MODUS OPERANDI
Fruto de su convulso pasado, los Mirmidones no son un capitulo de Marines Espaciales estándar en sus procedimientos. La principal diferencia radica en la composición de su logística de combate. Las denominadas Centurias (equivalente organizativo a las Compañías) no actúan como entidades independientes y autónomas, rara vez una Centuria actúa por su cuenta y riesgo, en general el capitulo opera en base a divisiones mayores que reciben el nombre de Cohortes, dentro de las que pueden estar operando mas de una centuria conjuntamente. Aunque esta práctica no está bien vista en muchas de las instituciones imperiales, ha demostrado su efectividad para el control de la basta región el Terminus, donde la respuesta entre teatros de operaciones es distante y compleja.
El mando de las operaciones se asigna siempre sobre el Ríctor (Capitán)de mayor rengo, que asume el mando estratégico de todas las fuerzas que conforman la Cohorte. Aunque la duración y composición de las cohortes varia enormemente estas solo se reúnen para operaciones de envergadura y rara vez superan un máximo de tres cohortes bajo mandato de un Ríctor. Una vez finalizada la misión para la que fue reunida la cohorte en cuestión esta se disuelve, aunque es común entre los Mirmidones conservar recuerdos y marcas de su pertenencia a las distintas Cohortes en las que ha servido un individuo, especialmente si éstas fueron exitosas, aunque también con motivo de luto o venganza.
Por lo general, los Mirmidones no preparan conflictos de desgaste o de asedio a largo plazo, muestran una preferencia clara por las acciones contundentes y de escasa duración, siendo en éste ámbito en el que mejor se desenvuelven. El propio capítulo está concebido como una fuerza de asalto móvil, y es capaz de trasladar el grueso de sus operativos en un tiempo mucho menor que otros capítulos mas convencionales.
Esto se debe especialmente a dos razones, el primero es que los Mirmidones rara vez toman posiciones defensivas o fortifican sus posiciones, prefieren una política de tierra quemada en sus conflictos, lo que ahoga la capacidad del enemigo para ofrecer una resistencia duradera. Y en segundo lugar, aunque poseen una fuerza de blindados, es bastante compacta y mucho menor a la de otros capítulos, lo que facilita su despliegue logístico, por el contrario, la mayor parte de su flota la componen vehículos de asalto aéreo y cápsulas de desembarco, la conocida como caballería aérea.
En conjunto esto permite reducir al capitulo el tiempo necesario para desarrollar sus operaciones así como el volumen de suministros asociado a las mismas, algo muy necesario teniendo en cuenta el aislamiento en el que operan y las limitaciones materiales del capitulo.
Por lo general, los Mirmidones no preparan conflictos de desgaste o de asedio a largo plazo, muestran una preferencia clara por las acciones contundentes y de escasa duración, siendo en éste ámbito en el que mejor se desenvuelven. El propio capítulo está concebido como una fuerza de asalto móvil, y es capaz de trasladar el grueso de sus operativos en un tiempo mucho menor que otros capítulos mas convencionales.
Esto se debe especialmente a dos razones, el primero es que los Mirmidones rara vez toman posiciones defensivas o fortifican sus posiciones, prefieren una política de tierra quemada en sus conflictos, lo que ahoga la capacidad del enemigo para ofrecer una resistencia duradera. Y en segundo lugar, aunque poseen una fuerza de blindados, es bastante compacta y mucho menor a la de otros capítulos, lo que facilita su despliegue logístico, por el contrario, la mayor parte de su flota la componen vehículos de asalto aéreo y cápsulas de desembarco, la conocida como caballería aérea.
En conjunto esto permite reducir al capitulo el tiempo necesario para desarrollar sus operaciones así como el volumen de suministros asociado a las mismas, algo muy necesario teniendo en cuenta el aislamiento en el que operan y las limitaciones materiales del capitulo.
