jueves, 5 de diciembre de 2013

Savaranos de Catafractaria. "Territorio enemigo".



Cabeza de puente Beta Prima. Acorazado. 

Silencio. Roto solo por el crepitar de la carne de ardiendo y los gemidos de los aliens moribundos. Los soldados se mantenían firmes en su posición, con las respiraciones rápidas y entrecortadas fruto de la descarga de adrenalina. Tras un instante de pausa, esperaron órdenes, otros pasaron a recargar con premura sus armas.

Khur pudo escuchar como Enoch rompía el silencio con una pequeña maldición, la inevitable batalla que acababan de protagonizar había llenado la sala de cadáveres humeantes. Esperaba algo más del viosioingeniero, pero pronto se dio cuenta de porque este no había salido corriendo a rescatar sus preciadas reliquias. Quitando algunas que se habían llevado la peor parte de los disparos, todas las estanterías estaban de pie, llenas de marcas de disparos, pero apenas se notaban, el material del que estaban hechas era increíblemente duro, más que el acero. Puede que del mismo que las placas exteriores de la nave. La mayoría de las armas estaban intactas, un golpe de suerte.

El primer contacto había sido positivo, el ataque xeno fue repelido con contundencia. Habían llegado de forma fulminante hasta su posición, eso no era bueno, si habían contraatacado tan rápido era porque estaban alerta. La entrada de los guardias imperiales del sistema podía haberles puesto en marcha, había que darse prisa. Hizo un gesto a Halls, el comisario se acercó sorteando a los soldados. Se paró justo delante del coronel, pisando un trozo de lo que debía ser la cabeza de un genestealer, el crujido húmedo fue asqueroso.

-  Comisario. Debemos asegurar la sala y fortificar la entrada. Asegúrese de que se hace rápido, no creo que esas cosas se hayan dado por vencidas. Llame a la compañía del Capitán Gotar, que mantengan esta posición mientras nosotros vamos hacia el puente de mando. 

- Sí, señor. – Giró sobre sus talones y se acercó al primer vocooperador que encontró.- ¡Avanzad y dispersaos por la sala! Hundirles la bayoneta en la nuca a todos los aliens que hemos matado, no vaya a ser que os den una sorpresa. ¡Hulja! Manda a varios de tus pelotones que amontonen los cuerpos en una esquina, en cuanto los muchachos de Gotar entren nos pondremos en marcha. 

Justo después de acabar, Halls pudo ver cómo Enoch se acercaba al oficial de comunicaciones que acababan de retransmitir sus órdenes, apretó la mano en la que llevaba el puño de combate, la energía se erizó. El soldado se encaró al visioingeniero para sostenerle la mirada desde detrás de los cristales de su máscara de gas, si el irritado tecnosacerdote se dio cuenta no hizo muestras de ello. Un filamento de acero surgió desde debajo de la manga de uno de sus brazos, conectándose con la terminal principal de su equipo. Su mecánica voz sonó tranquila.

- Que nadie toque nada. ¿Me habéis entendido? Como pille a alguien con una de las piezas que hay en las estanterías se lo entrego a Warfet para que lo “mejore”…

Enoch pudo ver como el comisario abría su mano enguantada lentamente. Puede que no le hubiese gustado que amenazara a los hombres de esa manera, pero hasta Seleuco habría aprobado una intimidación de ese estilo, por muy disciplinados que estuvieran los hombres la codicia podía hacer mella en alguno, y alguna de esas valiosas piezas podía acabar en las manos equivocadas.  

La tropa se adentró en la sala, deteniéndose concienzudamente a asegurarse de que los xenos estaban muertos. El ruido de succión al sacar los cuchillos de los cráneos era acompañado de algún espasmo involuntario y del sonido del líquido cerebral desparramándose por el suelo. Media hora después los savaranos se concentraron en el centro de la sala, tan solo los pelotones encargados de amontonar los cuerpos de los enemigos caídos estaban fuera de la formación. Se habían puesto formando una larga cadena en la que grupos de soldados se pasaban constantemente partes de genestealer hasta que los últimos lanzaban los ensangrentados restos a la pila. 

