lunes, 13 de mayo de 2013

"Contacto" : Capitulo V [Relato]


CAPITULO V

"Virtus nescit labi"

 

B-217D: Coordenadas omitidas, decretada cuarentena nivel Omnibus
Tras la caída de la cápsula había descendido varios pisos, o eso dedujo. Hacía horas que había recuperado la conciencia, pero su organismo lo había sumido en un estado semivegetativo como medida paliativa para el dolor. Antes de eso, solo había reunido las fuerzas necesarias  para conectar su servoarmadura a la centralita de la nave y utilizarla como amplificador de su baliza personal, ya que había perdido la mitad del brazo en la caída y el sistema debía de haberse dañado. Podía  sentir como lentamente su organismo se iba recomponiendo a sí mismo, aunque sin en soporte médico pertinente el proceso el proceso era mucho más lento y bastante más doloroso.

Durante las últimas horas semiconsciente había podido observar como la nave se transformaba a su alrededor, allá donde su limitado campo visual le permitía ver había visto como la materia sólida transmutaba en una suerte de tejido vivo y putrefacto, era algo que conocía bien. Había leído sobre ello profusamente, no en vano había pasado casi la mitad de su vida encerrado entre las gruesas paredes del Bastión de Tormentas, perdido en las laberínticas bóvedas del Librarium Capitular. Sin embargo nunca antes lo había contemplado en directo, la corrupción de la esencia misma de todas las cosas, la ascensión, tal y como la conocían los deplorables siervos de Nurgle.
Ante su incapacidad física había tratado de recordar cuanto pudiera acerca del proceso, pero el dolor aunque atenuado lo incapacitaba para concentrarse en ello, lo más que podía recordar es que era irreversible, una vez se apoderara del planeta de un modo u otro éste estaría condenado irremediablemente. Pero eso no era lo que más le preocupaba, había algo más en aquella nave, algo mucho más siniestro. Antes no había podido notarlo pero ahora lo percibía claramente, sin duda era la misma señal que habían recibido nada más entrar en el Sistema Belerin y el motivo por el que habían venido a aquel lugar, solo que ahora aquella huella psíquica se había transformado en algo mucho más perturbador, era antigua, muy antigua, y podía sentirla ciñéndose sobre su mente como una sombra cada vez más próxima. Sin duda aquello, fuera lo que fuera, era el responsable del asalto psíquico que había sufrido unas horas antes y que lo había dejado tullido y solo, con nada más que su fe en el Emperador. “En su Sagrado nombre pensó” y entonces escucho como algo se movía entre la oscuridad. Intentó concentrarse para asimilar sus sentidos y percibió que el sonido procedía de su espalda, en un acto reflejo su psique entró en crepitante efervescencia.
-¿Stilikón estás ahí?- por un momento el bibliotecario utilizó el sonido para ubicar la posición exacta de su interlocutor y concentrar allí el poder de su mente, pero al instante había reconocido la voz.
-¿Tracio?- El tono de voz de Stilikón no podía ocultar la sorpresa -¡¿Qué haces tú aquí?!-

-Lo mismo podría preguntarte yo a ti hermano.- La voz de Tracio denotaba su cansancio, hablaba pausadamente y con la respiración entrecortada. A pesar de mantenerse en pie su estado no era mucho mejor que el de Stilikón. –Algo hicisteis en el puente que hizo que esta jodida nave se cabreara, al poco de iros vosotros por los conductos de ventilación empezaron a brotar chorros de inmundicia. Al principio pensamos que se trataba de algún conducto de servicio que se había desprendido pero pronto aquella mierda salida de todos lados, y aquel olor…-El rostro de Tracio no pudo reprimir la mueca de asco.- Aunque uno se acaba acostumbrando ya ni lo noto apenas.-
 Había llegado hasta la posición de Stilikón, que trataba de incorporarse en vano.

