domingo, 14 de septiembre de 2014

Savaranos de Catafractaria. "Nuevos contrincantes".



Lanza de Hierro. Nave de exploración del Adeptus Mechanicus. Órbita del planeta Sagkeion.

Una tras otra, las páginas del pequeño catecismo que sujetaban las manos de Volog eran devoradas por sus ojos. Estaba en una de las estancias de oficiales de la nave, de vez en cuando levantaba la vista para recorrer con ella la habitación metálica someramente decorada con algún ornamento. Él estaba sentado junto a la mesa central, sus brazos descansaban sobre esta, a su lado una taza de cafeína aguada despedía vapor poco a poco. A través de la puerta entreabierta pudo ver a Cinnamus junto a su esposa Sitra, paseaban dados de la mano mientras charlaban sosegadamente. Tras perderlos de vista pudo adivinar con quien se habían cruzado, el saludo del hirsuto Gotar resonó por todo el pasillo. Pocos segundos después, pudo ver a este cargando con varios montones de informes que ojeaba mientras andaba. 

De vuelta al pequeño libro que leía, se permitió reflexionar sobre él. Era una narración sobre varios Santos y Astartes laureados de varias guerras tiránidas, tanto de sus gestas como de sus muertes. Él los veía a todos ellos como adalides del Emperador, la clara muestra de la superioridad del ser humano sobre la barbarie alienígena. Sin embargo hasta él se daba cuenta de que el poder leer algo así era todo un privilegio, la mayoría de la población del Imperio tenía vetado el acceso a semejantes temas. Ellos los habían recibido gracias a su estatus de élite, su formación no podía compararse con la de los Militatum Tempestus, pero les consentía ese pequeño lujo.   

Volvió a intentar concentrarse en la lectura, esta por lo menos era agradable, no era como los farragosos informes biológicos y bélicos que habían tomado los demás. Rió al recordar la cara de Syrus cuando vio las fotos de la vivisección de un termagante. En ese momento se dio cuenta de qué el teniente estaba implicado con Zoroaster en la toma del destructor, cerró el libro y lo guardó en uno de los bolsillos de su camisa. Acabó su taza de un trago antes de salir de la sala. A estas alturas ya debían haber entrado en la nave, fue a buscar un informe de la situación. 

No pudo. Todas las alarmas comenzaron a chillar, los comunicadores empezaron a bombardearlos con mensajes de alerta, la propia nave se sacudió tras varios impactos  directos. Trastabilló, teniendo que apoyarse en la pared para no caerse, respiró dos veces profundamente antes de salir corriendo hacia las salas de reuniones. ¿Qué podía haber sido? ¿Acaso los herejes habían comenzado su ofensiva? Era demasiado pronto, aún no tenían suficiente superioridad numérica como para salir impunes y no quedar demasiado debilitados. Se cruzó con varios soldados, con algunas honrosas excepciones todos mostraban cierto nerviosismo, nadie sabían aún qué estaba pasando. 
Se cruzó con Hulja, llevaba la coraza a medio poner. 

- ¿Qué ha ocurrido?

- No lo sé Mayor. Pero la nave ha sido alcanzada por varios disparos. Los mandos de están congregando en la B1. 

Una vez allí se encontraron con los capitanes de las dos divisiones del regimiento, todos estaban de pie, presidian el centro de la sala Arsacis, Seleuco, Warfet y Halls; Volog se acercó abriéndose paso casi a codazos, Mitridates se apartó para hacerle un hueco junto a ellos. Encima de la mesa había un montón de papeles, del centro surgían varios hologramas que mostraban la situación de la batalla espacial que acababa de comenzar. Sueleuco pidió silencio alzando los brazos, el pequeño revuelo que formaban entre todos no tardó en desaparecer. 

- Señores, el enemigo ha comenzado un ataque en general sobre todo el frente. Numerosas naves han logrado sobrepasar el perímetro defensivo. 

- Nuestro flanco está seguro, la Lanza de Hierro y el acorazado están abriendo fuego ahora mismo. -La puntualización de Warfet interrumpió al Comisario, cosa que pareció no gustarle. 

- Ya lo sabemos. Estamos de una pieza. ¿No? -La nave volvió a estremecerse, otro disparo reflejado por los escudos.- Se ha ordenado que todas las operaciones de recuperación de material arcaico se retiren hacia nuestra posición. 

