martes, 21 de mayo de 2013

Sables Rotos: Capitulo II [Relato]


CAPITULO SEGUNDO


 
Fortaleza orbital Jerguen en órbita geoestacionaria sobre Gran Belerin
Pecio no categorizado, Sección de carga Delta 6
Hardigan acababa de vaciar el cargador de su escopeta y ahora permanecía apoyado sobre una de las frías paredes metálicas de aquella nave, el pavor se había apoderado de su rostro por completo y el corazón  a penas si le dejaba oír los gritos del cabo Karl, cuya figura se agitaba histéricamente con el rostro desencajado desde el otro lado de un mamparo blindado.
-¡¡Hardigan por lo que más quieras!!- El cabo acababa de pulsar la secuencia de comandos para cerrar las compuertas de la estancia. –¡Mueve tu maldito culo gordo hasta aquí!-. Con un gruñido las pesadas compuertas habían empezado a cerrarse.
 
-¡A la mierda, olvídate de él tenemos que largarnos de aquí!- El Dr.Heldian seguía tecleando frenéticamente los comandos sobre la servoconsola que sostenía entre sus temblorosas manos, en la pantalla circulaban sin cesar infinidad de códigos junto a un mapa tridimensional de la nave. Habían pasado un par de horas desde que él y cincuenta de los mejores hombres de la Fuerzas de Defensa Planetaria de Gran Belerin habían entrado en aquella nave infernal, siguiendo las órdenes directas del General Solceyx, adjunto al mando de la estación Jerguen.
 
La noche anterior el viejo le había hecho acudir furtivamente a su cámara personal, y allí le había dado órdenes estrictas de recopilar información acerca de los sistemas y funcionamiento de aquella extraña nave, que  había atracado sobre el muelle XXVI del sector Delta 6 apenas un par de semanas antes. Heldian no era estúpido, sabía que el General se traía algo entre manos y por ello había acudido directamente a él, en lugar de delegar el proceso al alto mando de la Guardia Belerinita. Pero el viejo general le había puesto sobre la mesa la suficiente cantidad de dinero como para no hacer  demasiadas preguntas, sin embargo ahora aquello no le parecía tan buen negocio.
 
Al principio todo había ido bien, la nave estaba en un estado de conservación bastante aceptable teniendo en cuenta su procedencia y antigüedad, además el doctor había comprobado con satisfacción como los conectores de su servoconsola portátil, tras forzarlos un poco, se adaptaban perfectamente a la mayoría de puertos de lectura de aquella nave. Inmediatamente había empezado a recopilar información de cuantos sistemas iban encontrando, aunque muchos se hallaban fuera de servicio por algún tipo de falla en el sistema de energía principal. Sin embargo, a medida que se habían ido adentrando en la nave se había apoderado de él la extraña sensación de que no estaban solos en aquel ancestral lugar, poco después sus sospechas se habían confirmado y aquellas bestias se habían abalanzado sobre ellos desde todas direcciones. De los cincuenta hombres que habían entrado solo quedaban tres, dos, a juzgar por los desesperados alaridos de Hardigan, que se filtraban por la diminuta ranura de las compuertas, justo antes de que se cerraran definitivamente con un crujido metálico.
 
-Esa puerta solo nos dará unos minutos antes de que esas cosas encuentren otro conducto por el que acceder aquí.- El Doctor seguía tecleando frenéticamente en su servoconsola.
 
-¿¡Qué coño son esas malditas bestias Heldian!?- El Cabo Karl seguía con la mirada clavada en el lugar donde Hardigan había estado hacía apenas unos segundos, el frio sudor chorreaba por su frente obligándole a entrecerrarlos por el escozor, pero aun así podía distinguir perfectamente la masa informe y sanguinolenta en la que se había convertido su compañero.
-No lo sé…puede que alguna clase de especie xeno desconocida…o un nuevo fenotipo tiránido tal vez…- .- El Doctor no podía amagar la incertidumbre que se filtraba en sus entrecortadas palabras, apenas si había podido ver las sombras tras de sí, desde que aquellas criaturas les habían atacado no había dejado de correr en mitad de aquel caos de gritos y disparos.
 
-¿Tiránidos?- El cabo permanecía inmóvil frente al mamparo, con su escopeta de asalto agarrotada entre sus temblorosas manos.- ¡He visto a esos cabrones comerse a Hardigan aquí mismo Doctor!, ¡¡y le aseguro que de no ser por su dieta a mi me parecían muy humanos!!- Karl ahora miraba fijamente al doctor con la mandíbula desencajada. -¡¿Y cómo se supone vamos a salir de aquí si nadie sabe que hemos entrado?!-. Por primera vez desde que se había desatado aquella matanza el Dr.Heldian separó la mirada de la pantalla de su servoconsola.
-¡Ya le he dicho que no lo sé maldita sea!, ¡yo solo tenía que analizar el funcionamiento del soporte vital de esta maldita nave!-. El Cabo Karl solo pudo ver el puro miedo reflejado en los ojos del doctor.
 

 
Oficina de Asignaciones, Centro de Control de la estación de defensa orbital Jerguen.
Durante el día el centro de control era un hervidero de oficiales, operadores, adjuntos y subalternos que discurrían a través de los estrechos y colapsados pasillos de la Jerguen, los únicos que parecían fluir con naturalidad entre aquellas ratoneras metálicas eran los servocráneos, que zumbaban ajetreadamente unos metros por encima de las cabezas de los transeúntes.