La compañía del capitán Gotar comenzaba a entrar en la sala. Su llegada fue precedida de uno de sus famosos cánticos de guerra. Su capitán era un hombre bajo y corpulento, nativo de Catafractaria Tertia, una vida de capataz en una explotación maderera le había dado unos hombros fuertes que hacían que junto a su armadura tuviera un aspecto magnífico. Marchaba al frente de su compañía con el rifle laser al hombro con un paso igual de marcial que el del resto de sus soldados. Estos, al igual que su pesado capitán, tenían la fama de ser los más vanidosos de todo el regimiento, sin embargo era sabido por todos que su fanfarronería competía con su tozudez a la hora de combatir al enemigo. Khur solía destinar siempre que podía a los reclutas con más carácter junto a Gotar, ya que este se encargaría de redirigirlos por el buen camino. 

Prueba de esto fue su perfecta disposición a lo largo de los laterales de la sala, algunos realizaron profusos saludos a los soldados de Mitrídates, otros alabaron su suerte por haber derramado la primera sangre. Junto a ellos llegaron varios servidores que rápidamente soldaron unas barricadas artificiales en la entrada. Gotar pasó junto a las formaciones de Mitrídates parándose solo para dar ánimos a algún soldado que conocía en especial, rápidamente se encontró con Khur, Arsacis y Halls, que esperaban al frente de la compañía a punto de iniciar la marcha. El coronel le recibió. 

- ¿Órdenes?

- Capitán, mantenga esta posición mientras nosotros y la compañía de Mitrídates tomamos el puente de mando. 

- ¡Bien señor! Les daremos bien a esos asquerosos aliens si se asoman por aquí. 

- Correcto. Tenga preparados varios pelotones por si necesitamos refuerzos. 

- De acuerdo, ahora mismo se lo comunico a Sinu para que tenga a los muchachos preparados. – Mientras decía esto pudo ver cómo Enoch esperaba pacientemente para comunicarle algo, se giró hacia este juntado los talones exagerando el saludo marcial todo lo que pudo- No te preocupes Visioingeniero, ninguno de mis soldados hará nada con los aparatos que habéis encontrado.

Desde el sistema sonoro que había injertado en la garganta de Enoch llegó un gruñido de afirmación. Justo después, en el momento en el que Gotar se iba, llegaba Mitrídates. Al cruzarse ambos capitanes chocaron sus antebrazos en señal de saludo. Todos estaba en orden, su compañía estaba lista para avanzar. A una voz de Khur todos los pelotones se pusieron en posición, formando una columna en la que los distintos grupos de soldados se defendían unos a otros. Se internaron en la estructura. 

Corredores posteriores a la cabeza de puente Alfa Prima. Crucero. 

Volog avanzaba a grandes zancadas con el rifle laser pegado al pecho, llevaba la bayoneta calada, a su lado, con un cigarrillo encendido en uno de los laterales de su boca, Seleuco le seguía el paso sujetando con fuerza su pistola bólter, mientras con la otra mano sujetaba su espada personal. Era un arma de acero mate, con bellos grabados a lo largo de su ancha hoja y una punta redondeada, diseñada con un filo de precisión que no evitaba que de vez en cuando hiciera las veces de arma de parada.

Entre ambos iba el capitán Cinnamus que llevaba un auspex con el que dictaba apresuradamente el camino que tomarían. Sus órdenes eran transmitidas por los encargados de las comunicaciones de la compañía. El capitán caminaba casi a trompicones, mirando el auspex constantemente, ya que la información se actualizaba constantemente. Era lo bueno de trabajar junto al Mechanicus, la información que estaba utilizando en ese momento acababa de ser recogida y analizada por los escáneres de la Lanza de Hierro. Eso no evitaba que hubiera alguna interferencia, por lo que debían pararse un instante hasta que se recuperara la señal, lo cual era agradecido por la tropa, aunque no se podía evitar escuchar los bufidos de disgusto del Mayor y de Warfet.

El teniente primero Parham había recibido la orden de guardar la retaguardia. Mantenía el paso mientras vigilaba que nadie se retrasara o se saliera de la formación. De repente todos pararon el ritmo. Al parecer la señal se había cortado de nuevo, todos pararon aunque se mantuvieron en alerta. Se dirigió hacia la parte de atrás del pelotón, un par de guardias se había separado un par de metros y se había internado en un pasillo lateral, cuando llegó a su altura para preguntarles que pasaba observó como atisbaban hacia el final del largo corredor apuntando con sus rifles laser. No decían nada, se mantenían en silencio, cuando vio lo que les llamaba la atención no pudo evitar apuntar también con su arma.