LOS SISTEMAS DEL TERMINUS
Mirmídia se encuentra dentro del
sistema planetario Terminus, en la región más oriental del Segmentum Ultima, en
el extremo austral del brazo Sagittarius. Esa región galáctica figura en los
mapas imperiales genéricos bajo la denominación de Sistemas del Terminus,
Sistemas Terminus o coloquialmente Subsector Terminus y engloba a varias
decenas de sistemas planetarios no registrados aunque supuestamente sometidos
al imperio. La realidad sin embargo es muy distinta y a pesar de que se trata
de una región en su mayor parte pacificada, el gobierno efectivo del Imperio
solo se extiende a lo largo de un único sistema planetario, denominado Terminus,
y que da nombre a todo el subsector.
El sistema lo componen ocho
planetas, tres de los cuales carecen de la Civitas Imperialis (Pompeya,
Carthagus y Lepanthus) y figuran en los registros del Adeptus Administratum
como mundos muertos. Sodoma es un mundo en disputa con los orkos y arrasado por
la guerra, razón por la que ha perdido su ratio Aestimare. Calixto y Tracia son
mundos Imperiales prósperos que pagan regularmente sus diezmos y acatan la
doctrina Imperial. Mirmídia, el planeta capital, es la sede del capítulo
Astartes de los Mirmidones y ejerce el dominio
efectivo sobre la región. El sistema alberga también un mundo forja menor,
Victrix Prime, reclamado hace siglos por los tecnosacerdotes de Marte y actualmente
regido por la voluntad del Adeptus Mechanicum y bajo la protección marcial de
Mirmídia.
El capítulo fue fundado a finales
del trigésimo séptimo milenio, durante la 23ª Fundación o Fundación Centinela y
fue bautizado con el nombre de Águilas Errantes. Como muchos de los capítulos
fundados en ese periodo su propósito fue el de mantenerse en una cruzada eterna
a lo largo de la Franje Éste, respondiendo a los deseos de los Altos señores de
Terra de devolver la luz del emperador a los mundos que se habían perdido
durante los desastres acontecidos a lo largo del M.37, entre los que figuran la
terrible Era de la Apostasía o la Fundación Maldita. Además de innumerables
incursiones del Caos, así como el avance de los orcos a lo largo de
innumerables frentes en toda la Galaxia. Durante ese periodo se habían perdido
no menos de 57 capítulos de Marines Espaciales en su totalidad, empujando al
imperio y la humanidad al borde del colapso.
Generalmente se acepta que una
escuadra de veteranos procedente del capítulo de los Desgarradores, con el
Capitán Achilleas al mando, fue puesta al frente del capítulo y enviada a
patrullar la frontera oriental del Imperio. Sea como fuera, a inicios del M.38
las Ángeles Errantes estaban al mando de Achilleas y se enfrascaron en
múltiples y gloriosas campañas contra los orcos y los traidores que extendieron
la verdad imperial de nuevo a lo largo de la Franja Éste. En las que
frecuentemente participaron junto a sus hermanos del capítulo de los Marines
Errantes y ocasionalmente también con los Últramarines. Existe el rumor de que
el color azul de la heráldica de los Ángeles Errantes (y actualmente los
Mirmidones) procede originalmente de esa época y es consecuencia directa de la
prolongada e intensa colaboración bajo el mandato de Ultramar..
El desastre de Pompeya 886.38.M
A mitades del 38.M, los Ángeles
Errantes habían alcanzado el extremo oriental del Imperio, dónde la luz del
Sagrado Astronomicón empieza a debilitarse. Se hallaban sumidos en implacable
persecución sobre el sangriento rastro de una partida de guerra de herejes
traidores de la Legión Negra, conocidos como Los Ofendidos, que habían dejado
una serie de mundos asolados a su paso. Las naves del capitulo alcanzaron un
sistema planetario no registrado sin saber que en realidad estaban siendo
conducidos hacia la trampa que pondría fin al capítulo como tal.