- ¿La compañía de Zoroaster? -Seleuco volvió a ser interrumpido de nuevo, esta vez por Volog, se apoyó sobre la mesa para contestarle, mirando a todos lentamente mientras hablaba. 

- Damiq y Saduga ya han vuelto. Hemos perdido las comunicaciones con Zoroaster, lo último que nos llegó era que el enemigo había comenzado a tomar el destructor. Estaban empezando a replegarse, no sabemos nada más. Ahora mismo están en territorio hostil. 

Hizo un gesto a Warfet, este asintió, manipuló las imágenes que tenían delante para que pudiesen ver mejor las posiciones cercanas al destructor. Una miríada de naves destartaladas pasaban a su lado abriendo fuego con todas sus armas. Se dirigían al planeta. Todas pasaban de largo salvo una, la cual había incrustado su morro en el lateral del destructor. De fondo podían verse múltiples explosiones. 

- Están entrado por la zona minada por la flota del Caos. -Arsacis señaló con una mano enguantada.- También están pasando de largo de los herejes. Esas naves y esa temeridad, no hay duda, son Orkos. 

- ¿Qué vamos a hacer? -Volog parecía furioso.- Tenemos hombres ahí afuera. 

- De momento no podemos hacer nada por Zoroaster y sus hombres, no hay grades probabilidades de que puedan abordarnos, movilizaremos al regimiento para actuar en el planeta y ayudar a las FDP en lo que podamos. Ya lo están pasando mal con el desembarco de tropas del Caos, la llegada de los pielesverdes los superará. Hay que dar la talla hasta que vuelva el Coronel. 

- Pero…

- Ni peros, ni nada. -Volog miró a Arsacis buscando ayuda, pero sabía que esta vez el Mayor estaba de lado del Comisario.- Los magos no van a lanzar nuestras naves al corazón de una flota orka por una compañía. Tienen que volver por ellos mismos. Ahora mismo están en las manos del Emperador.

Transporte espacial. Navegando por la disformidad. Rumbo al Sistema Sagkeion Lambda.

Khur divagaba mientras hacía flexiones en su camarote. La reunión no había ido mal del todo. Más o menos contaba con haberle causado una buena impresión a varios comandantes, entre ellos los de Sagkeion Lambda. Podría contar con una buena colaboración de los Dragones Dorados y los Granaderos de Acero; los Coraceros de Sagkeion eran otra cosa, el encontronazo con su jactancioso líder le daría problemas en el futuro, no había sido una buena maniobra, ahora estaban ayudando a la defensa de su planeta. Le sería muy fácil vengarse, para un hombre como aquel, las ofensas en público no se perdonaban. Debía tener cuidado. Dejó las flexiones para pasar a hacer dominadas. 

Los Cimeras Negras se habían mostrado bastante distantes, por lo menos hasta que se enteraron del regalo que había hecho Enoch a otro capítulo de marines espaciales. Después de varias tomas de contacto todo se había quedado en promesas de sustento mutuo. Esos tribales astartes estarían muy ocupados luchando contras los enemigos del Imperio como para mostrar interés en una fuerza extranjera, pero por lo menos se habían dado a conocer ante ellos, lo cual nunca estaba de más.  

Con las Hijas de Tramiha tan solo había intercambiando unos saludos cordiales. Le divirtió la idea de haber traído a Volog con él, dada la religiosidad del mayor las habría tratado a todas y cada una de ellas como a santas en vida. Paró un momento para secarse el sudor del cuerpo con una toalla que era áspera hasta para él. Continuó con la gimnasia. Al comenzar de nuevo se acordó de Dijnia, esperaba que estuviera bien. La Lanza de Hierro podía rechazar un abordaje enemigo, y no había que olvidar el acorazado que habían conquistado, su avanzado armamento estaba casi al cien por ciento. En una de sus charlas con Enoch se había enterado de que los progresos de los Magos en sus investigaciones habían avanzado mucho. 