Genestealer de Ymgarl.
A lo lejos, fuera de los auspex de corta distancia, grupos de genestealers avanzaban a toda velocidad por los pasillos, pero no hacia ellos, se mantenían a suficiente distancia como para no ser detectados. Avisó antes de efectuar un par de ráfagas a larga distancia que hicieron caer a un genestealer con la boca llena de flagelos, para su sorpresa los compañeros del alien ignoraron su pérdida, continuando corriendo sobre su despojos. No los atacaban, parecía que se movilizaban hacia otros puntos de la nave como si estuvieran defendiéndola para que nadie se la arrebatara. Su objetivo no eran las tropas imperiales, eran las del caos. Se retiró lentamente junto a los dos soldados, fue hacía el primer vocooperador que se encontró, el mayor y el comisario debían saber esto. 

Iban directos hacia las salas de motores para interceptar al archienemigo. Hacía más de dos horas que habían dejado atrás la cabeza de puente, atravesaban constantemente pasillos muy parecidos a los de cualquier nave del Adeptus Mechanicus actual, llenos de tomas de energía, pantallas y tubos, pero la decoración era menos oscura que de costumbre, seguía habiendo calaveras e inscripciones al Omnissiah por doquier, pero para cualquiera que fuese un poco más observador que los demás, había detalles que le llamaban la atención.

Cinnamus se permitía mirar estos pormenores en los pequeños descansos que hacían mientras el auspex redireccionaba su posición. Numerosos ingenios colgaban inertes de las pareces junto a pinturas y grabados que mostraban a las antiguas Legiones de Astartes o al todopoderoso Ejército Imperial ayudando a los tecnosacerdotes de Marte en sus descubrimientos a lo largo de la galaxia. Liberaban mundos, recogían tecnologías nuevas y creaban toda clase de maravillas científicas. Representaban los días felices del Imperio del Hombre, cuando todo eran avances con los que salvar vidas del yugo xeno o la barbarie; cuando el miedo a la tecnología era algo controlado, solo lo suficiente para evitar las desgracias de eras pretéritas. 

Seleuco miraba precavido hacia todos los lados, podía sentir el nerviosismo de Volog por entrar en combate, pero podía ver como el mayor redireccionaba sus ansias de lucha hacia acciones positivas, preguntando regularmente a los jefes de pelotón el estado de la columna. 

Salvo algún avistamiento esporádico de pequeñas partidas de genestealers que se acercaban más de cuenta, de momento no habían tenido ningún contacto serio con el enemigo, al parecer, los xenos que plagaban la nave habían tomado la misma decisión que ellos, se dirigían hacia las tropas del caos. Dudaba mucho que fuese para interceptarlas e impedir que pusieran en marcha los motores. La escoria tiránida los estaba ignorando, y eso le preocupaba mucho, si toda una compañía de guardias imperiales pesados no merecía de su atención, no quería imaginarse que habían traído las tropas del caos a aquella reliquia.

Corredores del Acorazado.

Enoch  acompañaba al coronel a la cabeza de la columna analizando constantemente los informes estructurales que le llegaban de la Lanza de Hierro. Iban bien encaminados hacia el puente de mando, tomando todos los atajos que podían, evitando las salas demasiado grandes. Esto no solo era para evitar aglomeraciones en las que pudieran ser fácilmente emboscados, era para evitar que esos bárbaros que le escoltaban causasen destrozos en la reliquia que estaban reconquistando. 

Los pasillos, eran amplios, del mismo blanco que el resto de la nave. Numerosos recubrimientos de lo que suponía que eran cables de energía cruzaban el techo y las pareces, estos hacían de embellecedores para que las tomas energéticas no desentonasen con la estructura. Pequeñas pantallas sin ningún tipo de teclado aparecían en suaves salientes de las pareces, algunas luces empotradas intentaban encenderse cuando pasaban junto a ellas, los restos de lo que parecían pequeños sirvientes robots descansaban inertes en el suelo. En toda su larga vida al servicio del Adeptus Mechanicus nunca había visto nada parecido, la civilización que había construido aquella nave estaba muy avanzada tecnológicamente, bastante más que el Imperio en los tiempos de la Cruzada. ¿Acaso pertenecía a alguna civilización que fue erradicada al toparse con una flota expedicionaria? 

No lo creía, el mantenimiento de la simbología natal junto a la imperial decía lo contrario, lo había visto en el exterior del acorazado y en las armas de la armería. Los soldados de aquellas gentes habían servido junto a los del Imperio. Antes de salir del la cabeza de puente había podido ver algunas armaduras abandonadas en unos de los armarios, eran de tamaño humano, del mismo color que la nave, formadas por placas segmentadas lisas que se ceñían al cuerpo del soldado como una segunda piel. El casco que cubría toda la cabeza, era liso y alargado hacia atrás acabado en punta, con una lente rectangular estrecha a la altura de los ojos. De nuevo pudo darse cuenta de que la simbología imperial se había colocado justo después de manufacturarse el conjunto.