Habían recibido comunicaciones a
cerca del ataque a la recién establecida colonia sobre el planeta Pompeya,
próximo a su posición. Las transmisiones eran recientes, así que por una vez
tenían la oportunidad de llegar mientras el enemigo aún se encontraba allí. Eso
fue lo que propició que Achilleas, Señor del Capítulo abandonara la precaución
que le caracterizaba y sin apenas estudiar la situación, lanzó a todo su
capítulo sobre la fuerza que asaltaba Pompeya. Los herejes fueron purgados, no
sin ofrecer una sangrienta resistencia y para cuando Los Ángeles Errantes
tomaron el control del planeta la dimensión de su error se hizo patente. Una
partida de guerra mucho mayor entre la que se hallaban fuerzas de Los Ofendidos
y de los Devoradores de Mundos apareció tras las flota orbital de Achilleas,
atrapados en la superficie planetaria y con las escasas defensas planetarias de
Pompeya destruidas por los recientes asaltos no pudieron más que contemplar
impotentes como su flota se enfrascaba en una desigual batalla orbital y era
mermada lentamente. En un intento desesperado, se lanzó un asalto suicida desde
la superficie hasta la órbita a bordo de las Thundehawk, en la que la mitad del
capítulo fue aniquilado. Tan solo la II Compañía, especializada en los
abordajes, logro atracar sobre el Acechador Implacable, la nave Capitular,
mientras los enormes esqueletos de las naves destruidas descendían desde el
ardiente cielo de Pompeya.
Para cuando pudieron tomar el
control, el resto de la flota había sido aniquilado. Y solo se había logrado
salvar 1/3 de la semilla genética de a
bordo. Luchando por mantener al Acechador Implacable operativo, y frente a un
enemigo abrumadoramente superior no pudieron más que contemplar como Pompeya
era reducido a cenizas. Con la tripulación disponible solo una de las armas de
batalla del Acechador se encontraba operativa, pero a pesar de ello y
apoyándose en su enorme tamaño se lograron destruir algunas de las barcazas
enemigas, en incluso un crucero de batalla, que fue literalmente partido por la
mitad cuando el Acechador lo embistió con su enorme espolón de proa. Logrando
abrir una brecha en la flota atacante, aunque incapaces de emprender un viaje
por la disformidad hasta el mundo imperial desarrollado más próximo, el
Acechador Implacable se vio obligado a efectuar una maniobra de emergencia para
estacionarse en el planeta Mirmídia. Al ser una nave diseñada para operar
supraorbitalmente y atracar únicamente en estaciones espaciales los daños del
aterrizaje fueron catastróficos, así que los restos de la II Compañía quedaron
aislados y atrapados en Mirmídia. A pesar de todo la baliza de socorro del
Acechador Implacable seguía funcionando y así lo haría durante dos o tres
siglos, mientras la energía residual de los enormes motores de disformidad de
la nave siguiera alimentando el sistema. Así que la única posibilidad era que
alguna fuerza imperial próxima recibiera la señal y acudiera en su ayuda, algo
poco probable teniendo en cuenta que se encontraban en los límites del
Astronomicón, a más de 70.000 años luz de la sagrada Terra.
Por suerte para los
supervivientes, Mirmídia era un mundo poco hostil, con clima temperado y estables,
con especies xenos menores y tribus humanas poco desarrolladas. Lo que facilitó
que pudiera establecerse un puesto avanzado con relativa facilidad, pues todos
los materiales y equipo debieron extraerse de la humeante estructura del
Acechador Implacable.
