jueves, 9 de mayo de 2013

Custodios del Tridente I: Primeras Decisiones [Relato]

PRIMERAS DECISIONES

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

La flotilla de los Custodios del Tridente había llegado al Sistema Dolnúdaca preparada para la batalla. Todos los sistemas de ataque y defensa de las distintas naves estaban activos y en alerta. Los hermanos, tras acondicionar su equipo, se habían puesto las armaduras y mantenían las armas listas. Según los últimos mensajes de ayuda que habían recibido cuando aún estaban a dos sistemas de distancia, el número de enemigos era de una superioridad abrumadora y su agresividad casi imparable.

Tras penetrar en el Sistema Dolnúdaca, el Hermano Capitán Asirus se daba cuenta de que no habían sido exageraciones. Si, como habían sido informados, había dos sistemas más invadidos de aquél modo aquella batalla se convertiría en una larga Campaña. Esperaba que estuvieran preparados para eso, su Compañía acababa de completar las bajas que se habían producido en Colcheru, estaban al máximo de efectivos y, como era habitual, les acompañaban escuadras de otras compañías del Capítulo. A pesar de todo había decidido enviar un mensaje astropático al Capítulo informando de la situación en la que pronto se verían inmersos.

Ahora se enfrentaban al primer problema, las comunicaciones. Cualquier intento de contactar con las fuerzas militares desplegadas parecía imposible, algo interfería la señal, posiblemente el enemigo, pero, además, el poco tráfico de comunicaciones que habían interceptado de fuerzas imperiales era caótico, como un pandemónium en el que, con disgusto, pudo comprobar una absoluta falta de control o disciplina. Podían olvidarse pues de tratar de ponerse de acuerdo con alguna fuerza imperial para un ataque o una defensa conjunta.

.La Nudus Pugiu, Barcaza de Batalla de los Custodios del Tridente.

- Piloto sitúenos a distancia de batalla del combate más cercano.

- Señor, en la pantalla aparecen una serie de señales de naves de la Guardia Imperial que empiezan a ser rodeadas por naves enemigas.

- Entonces vayamos a ayudarles - ordenó mientras tomaba asiento cerca del mando de la nave, el Almirante realizó una inclinación de aceptación en su dirección.

La Nudus Pugio era una Barcaza de Batalla con multitud de campañas a sus espaldas, había combatido en infinidad de sistemas, y también había sido reparada en múltiples ocasiones. En su interior cabían hasta tres compañías completas, junto al material y los vehículos de apoyo, además de la Guardia Naval formada por soldados humanos que prestaban servicio a los Custodios del Tridente. Asirus se sentía honrado por que aquella enorme nave, la segunda de su clase que poseía el Capítulo, hubiera sido asignada a la Quinta, su Compañía, mucho antes de que él ascendiera a Capitán, y llevaba ya cerca de dos siglos utilizándola.

Vio como se acercaban a la batalla, sin duda las naves imperiales lo estaban pasando mal. La Nudus Pugio abrió fuego en cuanto la nave enemiga más cercana estuvo a tiro, pronto los Destructores de la flotilla añadieron sus propios disparos. El Almirante de la Barcaza sabía hacer su trabajo así que él permaneció en silencio observando cómo se desarrollaba el conflicto. En el puente de mando se sucedieron las órdenes e indicaciones habituales, y a través de las cristaleras de alta resistencia pudo ver naves estallar, combates entre cazas, y un amplio etcétera. De vez en cuando algún disparo enemigo se estrellaba contra los escudos de la nave, pero apenas se notaba algún leve temblor.

No pasó mucho tiempo hasta que se aburrió del espectáculo, las batallas espacionavales no eran lo suyo, prefería tener al enemigo a mano, poder aplastarlo con su puño de combate o fundirle medio cuerpo con la pistola de plasma. Cerró los ojos. Recordó el combate personal contra el salvaje Kaudillo Orko que comandaba a los pielesverdes en Colcheru. Era un enorme ejemplar de su especie, tenía una armadura gruesa pero que apenas podía mantener su integridad debido a la presión que ejercían los músculos de su portador. Aquello sí que lo había hecho sentirse bien, enfrentarse contra un ser que osaba pisotear con sus sucios pies el feudo del Emperador y lograr destruirlo en nombre de éste. Una sonrisa se formó en sus labios mientras rememoraba la fea cara pielverde completamente destrozada bajo su puño de combate y... En ese momento notó, a través de los sentidos aumentados de su servoarmadura, el contacto de una mano sobre su antebrazo.