Los anteriores inquilinos de la nave habían llevado consigo todo lo suficiente como mantener su tecnología de forma autónoma, al parecer sabían que nunca iban a volver a su planeta de origen. Su hallazgo no era tan importante como el de una PCE, pero poco le tenía que envidiar. Los restos de tecnología imperial en la propia nave mostraban una estrecha colaboración con el Mechanicus, lo que facilitaría las cosas a la hora de enviar a Marte el sinfín de datos que se obtendrían de su investigación. Y ya de paso, replicarla. Era el precio mínimo que pedirían los dirigentes de Cuprus. Catafractaia se enriquecería aún más, pudiendo engrosar sus ya de por sí potentes rutas comerciales.

Dejó de conjeturar, eso eran planes de futuro en los que él poco tenía que decidir. El era un soldado, no un gobernante. Se pasaría su vida entera combatiendo en los ejércitos imperiales. Dejó de hacer dominadas y pasó a hacer series de abdominales. Esperaba que la nave no se retrasara mucho, tenía ganas de llegar a Sagkeion Lamba para ver cómo estaba la situación. Había dejado órdenes de reaccionar ante cualquier envite de las fuerzas del caos, la batalla estaba en un punto demasiado delicado como para esperarse que todo estuviera como lo había dejado. 

Acabó la serie de ejercicios, fue a asearse. El problema no era cómo había dejado las cosas, sino cómo estarían a su vuelta.

Sistema Sagkeion Lamba. Grupo de Asalto. Destructor abandonado.

Zoroaster esquivó a duras penas el enorme machete con el que el orko había intentado partirlo en dos. La herrumbrosa hoja se incrustó en la pared del pasillo en el que combatían a muerte. Como réplica introdujo la punta de su espada sierra en el desprotegido hueco del cuello entre la barbilla y el pecho. Un chorretón de sangre acompañado por trozos de lo que parecía una tráquea salpicó el techo al desplomarse el enorme corpachón del pielverde. El capitán se lanzó hacia atrás sin mirar si su enemigo había muerto del todo, cayó al suelo sobre el cuerpo de un enemigo muerto tras tropezarse con la enorme pistola que este aún sujetaba con una de sus manos.  Aunque el golpe le dolió, lo acabó agradeciendo, pues los soldados que estaban detrás de él abrieron fuego sobre otros dos orkos que corrían hacia ellos. Ambos fueron derribados por sus ráfagas de láser.
Guerrero Orko.

Luther le ayudó a levantarse. Mientras lo hacía, pudo oír ruidos de lucha, disparos, gritos y bramidos. Sonaban por toda la nave. Orkos. Lo que faltaba. Ya llevaban casi una hora de combates frenéticos. Se acercó a Farhad, operario de comunicaciones, este miraba hacia el final del pasillo mientras apuntaba con su pistola láser, tomó de su equipo un transmisor, sintonizó a Syrus. El ruido de estática lo interrumpía tanto que casi tenía que gritar, lo cual chocaba con su temperamento frío. 

- ¡Syrus! Aquí el Capitán. ¿Cómo va el perímetro?

- ¿Señor? Los pielesverdes lo han sobrepasado en vario puntos. ¡Están tomando la nave! -De fondo se escuchaba el constante silbar del láser.

- ¡Contenerlos! Nosotros seguimos avanzando. 

- Pero señor… ¡Delshad! ¡Vuélale la cabeza a ese bastardo! -Un inhumano grito de dolor llenó el fondo de la transmisión.- No es un ataque aislado. Están entrando en tropel. ¡Debemos retirarnos!

- No, me niego, no volveremos a decepcionar al Mayor. Vamos a conquistar esta nave. Reducirlos, nos dividiremos y nos atrincheraremos. 

- Siento interrumpir. -Luther había entrado en la conversación con su monótona voz.- Pero me han comunicado que toda una horda orka está entrando en el sistema. Aquí han entrado una mínima parte de sus fuerzas. 

-Podremos con ellos.

- Divididos no. Hay que volver a las posiciones del Teniente. -Este comentario fue acompañado por el inicio de un tiroteo en varios pasillos cercanos. Zoroaster se mantuvo en silencio durante varios segundos eternos. 

- Bien. Que así sea. Pero por el Emperador que nos vamos a llevar esta nave. Farhad, retransmite a todos los hombres que se replieguen hacia el perímetro defensivo de Syrus.