Durante los primeros años los supervivientes,
comandados por el capitán Draco de la II Compañía, se centraron en la
construcción y defensa de un bastión en el que sobrevivir hasta su rescate,
poniendo especial ímpetu en la conservación de la semilla genética. Con el paso
del tiempo comprendieron que el rescate podría no llegar jamás, así que tras un
concilio celebrado ante la oxidada estructura de la que antaño fuera su nave
capitular, todos y cada uno de los marines supervivientes aceptaron servir al
emperador de la única manera en que les era posible hacerlo. Les había sido
negada la posibilidad de viajar entre las estrellas tal y como el emperador
deseaba que hicieran, pero si podían asegurarse de que su luz se extendiera por
todo el planeta. Aquel concilio sería conocido como el Concilio de Mirmídia, y
se dice que desde aquel momento los antiguos Ángeles Errantes empezaron a llamarse a sí mismos Mirmidones. Muchas de
sus antiguas tradiciones fueron olvidadas pero se aseguraron de que una de
ellas permaneciera imborrable. Un enorme monolito de piedra fue erigido junto a
los restos del Acechador Implacable y esculpidos sobre su piedra perduran los
nombres de todos los hermanos caídos durante el desastre de Pompeya, junto al
que desde entonces es el lema del capítulo: “En su sagrado nombre”. Era un
recuerdo de su tragedia, pero también una promesa a su esperanza de surcar
nuevamente las estrellas para cumplir con su justa venganza.
En la actualidad el monolito y el
lugar en el que una vez estuvieron los restos del Acechador Implacable son
veneradas por el capítulo de los Mirmidones y considerado el lugar más sagrado
de la galaxia solo por detrás de la propia Terra.
“Largo y tortuoso es el sendero que discurre hacia la luz desde la
oscuridad”
Versículo CLXIX de la Sacra
liturgia Draconica
El Aislamiento en Mirmídia (887-998.38.M)
Mirmídia es por lo general un
mundo temperado, a excepción de sus polos glaciares, la temperatura media
oscila entre los -6 y los 68º Celsius a lo largo de su extensa zona ecuatorial.
Lo que ha favorecido el desarrollo de una biodiversidad extraordinaria
especialmente en sus extensos océanos, que cubren aproximadamente el 78% de la
superficie planetaria. El 22% restante se divide entre las masas glaciares de
los polos y las miles de islas que salpican su superficie. Las infinitas islas
de Mirmídia son los restos de un único subcontinente, fragmentado entre 125-110
millones de años antes de la llegada del Acechador Implacable y como
consecuencia de la enorme inestabilidad tectónica que padece el planeta.
Algunas de las masas terrestres se unificaron con el paso del tiempo formando
así las cuatro islas principales de Mirmídia: Kratia, Magnétia, Ftiótide y
Tesalia en la zona temperada, así como a la masa sólida que se ha aglutinado en
los polos del planeta dando lugar a las gélidas tierras de Tártarus al sur y
Polaris en el norte.
Los abundantes volcanes de
Mirmídia, herencia de su inestabilidad geotérmica, hacen que muchas de las
islas sean inhabitables o dejen de serlo de un día para a otro lo que ha
dificultado la proliferación de asentamientos estables en el planeta. A pesar
de ello y debido a su tamaño, las grandes islas ofrecían una mayor flexibilidad
ante tales acontecimientos por lo que inevitablemente fue allí dónde
florecieron las primeras comunidades humanas. No se sabe cómo llegaron hasta el
planeta, aunque lo más probable es que éste ya formara parte del Imperio en
algún punto de su inmemorial pasado y simplemente fuer abandonado ante la imposibilidad
de defenderlo a casi 78.000 años luz de la sagrada Terra. Por una u otra razón,
nada quedaba ya del pasado imperial de Mirmídia si es que éste alguna vez había
existido.
Cuando el Acechador Implacable
cayó sobre Mirmídia, la más avanzada de las comunidades humanas del planeta
(localizada sobre la isla de Magnétia) apenas había empezado a experimentar con
la pólvora. Y era un logro tecnológico extraordinario en comparación con el
resto de comunidades, asentadas en ciudades Estado más o menos
interdependientes, la mayoría se limitaba a la agricultura, la minería y la
caza intentando con mayor o menor suerte sobrevivir a los caprichosos desastres
naturales del planeta. Excepcionalmente algunas comunidades localizadas mucho
más al sur, en las gélidas tierras de Kratia, habían logrado prosperar como
sociedades adaptadas a un modo de vida casi nómada y basaban su supervivencia
en los asaltos a otras comunidades menores y eventualmente a las islas más
cálidas y pobladas, y por lo tanto mejor defendidas.