Era todo tan intrigante. Puede que fuesen conquistados por la fuerza o rescatados de la dominación alienígena. Debía llegar al puente de mando cuanto antes, allí encontraría una terminal de la que obtener respuestas. Paró en seco al dar girar una esquina. Pudo oír como Mitrídates avisaba por radio a toda la compañía, asegurándose de que sus órdenes llegasen hasta la retaguardia, encomendada al teniente primero Hulja.

Acababan de llegar a una pequeña sala que hacía de cruce entre varios pasillos, en ella se había dado una pequeña batalla. Numerosos cuerpos de genestealers yacían desparramados por el suelo hechos pedazos, cortados con una precisión casi quirúrgica. Los cuerpos estaban secos, aunque algunos mantenían algunos restos de carne que se pudrían lentamente. Hacía bastante tiempo que habían muerto. Khur contó rápidamente las cabezas, eran  algo más de dos docenas, se amontonaban hacia el centro de la sala, como si hubieran atacado todos a la vez a un enemigo acorralado. 

Arsacis se acercó al foco en el que habían muerto los atacantes, el suelo estaba oscurecido, ligeramente quemado, como si hubiesen vertido algún tipo de acido potente sobre este. Atravesó con la bayoneta de su rifle un resto que había sobrevivido a la erosión del potente químico. Era una especie de garra, horriblemente retorcida, se la mostró a todos, Enoch mostró especial interés, pero antes de que pudiese acercarse, la parte por la que la bayoneta del mayor la atravesaba se desintegró, cayendo las garras contra el suelo, clavándose como si se tratara de mantequilla.

- Valla, pues si que estaban empeñados en acabar con estas cosas.

- Fuesen lo que fuesen estaban en guerra con los tiránidos, y al parecer tampoco eran de aquí, quizás se colaron después que los genestealers.

- Puede que fuese así, pero…

Arsacis no tuvo tiempo de acabar su frase, pudo ver por el rabillo del ojo como algo se acercaba a toda velocidad por uno de los pasillos laterales, se giró y abrió fuego automático desde la cadera, un enemigo cayó destripado al suelo, pero el que iba detrás de este esquivó los disparos con un largo salto hacia el centro de la sala. El genestealer fue a aterrizar sobre los soldados que estaban al lado del visioingeniero, destrozando con sus garras a un soldado que fue despedazado en el acto. Antes de que pudiera atacar a otro hombre la bestia fue acribillada por varios rifles laser y una ametralladora pesada.

Genestealer.

- ¡Atentos joder! –Bramó Khur- ¡Moveos! Debemos llegar al puente de mando.

Dejaron los restos del soldado en una esquina, apartándolos del camino de los demás y apretaron el paso. Comenzaron a llegar mensajes de toda la columna confirmando avistamientos esporádicos de genestealers que atacaban directamente surgiendo de los pasillos laterales por todo el camino que habían recorrido. Khur blasfemó en alto y conectó su comunicador personal para que todos pudieran oírle. 

- ¡Avanzad y disparar! No os pongáis nerviosos, cubríos por pelotones y secciones. ¡Hulja! ¿Cómo van las cosas por tu zona?

- ¡Bien señor! Esos cabrones han matado a un par de hombres del pelotón de Iharo, pero el resto ha logrado contener las acometidas. Dile a Mitrídades que pienso matar más cosas de estas que él. – El coronel no pudo evitar sonreír al oír el desafío del teniente al mayor.

Aligeraron la marcha, ya no les quedaba mucho por recorrer. Una vez llegaran al puente de mando se atrincherarían para poder matar a los xenos desde una posición ventajosa. Los nuevos pasajes que se encontraban estaban repletos de restos de cuerpos genestealers y de sus misteriosos enemigos. Aún quedaban tiránidos, por lo que de momento, estos eran su principal preocupación; no podía quitarse de la cabeza las imágenes de los genestealers cortados en rodajas.


2 comentarios:

  1. jajaja buenísimo el momento en el que el Visioingeniero pone orden! XD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, la verdad es que caer en las manos de Warfet no debe ser muy agradable, eso te lo aseguro yo, jejejejeje.

      Eliminar