CAPITULO V
"Virtus nescit labi"
B-217D: Coordenadas omitidas, decretada cuarentena nivel Omnibus
Tras la caída de la cápsula había
descendido varios pisos, o eso dedujo. Hacía horas que había recuperado la conciencia,
pero su organismo lo había sumido en un estado semivegetativo como medida
paliativa para el dolor. Antes de eso, solo había reunido las fuerzas
necesarias para conectar su
servoarmadura a la centralita de la nave y utilizarla como amplificador de su
baliza personal, ya que había perdido la mitad del brazo en la caída y el
sistema debía de haberse dañado. Podía sentir como lentamente su organismo se iba
recomponiendo a sí mismo, aunque sin en soporte médico pertinente el proceso el
proceso era mucho más lento y bastante más doloroso.
Durante las últimas horas
semiconsciente había podido observar como la nave se transformaba a su
alrededor, allá donde su limitado campo visual le permitía ver había visto como
la materia sólida transmutaba en una suerte de tejido vivo y putrefacto, era
algo que conocía bien. Había leído sobre ello profusamente, no en vano había
pasado casi la mitad de su vida encerrado entre las gruesas paredes del Bastión
de Tormentas, perdido en las laberínticas bóvedas del Librarium Capitular. Sin
embargo nunca antes lo había contemplado en directo, la corrupción de la
esencia misma de todas las cosas, la ascensión, tal y como la conocían los
deplorables siervos de Nurgle.
Ante su incapacidad física había
tratado de recordar cuanto pudiera acerca del proceso, pero el dolor aunque
atenuado lo incapacitaba para concentrarse en ello, lo más que podía recordar
es que era irreversible, una vez se apoderara del planeta de un modo u otro
éste estaría condenado irremediablemente. Pero eso no era lo que más le
preocupaba, había algo más en aquella nave, algo mucho más siniestro. Antes no
había podido notarlo pero ahora lo percibía claramente, sin duda era la misma
señal que habían recibido nada más entrar en el Sistema Belerin y el motivo por
el que habían venido a aquel lugar, solo que ahora aquella huella psíquica se
había transformado en algo mucho más perturbador, era antigua, muy antigua, y
podía sentirla ciñéndose sobre su mente como una sombra cada vez más próxima.
Sin duda aquello, fuera lo que fuera, era el responsable del asalto psíquico
que había sufrido unas horas antes y que lo había dejado tullido y solo, con
nada más que su fe en el Emperador. “En su Sagrado nombre pensó” y entonces
escucho como algo se movía entre la oscuridad. Intentó concentrarse para
asimilar sus sentidos y percibió que el sonido procedía de su espalda, en un
acto reflejo su psique entró en crepitante efervescencia.
-¿Stilikón estás ahí?- por un
momento el bibliotecario utilizó el sonido para ubicar la posición exacta de su
interlocutor y concentrar allí el poder de su mente, pero al instante había
reconocido la voz.
-¿Tracio?- El tono de voz de
Stilikón no podía ocultar la sorpresa -¡¿Qué haces tú aquí?!-
-Lo mismo podría preguntarte yo a
ti hermano.- La voz de Tracio denotaba su cansancio, hablaba pausadamente y con
la respiración entrecortada. A pesar de mantenerse en pie su estado no era
mucho mejor que el de Stilikón. –Algo hicisteis en el puente que hizo que esta
jodida nave se cabreara, al poco de iros vosotros por los conductos de
ventilación empezaron a brotar chorros de inmundicia. Al principio pensamos que
se trataba de algún conducto de servicio que se había desprendido pero pronto
aquella mierda salida de todos lados, y aquel olor…-El rostro de Tracio no pudo
reprimir la mueca de asco.- Aunque uno se acaba acostumbrando ya ni lo noto apenas.-
Había llegado hasta la posición de Stilikón,
que trataba de incorporarse en vano.
–Al poco aquel miasma infernal empezó a
aglutinarse en masas informes y antes de que nos diéramos cuenta estábamos
siendo asaltados por una especie de tumores chillones.- el hermano Tracio hizo
una pausa mientras ayudaba al Bibliotecario a incorporarse. -No podía creérmelo
hasta que vi con mis propios ojos como una de esas cosas se metía a través el
generador dorsal de Mario y este caía desplomado, tras eso la mitad de la nave
se desplomó sobre nosotros y he debido de quedar inconsciente, desde que me he
despertado no he dejado de vagar por todo este montón de basura hasta que tu
señal ha aparecido en el Áuspex.-
-Son Nurgletes.- Stilikon sabía
de la existencia de aquellas criaturas gracias a los grimorios, pero la mayoría
de sus hermanos no conocían más que las menciones en las liturgias y dogmas del
capítulo.- No son más que otra pútrida y corrupta manifestación del caos.-
Concluyó el bibliotecario.