Las especies xenos de Mirmídia,
estaban por lo general subyugadas a los humanos, o demasiado diezmadas como
para suponer una amenaza seria a su supervivencia. La orografía del planeta,
con sus infinitas islas, había facilitado que las especies más peligrosas
quedaran confinadas en islas aisladas a las que lo humanos rara vez acudían.
Esporádicamente aparece algún ejemplar, fruto de las constantes interconexiones
entre islas que se deriva de su actividad tectónica, pero son hechos aislados y
en general los habitantes de Mirmídia consideran esas apariciones como
presagios. Desde luego ningún aparición de megalópodo o megalosaurio ha
suscitado jamás tantas profecías ya advenimientos como lo hizo la llegada de
los hijos de gran Dios a cabalgando sobre su Dragón Estelar herido de muerte. Y
ciertamente el día que el Acechador Implacable apareció envuelto en llamas
sobre el cielo de Mirmídia, la historia del planeta cambió para siempre.
El aterrizaje del Achechador tuvo
lugar sobre la extensa isla de Ftiótide, ya de por sí maltratada por sus
numerosos volcanes, y sus escasos habitantes huyeron de aquel lugar como de la
enfermedad. Habían transcurrido siglos, puede que milenios, desde la última
llegada de algún Caminante de las Estrellas y todo cuanto quedaba en la memoria
colectiva de los habitantes de Mirmídia acerca de tales acontecimientos hablaba
de sangre y fuego, de tortura y desapariciones, de seres de oscuros rostros
portadores del fuego oscuro y bestias capaces de partir a un hombre por la
mitad con sus brazos. Transcurrieron años antes de que algún humano se
atreviera a pisar Ftiótide, que pasó a ser considerada una tierra maldita.
Tras el Concilio de Mirmídia, los
antiguos Ángeles Errantes iniciaron la construcción de una fortaleza permanente,
posteriormente bautizada como Bastión de Tormentas debido probablemente a las
constantes tormentas eléctricas que se desatan sobre la zona. Los escasos
tecnosacerdotes del capítulo utilizaron todo el equipo que tenían a su alcance
para determinar la zona geotérmica más estable de la región, que
sorprendentemente resultó ser el enorme cráter de un volcán extinto, anterior
al desmembramiento del supercontinente primigenio de Mirmídia, y situado al Sur
oeste de la isla de Ftiótide. La tarea fue ardua, y se cree que fue por aquel
entonces cuando el capitán Draco comprendió que para la supervivencia del
capítulo era imprescindible reiniciar el reclutamiento.
Se dice que él mismo en persona
emprendió la tarea de visitar una a una todas las comunidades humanas que
consideró dignas, unas cuantas sin embargo debieron ser purgadas, pues su actos
discurrían por sendas peligrosas y alejadas de la luz del emperador, se reunió
con todos y cada uno de los líderes de las comunidades restantes y a todas se
les propuso el mismo pacto. Desde aquel día todo humano sobre la faz de
Mirmídia debía de venerar al Emperador de la Humanidad como su único Dios y
respetar una serie de preceptos, conocidos como la Sacra Liturgia Draconi, en
la que se enumeran desde los comportamientos acordes a la fe en el Emperador a
instrucciones básicas para la fabricación de estructuras, el tratamiento de
metales y diversos materiales, un calendario e instrucciones para la
navegación, así como un largo etcétera que se ha ido ampliando con los siglos y
que conforman el principal baluarte de cada comunidad desde que lo recibió. Si
lo respetaban, tendrían la eterna protección del Emperador frente a cualquier
enemigo de la humanidad. La liturgia Draconi también establecía la clara
prohibición de pisar la Isla de Ftiótide salvo bajo una condición, en la que
con directrices precisas se explica cómo celebrar anualmente de un
acontecimiento que desde entonces ha regido la vida de todos los habitantes de
Mirmídia. Aquellos que desobedecieran los preceptos, serían purgados, al igual
que aquellos que se atrevieran a pisar la Isla de Ftiótide bajo cualquier otra circunstancia.
