Prólogo (Dyanniansha 1.0) [Relato]

DIEZ AÑOS ANTES DEL COMIENZO DE LA CAMPAÑA DE AVES MUERTAS.

MUNDO ASTRONAVE DE DYANNIANSHA. LOCALIZACIÓN DESCONOCIDA

Las runas flotaban suavemente en el aire alrededor del vidente. Algunas se movían erráticas, otras hacían movimientos perfectos, y todas ellas brillaban con diferente intensidad. Ejecutaban un baile errático pero armonioso, danzando unas con otras. Sus suaves resplandores azules se reflejaban sobre la pálida piel del eldar, y los intrincados diseños de las runas confundirían a aquellos ajenos a la senda que las mirase. La mente del vidente, que estaba sentado y con los ojos cerrados, con una expresión de calma en sus facciones, penetró en el tejido de la realidad, abriéndolo como si fuera una tela, y entró en el reino del tiempo.

El xeno recorría los intrincados caminos que el destino pasado, presente y futuro, tejía constantemente a su alrededor. El pesar recorrió su mente al contemplar los actos ya acontecidos, la caída de su raza, y los errores sin solución. Y no pudo más que sentir rabia cuando contempló el presente y la agonía moribunda de su especie, lenta pero inevitable. El eldar recorrió el tejido de la realidad hasta llegar al objetivo que tenía marcado y que pocas otras razas podían comprender: el futuro. Una miríada de posibilidades se extendía ante su psique, embriones de futuros posibles, que tiraban de él para mostrarse ante el psíquico. El vidente sorteó aquellos que eran pequeños y enfermizos, poco factibles, y buscó los hilos de la probable realidad. Mientras tanto, las runas seguían volando en su confuso baile. Descendiendo y elevándose, encendiéndose y apagándose. Empezaron a chocar con destellos azules y algunas de ellas empezaron a debilitarse y caer, mientras otras hacían lo contrario. El eldar notó cómo la temperatura de la habitación subía con la energía desprendida.

Imágenes cruzaban veloces su mente mientras contemplaba los diferentes cauces de la realidad y se internaba más en el futuro. Imágenes de terror, de felicidad, de salvación y de condenación. Las runas continuaron su lucha hasta que sólo quedaron tres, que giraban las unas alrededor de las otras, chocando y aumentando de brillo.

Al final, sonó un gran chasquido y las runas cayeron repentinamente sobre el mapa que el vidente tenía desplegado enfrente. Su mente ya sólo retenía un hilo del futuro y lo agarraba con fuerza, temiendo perderlo. Antes de que las piedras tocaran el suelo, el eldar ya sabía que se habían posado sobre una serie de planetas habitados por mon-kheigs, y sabía muchas de las cosas que iban a ocurrir allí.

Entonces, el vidente abrió los ojos y leyó las runas con un murmullo quedo:

-Thareth lir Isha…