De las infinitas oficinas, despachos y delegaciones que salpicaban cada una de las cubiertas principales de la Jerguen, solo había una por la que se pudiera circular sin sentirse como en el interior de una lata de conservas. Los escasos caminantes que pasaban por delante de la Oficina de Asignaciones lo hacían a paso ligero y con la mirada gacha. Normalmente era el puesto de control administrativo de la estación, pero desde hacía un mes era más conocido por albergar la sede del Comisariado asignado a la Guardia Belerinita, tal como anunciaba el blasón con la siniestra figura del cráneo alado bordada sobre tela roja que pendía estáticamente sobre la oxidada puerta metálica, escoltada por dos miembros de las unidades de asalto de la Guardia Belerinita. El Ingeniero Johanes se detuvo al llegar frente a la puerta con aire ligeramente abatido, aquello cada se parecía menos a una reparación de última hora.

Sin interlocución alguna los guardias ante la puerta se hicieron a un lado para permitirle el paso, por lo que el ingeniero supuso que se trataba de los mismos acompañantes que aquella mujer había llevado hasta la puerta de su estancia la noche anterior.

Con anterioridad había estado en aquellas oficinas en un par de ocasiones, pero en ninguna de sus visitas anteriores recordaba haber visto tal cantidad de documentos, pergaminos y archivos sobrepuestos los unos sobre los otros sobre cualquier superficie lo suficientemente amplia para sostenerlos. La estancia al completo se había reducido a poco más que soportes sobre los que se acumulaba una cantidad ingente de documentos. Aquel desorden   transmitió a Johanes una extraña sensación de familiaridad, lo que le ayudo a aplacar sus nervios.
 
-Buenos días Ingeniero- La dulce voz de la mujer procedía desde detrás de uno de aquellos montones de papel, por lo que Johanes dio unos pasos más intentando localizarla.
 
-Buenos días mi señora.- La mujer se encontraba reclinada sobre una vetusta butaca de cuero desgastado, con los pies apoyados sobre unos cuantos papeles, mientras ojeaba distendidamente otros tantos de aquellos documentos que sostenía entre sus delicadas manos. Los ojos del ingeniero no pudieron evitar posarse sobre las definidas líneas que el cuero dibujaba sobre sus muslos, al son de los caprichosos destellos que la luz de las velas proyectaba sobre el cuero negro.

-Supongo que estará preguntando qué es lo que está haciendo aquí exactamente ¿no es así?- La mujer seguía sin prestar mayor atención a la presencia de Johanes y seguía ojeando despreocupadamente aquellos papeles, con un ligero respingo el Ingeniero se sintió aliviado al tiempo que desviaba furtivamente sus ojos del hipnótico cuero.
-Así es mi señora, me temo que si quiere alguna reparación deberá esperar a que llegue el siguiente convoy de suministros, tal y como están las cosas…-

-¿Que sabe del sector Delta 6?- Lo interrumpió con indiferencia, sin dejar que el Ingeniero acabara de justificarse.

-Me temo que poco mi señora, hace un par de semanas estuve destinado allí para adaptar unas estructuras de embarque pero no conozco más que los muelles…-  Nuevamente el ingeniero no pudo acabar su explicación.

-¿A las órdenes de quien trabajaba?- la voz de aquella mujer empezaba a denotar cierto interés.

-La petición procedía de la oficina de mantenimiento general me temo…- Aquella pregunta  había descolocado un poco a Johanes, cada equipo recibía órdenes de trabajo asignadas automáticamente.

-¿me toma por imbécil?- Por primera vez los penetrantes ojos de aquella mujer se habían posado directamente sobre los del Ingeniero, como dos intimidantes zafiros.- ¿A caso no había nadie al mando de los muelles mientras trabajó allí?-

La sensación que provocaban aquellos ojos verdes escrutando su rostro había paralizado a Johanes, pero tras unos segundos logró reponerse. No recordaba siquiera que regimientos habían pasado por los muelles mientras él estuvo trabajando allí. Pero seguía notando aquellos dos ojos verdes pendiendo como una espada sobre su cabeza. Esforzándose vislumbró unas vagas imágenes sobre el día de su llegada al sector Delta 6. Tras un breve paseo para llevarlo hasta los muelles y orientarlo lo habían conducido hacia los almacenes. Podía recordar donde estaba cada bar del Delta 6, pero nada más. En aquel momento pudo notar como la adrenalina aceleraba su pulso al tiempo que una imagen acudía a su cabeza como un vívido fogonazo.

-La FDP señora… no se quien, pero ellos estaban al mando de los muelles.- No estaba cien por cien seguro de aquella afirmación, pero era cuanto tenía. Y ciertamente aquel era el único lugar en toda la estación con los bares tranquilos. Durante todas las noches que estuvo en el Delta 6 no había visto a ningún miembro de la Guardia Belerinita, solo guardias de las Fuerza de Defensa Planetaria.

-El General Solceyx- La mujer había dejado de mirar al ingeniero repentinamente, sus ojos se habían clavado en la penumbra que se extendía más allá de línea de mesas sobre la que se amontonaban los infinitos documentos.

-Comprendido.- El Ingeniero tuvo la tentación de dar un paso atrás, pero se limitó a encorvarse ligeramente ante aquella voz de tono metálico y turbador que procedía de la sombra, con un crujido sordo y el ruido de un servomotor su interlocutor dejó que la tenue luz de las velas revelara su posición.- El civil se viene con nosotros.- añadió aquella colosal presencia, fue la primera vez que Johanes vio la gigantesca figura de un Astartes.

1 comentario:

  1. Estos son los típicos momentos en los que maldices la innata estupidez humana. jajaja

    A ver qué le tienen preparado al pobre Johanes...

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