Comenzaron a retroceder el camino andado. Tuvieron que dejar atrás a los muertos, los heridos fueron trasladados hacia el centro de la dispersa formación. Algunos moribundos decidieron quedarse atrás, dieron a sus compañeros sus rifles láser y la munición. Se quedaron solo con los Mk Sariss, era una buena arma con la que morir luchando. Zoroaster, junto con Critio y Luther no tardó en ponerse a la cabeza de sus hombres. Había sido fácil llegar hasta allí cuando lo más peligroso eran los restos mohosos de corsarios espaciales, pero ahora los orkos surgían desde todas las direcciones vociferando y repartiendo muerte. Sus hombres fueron ocupando varios corredores laterales al que ellos seguían. Así formaban un perímetro de seguridad. La estrategia no tardó en hacer efecto. En el momento que uno de los grupos de soldados quedaba atascado al encontrarse con los pieslesverdes, el resto se redirigía para ayudarle flanqueando al enemigo. 

Los hombres gastaban un cargador detrás de otro para agujerear a aquellos monstruos. El armamento orko era destartalado, pero eso no impedía que fuese útil. Las balas pequeñas podían ser dolorosamente repelidas por las armaduras de caparazón, pero las de mayor calibre lograban atravesar las capas de placas de ceramita, y después de la armadura iban tanto la carne como el hueso. Lo peor eran las melés. Las brutales armas de cuerpo a cuerpo de los orkos les daban una ventaja atroz. Los hombres eran desmembrados con enormes hachas de hierro que apenas estaban afiladas. Los lanzallamas hacían bien su trabajo, pero no solo eran usados por los hombres de Zoroaster, algunos pasillos se convirtieron en verdaderos infiernos de acero fundido. 

Critio luchaba con valentía poniéndose el primero a la hora de cargar contra las posiciones orkas. Su espada sierra le había salpicado entero de la oscura sangre de sus enemigos, al igual que Zoroaser tenía que apartarse el pegajoso líquido de los cristales de la máscara. Ahora sí que tenía un semblante terrorífico de verdad. Se movía con tanta precisión como coraje, combinando potentes mandobles de su espada con precisos tiros a quemarropa. Luther tenía que agitar de vez en cuando el recalentado cañón de su pistola infierno; usaba su hacha dentada tanto para romper cráneos orkos como para abrir puertas con las que atajar camino. Los otros grupos de soldados se veían obligados a dejar esa tarea a los hombres que llevaban rifles o granadas de fusión.

No faltaba mucho para enlazar con Syrus, el suelo estaba recubierto de cadáveres. Los grupos de los pasillos laterales comenzaron a reunirse con el principal, engrosándolo a la vez que lo ayudaban a defender sus propios flancos. El corredor estaba lleno de pielesverdes que se empujaban con nerviosismo unos a otros, delante de ellos un enorme meganoble avanzaba lentamente hacia las posiciones de los savaranos. Sus enormes ametralladoras saturaban el espacio haciendo que los soldados tuvieran que buscar cobertura sin poder casi responder al fuego.  Zoroaster no dudó ni un instante, se apretujó entre sus hombres, los cuales formaron un compactado muro y se lanzaron hacia delante con las bayonetas caladas. 

Los orkos no se dieron cuenta de lo que se los echaba encima hasta que recibieron las primeras descargas de rayos láser. Estas destriparon a los xenos, partieron espinazos y abrasaron extremidades. Esa era la furia de la Guardia Imperial. Muy pocos pudieron contraatacar, menos causar bajas a los savaranos. El meganoble se volvió apuntando con sus armas, recibiendo impávido la tormenta de fuego desplegada por los humanos. No tuvo mucho tiempo para disparar, los hombres desplegaron una línea de rifles de plasma que licuó vivo al orko dentro de su invencible armadura. 

Poco a poco fueron entrando, los soldados de la retaguardia disparando a discreción desde la cadera a los grupos de brutos que les perseguían rebanadora en mano. Zoroaster no tardó en encontrarse con Syrus, estaba dirigiendo su maltrecho perímetro defensivo. Tenía parte de la máscara rota de un golpe, la había soldado a duras penas con un espray de resina sintética. Los cristales estaban ensangrentados desde dentro. 

- ¡Señor! Los contenemos, pero cada vez llegan más. ¿Qué vamos a hacer? -Justo cuando hacía esta pregunta Critio se acercaba dando ánimos a los hombres. 

- Huiremos… -Muchos se giraron asombrados.- Pero hacia delante.

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