sábado, 11 de mayo de 2013

"Contacto" : Capitulo IV [Relato]

CAPITULO IV

“Eram quod es, Eris quod sum”

 
Sala de Strategium del Azote de Herejes, en travesía hacia B-217D
A pesar de que el Azote era una nave relativamente joven, apenas contaba con seis siglos de servicio, se había labrado una buena reputación en la Franja Este y era especialmente temida por cualquier corsario, pirata o traficante a lo largo del Septentrión, una vasta región estelar que dividía el subsector Términus por la mitad y que era en realidad la última frontera administrativa del Imperio. Se conocía la existencia de planetas habitados y mínimamente civilizados con los que el imperio comerciaba más o menos regularmente, como el planeta Taryl, la fortaleza orbital de Karsgard o las lunas gemelas de Heracles. Pero más allá de eso lo que se extendía era el espacio salvaje e inexplorado, donde la sagrada luz de Astronomicón no era sino como el tintineo de una vela en la lejanía. Poco se sabía de los mundos que quedaban más allá. Las fortunas capaces de convencer a un navegante para adentrarse en aquella región quedaban demasiado lejos, y los posibles beneficios más bien escasos, lo pocos planetas potencialmente interesantes habían sido arrasados por la Flota Enjambre Kraken hacía ya varias décadas. Nada bueno había surgido de aquel lugar desde entonces.
 
Justo antes de recibir la señal de emergencia astropática emitida desde el Sistema Belerin, la Cohorte “Martillo de Mirmidia” se encontraba patrullando por la región, cubriendo una posible retirada hacia el Septentrion de las partidas caóticas que habían sido dispersadas por la Cohorte “Justo Castigo”, después de una larga campaña de saqueos a lo largo de varios de los sistemas limítrofes. Tras tres meses sin hacer otra cosa que patrullar, la simple promesa de entrar en batalla había bastado para convencer al Rictoratum de la Cohorte. Hacía meses que los rumores sobre el ojo del terror y la sombra que se cernía sobre Cadia recorrían como la pólvora todo el subsector a través de los convoyes comerciales y militares que lo recorrían. Sin embargo los Mirmidones no habían sido requeridos, y aunque cada Cohorte podía actuar a su libre cuenta y riesgo, los Rictor de las Centuria II, III y VII bien sabían que con el capítulo diseminado, no disponían ni de los hombres ni de los recursos necesarios para emprender una campaña tan lejos de Mirmídia, y eso era algo que no iba a cambiar a corto plazo, no antes de que se zanjaran los múltiples conflictos abiertos en la región y las Cohortes fueran llamadas a jurar nuevos votos.
Hefestes estaba sentado en el sillón que presidia el semicírculo de butacas situado en torno a la consola del monitorum, flanqueado por el Hermano Tiberio, el Praetor de la III Centuria.
-¿Alguna novedad del Injuriador?- Tiberio era unos años más joven que Hefestes, lo que era algo inusual, los Praetor solían sobrepasar en varios años a los Rictor de las Centurias.
 
Por su hoja de servicios y su experiencia hacía años que Hefestes podría haber promocionado a  las Centurias II o I o incluso estar al servicio del propio Cayo Severo, Tribuno del Capítulo, pero el siempre había aborrecido los títulos y la gloria, su lugar estaba allí, en la patrulla y la lucha diarias, aquella era su gloria y el modo en que mejor podía servir al Emperador.
 
-Pocas, al parecer tenemos un Bibliotecario que ha regresado de entre los muertos.- Hefestes curioseaba sobre las hojas de datos que se recibían constantemente a través de las pantallas que se hallaban ante su sillón. Había ordenado monitorizar el registro de frecuencias que los operadores de comunicaciones estaban realizando en busca de algún patrón reconocible, cuando encontraban uno lo cotejaban con los registros de abordo y le asignaban una identificación determinada. De ese modo poco a poco se iba tejiendo ante él una red de puntitos sobre el mapa del sistema. En cada uno de ellos figuraba el nombre la unidad y el estado si era conocido, y una serie de asteriscos si no había sido registrada aún.
 -Y por si fuera poco, su baliza ha regresado con él.- La imagen de aquel mapa solo lograba aumentar su frustración, aquella era con diferencia la parte más tediosa de su trabajo.
-Bien, si  el enemigo anda tendiéndonos emboscadas lo tenemos justo dónde queríamos.- Tiberio ojeaba con curiosidad el luminiscente mapa de puntitos y coordenadas que se proyectaba en el monitorum.
-Si los informes de la Repent son ciertos, me temo que no se trata de una emboscada, no una tradicional al menos- Un gesto de preocupación se había dibujado en los rostros de Hefestes.
-No te precipites amigo mío, no estamos en Thalassia, ya sabes que a esos montones de mierda balbuceantes les encanta vivir en un estercolero,  aún es demasiado pronto para hablar de demonios.
-De todos modos pronto saldremos de dudas, he enviado a la Mortis a buscarlo, prefiero acabar con esto cuanto antes.- Tiberio conocía perfectamente aquel tono de voz, llegado aquel punto Hefestes solo aceptaba consejos si el mismísimo Emperador se presentaba ante él en persona.
 
