acuchillados como animales. Esa nave era nuestra. 

Khur no se mostró afectado por la provocación. 

- Permítame dudarlo. Las bajas que sufrieron sus grupos de asalto fueron demasiado altas. No hace falta que le recuerde el estado de los pocos supervivientes que les enviamos de vuelta a sus bases orbitales. 

- Tus soldados tuvieron suerte, nada más que eso. Si hubiese llegado otra oleada habríamos erradicado a los xenos. 

- ¿Usted estuvo allí? -Khur se sentía irritado por la mala actitud de Guilan. Habló con todo el temple que pudo, no deseaba ofenderle, pero no se iba a dejar avasallar por un tipo así. -Porque yo sí que estuve, y por lo que me ha demostrado jamás ha tenido que enfrentarse a un Genestealer cara a cara. 

- No, no estuve. -La expresión de Guilan se tornó dura en un instante.- ¿Y quién os daba derecho a intervenir? ¿Eh? Yo creo que nadie.

- Formamos parte de una expedición de los siervos del Dios Máquina. -Khur dio un trago de la dulzona bebida antes de continuar.- Puede que no desee mi ayuda, ya que evité que hiciera negocios con la nave, pero arrebatarle un descubrimiento al Mechanicus es algo que no se lo deseo a nadie. Por muy mal que me caiga. 

El directo comentario del coronel hizo que el comandante de los Coraceros enseñara los dientes en una sonrisa más que forzada. Dejó la copa vacía sobre una bandeja de plata y apoyó sin disimulo la mano sobre la empuñadura de su pistola de plasma. Khur hizo lo propio sobre el mango de su espada de energía. Los escoltas de ambos intercambiaron miradas desafiantes. Antes de que dijeran nada, Zeleo intervino con tono apaciguador. 

- Caballeros, no creo que este sea el momento para  entrar en elucubraciones de este calibre. Las flotas del Caos no dejan de fortalecerse en nuestro sistema y los astrópatas están muy intranquilos, eso nunca ha sido buena señal. Debemos cerrar filas, cualquier ayuda es bienvenida. 

Guilan asintió a regañadientes. Khur levantó su copa para agradecer la intervención del Comandante de los Dragoneros. Se despidió y siguió recorriendo la sala. No pudo evitar sentir la resentida mirada del Comandante de los Coraceros en la espalda. 
 



Enoch vio como el Coronel charlaba con otros mandos del Astra Militarum. Él ya sabía que tenía que dejar claro que la Lanza de Hierro ayudaría todo lo que pudiera a las fuerzas locales, siempre y cuando no fuera molestada en sus investigaciones. Ahora, en este pequeño parón diplomático, se dedicaría a otros menesteres, entre ellos la búsqueda ciertos individuos a los que quería enseñar algo. 

Los había encontrado, allí estaban, con sus poderosas servoarmaduras en las que destacaba la iconografía en forma de tridente. Como todos los hijos de Rogal Dorn, mostraban semblantes duros en los que la seriedad era la majestad de las emociones. Se mantenían alerta ante todo, al verle acercarse el que parecía su líder señaló a uno de los miembros de su séquito, el cual salió al encuentro del visioingeniero. Su armadura era similar a la del resto de sus compañeros, aunque mostraba las insignias características de un sargento, se quitó su casco tipo corvus al llegar a la altura de Enoch, colocándolo debajo del brazo que no iba armado con un puño de combate. 

- Sargento veterano Wernoh, de los Custodios del Tridente. ¿Qué deseas Tecnosacerdote?

Enoch se paró en seco delante del marine espacial, dando un pequeño golpe en el suelo con el final del largo mango de su hacha de combate antes de presentarse. Detrás de él sus dos robots se situaron a sus flancos.

- Enoch Zylphia, Visioingeniero Jefe asignado al 143 de los Savaranos de Catafractaria. Quisiera mostrarle algo a su capitán. 

El marine ni se inmutó ante la petición, su poblado bigote y sus cejas grises apenas se movieron cuando habló de nuevo. 

- Mi Capitán está ocupado asistiendo los asuntos del Capítulo, no puede atenderte en estos momentos. 