-Me temo que hay más…- la
penumbra no podía ocultar el sombrío rostro de Tracio. – Es ésta nave, está…
está “viva”-dijo señalando hacia los tajos que él mismo había
infringido en las fibrosas paredes de carne de la nave, Stilikón pudo fijarse
en que ya habían empezado a cicatrizar allí donde la espada de energía las
había rasgados. -Debemos apresurarnos- Añadió el Bibliotecario y ambos
hermanos iniciaron una lenta marcha a través de aquel infierno.
Ciertamente aquello no se parecía
a nada que hubiera visto antes, y ni la más detallada de las lecturas podía
hacer justicia a aquel lugar, era la esencia misma de la repugnancia.
-¿Y que se supone que vamos a
hacer ahora?- Tracio estaba inspeccionando el cargador de su pistola bólter.
-Esta zona está extrañamente tranquila pero más adelante está plagado de esos
cabroncetes.
-Vamos a volarlo todo.- El
bibliotecario parecía haber recuperado su resolución.
Puente de Mando del Injuriador, órbita alta sobre B-217D
“Llegada estimada del Azote
prevista en dieciséis horas estándar” El Sargento Primero Hannibal dirigió una
rápida mirada al reloj galáctico del puente de mando, aquello le daba escaso
margen para solucionar la situación antes de que llegara el abuelo y la III a
solucionarla por ellos.
La relación entre las Cohortes era
fraternal, pero se inspiraba en ellas la sana competencia en pos del honor y
orgullo del capítulo, y en ese sentido sacar de un apuro a la II Centuria era
un hazaña que sin duda le recordarían durante muchos años. Sobre todo si la
hazaña tenía que ver con un bibliotecario extraviado en al disformidad, o peor
aún, poseído por ella. Aunque aquella era una posibilidad que prefería no
contemplar por el momento.
-¿Que sabemos de la Mortis?-
preguntó mientras se reclinaba sobre su sillón en el puesto de mando.
-Tenemos su posición balizada
cada 20 minutos, por el momento han entrado en la nave y siguen avanzando,
aunque su ritmo es lento.- Contestó uno de los operadores con su característica
voz metálica.
-¿Y de la otra señal?- inquirió
Hannibal.
-Ha empezado a moverse señor-
Contestó nuevamente el operador sin manifestar emoción alguna.
-¡Por Terra! ¡Y a qué esperas para informarme pedazo de
chatarra!- Aquella era sin duda una de las mayores desventajas de los
servidores, su incapacidad para evaluar las potencialidades de un
acontecimiento si no se les había programado u ordenado específicamente, y sin
embargo era un precio más que adecuado por tal de evitar las terribles
consecuencias a la que la humanidad se había visto empujada durante la Edad
Oscura de la Tecnología.
-Monitoriza su posición ahora
mismo.- Añadió, e inmediatamente la proyección de B-217D apareció en el panel
central del puente, con la imagen ampliada de una sección en el centro en el
que podían verse dos diminutos puntos parpadeando a un ritmo exasperante. -¿Y
por qué diablos se dirige hacia el puente?, ¿Acaso huye?- Las palabras de
Hannibal no ocultaban su sorpresa.
-No creo, está ciego.- Señaló el Sargento Bizanzio, que había permanecido en silencio sentado sobre una de los sillones auxiliares. -Sin la frecuencia de la Mortis no pueden localizarla.-
Las frecuencias de balizado y
comunicación internas se modificaban cada 10 horas en caso de combate para
evitar que el enemigo se hiciera con datos sensibles, era una lección que los
Mirmidones había aprendido bien a lo lago de la limpieza de la colmena Yaltus
Gamma, donde los herejes sublevados dentro del palacio de la gobernación
utilizaron las frecuencias que habían descifrado para emboscar a las unidades
que operaban sobre el terreno, causando numerosas bajas que podían haberse
evitado.
B-217D: Coordenadas omitidas, decretada cuarentena nivel Omnibus
El hermano Séneca se hizo a un
lado con una velocidad que no correspondía a su tamaño, la armadura de
exterminador era tan voluminosa que en algunos pasillos prácticamente rozaba el
techo cavernoso de aquel infierno, sin embargo se movía con enorme
gracilidad. Sin pensárselo un instante, alzó el pie y
aplastó aquella criatura, que desapareció dejando poco más que un charco de
asqueroso miasma.