 
Apotecarion del Injuriador, orbita alta sobre B-217D
Habían pasado escasas horas desde que el Sargento Bizanzio sufriera las heridas, pero el metabolismo superdesarrollado de su cuerpo había acabado de cicatrizar todas y cada una de ellas incluidas las lesiones internas que la presa de aquel asqueroso tentáculo le había producido, sin embargo las lesiones a su orgullo eran otra historia.
“¿Cómo podía ser?” unos minutos antes de que la estructura del puente de mando se viniera abajo con el impacto de la cápsula de desembarco recordaba perfectamente como Stilikón permanecía de pie, unos metros por detrás de su posición con la mirada fija aquel bulbo palpitante y asqueroso que habían encontrado en el centro del puente de mando. La capsula había impactado tras él, de otro modo la habría visto. Podría ser que su cuerpo se hallara bajo la cápsula, eso explicaría la desaparición de sus localizadores y aunque infrecuente eran accidentes que sucedían a veces. Rápidamente desecho aquella idea de su cabeza, el sistema de guía inercial estaba programado para evitar cualquier baliza, y recordaba cómo había ordenado balizar su posición justo antes de entrar al puente. Además, hubieran encontrado el cadáver bajo la cápsula tras su recogida, la desidia de los Astartes para con las cápsulas era pura leyenda urbana alimentada convenientemente por el Fabricante General. Lo cierto era que la ingrata tarea de recogerlas recaía sobre los servidores o el personal auxiliar y que con el precio que pagaban por ellas, raro era el capítulo que nos e dignaba a recogerlas tras la victoria, a excepción quizás de los más vanidosos de los capítulos de primera fundación. En caso de derrota, los problemas eran más graves que la pérdida de un puñado de cápsulas.
 
-¿Qué tal se encuentra Sargento?- El Apotecario Galenio se acercó hasta su camilla con aire desenfadado, iba ataviado con un Quoruscant, la toga ritual que los Mirmidones más tradicionalistas solían vestir cuando no se hallaban de servicio. Galenio tenía el cuerpo y el rostro tan desfigurado por las cicatrices que a su espalda los demás miembros de la segunda centuria lo llamaban “el tuerto”.
-He perdido a mi escuadra, ¿cómo coño crees que me encuentro?- A pesar de que Bizanzio sentía un profundo respeto por el,  pues sabia de buena tinta que aquel hombre había visto el infierno, aquella mañana no estaba para cuentos.
-Bueno veo que además de la salud también habéis recuperado el ánimo, el Emperador protege.- Galenio no mostró mas que una ligera resignación.
-…Glorioso sea su nombre.- El sargento se había incorporado y se había sentado sobre la camilla. – Y ahora si no te importa toma las muestras que tengas que tomar para ratificar que no soy un hereje y dame de alta, tengo asuntos que atender.- Bizanzio extendió el brazo en el aire mientras Galenio le insertaba los catéteres, que inmediatamente empezaron a drenar su sangre.
-Creo que te alegrará saber que la baliza del hermano Stilikón se ha activado de nuevo.- Galenio pronunció aquellas palabras sin darles mayor importancia. –Hannibal me ha pedido que vayas al puente en cuanto acabe contigo.-
-¿Qué quieres decir con que se han activado de nuevo? ¿Es eso posible?- El sargento Bizanzio estaba atónito.
-Desde luego que muy usual no es.- Galenio arqueó las cejas mirando a los ojos del sargento con un aire curioso.-Aunque sospecho que pronto tendremos más noticias, la Mortis ha bajado a por él.- El apotecario había acabado de tomar las muestras y extrajo las agujas del brazo de Bizanzio, más bien se las arrancó, pues éste ya se había puesto en pie y emprendía la marcha en dirección al puente de mando.
-Parece que ya te has enterado de las novedades.- Hannibal lo esperaba junto al mapa estelar.
- Si, según parce te has dado bastante prisa en enviar un rescate justo antes de que yo pudiera…- El sargento Bizanzio vio interrumpidas sus palabras por el gesto de Hannibal, que había alzado la mano mostrándole la palma.
-¿Rescate?, ¿te crees que he enviado a los exterminadores en una misión de rescate?- Hannibal parecía casi ofendido. -¿Cuántos casos conoces en los que una baliza intracorpórea haya desaparecido y vuelto a  aparecer posteriormente?- Hizo una pausa y miró al minúsculo puntito verde que parpadeaba sobre una sección ampliada del mapa, en la que aparecía la superficie de B-217D, pero no dejo que Bizanzio contestara a sus preguntas. –No sé qué vamos a encontrar ahí abajo Sargento, pero dudo que sea al hermano Stilikón.- concluyó.
 