- Pero…

- Lo siento, no hay excusas. No te ofendas Visioingeniero. Si quieres puedes tratar conmigo los asuntos que desees, tengo los permisos y el respeto necesario de mis hermanos. Aún así te comunico que en estos momentos el capítulo no tiene tiempo para hacer tratos de ningún tipo.

- ¿Seguro? 

Introdujo una de sus manos entre los pliegues de su atuendo carmesí, sabiendo que el formidable astarte seguía con la mirada sus movimientos. Le enseñó un artefacto cuadrangular. De la punta de varios de sus dedos surgieron unos filamentos que activaron los mecanismos de proyección holográfica que escondía en su interior. Entre ambos apareció una imagen verde que giraba lentamente en el aire. El marine ladeó ligeramente la cabeza al ver al vigoroso bípode cibernético que tenía delante. 

Un Dreadnought Contemptor.

jueves, 10 de julio de 2014

Custodios del Tridente XV: Dolor y duda 02 [Relato]

DOLOR Y DUDA 02

--Acorazado Imperial Alma de Belerin, Guardia Belerinita--

Asirus estaba enfadado, llevaba en aquel acorazado unas diez horas estandar, lo que no era mucho desde el punto de vista astartes, pero lo que le desesperaba era el retraso en el comienzo de la reunión del Alto Mando. Los Custodios del Tridente no habían sido los primeros en llegar, pero casi, y él había esperado que nada más pisar aquella aeronave lo llevaran directamente a la reunión y esta ya estuviera empezada, quería terminar con aquello cuanto antes. Pero no había sido así, su escolta y él habían sido invitados a esperar al resto de comandantes que iban a llegar o estaban llegando, mientras podían recorrer, si querían, la nave, o conferenciar con alguno de los comandantes que ya habían llegado, pero no con el Lord General Jarwe.

Cuando por fin le habían invitado al inicio de la reunión, había acudido presuroso. Pero, ¿para qué?, más esperas. Y aquella sala para la reunión estaba fuera de lugar. No es que le importara la excesiva ornamentación o el despliegue innecesario de tantos aparatos, pero precisamente ambas cosas le hacían saber que el Lord General Jarwe no era un militar al uso, aunque estaba seguro que iba a hacer lo posible por ganar aquella campaña. No había más que mirarle la cara, parecía extrañamente contento de todo aquello, posiblemente porque tenía ante sí la oportunidad perfecta para alcanzar la gloria. No pudo reprimir sentir cierta satisfacción por haberle negado a Contoa el asistir a aquella reunión, seguro que le hubiera encantado mirar no sólo a Jarwe, sino a todos aquellos comandantes que se habían reunido.

- Capitán, vamos a tener compañía.

- Los veo Furnsa.

Por los colores de las servoarmaduras y el característico simbolo en las hombreras el trío que se acercaba pertenecía al capítulo Hacheros. El enorme astartes de enmedio debía ostentar el rango de capitán. Se tropezó con una mirada dura enmarcada en un rostro barbudo. Cuando llegaron a su altura se saludaron con una simple inclinación de cabeza.

- Capitán Jarlerik, de la Segunda de los Hacheros.

- Capitán Asirus, de la Quinta Compañía de Batalla de los Custodios del Tridente.

- Mis guerreros me han dicho que es un buen luchador. Me gustaría comprobarlo personalmente.

Asirus levantó una ceja tratando de dilucidar si era una amenaza, una fanfarronada o simplemente era una invitación. Se decidió por lo último y sonrió.

- Estaré encantado de cruzar armas, hasta ahora todo ha sido bastante aburrido.

Jarlerik soltó una explosión de carcajadas que hicieron que varios de los comandantes cercanos los miraran con curiosidad, incluso alguno con irritación. Pero Asirus lo acompañó en su risa de buena gana, estaba bastante harto de representar el papel de rígido comandante.

- Tolomu no se ha equivocado, seguro que nuestras tribus pueden ser buenas compañeras de armas. Sin embargo, habéis venido casi todos aquí. 

-La Flota de los Custodios del Tridente en el Sistema Belerin-

El capitán Hachero había vuelto a poner su expresión seria y enfadada. Asirus había esperado aquella pregunta y, aunque esperaba que el tema no saliera a la luz, hubiera preferido tratarlo al menos tras la reunión.