En la práctica esto resulto fundamental para el capítulo, pues todos aquellos que
osaron desviarse de la luz del emperador fueron redimidos mediante una sacra
lobotomía y el trabajo de por vida como siervos y trabajadores del capítulo.
El Bastión de Tormentas
El principal problema al que el
capítulo debió hacer frente tras el Concílio de Mirmídia fue la conservación y
mantenimiento de su armamento y tecnología, especialmente la relacionada con la
conservación y tratamiento de la semilla genética y órganos progenoides. Como
resultado, el papel que los Tecnosacerdotes y Apotecarios del capítulo
desarrollaban en su estructura se volvió fundamental. El propio Draco asumió
éste hecho como algo necesario, pues el mismo se encargó de situarlos como sus
más destacados consejeros, hubo discrepancias en el seno del capítulo, pero
finalmente fue aceptado como algo necesario. Esto se tradujo en la
incorporación en el adiestramiento de los reclutas de algunas doctrinas básicas
sobre mantenimiento y fabricación de armas y equipos. El cuidado de la semilla
genética y el tratamiento de los órganos progenoides y su implantación
permaneció estrictamente al cargo de los Apotecarios, pero se amplió la partida
de reclutas destinados a ese fin, así como el número de apotecarios que servían
en cada compañía. Todo con la finalidad de salvaguardar la pureza de la semilla
y al mismo tiempo impedir cualquier pérdida. Poco a poco el capítulo empezó a
recomponerse y en aproximadamente el transcurso de un siglo, una nueva compañía
completamente formada por exploradores reclutados en Mirmídia había sido
creada. Desde ese momento las Compañías pasaron a denominarse Centurias, y la
primera compañía, compuesta por los primeros hijos de Mirmídia fue bautizada
como Mirmidonae Centuri. En contraposición a las de sus veteranos hermanos, los
antiguos Águilas Errantes, cuyas armaduras eran azules ribeteadas en blanco, se
les distinguió con los ribetes en el color brillante del fuego Mirmídeo, el que escupían incesantemente los numerosos
volcanes del planeta.
Eran inevitablemente armaduras de peor factura
que las de sus hermanos, pero al menos se había logrado salvar la suficiente
ceramita, adamantino y demás placas del blindaje del Acechador como para
fabricar las necesarias. La doctrina marcial de los neófitos también se vio
alterada de forma ineludible debido al exasperante ritmo al que los escasos
tecnosacerdotes podían atender las múltiples tareas y seguir reponiendo las
armas y munición del capítulo. Eso provocó que se profundizara en la
instrucción del combate cuerpo a cuerpo y las armas que requerían un menor
mantenimiento mientras que las demás fueron celosamente custodiadas por los
tecnosacerdotes y los múltiples ayudantes que ahora les servían. Éstos las
estudiaron infinitamente intentando salvaguardar sus secretos e intentaron por
todos los medios que nada se perdiera, para lo que los equipos de prospección
que se habían recuperado del Acechador ayudaron sobremanera, haciendo posible
la extracción minera, algo imprescindible para el sostenimiento de la
tecnología.
A medida que el capítulo iba
aumentando sus recursos pudo acelerarse la construcción de la enorme
fortaleza-monasterio, sobre el cráter del volcán que los lugareños habían
conocido como Vesubiam, o Nido de las Tormentas. Todos el equipo y material del
Acechador que aún era utilizable o reparable fue finalmente llevado hasta allí,
abandonando el lugar como rincón sagrado destinado únicamente a la
peregrinación. Se transportó también la baliza de la nave, que fue reinstalada,
y aún hoy perdura venerada como una de
las mayores reliquias del capítulo en el interior del Reclusiam. Se inició
también la titánica tarea de desmontar y trasladar pieza a pieza el enorme
cañón de batalla de la nave que no había resultado destruido, para instalarlo
nuevamente en un enorme silo, hoy conocido como La Garra del Águila.
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