Escuadra Mortis, Coordenadas omitidas, decretada cuarentena nivel Omnibus
El sargento Hajax acababa de liberar los anclajes que le sujetaban a la bancada de carga, a pesar del grueso blindaje el sistema de prensabilidad mejorado de la armadura de exterminador le otorgaba una precisión igual o superior a la cualquier estructura orgánica. Sin perder un instante conectó el sistema de visión periférica y la estancia se iluminó con la luz de las pantallas, que empezaban a reflejar toda la telemetría enviada por los escáneres.
Pudo apreciar en el visor frontal como la silueta de la Thunderhawk que acababa de soltarlos se perdía en el horizonte, un instante después la tripulación estaba ya en sus puestos, y con un glorioso estruendo los ancestrales motores del Land Raider se pusieron en marcha. La pesada maquina inició su marcha como una pequeña mota negra sobre el lienzo blanco que era la gélida superficie de B-217D mientras los témpanos de hielo y las rocas que escondían debajo crujían bajo el paso de sus orugas.
La nieve que caía incesantemente sobre el planeta había empezado a cubrir los trozos de fuselaje menores que se habían desprendido durante el aterrizaje, los más pequeños, de apenas unos centenares de metros casi habían desaparecido bajo el espeso manto blanco, y no tardarían en asemejarse a las gélidas colinas que salpicaban la superficie del planeta aquí o allí. No era difícil imaginarse porque los habitantes del sistema se referían a él como “Cuerno blanco”.
 
A lo lejos la maltrecha figura de la nave accidentada rompía las líneas del monótono paisaje, accionando un comando, el sargento Hajax amplificó la imagen de la estructura. Si aquello había sido una nave desde luego era difícil imaginar que forma había tenido, ahora parecía más bien el gigantesco cadáver de alguna monstruosidad en avanzado estado de descomposición. Las roturas sobre el casco y los módulos que se habían partido por la mitad parecían heridas supurantes, bordeadas por costas, pústulas y tejidos en carne viva, ensamblados por gigantescos tendones de los que se desprendía una la horrible mucosa que parecía envolverlo todo, impidiendo que la nieve cuajara sobre ella. Con una rápida mirada hacia el repetidor de frecuencia interna pudo comprobar como la señal del bibliotecario seguía allí, en algún lugar de aquel enorme montón de mierda.
 
-Hemos alcanzado el punto ciego Sargento, no podremos ofrecerle cobertura si nos acercamos mas.- La voz del piloto sonaba a través del canal interno del vehículo.
 
-De acuerdo, en marcha pues.- El Sargento tenía la mano sobre el pulsador y las compuertas delanteras del Land Raider habían empezado su descenso con un venerable chirrido.- En su sagrado nombre.- Añadió, y los cinco integrantes de la Mortis abandonaron el habitáculo para adentrarse en los gélidos vientos, que azotaban la superficie planetaria constantemente.
 
A cincuenta metros delante suyo se alzaba la monstruosidad supurante en que se había transformado la nave. El Sargento Hajax abría la marcha, con su espada de energía “Mutiladora” refulgiendo en su mano derecha y su puño sierra “El Cirujano” en la izquierda. Los hermanos Fenix, Dorian y Melsior flanqueaban la formación, mientras el hermano Séneca sostenía “la Impaciente” en retaguardia, el apelativo con el que la escuadra se refería al cañón de asalto.
 
Mantuvieron el paso hasta llegar ante una de las paredes de carne putrefacta, no había ninguna obertura visible pero ojeando el Asupex el sargento comprobó que aquel era el punto más cercano a la posición del bibliotecario, no esperaba encontrar una estructura organizada en el interior de aquella nave demencial, así que sin pensárselo dos veces hincó “El cirujano” en la carne supurante, inmediatamente tras el contacto la sierra del puño se activó con su característico sonido chirriante y como si de una fiera hambrienta se tratara empezó a arrancar enormes cantidades de carne y fluidos que salpicaban en todas direcciones mientras desgarraba una sección de varios cientos de kilos.
 
-Buen trabajo Doctor.-Dijo Séneca con tono Jocoso,
-En marcha.- Añadió el Sargento y sin más dilación todos los integrantes de la escuadra entraron a través de la obertura. Tal como había imaginado, en lugar de una nave aquello parecía el interior de un intestino.

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