- Vosotros también estáis aquí. - Furnsa lo dijo lentamente.

Asirus agradeció la intervención de su hermano, pero los gestos de los acompañantes del capitán de negro y rojo se volvieron agresivos.

- El hermano Furnsa no pretende ofender a nadie, pero estaremos de acuerdo en que hay temas que sería mejor tratar más tarde. - Intermedió Asirus.

Jarlerik levantó levemente la enorme hacha tribal que mantenía agarrada logrando que sus guerreros volvieran a tranquilizarse con aquél simple gesto. Luego fijó su mirada en Furnsa.

- Entiendo que todos querríamos estar en batalla, por lo que no me tomaré a mal tu osadía Tridente, pero soy un señor de la guerra por derecho propio, en otras circunstancias exigiría ver el color de tu sangre.

Asirus posó una mano sobre el pecho del campeón de su compañía antes de que respondiera al capitán Hachero.

- Capitán Jarlerik, aquí somos aliados, guerreros aliados, nuestros agravios podrán solventarse en el campo de batalla, sugiero que tras la campaña nos reunamos para contar las cabezas de nuestros enemigos abatidos.

El Hachero lo pensó un momento, luego asintió antes de que su voz volviera a reverberar.

- Es una buena idea, y me doy cuenta que también tú te sientes agraviado, ¿cuál es la razón?

- Eres señor de la guerra entre tu gente, ¿cierto?

- Así es. Soy Señor del Trueno en la Montaña, soy el Atronador, soy Tordnende.

- A mi puedes llamarme Gran Puño - Asirus levantó teatralmente su puño de energía - También yo soy señor de la guerra entre mi gente, y su sangre es la mía.

- Ahora nos entendemos. No exigiré la sangre de ninguno de tus guerreros aunque mi orgullo me obligue a ello. 

- Debes entender que nuestras tradiciones son diferentes.

- Lo acepto. Pero de igual modo mis preguntas no deberían quedar sin respuesta si nuestras sangres serán derramadas por nuestros enemigos comunes.

Asirus suspiró.

- Así sea.

* * *


 --Fragata Tinea Polaris, Custodios del Tridente--

- Mishka, señor.

- No me llames señor, llámame simplemente Ghuno.

- Eso no es... no creo que sea correcto, señor.

La muchacha era muy delgada y pequeña. En cierto modo tenía una apariencia frágil, aunque era evidente que estaba en forma y sus gestos y expresiones delataban cierto matiz de orgullo mal disimulado. Obviamente todo ello estaba por debajo de su actitud entre sumisa y nerviosa, pero eso era normal, Ghuno estaba acostumbrado a que los humanos lo trataran de esa manera, sobre todo la Guardia Naval, al menos no parecía tener temor alguno. Eso lo hubiera exasperado más de lo que hubiera podido admitir.

- Bien, haz lo que creas conveniente.

El silencio que flotó en el cubículo no le pasó desapercibido. Había sido demasiado brusco, se volvió hacia la muchacha. Esta lo miraba directamente a los ojos manteniendo la barbilla alta, pero sus manos tironeaban nerviosamente de su traje monopieza de color arena. Ghuno trató de sonreir, la tirantez de su cicatriz le recordó que más bien lo que iba a lograr era una mueca desagradable. La muchacha tragó saliva y los sentidos aumentados de Ghuno captaron cómo se aceleraba su corazón. Se preguntó si debía suavizar la situación o si...

- Señor, me siento honrada de la tarea que se me ha encomendado, pero quiero dejar claro que no ha sido cosa mía, el Capellán...

- Ya, ya, mira lo lamento. Estoy seguro que harás una buena labor a mi servicio, pero yo no he pedido una sierva.

- Disculpe mi atrevimiento, pero yo tampoco he pediso serlo... señor.

Probablemente ella vio la sorpresa en su rostro, porque por primera vez desbió la mirada tratando de parecer interesada en algún punto de la pared de metal. En realidad nunca antes se había enfrentado a una situación en la que los siervos del capítulo fueran tan directos en sus sentimientos, sobre todo si estos eran negativos en cuanto a su función para con los Tridentes. Sonrió.

- Me alegra saberlo, y te agradezco que seas sincera conmigo. No te preocupes que no te daré mucho trabajo.