- Hermano Capitán, preciso hablar con usted.

Abrió los ojos y miró a Contoa. El Bibliotecario era un hermano por lo general afable, pero su tensión era palpable. Poco antes de penetrar en el sistema le había dicho que percibía fuerzas peligrosas en el conflicto y... antiguas. Cuando descubrieron que buena parte de las naves que habían invadido aquellos sistemas eran Preherejía, Contoa expresó su preocupación, y luego fue a encerrarse en su cubículo.

- Por supuesto hermano, vayamos a la sala del Strategium - le dijo levantándose del asiento.

No pudo evitar sentir cierta inquietud, pero pronto ésta se vio ahogada por otro sentimiento más poderoso, la ansiedad. Estaba seguro que el Bibliotecario le ofrecería la excusa para entrar en acción, o quizás no, en ocasiones su rango de Capitán lo obligaba a mandar a otros al combate.

Penetraron en el Strategium de la nave. Una espaciosa sala con el material necesario para estudiar y planear las estrategias de una batalla. Ni siquiera se sentaron.

- Bien hermano, habla.

- Hay tanto poder oscuro alrededor... muchas de las naves enemigas son del Caos, es como si estuvieran completamente empapadas de su esencia, es... molesto. Pero no es eso lo que me preocupa.

El Bibliotecario calló un momento. Asirus temió que no continuara hablando. Pero no fue así.

- Las naves Preherejía, si es que lo son, tienen un... no sé si decir un alma, es como un halo, un algo diferente. He podido examinar tan sólo un puñado, las más cercanas. Algunas parecen carcasas vacías, otras empiezan a emponzoñarse con el poder corruptor del Caos, pero he encontrado una que... no está vacía, pero tampoco parece haber nada dentro y sin embargo debe haberlo.

- Explícate.

- ¿Recuerdas Cénide?

Asirus se puso en alerta. ¡Tiránidos! El Bibliotecario siguió hablando.

-  Aquella nave a la deriva que interceptamos en Cénide también parecía vacía para mis sentidos. Y sin embargo había algo, un poder que parecía absorber cualquier intento de examen psíquico de mi parte. Luego, los descubrimos.

- ¿Me estás diciendo que una de esas naves de ahí afuera está plagada de tiránidos?

- No estoy seguro, es una nave Preherejía, y la noto extraña, me envía sensaciones contradictorias, pero además, a veces, absorbe mi "tanteo" mental.

- Debemos investigarlo - Asirus ni siquiera lo pensó, sabía que debía hacerse.

- Sí, por eso quería hablarlo contigo Gran Puño.

Oír de boca del Bibliotecario su título de guerra hizo que Asirus se sintiera por un instante enfadado. Contoa sabía bien que él estaba deseando entrar en acción, pero que no debía hacerlo, por eso le había recordado su título como Capitán de la Quinta Compañía de Batalla. No podía simplemente comandar una misión de investigación y desentenderse del objetivo principal que él mismo había impuesto, apoyar a las Fuerzas de Defensa asediadas de este sistema.

               *               *               *

Contoa sabía que había hecho enfadar a su amigo, pero era necesario, no podía dejar que Asirus dejara a la Quinta sin su guía. Y más en este momento, cuando habían sido añadidos un buen número de hermanos a sus filas. Cierto que no eran neófitos recién ascendidos, sino hermanos provenientes de las Compañías de Reserva, con experiencia en batalla suficiente, pero no tanta como la que el propio Asirus exigía a la Quinta cada vez que se sumergía en una nueva misión o campaña. Y este conflicto en el que ya estaban metidos iba a ser una prueba bastante dura para muchos de ellos. No, no podía permitir que Asirus se jugara la vida así como así.

Pero tampoco podía ir él, ¡por Dorn!, el Capitán había sabido jugar a su mismo juego, le había dicho que tampoco el Bibliotecario podía ir a meterse en la boca del kurdón. Y tenía razón, por mucho que ansiara investigar una de aquellas naves Preherejía con tantos enemigos de los Poderes Oscuros alrededor en cualquier momento podían sufrir ataques psíquicos, y era él, como Bibliotecario asignado a la Compañía, el que debía mantener éstos a raya.

Al menos, ambos habían estado de acuerdo en la elección de la escuadra que se encargaría de investigar la posible amenaza tiránida. La Nubes de Humo, formada por hermanos experimentados y cuyo sargento, Agufer, sabía muy bien cómo eran los tiránidos.


1 comentario:

  1. Me gusta, y menos mal que el emperador protege porque con la que se nos viene encima! XD

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