 –Al poco aquel miasma infernal empezó a aglutinarse en masas informes y antes de que nos diéramos cuenta estábamos siendo asaltados por una especie de tumores chillones.- el hermano Tracio hizo una pausa mientras ayudaba al Bibliotecario a incorporarse. -No podía creérmelo hasta que vi con mis propios ojos como una de esas cosas se metía a través el generador dorsal de Mario y este caía desplomado, tras eso la mitad de la nave se desplomó sobre nosotros y he debido de quedar inconsciente, desde que me he despertado no he dejado de vagar por todo este montón de basura hasta que tu señal ha aparecido en el Áuspex.-
-Son Nurgletes.- Stilikon sabía de la existencia de aquellas criaturas gracias a los grimorios, pero la mayoría de sus hermanos no conocían más que las menciones en las liturgias y dogmas del capítulo.- No son más que otra pútrida y corrupta manifestación del caos.- Concluyó el bibliotecario.
-Me temo que hay más…- la penumbra no podía ocultar el sombrío rostro de Tracio. – Es ésta nave, está… está “viva”-dijo señalando hacia los tajos que él mismo había infringido en las fibrosas paredes de carne de la nave, Stilikón pudo fijarse en que ya habían empezado a cicatrizar allí donde la espada de energía las había rasgados. -Debemos apresurarnos- Añadió el Bibliotecario y ambos hermanos iniciaron una lenta marcha a través de aquel infierno.
Ciertamente aquello no se parecía a nada que hubiera visto antes, y ni la más detallada de las lecturas podía hacer justicia a aquel lugar, era la esencia misma de la repugnancia.
-¿Y que se supone que vamos a hacer ahora?- Tracio estaba inspeccionando el cargador de su pistola bólter. -Esta zona está extrañamente tranquila pero más adelante está plagado de esos cabroncetes.
-Vamos a volarlo todo.- El bibliotecario parecía haber recuperado su resolución.
 
 


Puente de Mando del Injuriador, órbita alta sobre B-217D

“Llegada estimada del Azote prevista en dieciséis horas estándar” El Sargento Primero Hannibal dirigió una rápida mirada al reloj galáctico del puente de mando, aquello le daba escaso margen para solucionar la situación antes de que llegara el abuelo y la III a solucionarla por ellos.
La relación entre las Cohortes era fraternal, pero se inspiraba en ellas la sana competencia en pos del honor y orgullo del capítulo, y en ese sentido sacar de un apuro a la II Centuria era un hazaña que sin duda le recordarían durante muchos años. Sobre todo si la hazaña tenía que ver con un bibliotecario extraviado en al disformidad, o peor aún, poseído por ella. Aunque aquella era una posibilidad que prefería no contemplar por el momento.

-¿Que sabemos de la Mortis?- preguntó mientras se reclinaba sobre su sillón en el puesto de mando.

-Tenemos su posición balizada cada 20 minutos, por el momento han entrado en la nave y siguen avanzando, aunque su ritmo es lento.- Contestó uno de los operadores con su característica voz metálica.

-¿Y de la otra señal?- inquirió Hannibal.

-Ha empezado a moverse señor- Contestó nuevamente el operador sin manifestar emoción alguna.

-¡Por Terra!  ¡Y a qué esperas para informarme pedazo de chatarra!- Aquella era sin duda una de las mayores desventajas de los servidores, su incapacidad para evaluar las potencialidades de un acontecimiento si no se les había programado u ordenado específicamente, y sin embargo era un precio más que adecuado por tal de evitar las terribles consecuencias a la que la humanidad se había visto empujada durante la Edad Oscura de la Tecnología.

-Monitoriza su posición ahora mismo.- Añadió, e inmediatamente la proyección de B-217D apareció en el panel central del puente, con la imagen ampliada de una sección en el centro en el que podían verse dos diminutos puntos parpadeando a un ritmo exasperante. -¿Y por qué diablos se dirige hacia el puente?, ¿Acaso huye?- Las palabras de Hannibal no ocultaban su sorpresa.

-No creo, está ciego.- Señaló el Sargento Bizanzio, que había permanecido en silencio sentado sobre una de los sillones auxiliares. -Sin la frecuencia de la Mortis no pueden localizarla.-
Las frecuencias de balizado y comunicación internas se modificaban cada 10 horas en caso de combate para evitar que el enemigo se hiciera con datos sensibles, era una lección que los Mirmidones había aprendido bien a lo lago de la limpieza de la colmena Yaltus Gamma, donde los herejes sublevados dentro del palacio de la gobernación utilizaron las frecuencias que habían descifrado para emboscar a las unidades que operaban sobre el terreno, causando numerosas bajas que podían haberse evitado.
 