Tras decir aquello se volvió, cogió una túnica limpia y se deshizo de la que estaba empapada en sudor tras el entrenamiento. A su espalda escuchó primero un exabrupto muy poco decoroso y un movimiento rápido de arrastrar de pies. Luego lo sorprendió el tono irritado de la muchacha.

- No. Debéis darme trabajo, debéis hacerlo, si no ¿qué hago aquí?, estaba muy a gusto en mi puesto, ¿sabéis?, me había acostumbrado a los horarios de entrenamiento, a las pruebas sorpresa y había logrado por fin adelantar algo en mis habilidades como armera. Si no me queréis...

Ghuno se volvió con rapidez e hizo un gesto seco con el brazo. Su intención era que la muchacha se callará de inmediato, pero fue futil porque ella estaba de espaldas. Sin embargo, el simple ruido que su enorme cuerpo hizo al girarse con brusquedad la silenció.

- ¿Eres armera?, ¿cómo...?, ¿por qué estas de espaldas?

- Porque mi señor se ha desnudado. Y, no, no soy armera, al menos de manera oficial, es solo que...

- ¿Qué?

- Digo que mi...

- Déjalo, no importa, no tengo tiempo. Luego hablaremos extensamente. Pero ahora, ¿quién ha venido?

- ¿Señor?

- Alguien ha venido a la nave, hay una reunión, ¿recuerdas?

- Sí, señor. Lo siento, señor. Una delegación de los Fusileros Dolnudacitas está reunida con el Capellán Requiel.

- De acuerdo, acudiremos ahora mismo.

- ¿Señor?

- Eres mi escudera ¿no?, quiero que me acompañes.

- No tengo los permisos para...

- Ahora eres parte de mí, y yo no necesito permiso para acudir a esa reunión.


(La imagen que aquí aparece son alteraciones de imágenes creadas por The First Magelord)

miércoles, 2 de julio de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Planes".



Lanza de Hierro. Nave de exploración del Adeptus Mechanicus. Órbita del planeta Sagkeion.

Hangar de tropas E-15. 

El enorme habitáculo estaba más silencioso que de costumbre, transitado tan solo por algunos servidores que lo recorrían realizando sus tareas rutinarias o por los miembros del servicio interno, que apenas se decían nada entre ellos o recurrían a tenues cuchicheos. Al fondo estaban los principales mandos de los savaranos, sobre la plataforma en la que habían hecho la presentación de los primeros planes al regimiento. Ya no había que hacer grandes representaciones para subir la moral de la tropa, la presencia cercana de un enemigo tan real como eran las tropas del Caos o los malévolos xenos había hecho que todo el mundo anduviese inmerso en sus propios preparativos, ya fuesen para la inminente guerra como a nivel interno. 

Khur presidía la rígida mesa metálica sobre la que se sustentaba el aparatoso sistema de proyección de hologramas. A su lado, ligeramente apartado, estaba Enoch, que controlaba el sistema con sus manos robóticas, las cuales se habían convertido en un amasijo de cables que se conectaban a las terminales de la máquina, saltando de una a otra de forma arbitraria. En uno de los flancos de la consola estaban Arsacis y Volog, que habían estado hablando en voz baja sobre varios inconvenientes internos de la soldadesca. 

Todos llevaban puesto el uniforme de combate, más como un acto ceremonial que como algo práctico, aún no iban a entrar en batalla, pero era costumbre llevarlo puesto no solo en los coloquios importantes, sino también en los entrenamientos u otras actividades marciales. Al otro lado, aprovechando las pocas sombras que había, estaba Seleuco, apoyado en una viga fumando uno de sus cigarrillos, viendo la escena al mismo tiempo que hacia presencia en ella. 

- ¿Empezamos? Enoch, descríbenos la situación actual.

- Claro Coronel. -El Visioingeniero hizo que los hologramas dejaran de moverse y tomaran posiciones fijas en tiempo real.- De momento va todo correctamente,  la relativa calma que nos ha brindado la cobarde retirada de los herejes nos ha permitido comenzar algunas operaciones menores de las que fueron informados hace casi una semana. -Varios hologramas se hicieron más grandes y claros.- Están cerca de las dos naves que tenemos ahora en nuestras manos, y las autoridades locales están demasiado centradas en la defensa del sistema como para estorbarnos. 