Frente a él, el resto de la escuadra iba haciendo lo propio
con todas las inmundicias que salían a su paso, a un ritmo cada vez mayor.
El Sargento Hajax abría la marcha
unos metros por delante, apenas si se distinguía su silueta en la oscuridad de
aquellos pasillos repletos de pústulas y jirones supurantes que dificultaban
aún más la visión, aunque podía escucharse perfectamente el servomotor de su
puño sierra, que había estado ronroneando incesantemente desde que habían
entrado en la nave.
Acababan de abandonar otra de
aquellas asquerosas ratoneras entrando en lo que había sido algún tipo de
estancia de mayores dimensiones, un nodo de servicio quizás, aunque era difícil
asegurarlo puesto que estaba tan corrompido como el resto de la nave. La carne
putrefacta había avanzado por el suelo de las balconadas y los cableados que
discurría bajo ellas, de los que ahora solo pendían jirones de mucosa.
El sargento había ordenado aumentar el ritmo, pues según había informado la baliza del bibliotecario había empezado a moverse. Por lo que ahora se limitaban a avanzar en su búsqueda sin asegurar los túneles y bifurcaciones que iban dejando a su paso. Sin perder un segundo la escuadra Mortis atravesó la estancia, pero entonces algo llamó la atención del sargento, una de las paredes estaba particularmente hinchada, como abotargada por la pus, pero no era eso lo más extraño, aquel pedazo de carne parecía moverse enérgicamente como intentando desprenderse del resto de la estructura.
En un segundo toda la sección se desgarró cayendo sobre el suelo, a escasos metros del sargento, y un instante después aquel pedazo de carne pútrida se había erguido de nuevo como una masa informe y tambaleante de la que surgían lo que parecían ser unos aguijones de acero negro, dos diminutos ojos rojos brillaban de pura malicia dentro de aquella masa putrefacta.
El sargento había ordenado aumentar el ritmo, pues según había informado la baliza del bibliotecario había empezado a moverse. Por lo que ahora se limitaban a avanzar en su búsqueda sin asegurar los túneles y bifurcaciones que iban dejando a su paso. Sin perder un segundo la escuadra Mortis atravesó la estancia, pero entonces algo llamó la atención del sargento, una de las paredes estaba particularmente hinchada, como abotargada por la pus, pero no era eso lo más extraño, aquel pedazo de carne parecía moverse enérgicamente como intentando desprenderse del resto de la estructura.
En un segundo toda la sección se desgarró cayendo sobre el suelo, a escasos metros del sargento, y un instante después aquel pedazo de carne pútrida se había erguido de nuevo como una masa informe y tambaleante de la que surgían lo que parecían ser unos aguijones de acero negro, dos diminutos ojos rojos brillaban de pura malicia dentro de aquella masa putrefacta.
El bólter de asalto del hermano
Melsior fue el primero en abrir fuego, inmediatamente después los hermanos
Fénix y Dorian hicieron lo propio. La criatura pareció tambalearse un instante,
suprimida bajo los proyectiles que impactaban en ella y estallaban arrancando
considerables pedazos de carne, sin embargo se mantenía en pie, y allí donde
las detonaciones abrían un hueco en su cuerpo la carne de alrededor parecía
reponerla a velocidad de vértigo. El sargento se había adelantado por el flanco
y se disponía a asestar un tajo sobre aquella bestia con su espada, pero con
la misma velocidad antinatural con la que se regeneraba, un tentáculo líquido
brotó desde su cuerpo extendiéndose hasta alcanzar la mano del sargento, que se
detuvo en seco. Con un movimiento de su mano izquierda lanzó un tajo de su
Cirujano, que seccionó el tentáculo, aunque una décima de segundo mas tarde dos nuevas
terminaciones brotaron de la que acababa de seccionar y rápidamente se ciñeron
sobre sus dos brazos, justo en ese instante, el hermano Dorian se abalanzo
sobre la criatura descargando toda la ira del Emperador en un puñetazo. Los
restos de inmundicia salieron despedidos por toda la estancia cuando
el puño de combate de Dorian descargó toda su energía con su característico
crepitar. -Esto empieza a ponerse interesante.- musitó, mientras limpiaba los
restos de la criatura que habían quedado fusionados en la superficie de su
puño.
Un pasillo se extendía junto al
lugar del que se había desprendido la inmunda bestia, pero el Áuspex mostraba
claramente que el bibliotecario estaba
bordeando su posición, a un centenar de metros de distancia.
-En marcha, ya estamos cerca.- Añadió
el sargento, al tiempo que clavaba el puño sierra sobre la pared de carne que
se hallaba junto a él.
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