B-217D: Coordenadas omitidas, decretada cuarentena nivel Omnibus
El hermano Séneca se hizo a un lado con una velocidad que no correspondía a su tamaño, la armadura de exterminador era tan voluminosa que en algunos pasillos prácticamente rozaba el techo cavernoso de aquel infierno, sin embargo se movía con enorme gracilidad. Sin pensárselo un instante, alzó el pie y aplastó aquella criatura, que desapareció dejando poco más que un charco de asqueroso miasma.
Frente a él, el resto de la escuadra iba haciendo lo propio con todas las inmundicias que salían a su paso, a un ritmo cada vez mayor.
El Sargento Hajax abría la marcha unos metros por delante, apenas si se distinguía su silueta en la oscuridad de aquellos pasillos repletos de pústulas y jirones supurantes que dificultaban aún más la visión, aunque podía escucharse perfectamente el servomotor de su puño sierra, que había estado ronroneando incesantemente desde que habían entrado en la nave.
Acababan de abandonar otra de aquellas asquerosas ratoneras entrando en lo que había sido algún tipo de estancia de mayores dimensiones, un nodo de servicio quizás, aunque era difícil asegurarlo puesto que estaba tan corrompido como el resto de la nave. La carne putrefacta había avanzado por el suelo de las balconadas y los cableados que discurría bajo ellas, de los que ahora solo pendían jirones de mucosa.
El sargento había ordenado aumentar el ritmo, pues según había informado la baliza del bibliotecario había empezado a moverse. Por lo que ahora se limitaban a avanzar en su búsqueda sin asegurar los túneles y bifurcaciones que iban dejando a su paso. Sin perder un segundo la escuadra Mortis atravesó la estancia, pero entonces algo llamó la atención del sargento, una de las paredes estaba particularmente hinchada, como abotargada por la pus, pero no era eso lo más extraño, aquel pedazo de carne parecía moverse enérgicamente como intentando desprenderse del resto de la estructura.
En un segundo toda la sección se desgarró cayendo sobre el suelo, a escasos metros del sargento, y un instante después aquel pedazo de carne pútrida se había erguido de nuevo como una masa informe y tambaleante de la que surgían lo que parecían ser unos aguijones de acero negro, dos diminutos ojos rojos brillaban de pura malicia dentro de aquella masa putrefacta.
 
El bólter de asalto del hermano Melsior fue el primero en abrir fuego, inmediatamente después los hermanos Fénix y Dorian hicieron lo propio. La criatura pareció tambalearse un instante, suprimida bajo los proyectiles que impactaban en ella y estallaban arrancando considerables pedazos de carne, sin embargo se mantenía en pie, y allí donde las detonaciones abrían un hueco en su cuerpo la carne de alrededor parecía reponerla a velocidad de vértigo. El sargento se había adelantado por el flanco y se disponía a asestar un tajo sobre aquella bestia con su espada, pero con la misma velocidad antinatural con la que se regeneraba, un tentáculo líquido brotó desde su cuerpo extendiéndose hasta alcanzar la mano del sargento, que se detuvo en seco. Con un movimiento de su mano izquierda lanzó un tajo de su Cirujano, que seccionó el tentáculo, aunque una décima de segundo mas tarde dos nuevas terminaciones brotaron de la que acababa de seccionar y rápidamente se ciñeron sobre sus dos brazos, justo en ese instante, el hermano Dorian se abalanzo sobre la criatura descargando toda la ira del Emperador en un puñetazo. Los restos de inmundicia salieron despedidos por toda la estancia cuando el puño de combate de Dorian descargó toda su energía con su característico crepitar. -Esto empieza a ponerse interesante.- musitó, mientras limpiaba los restos de la criatura que habían quedado fusionados en la superficie de su puño.
Un pasillo se extendía junto al lugar del que se había desprendido la inmunda bestia, pero el Áuspex mostraba claramente que el bibliotecario  estaba bordeando su posición, a un centenar de metros de distancia.
-En marcha, ya estamos cerca.- Añadió el sargento, al tiempo que clavaba el puño sierra sobre la pared de carne que se hallaba junto a él.

 

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