- ¿Qué tal se han portado los hombres? -La pregunta de Seleuco no era para nada inocente.

- Bien Comisario. Como puede ver, las dos compañías enviadas en apoyo nos están siendo muy útiles.

-Aumentó aún más las imágenes.- Las dos fragatas auxiliares enviadas a recolectar estas agrupaciones de naves menores están teniendo grandes éxitos. Los hombres de la primera división están muy bien entrenados. 

Arsacis se alegró, pero no tardó en salir de dudas. Se recolocó las gafas mientras miraba las imágenes. 

- ¿Cómo les va a Samsu y a Marduk? 

- Samsu y su quinta compañía están limpiando una serie de pequeños bombarderos de manufactura imperial pero de gran antigüedad. A este ritmo llenaran muy pronto las bodegas de la fragata. En algunos hay una ligera infestación de tiránidos en estado salvaje. Pequeños grupos de hormagantes; apenas están ofreciendo resistencia.
Infestación tiránida menor.

- ¿Y el otro grupo?

- Los hombres de la novena, dirigidos por Marduk, no están teniendo mucho trabajo. La Nave de desembarco en la que han entrado estaba casi vacía, un impacto abrió sus compuertas desparramando su contenido. Tan solo han aniquilado unos cuantos xenos sin identificar y están alerta mientas los servidores preparan todo para llevarlo a la Lanza de Hierro. 

Khur intervino, el Visioingeniero había dicho “nave de desembarco”. Esta era extraña, tenía simbología Astartes, pero nunca había visto ningún modelo como ese, ni siquiera en las largas tardes de estudio que pasó durante juventud en las bibliotecas militares de Catafractaria Prima. 

- ¿Qué modelo es? No me suena haber visto algo similar antes.

- Sus formas lisas ligeramente ovoides, unidas a los enormes motores de descenso orbital y las alas plegables la confirman como una Stormbird. Usted la conocerá como Warhawk VI.

- Pues no. De qué tiempos data.

- Interesante. -Pareció que Enoch saboreó aquel pequeño momento de superioridad.- Son extremadamente antiguas, los primeros modelos se utilizaron en las Guerras Pre-unificación de la Sagrada Terra. Hacía eras que no se encontraba una, y menos en este estado. 

- Un golpe de suerte para los Magos. Ahora, supongo que habrá que preparar más divisiones.

- Correcto. Mañana partiremos hacia la reunión en el Sistema Belerin. Estas misiones menores ha sido posibles gracias a la cercanía de los yacimientos y a la poca atención que las han prestado los ataques enemigos. - Modificó de nuevo las imágenes que tenían delante de ellos.- Antes de salir quiero comunicarles que el siguiente objetivo a conquistar es este. -Un destructor apareció ante ellos, los informes lo identificaban como un clase Iconoclasta, aunque dudaban por la identificación de iconografía imperial.

- Está demasiado cerca de las posiciones caóticas. 

- Incorrecto. Está más cerca del campo de minas que los herejes han creado, que de sus propias posiciones. Si una nave de asalto se infiltra en ella podría ponerla en marcha y acercarla a nuestras líneas antes de que los enemigos pudieran reaccionar. Han cortado su propio camino con sus explosivos.  

- Es demasiado peligroso. Hay otras muchas naves cerca, con esto podemos provocar un ataque en masa del enemigo, y necesitamos todos el tiempo posible para que la armada del lugar se refuerce. 

- Los escáneres no muestran restos de vida en su interior, ni los de las máquinas ni los psíquicos. Esta vez no habrá sorpresas. Es una oportunidad de aumentar nuestra flota rápidamente mientras presionamos al contrario. 

- Mis hombres irán. -Volog interrumpió la discusión. -Están desazonados por no haber podido tomar el crucero que estábamos destinados a reconquistar.

- Bien, que así sea. -Khur sabía que era inútil discutir con Enoch y Volog a la vez.- Pero quiero que sea una operación rápida. -Hizo una seña al Visioingeriero para que le mostrase todo el mapa.- Prepararás tres compañías, una irá directamente rodeando este cúmulo de chatarra, os servirá de cobertura; las otras dos estarán preparadas para ir en su ayuda, pero se mantendrán cerca de nuestra nave en posiciones de abordaje distintas.

- Como desee Coronel. En la primera irá la Segunda Compañía de Zoroaster. La Tercera y la Cuarta de Damiq y Saduga se dispondrán para ayudarla. 

El Coronel asintió mirando a todos a los ojos uno a uno. Desde el fondo llegó una socarrona risilla de Seleuco confirmando que le gustaba el plan.

- En mi ausencia os dejo a vosotros al mando, actuar de forma prudente, no sabemos cómo nos va a ir a Enoch y a mí, ni lo que tardarán las fuerzas del Archienemigo en atacar. En el peor de los casos, antes de que volvamos. Defended la posición. Por el Emperador. 

Todos corearon la misma réplica.

- Y Catafractaria. 

Transporte espacial. 

El Visioingeniero Luther trasteaba de nuevo con el panel de armamento principal de la fragata acorazada en la que irían Enoch y Khur a la reunión con las fuerzas locales. Todo estaba en orden, sin embargo no quedaba de más un nuevo vistazo a todo, no faltaba mucho para que partieran y la seguridad era lo principal. No podían permitirse que el regimiento quedara de nuevo descabezado, y mucho menos a ese nivel, la moral de los savaranos quedaría desgarrada justo antes de comenzar un combate. 

A su alrededor numerosos servidores trabajaban afanadamente en los últimos preparativos, subiendo células de munición, provisiones de todo tipo y finalizando la puesta al día del soporte vital. Un mensaje instantáneo llegó desde fuera del transporte, era el aviso de la llegada de los robots de seguridad que harían de escolta, sustituirían a gran parte de los soldados que normalmente serían destinados a la protección de la nave, lo que agradó al Coronel, aunque esto no evitó que reservase varios camarotes para un séquito elegido de savaranos. Luther envió una réplica de saludo a los tecnosacerdotes que entraban junto a las máquinas. Como miembros de la Legio Cibernética llevaban sobre sus túnicas los distintivos metálicos que los distinguían del resto de miembros elegidos del Mechanicus. Eran muy callados, sus respuestas fueron escuetas, casi como si les hubieran obligado a contestar. 

Robot de Seguridad Kf 28/3.
Legio Cybernetica.
Adeptus Mechanicus.

Se apartó de la consola, oyéndose varios chasquidos secos al desconectarse de ella. Todo estaba al cien por cien de sus capacidades, ya solo quedaba que el Dios Máquina velase porque no tuvieran muchas dificultades para llegar a su destino. Decidió salir de la nave, llevaba trabajando en ella desde que había llegado el mensaje de la reunión. Ahora debía prepararse para la misión que le había sido encomendada. Acompañaría a un grupo de abordaje de guardias cuyo objetivo era tomar un destructor perteneciente a las naves pre-herejía. Los informes que había leído mientras se ocupaba en el transporte blindado le decían que sus mayores preocupaciones se centrarían en ver si podían ponerlo en marcha. No sabía el estado interno de la nave, ni lo difícil que sería despertar a su Espíritu Máquina.

Al cruzarse con varios servidores altamente modificados se acordó de Warfet, lo había visitado en uno de los pocos momentos en los que no había estado trabajando. Estaba en los laboratorios, trabajando junto a varias cámaras cilíndricas rellenas de un espeso líquido verde, en el interior de ellas estaban algunos de los abyectos experimentos del organicista. Apestaba a productos químicos. Caminaba arrastrando varios goteros, los cuales estaban conectados a numerosas partes de su cuerpo, ya fuesen los tubos incubadores de su cintura, o las terminaciones del entramado venoso que recorría sus músculos artificiales. Todas las vendas que le recubrían estaban nuevas, lo que unido al cambio de sus fluidos corporales aclaraba los rumores de que había tenido que utilizar sus nocivas drogas de combate cuando acompañó al Mayor Volog en la anterior batalla.  

Hablaron muchas horas sobre los nuevos descubrimientos, dándose cuenta Luther de la rabia que le había dado a Warfet la pérdida del crucero. Sin embargo poco se podía hacer, el fuego era la única solución ante una infestación demoniaca. No pudo evitar fijarse en varios puntos en los que las vendas comenzaban a mancharse con sangre seca o asquerosos fluidos sintéticos. Puede que él hubiese heredado de Enoch la meticulosidad a la hora de realizar un trabajo, lo cual podía hacer que derrochase tiempo en demasiadas ocasiones. Pero Warfet había adquirido algo más peligroso, el menosprecio de su cuerpo a la hora de investigar. No solo se veía en la adicción a los cambios biológicos en su cuerpo, sino que las ganas de continuar sus pesquisas habían provocado que no respetase los tiempos de descanso requeridos para que su cuerpo se recuperase del shock que habían supuesto las drogas.

Justo antes de despedirse, Warfet le enseñó lo que había en otro enorme tambor de cristal, en este caso, iluminado por una potente luz blanca y lleno de un líquido lechoso. Era una nueva remesa de músculos adulterados, todos ellos cultivados por el visioingeniero. 

Había cosas que nunca cambiaban. 

Nave de abordaje de la Lanza de Hierro. 

La fragata acababa de salir, los hombres esperaban en sus respectivos asientos con sus armas apoyadas junto a ellos. Algunos hacían tiempo de pies, ultimando preparativos. Todos se ponían firmes cuando Critio pasaba animándolos arengándoles para que se exoneraran ante el Emperador antes de comenzar la misión. Era el otro comisario del regimiento, su procedencia del mundo agrícola de Gartia denotaba su carácter menos recio que el de Seleuco o Halls. Sus penetrantes ojos azules hacían juego con los mechones de pelo rubio que de asomaban desde debajo de la característica gorra de su oficio. Del cinturón colgaban su espada sierra y su pistola bólter. No había que confundir las muestras de familiaridad con debilidad, era tan agreste como sus otros compañeros en el combate, e igual de frío si era necesario. Tan solo tenía otro estilo.
Disfrutaba de un refresco en lata que había escamoteado en la nave antes de empezar la misión. Se acercó a Zoroaster, al que ofreció un trago con un gesto. 

- No, gracias Comisario. -Acompañó su negativa extendiendo una mano hacia arriba. 

- ¿Ocurre algo?

- No se preocupe, pero tengo un mal presentimiento sobre todo esto. 

Critio le quitó importancia al fatalismo del Capitán con un encogimiento de hombros. Las pequeñas piezas de su armadura entrechocaron musicalmente entre ellas. 

- ¿Es por la partida del Coronel? Ha salido unas horas antes que nosotros y la nave está muy bien equipada. Recuerde, el Emperador protege. 

- No, es ese destructor, no me da buena espina. Es demasiado viable. ¿No?

Zoroaster sujetaba entre sus manos un mapa recién impreso de las secciones exteriores de la nave, estudiando los pocos datos que le habían dado los escáneres. Sobre el papel amarillento, un sinfín de líneas dibujaba la estructura del destructor, disponiendo en los márgenes de una serie de anotaciones adjuntas en las que se describían las armas que rodeaban su estructura, que no eran pocas para un navío que no llegaba al kilómetro y medio de largo. La mayoría de las observaciones se centraban en su iconografía, siendo esta imperial, pero de un estilo muy personalizado, estando repleto de alusiones en gótico alto al pillaje en nombre del Imperio. Corsarios.

- ¿A qué se refiere?

- No creo que esto sea un paseo. Puede que este vacía, pero está muy cerca de las naves herejes, y por mucho que esto sea una operación relámpago, vamos a estar a tiro durante un buen rato, lo que nos pone en una situación más que comprometida. 

- Bueno, para eso nos hemos traído a Luther y sus sirvientes. Me aseguraré de que lo primero que hacen antes de realizar cualquier movimiento es activar sus escudos. 

El Capitán estiró su mano, aceptando por fin la invitación del Comisario, este tardó unos instantes en darse cuenta, le cedió la lata monocroma para recogerla después del trago de Zoroaster. Asintió con la cabeza para mostrar que le había gustado, procediendo a enjuagarse con el dorso de la mano. 

- Mire, me he criado en el vacío. El espacio reservará siempre las más desagradables sorpresas a la humanidad. Por Terra que lo conseguiremos, pero no va a ser tan fácil. Eso se lo aseguro.